La visión de las langostas
1El
Señor Soberano
me mostró una visión. Lo vi preparándose para enviar una enorme nube de
langostas sobre la tierra. Esto ocurrió después de que la parte de la
cosecha del rey había sido recolectada, pero cuando se acercaba la cosecha
principal. 2En
mi visión las langostas se comieron todo lo verde que se veía. Entonces
dije:
—Oh Señor Soberano,
por favor, perdónanos o no sobreviviremos, porque Israel es
tan pequeño.
3Así
que el Señor se
retractó de ese plan y dijo:
—No lo haré.
La visión del fuego
4Después
el Señor Soberano
me mostró otra visión. Lo vi preparándose para castigar a su pueblo con un
gran fuego. El fuego había quemado las profundidades del mar e iba devorando
toda la tierra.
5Entonces
dije:
—Oh Señor Soberano,
por favor, detente o no sobreviviremos, porque Israel es tan pequeño.
6Entonces
el Señor también
se retractó de ese plan.
—Tampoco lo haré —dijo el Señor Soberano.
La visión de la plomada
7Luego
me mostró otra visión. Vi al Señor de pie al lado de una pared que se había
construido usando una plomada. Usaba la plomada para ver si aún estaba
derecha.8Entonces
el Señor me
dijo:
—Amós, ¿qué ves?
—Una plomada —contesté.
Y el Señor respondió:
—Probaré a mi pueblo con esta plomada. Ya no pasaré por alto sus pecados. 9Los
altares paganos de sus antepasados quedarán
en ruinas y los santuarios de Israel serán destruidos; acabaré de forma
repentina con la dinastía del rey Jeroboam.
Amós y Amasías
10Luego
Amasías, el sacerdote de Betel, mandó un mensaje a Jeroboam, rey de Israel:
«¡Amós está tramando una conspiración contra usted, aquí mismo en el umbral
de su casa! Lo que él dice es intolerable. 11Anda
diciendo: “Pronto matarán a Jeroboam y el pueblo de Israel será enviado al
destierro”».
12Entonces
Amasías envió órdenes a Amós:
—¡Vete de aquí, profeta! ¡Regresa a la tierra de Judá y gánate la vida
profetizando allí! 13No
nos molestes con tus profecías aquí en Betel. ¡Este es el santuario del rey
y el lugar nacional de culto!
14Pero
Amós contestó:
—No soy profeta profesional ni fui entrenado para serlo.No
soy más que un pastor de ovejas y cultivador de las higueras sicómoros. 15Sin
embargo, el Señor me
llamó y me apartó de mi rebaño y me dijo: “Ve y profetiza a mi pueblo en
Israel”. 16Ahora
bien, escuchen este mensaje del Señor:
“Tú dices:
‘No profetices contra Israel.
Deja de predicar contra mi pueblo’.
17Pero
esto es lo que dice el Señor:
‘Tu esposa se convertirá en prostituta en esta ciudad
y a tus hijos y a tus hijas los matarán.
Tu tierra será repartida
y tú morirás en tierra extranjera.
Con toda seguridad el pueblo de Israel irá cautivo al destierro,
lejos de su patria’”.
Amós 8
La visión de la fruta madura
1Entonces
el Señor Soberano
me mostró otra visión. Esta vez vi una cesta llena de fruta madura.
2—¿Qué
ves, Amós? —me preguntó.
—Una cesta repleta de fruta madura —contesté.
Entonces el Señor dijo:
—Al igual que esta fruta, ¡Israel está maduro para el castigo! No volveré a
demorar su castigo. 3En
aquel día el canto en el templo se convertirá en lamento. Habrá cadáveres
tirados por todas partes. Serán llevados fuera de la ciudad en silencio.
¡Yo, el Señor Soberano,
he hablado!
4¡Escuchen
esto, ustedes que roban al pobre
y pisotean al necesitado!
5Ustedes
no se aguantan a que termine el día de descanso
y a que se acaben los festivales religiosos
para volver a estafar al desamparado.
Pesan el grano con medidas falsas
y estafan al comprador con balanzas fraudulentas.
6Y
el grano que venden lo mezclan
con los deshechos barridos del piso.
Por una moneda de plata o un par de sandalias,
convierten en esclavos a los pobres.
7Ahora
el Señor ha
hecho este juramento
por su propio nombre, el Orgullo de Israel:
«¡Nunca olvidaré
las cosas perversas que han hecho!
