25 de Abril

 

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Jueces 4 y 5
Lucas 22:35-53
Salmo 94
Proverbios 25

 

Jueces 4...

Débora, jueza de Israel
1Muerto Aod, los israelitas volvieron a hacer lo malo a los ojos del Señor. 2Entonces el Señor los entregó a Jabín, un rey cananeo de Hazor. El comandante de su ejército era Sísara, que vivía en Haroset-goim. 3Sísara, quien tenía novecientos carros de guerra hechos de hierro, oprimió a los israelitas sin piedad durante veinte años, hasta que el pueblo de Israel clamó al Señor por ayuda.
4Débora, la esposa de Lapidot, era una profetisa que en ese tiempo juzgaba a Israel. 5Solía sentarse bajo la Palmera de Débora, entre Ramá y Betel, en la zona montañosa de Efraín, y los israelitas acudían a ella para que los juzgara.6Un día Débora mandó a buscar a Barac, hijo de Abinoam, quien vivía en Cedes, en el territorio de Neftalí y le dijo:
—El Señor, Dios de Israel, te ordena: reúne en el monte Tabor a diez mil guerreros de las tribus de Neftalí y de Zabulón. 7Y yo haré que Sísara, el comandante del ejército de Jabín, vaya al río Cisón junto con sus carros de guerra y sus guerreros. Allí te daré la victoria sobre él.
8Barac le dijo:
—Yo iré, pero solo si tú vienes conmigo.
9—Muy bien —dijo ella—, iré contigo. Pero tú no recibirás honra en esta misión, porque la victoria del Señor sobre Sísara quedará en manos de una mujer.
Así que Débora fue con Barac a Cedes.10En Cedes, Barac reunió a las tribus de Zabulón y de Neftalí, y diez mil guerreros subieron con él. Débora también lo acompañó.
11Ahora bien, Heber el ceneo, un descendiente de Hobab, cuñado de Moisés, se había separado de los demás miembros de su tribu y armó su carpa junto al roble de Zaanaim, cerca de Cedes.
12Cuando le dijeron a Sísara que Barac, hijo de Abinoam, había subido al monte Tabor, 13mandó llamar a sus novecientos carros de guerra hechos de hierro y a todos sus guerreros, y marcharon desde Haroset-goim hasta el río Cisón.
14Entonces Débora le dijo a Barac: «¡Prepárate! Hoy es el día en que el Señor te dará la victoria sobre Sísara, porque el Señor marcha delante de ti». Así que Barac descendió las laderas del monte Tabor al frente de sus diez mil guerreros para entrar en batalla. 15Cuando Barac atacó, el Señor llenó de pánico a Sísara y a todos sus carros de guerra y a sus guerreros. Sísara saltó de su carro de guerra y escapó a pie. 16Entonces Barac persiguió a los carros y al ejército enemigo hasta Haroset-goim, y mató a todos los guerreros de Sísara. Ni uno solo quedó con vida.
17Mientras tanto, Sísara corrió hasta la carpa de Jael, la esposa de Heber, el ceneo, porque la familia de Heber tenía amistad con el rey Jabín, de Hazor. 18Jael salió al encuentro de Sísara y le dijo:
—Entre en mi carpa, señor. Venga. No tenga miedo.
Así que él entró en la carpa, y ella lo cubrió con una manta.
19—Dame un poco de agua, por favor —le dijo él—. Tengo sed.
Así que ella le dio leche de una bolsa de cuero y volvió a cubrirlo.
20—Párate en la puerta de la carpa —le dijo a ella—. Si alguien viene y pregunta si hay alguien adentro, dile que no.
21Pero cuando Sísara se durmió por tanto agotamiento, Jael se le acercó en silencio con un martillo y una estaca en la mano. Entonces le clavó la estaca en la sien hasta que quedó clavada en el suelo, y así murió.
22Cuando Barac llegó en busca de Sísara, Jael salió a su encuentro y le dijo: «Ven, te mostraré al hombre que buscas». Entonces él entró en la carpa tras ella, y allí encontró a Sísara muerto, tendido en el suelo con la estaca atravesada en la sien.
23Por lo tanto, ese día Israel vio a Dios derrotar a Jabín, el rey cananeo.24Y a partir de entonces, Israel se hizo cada vez más fuerte contra el rey Jabín hasta que finalmente lo destruyó.

