30 de Octubre
 

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Salmo 99

 

Lamentaciones 3

Esperanza en la fidelidad del Señor
1Yo soy el que ha visto las aflicciones
que provienen de la vara del enojo del Señor.
2Me llevó a las tinieblas,
y dejó fuera toda luz.
3Volvió su mano contra mí
una y otra vez, todo el día.
4Hizo que mi piel y mi carne envejecieran;
quebró mis huesos.
5Me sitió y me rodeó
de angustia y aflicción.
6Me enterró en un lugar oscuro,
como a los que habían muerto hace tiempo.
7Me cercó con un muro, y no puedo escapar;
me ató con pesadas cadenas.
8Y a pesar de que lloro y grito,
cerró sus oídos a mis oraciones.
9Impidió mi paso con un muro de piedra;
hizo mis caminos tortuosos.
10Se escondió como un oso o un león,
esperando atacarme.
11Me arrastró fuera del camino, me descuartizó
y me dejó indefenso y destruido.
12Tensó su arco
y me hizo el blanco de sus flechas.
13Disparó sus flechas
a lo profundo de mi corazón.
14Mi propio pueblo se ríe de mí;
todo el día repiten sus canciones burlonas.
15Él me llenó de amargura
y me dio a beber una copa amarga de dolor.
16Me hizo masticar piedras;
me revolcó en el polvo.
17Me arrebató la paz
y ya no recuerdo qué es la prosperidad.
18Yo exclamo: «¡Mi esplendor ha desaparecido!
¡Se perdió todo lo que yo esperaba del Señor!».
19Recordar mi sufrimiento y no tener hogar
es tan amargo que no encuentro palabras.
20Siempre tengo presente este terrible tiempo
mientras me lamento por mi pérdida.
21No obstante, aún me atrevo a tener esperanza
cuando recuerdo lo siguiente:
22¡el fiel amor del Señor nunca se acaba!
Sus misericordias jamás terminan.
23Grande es su fidelidad;
sus misericordias son nuevas cada mañana.
24Me digo: «El Señor es mi herencia,
por lo tanto, ¡esperaré en él!».
25El Señor es bueno con los que dependen de él,
con aquellos que lo buscan.
26Por eso es bueno esperar en silencio
la salvación que proviene del Señor.
27Y es bueno que todos se sometan desde temprana edad
al yugo de su disciplina:
28que se queden solos en silencio
bajo las exigencias del Señor.
29Que se postren rostro en tierra
pues quizá por fin haya esperanza.
30Que vuelvan la otra mejilla a aquellos que los golpean
y que acepten los insultos de sus enemigos.
31Pues el Señor no abandona
a nadie para siempre.
32Aunque trae dolor, también muestra compasión
debido a la grandeza de su amor inagotable.
33Pues él no se complace en herir a la gente
o en causarles dolor.
34Si la gente pisotea
a todos los prisioneros de la tierra,
35si privan a otros de sus derechos,
desafiando al Altísimo,
36si tuercen la justicia en los tribunales,
¿acaso no ve el Señor todas estas cosas?
37¿Quién puede ordenar que algo suceda
sin permiso del Señor?
38¿No envía el Altísimo
tanto calamidad como bien?
39Entonces, ¿por qué nosotros, simples humanos,
habríamos de quejarnos cuando somos castigados por nuestros pecados?
40En cambio, probemos y examinemos nuestros caminos
y volvamos al Señor.
41Levantemos nuestro corazón y nuestras manos
al Dios del cielo y digamos:
42«Hemos pecado y nos hemos rebelado,
y no nos has perdonado.
43»Nos envolviste en tu enojo, nos perseguiste
y nos masacraste sin misericordia.
44Te escondiste en una nube
para que nuestras oraciones no pudieran llegar a ti.
45Nos desechaste como a basura y como a desperdicio
entre las naciones.
46»Todos nuestros enemigos
se han pronunciado en contra de nosotros.
47Estamos llenos de miedo,
porque nos encontramos atrapados, destruidos y arruinados».
48¡Ríos de lágrimas brotan de mis ojos
por la destrucción de mi pueblo!
49Mis lágrimas corren sin cesar;
no pararán
50hasta que el Señor mire
desde el cielo y vea.
51Se me destroza el corazón
por el destino de todas las mujeres de Jerusalén.
52Mis enemigos, a quienes nunca les hice daño,
me persiguen como a un pájaro.
53Me arrojaron a un hoyo
y dejaron caer piedras sobre mí.
54El agua subió hasta cubrir mi cabeza
y yo exclamé: «¡Este es el fin!».
55Pero desde lo profundo del hoyo
invoqué tu nombre, Señor.
56Me oíste cuando clamé: «¡Escucha mi ruego!
¡Oye mi grito de socorro!».
57Así fue, cuando llamé tú viniste;
me dijiste: «No tengas miedo».
58¡Señor, tú eres mi abogado! ¡Defiende mi caso!
Pues has redimido mi vida.
59Viste el mal que me hicieron, Señor;
sé mi juez y demuestra que tengo razón.
60Has visto los planes vengativos
que mis enemigos han tramado contra mí.
61Señor, tú oíste los nombres repugnantes con los que me llaman
y conoces los planes que hicieron.
62Mis enemigos susurran y hablan entre dientes
mientras conspiran contra mí todo el día.
63¡Míralos! Estén sentados o de pie,
yo soy el objeto de sus canciones burlonas.
64Señor, dales su merecido
por todo lo malo que han hecho.
65¡Dales corazones duros y tercos
y después, que tu maldición caiga sobre ellos!
66Persíguelos en tu enojo
y destrúyelos bajo los cielos del Señor.

