26 de Abril

 

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Jueces 6
Lucas 22:54 al 23:12
Salmo 95 y 96
Proverbios 26

 

Jueces 6

Gedeón, juez de Israel
1Los israelitas hicieron lo malo a los ojos del Señor. Entonces el Señor los entregó a los madianitas durante siete años. 2Los madianitas eran tan crueles que los israelitas hicieron escondites en los montes, en las cuevas y en lugares fortificados. 3Cada vez que los israelitas sembraban sus cultivos, venían saqueadores de Madián, de Amalec y del pueblo del oriente, y atacaban a Israel.4Acampaban en territorio israelita y destruían las cosechas hasta la región de Gaza. Se llevaban todas las ovejas, las cabras, el ganado y los burros, y dejaban a los israelitas sin qué comer. 5Estas multitudes enemigas, que venían con sus animales y sus carpas, eran como una plaga de langostas; llegaban en numerosas manadas de camellos, imposibles de contar, y no se iban hasta que la tierra quedaba desolada. 6Así que Israel se moría de hambre en manos de los madianitas. Entonces los israelitas clamaron al Señor por ayuda.
7Cuando clamaron al Señor a causa de Madián, 8el Señor les envió un profeta, quien dijo al pueblo de Israel: «Esto dice el Señor, Dios de Israel: “Yo te saqué de la esclavitud en Egipto. 9Te rescaté de los egipcios y de todos los que te oprimían. Expulsé a tus enemigos y te di sus tierras. 10Te dije: ‘Yo soy el Señor, tu Dios. No debes rendir culto a los dioses de los amorreos, en cuya tierra ahora vives’. Pero no me hiciste caso”».
11Después el ángel del Señor vino y se sentó debajo del gran árbol de Ofra que pertenecía a Joás, del clan de Abiezer. Gedeón, hijo de Joás, estaba trillando trigo en el fondo de un lagar para esconder el grano de los madianitas. 12Entonces el ángel del Señor se le apareció y le dijo:
—¡Guerrero valiente, el Señor está contigo!
13—Señor —respondió Gedeón—, si el Señor está con nosotros, ¿por qué nos sucede todo esto? ¿Y dónde están todos los milagros que nos contaron nuestros antepasados? ¿Acaso no dijeron: “El Señor nos sacó de Egipto”? Pero ahora el Señor nos ha abandonado y nos entregó en manos de los madianitas.
14Entonces el Señor lo miró y le dijo:
—Ve tú con la fuerza que tienes y rescata a Israel de los madianitas. ¡Yo soy quien te envía!
15—Pero Señor —respondió Gedeón—, ¿cómo podré yo rescatar a Israel? ¡Mi clan es el más débil de toda la tribu de Manasés, y yo soy el de menor importancia en mi familia!
16El Señor le dijo:
—Yo estaré contigo, y destruirás a los madianitas como si estuvieras luchando contra un solo hombre.
17—Si de verdad cuento con tu favor —respondió Gedeón—, muéstrame una señal para asegurarme de que es realmente el Señor quien habla conmigo. 18No te vayas hasta que te traiga mi ofrenda.
Él respondió:
—Aquí me quedaré hasta que regreses.
19Entonces Gedeón fue de prisa a su casa. Asó un cabrito y horneó pan sin levadura con una medida de harina. Luego llevó la carne en una canasta y el caldo en una olla. Puso todo delante del ángel, quien estaba bajo el gran árbol.
20Así que el ángel de Dios le dijo: «Pon la carne y el pan sin levadura sobre esta piedra y derrama el caldo sobre ellos». Y Gedeón hizo lo que se le indicó. 21Entonces el ángel del Señor tocó la carne y el pan con la punta de la vara que tenía en la mano, y de la piedra salió fuego que consumió todo lo que Gedeón había llevado. Y el ángel del Señor desapareció.
22Cuando Gedeón se dio cuenta de que era el ángel del Señor, clamó:
—¡Oh Señor Soberano, estoy condenado! ¡He visto cara a cara al ángel del Señor!
23—No te preocupes —le contestó el Señor—. No tengas miedo; no morirás.
24Entonces Gedeón construyó un altar al Señor en ese lugar y lo llamó Yahveh-shalom (que significa «el Señor es paz»). Ese altar sigue en Ofra, en la tierra del clan de Abiezer, hasta el día de hoy.
25Esa noche el Señor le dijo a Gedeón: «Toma el segundo toro del rebaño de tu padre, el que tiene siete años. Derriba el altar que tu padre levantó a Baal y corta el poste dedicado a la diosa Asera que está junto al altar. 26Después construye un altar al Señor tu Dios en el santuario de esta misma cima, colocando cada piedra con cuidado. Sacrifica el toro como ofrenda quemada sobre el altar, y usa como leña el poste dedicado a la diosa Asera que cortaste».
27Entonces Gedeón llevó a diez de sus criados e hizo lo que el Señor le había ordenado; pero lo hizo de noche, porque les tenía miedo a los demás miembros de la casa de su padre y a la gente de la ciudad.
28Temprano a la mañana siguiente, mientras los habitantes de la ciudad se despertaban, alguien descubrió que el altar de Baal estaba derribado y que habían cortado el poste dedicado a la diosa Asera que estaba al lado. En su lugar se había construido un nuevo altar, y sobre ese altar estaban los restos del toro que se había sacrificado. 29Los habitantes se preguntaban unos a otros: «¿Quién hizo esto?». Y después de preguntar por todas partes y hacer una búsqueda cuidadosa, se enteraron de que había sido Gedeón, el hijo de Joás.
30—Saca a tu hijo —le exigieron a Joás los hombres de la ciudad—. Tendrá que morir por haber destruido el altar de Baal y haber cortado el poste dedicado a la diosa Asera.
31Sin embargo, Joás gritó a la turba que lo enfrentaba:
—¿Por qué defienden a Baal? ¿Acaso abogarán por él? ¡Todo el que defienda su causa será ejecutado antes del amanecer! Si de verdad Baal es un dios, ¡que se defienda a sí mismo y destruya al que derribó su altar!
32A partir de entonces a Gedeón lo llamaron Jerobaal, que significa «que Baal se defienda a sí mismo», porque él destruyó el altar de Baal.
Gedeón pide una señal
33Poco tiempo después, los ejércitos de Madián, de Amalec y del pueblo del oriente formaron una alianza en contra de Israel; cruzaron el Jordán y acamparon en el valle de Jezreel. 34Entonces el Espíritu del Señor se apoderó de Gedeón. Y Gedeón tocó el cuerno de carnero como un llamado a tomar las armas, y los hombres del clan de Abiezer se le unieron. 35También envió mensajeros por todo Manasés, Aser, Zabulón y Neftalí para convocar a sus guerreros, y todos ellos respondieron.
36Después Gedeón le dijo a Dios: «Si de veras vas a usarme para rescatar a Israel como lo prometiste, 37demuéstramelo de la siguiente manera: esta noche pondré una lana de oveja en el suelo del campo de trillar; si por la mañana la lana está mojada con el rocío, pero el suelo está seco, entonces sabré que me ayudarás a rescatar a Israel como lo prometiste». 38Y eso fue exactamente lo que sucedió. Cuando Gedeón se levantó temprano a la mañana siguiente, exprimió la lana y sacó un tazón lleno de agua.
39Luego Gedeón le dijo a Dios: «Por favor, no te enojes conmigo, pero deja que te haga otra petición. Permíteme usar la lana para una prueba más. Esta vez, que la lana se quede seca, mientras que el suelo alrededor esté mojado con el rocío». 40Así que esa noche, Dios hizo lo que Gedeón le pidió. A la mañana siguiente, la lana estaba seca, pero el suelo estaba cubierto de rocío.

