13 de Diciembre
 

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Salmo 132

 

Abdías 1

Esta es la visión que el Señor Soberano reveló a Abdías acerca de la tierra de Edom.
Anuncio del juicio a Edom
1Hemos oído un mensaje del Señor,
que un embajador fue enviado a las naciones para decir:
«¡Prepárense todos!
¡Convoquemos a nuestros ejércitos y ataquemos a Edom!».
2El Señor dice a Edom:
«Te haré pequeña entre las naciones;
serás muy despreciada.
3Has sido engañada por tu propio orgullo
porque vives en una fortaleza de piedra
y haces tu morada en lo alto de las montañas.
“¿Quién puede tocarnos aquí en las remotas alturas?”,
te preguntas con arrogancia;
4pero aunque te remontes tan alto como las águilas
y construyas tu nido entre las estrellas,
te haré caer estrepitosamente»,
dice el Señor.
5«Si vinieran ladrones en la noche y te robaran,
(¡qué desastre te espera!)
no se llevarían todo.
Los que cosechan uvas
siempre dejan unas cuantas para los pobres.
¡Pero tus enemigos te aniquilarán por completo!
6Registrarán y saquearán
cada rincón y cada grieta de Edom.
Se llevarán hasta el último de los tesoros escondidos.
7»Todos tus aliados se volverán contra ti
y ayudarán a expulsarte de tu tierra.
Te prometerán paz
mientras traman engañarte y destruirte.
Tus amigos de confianza te tenderán trampas
y ni siquiera te darás cuenta.
8En aquel día ni una sola persona sabia
quedará en toda la tierra de Edom
—dice el Señor—.
Pues destruiré en las montañas de Edom
a todos los que tengan entendimiento.
9Los más poderosos guerreros de Temán
sentirán terror,
y todos en las montañas de Edom
serán exterminados en la masacre.
Causas del castigo de Edom
10»A causa de la violencia con la que trataste
a tus parientes cercanos de Israel,
te llenarás de vergüenza
y serás destruido para siempre.
11Cuando tus parientes fueron invadidos,
te mantuviste al margen y te negaste a ayudarlos.
Los invasores se llevaron su riqueza
y echaron suertes para repartirse Jerusalén,
pero tú actuaste como un enemigo de Israel.
12»No debiste alegrarte
cuando desterraron a tus parientes a tierras lejanas.
No debiste gozarte
cuando el pueblo de Judá sufría semejante desgracia.
No debiste hablar con arrogancia
en ese terrible tiempo de angustia.
13No debiste saquear la tierra de Israel
mientras ellos sufrían semejante calamidad.
No debiste regodearte de su destrucción
mientras sufrían semejante calamidad.
No debiste robar sus riquezas
mientras sufrían semejante calamidad.
14No debiste pararte en la encrucijada
para matar a los que intentaban escapar.
No debiste capturar y entregar a los sobrevivientes
en su terrible tiempo de angustia.
Destrucción de Edom, restauración de Israel
15»¡Se acerca el día cuando yo, el Señor,
juzgaré a todas las naciones paganas!
Como le hiciste a Israel,
así se hará contigo.
Todas tus malas acciones
recaerán sobre tu cabeza.
16Así como te tragaste a mi pueblo
en mi monte santo,
así tú y las naciones vecinas
se tragarán el castigo que derramaré sobre ti.
Sí, todas las naciones beberán, se tambalearán
y desaparecerán de la historia.
17»Sin embargo, Jerusalén será un refugio para los que escapen;
será un lugar santo.
Y el pueblo de Israel regresará
para reclamar su herencia.
18El pueblo de Israel será un fuego violento
y Edom un campo de hierba seca.
Los descendientes de José serán una llama que rugirá a través del campo,
devorándolo todo.
No quedará nadie con vida en Edom.
¡Yo, el Señor, he hablado!
19»Entonces mi pueblo que vive en el Neguev
ocupará las montañas de Edom.
Los que viven en las colinas de Judá
poseerán las llanuras de los filisteos
y se apoderarán de los campos de Efraín y de Samaria,
y el pueblo de Benjamín
ocupará la tierra de Galaad.
20Los desterrados de Israel volverán a su tierra
y ocuparán la costa de Fenicia hasta el norte de Sarepta.
Los cautivos de Jerusalén desterrados en el norte
volverán a casa y repoblarán los pueblos del Neguev.
21Los que hayan sido rescatados subirán al monte Sión en Jerusalén
para gobernar sobre las montañas de Edom.
¡Y el Señor mismo será rey!».