 

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Hebreos 1

Jesucristo es el Hijo de Dios
1Hace mucho tiempo, Dios habló muchas veces y de diversas maneras a nuestros antepasados por medio de los profetas. 2Y ahora, en estos últimos días, nos ha hablado por medio de su Hijo. Dios le prometió todo al Hijo como herencia y, mediante el Hijo, creó el universo. 3El Hijo irradia la gloria de Dios y expresa el carácter mismo de Dios, y sostiene todo con el gran poder de su palabra. Después de habernos limpiado de nuestros pecados, se sentó en el lugar de honor, a la derecha del majestuoso Dios en el cielo. 4Esto demuestra que el Hijo es muy superior a los ángeles, así como el nombre que Dios le dio es superior al nombre de ellos.
El Hijo es superior a los ángeles
5Pues Dios nunca le dijo a ningún ángel lo que le dijo a Jesús:
«Tú eres mi Hijo.
Hoy he llegado a ser tu Padre».
Dios también dijo:
«Yo seré su Padre,
y él será mi Hijo».
6Además, cuando trajo a su Hijo supremo al mundo, Dios dijo:
«Que lo adoren todos los ángeles de Dios».
7Pero con respecto a los ángeles, Dios dice:
«Él envía a sus ángeles como los vientos
y a sus sirvientes como llamas de fuego».
8Pero al Hijo le dice:
«Tu trono, oh Dios, permanece por siempre y para siempre.
Tú gobiernas con cetro de justicia.
9Amas la justicia y odias la maldad.
Por eso oh Dios —tu Dios— te ha ungido
derramando el aceite de alegría sobre ti más que sobre cualquier otro».
10También le dice al Hijo:
«Señor, en el principio echaste los cimientos de la tierra
y con tus manos formaste los cielos.
11Ellos dejarán de existir, pero tú permaneces para siempre.
Ellos se desgastarán como ropa vieja.
12Los doblarás como un manto
y los desecharás como ropa usada.
Pero tú eres siempre el mismo;
tú vivirás para siempre».
13Además, Dios nunca le dijo a ninguno de los ángeles:
«Siéntate en el lugar de honor a mi derecha,
hasta que humille a tus enemigos
y los ponga por debajo de tus pies».
14Por lo tanto, los ángeles solo son sirvientes, espíritus enviados para cuidar a quienes heredarán la salvación.

 

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Salmo 99

Fidelidad de Jehová para con Israel

 

Jehová reina; temblarán los pueblos.
    El está sentado sobre los querubines, se conmoverá la tierra.

2 Jehová en Sion es grande,
Y exaltado sobre todos los pueblos.

3 Alaben tu nombre grande y temible;
El es santo.

4 Y la gloria del rey ama el juicio;
Tú confirmas la rectitud;
Tú has hecho en Jacob juicio y justicia.

5 Exaltad a Jehová nuestro Dios,
Y postraos ante el estrado de sus pies;
El es santo.

6 Moisés y Aarón entre sus sacerdotes,
Y Samuel entre los que invocaron su nombre;
Invocaban a Jehová, y él les respondía.

7 En columna de nube hablaba con ellos;
Guardaban sus testimonios, y el estatuto que les había dado.

8 Jehová Dios nuestro, tú les respondías;
Les fuiste un Dios perdonador,
Y retribuidor de sus obras.

9 Exaltad a Jehová nuestro Dios,
Y postraos ante su santo monte,
Porque Jehová nuestro Dios es santo.

 

 

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