 

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Lucas 22:54...

Pedro niega a Jesús
54Entonces lo arrestaron y lo llevaron a la casa del sumo sacerdote. Y Pedro los siguió de lejos. 55Los guardias encendieron una fogata en medio del patio y se sentaron alrededor, y Pedro se sumó al grupo. 56Una sirvienta lo vio a la luz de la fogata y comenzó a mirarlo fijamente. Por fin dijo: «Este hombre era uno de los seguidores de Jesús».
57Pero Pedro lo negó: «¡Mujer, ni siquiera lo conozco!».
58Después de un rato, alguien más lo vio y dijo:
—Seguramente tú eres uno de ellos.
—¡No, hombre, no lo soy! —contestó.
59Alrededor de una hora más tarde, otra persona insistió: «Seguro este es uno de ellos porque también es galileo».
60Pero Pedro dijo: «¡Hombre, no sé de qué hablas!». Inmediatamente, mientras aún hablaba, el gallo cantó.
61En ese momento, el Señor se volvió y miró a Pedro. De repente, las palabras del Señor pasaron rápidamente por la mente de Pedro: «Mañana por la mañana, antes de que cante el gallo, negarás tres veces que me conoces». 62Y Pedro salió del patio, llorando amargamente.
63Los guardias que estaban a cargo de Jesús comenzaron a burlarse de él y a golpearlo. 64Le vendaron los ojos y le decían: «¡Profetízanos! ¿Quién te golpeó esta vez?». 65Y le lanzaban todo tipo de insultos.
Jesús ante el Concilio
66Al amanecer, todos los ancianos del pueblo se reunieron, incluidos los principales sacerdotes y los maestros de la ley religiosa. Llevaron a Jesús ante el Concilio Supremo 67y le dijeron:
—Dinos, ¿eres tú el Mesías?
Él les respondió:
—Si lo dijera, no me creerían;68y si yo les hiciera una pregunta, ustedes no me la contestarían. 69Sin embargo, desde ahora, el Hijo del Hombre estará sentado en el lugar de poder, a la derecha de Dios.
70Todos gritaron:
—¿Entonces afirmas que eres el Hijo de Dios?
Y él contestó:
—Ustedes dicen que lo soy.
71«¿Para qué necesitamos otros testigos? —dijeron—. Nosotros mismos lo oímos decirlo».