 

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Apocalipsis 4

Adoración en el cielo
1Entonces, mientras miraba, vi una puerta abierta en el cielo, y la misma voz que había escuchado antes me habló como un toque de trompeta. La voz dijo: «Sube aquí, y te mostraré lo que tiene que suceder después de esto». 2Y al instante, yo estaba en el Espíritu y vi un trono en el cielo y a alguien sentado en él. 3El que estaba sentado en el trono brillaba como piedras preciosas: como el jaspe y la cornalina. El brillo de una esmeralda rodeaba el trono como un arco iris. 4Lo rodeaban veinticuatro tronos en los cuales estaban sentados veinticuatro ancianos. Todos vestían de blanco y tenían una corona de oro sobre la cabeza. 5Del trono salían relámpagos y estruendo de truenos. Delante del trono había siete antorchas con llamas encendidas; esto es el Espíritu de Dios de siete aspectos. 6Delante del trono también había un mar de vidrio brillante, reluciente como el cristal.
En el centro y alrededor del trono había cuatro seres vivientes, cada uno cubierto de ojos por delante y por detrás. 7El primero de esos seres vivientes era semejante a un león, el segundo era como un buey, el tercero tenía cara humana, y el cuarto era como un águila en vuelo.8Cada uno de los seres vivientes tenía seis alas, y las alas estaban totalmente cubiertas de ojos por dentro y por fuera. Día tras día y noche tras noche repiten continuamente:
«Santo, santo, santo es el Señor Dios, el Todopoderoso,
el que siempre fue, que es, y que aún está por venir».
9Cada vez que los seres vivientes dan gloria, honor y gracias al que está sentado en el trono (el que vive por siempre y para siempre) 10los veinticuatro ancianos se postran y adoran al que está sentado en el trono (el que vive por siempre y para siempre), y ponen sus coronas delante del trono, diciendo:
11«Tú eres digno, oh Señor nuestro Dios,
de recibir gloria y honor y poder.
Pues tú creaste todas las cosas,
y existen porque tú las creaste según tu voluntad».

 

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Salmo 132

Cántico para los peregrinos que suben a Jerusalén.
1Señor, acuérdate de David
y de todo lo que sufrió.
2Le hizo una promesa solemne al Señor;
le juró al Poderoso de Israel:
3«No iré a mi hogar
ni me permitiré descansar;
4no dejaré que mis ojos duerman
ni cerraré los párpados adormecidos
5hasta que encuentre un lugar donde construir una casa para el Señor,
un santuario para el Poderoso de Israel».
6Oímos que el arca estaba en Efrata;
luego la encontramos en los campos distantes de Jaar.
7Vayamos al santuario del Señor;
adoremos al pie de su trono.
8Levántate, oh Señor, y entra en tu lugar de descanso,
junto con el arca, símbolo de tu poder.
9Que tus sacerdotes se vistan de santidad;
que tus leales servidores canten de alegría.
10Por amor a tu siervo David,
no rechaces al rey que has ungido.
11El Señor le hizo un juramento a David
con una promesa que nunca retirará:
«Pondré a uno de tus descendientes
en tu trono.
12Si tus descendientes obedecen las condiciones de mi pacto
y las leyes que les enseño,
entonces tu linaje real
continuará por siempre y para siempre».
13Pues el Señor ha escogido a Jerusalén;
ha querido que sea su hogar.
14«Este es mi lugar de descanso para siempre —dijo—;
viviré aquí porque este es el hogar que he deseado.
15Bendeciré a esta ciudad y la haré próspera;
saciaré a sus pobres con alimento.
16Vestiré a sus sacerdotes con santidad;
sus fieles servidores cantarán de alegría.
17Aquí aumentaré el poder de David;
mi ungido será una luz para mi pueblo.
18Vestiré de vergüenza a sus enemigos,
pero él será un rey glorioso».

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