8La
tierra temblará a causa de sus acciones
y todos harán duelo.
La tierra subirá como el río Nilo en tiempo de inundaciones;
se levantará y volverá a hundirse.
9»En
aquel día —dice el Señor Soberano—
haré que el sol se ponga al mediodía
y que en pleno día se oscurezca la tierra.
10Convertiré
sus celebraciones en lamentos
y su cantar en llanto.
Se vestirán de luto
y se raparán la cabeza en señal de dolor,
como si su único hijo hubiera muerto.
¡Qué tan amargo será ese día!
11»Ciertamente
se acerca la hora —dice el SeñorSoberano—
cuando enviaré hambre a la tierra,
no será hambre de pan ni sed de agua,
sino hambre de oír las palabras del Señor.
12La
gente deambulará de mar a mar
y vagará de frontera a frontera
en busca de la palabra del Señor,
pero no la encontrarán.
13En
aquel día, las jóvenes hermosas y los muchachos fuertes se desmayarán,
sedientos por la palabra del Señor.
14Y
los que juran por los vergonzosos ídolos de Samaria,
los que hacen juramentos en nombre del dios de Dan
y votos en nombre del dios de Beerseba,
todos caerán y nunca más se levantarán».
Amós 9
La visión de Dios junto al altar
1Entonces
vi una visión del Señor, quien estaba de pie junto al altar y dijo:
«Golpea la parte superior de las columnas del templo
para que los cimientos se sacudan.
Derriba el techo
sobre las cabezas de la gente.
Mataré a espada a los que sobrevivan.
¡Nadie escapará!
2»Aunque
caven hasta el lugar de los muertos,
allí descenderé y los sacaré.
Aunque suban hasta los cielos,
de allí los derribaré.
3Aunque
se escondan en la cumbre del monte Carmelo,
allí los buscaré y los capturaré.
Aunque se oculten en el fondo del océano,
enviaré tras ellos a la serpiente marina para que los muerda.
4Aunque
sus enemigos los lleven al destierro,
ordenaré a la espada que allí los mate.
Estoy decidido a traerles desastre
y no a ayudarlos».
5El
Señor, el Señor de
los Ejércitos Celestiales,
toca la tierra y esta se derrite,
y todos sus habitantes lloran.
La tierra sube como el río Nilo en tiempo de inundaciones,
y luego vuelve a hundirse.
6El
hogar del Señor llega
hasta los cielos,
mientras que sus cimientos están en la tierra.
Él levanta agua de los océanos
y la vierte como lluvia sobre la tierra.
¡El Señor es
su nombre!
7«Israelitas,
¿son ustedes más importantes para mí
que los etíopes? —pregunta
el Señor—.
Saqué a Israel de Egipto,
pero también traje a los filisteos de Creta
y a los arameos de Kir.
8»Yo,
el Señor Soberano,
estoy vigilando a esta nación pecaminosa de Israel
y la destruiré
de la faz de la tierra.
Sin embargo, nunca destruiré por completo a la familia de Israel
—dice el Señor—.
9Pues
daré la orden
y sacudiré a Israel junto con las demás naciones
como se sacude el grano en un cernidor,
sin embargo, ningún grano verdadero se perderá.
10En
cambio, todos los pecadores morirán a filo de espada,
esos que dicen: “Nada malo nos sucederá”.
Promesa de restauración
11»En
aquel día restauraré la casa caída de
David.
Repararé sus muros dañados.
De las ruinas, la reedificaré
y restauraré su gloria anterior.
12Israel
poseerá lo que quede de Edom
y todas las naciones que he llamado a ser mías».
El Señor ha
hablado
y cumplirá estas cosas.
13«Llegará
el día —dice el Señor—
en el que el grano y las uvas crecerán más rápido
de lo que puedan ser cosechados.
¡Entonces los viñedos en las terrazas de las colinas de Israel
destilarán vino dulce!
14Traeré
a mi pueblo Israel de su cautiverio
en tierras lejanas;
reedificarán sus ciudades que están en ruinas
y nuevamente vivirán en ellas.
Plantarán viñedos y huertos,
comerán sus cosechas y beberán su vino.
15Los
plantaré firmemente allí
en su propia tierra.
Nunca más serán desarraigados
de la tierra que yo les di»,
dice el Señor tu
Dios.