 

Lucas 23:1-12

Juicio de Jesús ante Pilato
1Entonces todo el Concilio llevó a Jesús ante Pilato, el gobernador romano. 2Comenzaron a presentar su caso: «Este hombre ha estado llevando al pueblo por mal camino al decirles que no paguen los impuestos al gobierno romano y al afirmar que él es el Mesías, un rey».
3Entonces Pilato le preguntó:
—¿Eres tú el rey de los judíos?
Jesús contestó:
—Tú lo has dicho.
4Pilato se dirigió a los principales sacerdotes y a la multitud y les dijo:
—¡No encuentro ningún delito en este hombre!
5Pero insistían:
—Con sus enseñanzas causa disturbios por donde va, en toda Judea, desde Galilea hasta Jerusalén.
6—Ah, ¿es galileo? —preguntó Pilato.
7Cuando le dijeron que sí, Pilato lo mandó a Herodes Antipas, porque Galilea estaba bajo la jurisdicción de Herodes, y dio la casualidad de que se encontraba en Jerusalén en ese momento.
8Herodes se alegró mucho por la oportunidad de ver a Jesús, porque había oído hablar de él y hacía tiempo que quería verlo realizar un milagro. 9Herodes le hizo una pregunta tras otra, pero Jesús se negó a contestar.10Mientras tanto, los principales sacerdotes y los maestros de la ley religiosa se quedaron allí gritando sus acusaciones. 11Entonces Herodes y sus soldados comenzaron a burlarse de Jesús y a ridiculizarlo. Finalmente le pusieron un manto real y lo enviaron de regreso a Pilato.12(Herodes y Pilato, quienes habían sido enemigos anteriormente, ese día se hicieron amigos).

 

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Salmo 95...

1¡Vengan, cantemos al Señor!
Aclamemos con alegría a la Roca de nuestra salvación.
2Acerquémonos a él con acción de gracias.
Cantémosle salmos de alabanza,
3porque el Señor es Dios grande,
un gran Rey sobre todos los dioses.
4En sus manos sostiene las profundidades de la tierra
y las montañas más imponentes.
5El mar le pertenece, pues él lo creó;
sus manos también formaron la tierra firme.
6Vengan, adoremos e inclinémonos.
Arrodillémonos delante del Señor, nuestro creador,
7porque él es nuestro Dios.
Somos el pueblo que él vigila,
el rebaño a su cuidado.
¡Si tan solo escucharan hoy su voz!
8El Señor dice: «No endurezcan el corazón como Israel en Meriba,
como lo hizo el pueblo en el desierto de Masá.
9Allí sus antepasados me tentaron y pusieron a prueba mi paciencia,
a pesar de haber visto todo lo que hice.
10Durante cuarenta años estuve enojado con ellos y dije:
“Son un pueblo cuyo corazón se aleja de mí;
rehúsan hacer lo que les digo”.
11Así que en mi enojo juré:
“Ellos nunca entrarán a mi lugar de descanso”».

 

Salmo 96

1¡Canten al Señor una nueva canción!
¡Que toda la tierra cante al Señor!
2Canten al Señor, alaben su nombre;
cada día anuncien las buenas noticias de que él salva.
3Anuncien sus gloriosas obras entre las naciones;
cuéntenles a todos las cosas asombrosas que él hace.
4¡Grande es el Señor! ¡Es el más digno de alabanza!
A él hay que temer por sobre todos los dioses.
5Los dioses de las otras naciones no son más que ídolos,
¡pero el Señor hizo los cielos!
6Honor y majestad lo rodean;
fuerza y belleza llenan su santuario.
7Oh naciones del mundo, reconozcan al Señor;
reconozcan que el Señor es fuerte y glorioso.
8¡Den al Señor la gloria que merece!
Lleven ofrendas y entren en sus atrios.
9Adoren al Señor en todo su santo esplendor;
que toda la tierra tiemble delante de él.
10Digan a todas las naciones: «¡El Señor reina!».
El mundo permanece firme y no puede ser sacudido.
Él juzgará a todos los pueblos con imparcialidad.
11¡Que los cielos se alegren, y la tierra se goce!
¡Que el mar y todo lo que contiene exclamen sus alabanzas!
12¡Que los campos y sus cultivos estallen de alegría!
Que los árboles del bosque susurren con alabanza
13delante del Señor, ¡porque él viene!
Viene a juzgar la tierra.
Juzgará al mundo con justicia
y a las naciones con su verdad.

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Proverbios 14:5-6

5 El testigo honrado no miente;
el testigo falso respira mentiras.

6 El burlón busca la sabiduría y nunca la encuentra;
pero para el entendido, el conocimiento es cosa fácil.

 

 

 

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