 

Jueces 5

Cántico de Débora
1Ese día, Débora y Barac, hijo de Abinoam, entonaron el siguiente cántico:
2«Los líderes de Israel tomaron el mando,
y el pueblo los siguió con gusto.
¡Alabado sea el Señor!
3»¡Escuchen, ustedes reyes!
¡Presten atención, ustedes gobernantes poderosos!
Pues cantaré al Señor;
tocaré música para el Señor, Dios de Israel.
4»Señor, cuando saliste de Seir
y marchaste por los campos de Edom,
la tierra tembló,
y los cielos nublados derramaron lluvias torrenciales.
5Las montañas temblaron ante la presencia del Señor,
Dios del monte Sinaí,
ante la presencia del Señor,
Dios de Israel.
6»En los días de Samgar, hijo de Anat,
y en los días de Jael,
la gente evitaba las rutas principales
y los viajeros no salían de los caminos sinuosos.
7Ya quedaba poca gente en las aldeas de Israel,
hasta que Débora surgió como una madre para Israel.
8Cuando Israel escogió nuevos dioses,
la guerra estalló a las puertas de la ciudad.
¡Sin embargo, no se veía ni un escudo ni una lanza
entre cuarenta mil guerreros de Israel!
9Mi corazón está con los comandantes de Israel,
con los que se ofrecieron para la guerra.
¡Alabado sea el Señor!
10»Piensen en esto, ustedes que cabalgan en burros selectos,
ustedes que se sientan sobre elaboradas mantas de caballo
y ustedes que andan por el camino.
11Escuchen a los músicos de las aldeas,
que están reunidos junto a los abrevaderos.
Relatan las justas victorias del Señor
y los triunfos de sus aldeanos en Israel.
Entonces el pueblo del Señor
descendió a las puertas de la ciudad.
12»¡Despierta, Débora, despierta!
¡Despierta, despierta y entona un cántico!
¡Levántate, Barac!
¡Llévate a tus cautivos, hijo de Abinoam!
13»De Tabor descendieron los pocos para juntarse con los nobles;
el pueblo del Señor marchó colina abajo contra poderosos guerreros.
14Descendieron de Efraín,
tierra que antes pertenecía a los amalecitas;
te siguieron a ti, Benjamín, con tus tropas.
De Maquir los comandantes descendieron a paso de marcha;
desde Zabulón llegaron los que llevan el bastón de mando.
15Los príncipes de Isacar estuvieron con Débora y Barac;
siguieron a Barac a toda prisa hasta el valle.
Pero en la tribu de Rubén
hubo gran indecisión.
16¿Por qué se quedaron sentados en su casa entre los rediles,
para oír a los pastores silbar a sus rebaños?
Así es, en la tribu de Rubén
hubo gran indecisión.
17Galaad permaneció al oriente del Jordán.
Y ¿por qué Dan se quedó en su casa?
Aser se sentó sin moverse a la orilla del mar,
y permaneció en sus puertos.
18Pero Zabulón arriesgó la vida,
igual que Neftalí, en las alturas del campo de batalla.
19»Los reyes de Canaán llegaron y pelearon
en Taanac, cerca de los manantiales de Meguido,
pero no se llevaron tesoros de plata.
20Desde el cielo lucharon las estrellas;
las estrellas en sus órbitas pelearon contra Sísara.
21El río Cisón arrasó con ellos,
ese antiguo torrente llamado Cisón.
¡Marcha hacia adelante con valor, alma mía!
22Luego los cascos de los caballos martillaron el suelo:
el galope resonante de los poderosos corceles de Sísara.
23“Que sean malditos los habitantes de Meroz —dijo el ángel del Señor—.
Que sean completamente malditos,
porque no vinieron para ayudar al Señor,
para ayudar al Señor contra los poderosos guerreros”.
24»La más bendita entre las mujeres es Jael,
la esposa de Heber, el ceneo.
Bendita sea más que todas las mujeres que viven en carpas.
25Sísara le pidió agua,
y ella le dio leche.
En un tazón digno de nobles,
le trajo yogur.
26Después tomó una estaca con la mano izquierda,
y con la derecha, el martillo del trabajador.
Golpeó a Sísara con el martillo y le aplastó la cabeza;
con un terrible golpe le atravesó las sienes.
27Él se desplomó, cayó,
quedó inmóvil, tendido a sus pies;
y allí donde cayó,
quedó muerto.
28»Por la ventana se asomó la madre de Sísara.
Desde la ventana esperaba su regreso mientras decía:
“¿Por qué tarda tanto en llegar su carro?
¿Por qué no oímos el sonido de las ruedas del carro?”.
29»Sus sabias mujeres le responden,
y ella se repite estas palabras a sí misma:
30“Seguramente están repartiendo el botín que capturaron,
que tendrá una o dos mujeres para cada hombre.
Habrá túnicas llenas de todos los colores para Sísara,
y para mí, coloridas túnicas con bordados.
Seguro que en el botín hay
túnicas de colores y bordadas de ambos lados”.
31»¡Señor, que todos tus enemigos mueran como Sísara;
pero los que te aman, que se levanten como el sol cuando brilla con toda su fuerza!».
Después hubo paz en la tierra durante cuarenta años.

 

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Lucas 22:35-53

35Entonces Jesús les preguntó:
—Cuando los envié a predicar la Buena Noticia y no tenían dinero ni bolso de viaje ni otro par de sandalias, ¿les faltó algo?
—No —respondieron ellos.
36—Pero ahora —les dijo—, tomen su dinero y un bolso de viaje; y si no tienen espada, ¡vendan su manto y compren una! 37Pues ha llegado el tiempo en que se cumpla la siguiente profecía acerca de mí: “Fue contado entre los rebeldes”. Así es, todo lo que los profetas escribieron acerca de mí se cumplirá.
38—Mira Señor —le respondieron—, contamos con dos espadas entre nosotros.
—Es suficiente —les dijo.
Jesús ora en el monte de los Olivos
39Luego, acompañado por sus discípulos, Jesús salió del cuarto en el piso de arriba y, como de costumbre, fue al monte de los Olivos. 40Allí les dijo: «Oren para que no cedan a la tentación».
41Se alejó a una distancia como de un tiro de piedra, se arrodilló y oró: 42«Padre, si quieres, te pido que quites esta copa de sufrimiento de mí. Sin embargo, quiero que se haga tu voluntad, no la mía».43Entonces apareció un ángel del cielo y lo fortaleció.44Oró con más fervor, y estaba en tal agonía de espíritu que su sudor caía a tierra como grandes gotas de sangre.
45Finalmente se puso de pie y regresó adonde estaban sus discípulos, pero los encontró dormidos, exhaustos por la tristeza. 46«¿Por qué duermen? —les preguntó—. Levántense y oren para que no cedan ante la tentación».
Traicionan y arrestan a Jesús
47Mientras Jesús hablaba, se acercó una multitud, liderada por Judas, uno de los doce discípulos. Judas caminó hacia Jesús para saludarlo con un beso. 48Entonces Jesús le dijo: «Judas, ¿con un beso traicionas al Hijo del Hombre?».
49Cuando los otros discípulos vieron lo que estaba por suceder, exclamaron: «Señor, ¿peleamos? ¡Trajimos las espadas!». 50Y uno de ellos hirió al esclavo del sumo sacerdote cortándole la oreja derecha.
51Pero Jesús dijo: «Basta». Y tocó la oreja del hombre y lo sanó.
52Entonces Jesús habló a los principales sacerdotes, a los capitanes de la guardia del templo y a los ancianos, que habían venido a buscarlo. «¿Acaso soy un peligroso revolucionario, para que vengan con espadas y palos para arrestarme? —les preguntó—. 53¿Por qué no me arrestaron en el templo? Estuve allí todos los días, pero este es el momento de ustedes, el tiempo en que reina el poder de la oscuridad».

 

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Salmo 94

1Oh Señor, Dios de venganza,
oh Dios de venganza, ¡haz que tu gloriosa justicia resplandezca!
2Levántate, oh juez de la tierra;
dales su merecido a los orgullosos.
3¿Hasta cuándo, Señor?
¿Hasta cuándo los perversos tendrán permiso para regodearse?
4¿Hasta cuándo hablarán con arrogancia?
¿Hasta cuándo se jactarán estos malvados?
5Aplastan a tu pueblo, Señor,
lastiman a los que llamas tuyos.
6Matan a las viudas y a los extranjeros,
y asesinan a los huérfanos.
7«El Señor no está mirando —dicen—,
y además, al Dios de Israel no le importa».
8¡Piénsenlo mejor, necios!
¿Cuándo por fin se darán cuenta?
9El que les hizo los oídos, ¿acaso es sordo?
El que les formó los ojos, ¿acaso es ciego?
10Él castiga a las naciones, ¿acaso no los castigará a ustedes?
Él todo lo sabe, ¿acaso no sabe también lo que ustedes hacen?
11El Señor conoce los pensamientos de la gente;
¡sabe que no valen nada!
12Felices aquellos a quienes tú disciplinas, Señor,
aquellos a los que les enseñas tus instrucciones.
13Los alivias en tiempos difíciles
hasta que se cave un pozo para capturar a los malvados.
14El Señor no rechazará a su pueblo,
no abandonará a su posesión más preciada.
15El juicio volverá a basarse en la justicia,
y los de corazón íntegro la procurarán.
16¿Quién me protegerá de los perversos?
¿Quién me defenderá de los malvados?
17Si el Señor no me hubiera ayudado,
pronto me habría quedado en el silencio de la tumba.
18Clamé: «¡Me resbalo!»,
pero tu amor inagotable, oh Señor, me sostuvo.
19Cuando mi mente se llenó de dudas,
tu consuelo renovó mi esperanza y mi alegría.
20¿Acaso pueden los líderes injustos afirmar que Dios está de su lado,
los líderes cuyos decretos permiten la injusticia?
21Se unen contra los justos
y condenan a muerte a los inocentes.
22Pero el Señor es mi fortaleza;
mi Dios es la roca poderosa donde me escondo.
23Dios hará que los pecados de los malvados se tornen contra ellos;
los destruirá por sus pecados.
El Señor nuestro Dios los destruirá.

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Proverbios 14:3-4

3 Las palabras arrogantes del necio se convierten en una vara que lo golpea,
pero las palabras de los sabios los protegen.

4 Sin bueyes un establo se mantiene limpio,
pero se necesita un buey fuerte para una gran cosecha.
 

 

 

 

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