29 de Octubre
 

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Salmo 97 y 98

 

Lamentaciones 1

Dolor en Jerusalén
1Jerusalén, antes colmada de gente,
ahora está desierta.
La que en su día fue grande entre las naciones
ahora queda sola como una viuda.
La que antes era la reina de toda la tierra,
ahora es una esclava.
2Durante toda la noche solloza;
las lágrimas corren por sus mejillas.
De todos sus amantes
no hay quien la consuele.
Todos sus amigos la traicionaron
y se volvieron sus enemigos.
3Judá fue llevada al cautiverio,
oprimida por la cruel esclavitud.
Vive entre naciones extranjeras
y no tiene lugar donde descansar.
Sus enemigos la persiguieron y la alcanzaron
y ya no tiene a quien recurrir.
4Los caminos a Jerusalén están de luto,
porque las multitudes ya no vienen para celebrar los festivales.
En las puertas de la ciudad hay silencio,
sus sacerdotes gimen,
sus mujeres jóvenes lloran;
¡qué amarga es su suerte!
5Sus opresores son ahora sus amos
y sus enemigos prosperan,
porque el Señor castigó a Jerusalén
por sus muchos pecados.
Sus hijos fueron capturados
y llevados a tierras lejanas.
6La bella Jerusalén ha sido despojada
de toda su majestad.
Sus príncipes son como venados hambrientos
en busca de pastos.
Están demasiado débiles para huir
del enemigo que los persigue.
7En medio de su tristeza y sus andanzas
Jerusalén recuerda su antiguo esplendor.
Pero ahora ha caído en manos de su enemigo
y no hay quien la ayude.
Su enemigo la derribó
y se burlaba cuando ella caía.
8Jerusalén ha pecado grandemente,
por eso fue desechada como un trapo sucio.
Todos los que antes la honraban ahora la desprecian,
porque vieron su desnudez y su humillación.
Lo único que puede hacer es gemir
y taparse la cara.
9Se deshonró a sí misma con inmoralidad
y no pensó en su futuro.
Ahora yace en una zanja
y no hay nadie que la saque.
«Señor, mira mi sufrimiento —gime—,
el enemigo ha triunfado».
10El enemigo la saqueó por completo
y se llevó todo lo valioso que poseía.
Vio a los extranjeros profanar su templo sagrado,
el lugar al que el Señor les había prohibido entrar.
11Su pueblo gime en busca de pan;
vendieron sus tesoros para comprar comida y mantenerse con vida.
«Oh Señor, mira —se lamenta—
y observa cómo me desprecian.
12»¿No les importa nada, ustedes que pasan por aquí?
Miren a su alrededor y vean si hay otro sufrimiento como el mío,
que el Señor descargó sobre mí
cuando estalló en ira feroz.
13»Él mandó fuego del cielo que me quema los huesos.
Tendió una trampa en mi camino y me hizo volver atrás.
Me dejó devastada
y atormentada día y noche por la enfermedad.
14»Él tejió sogas con mis pecados
para atarme a un yugo de cautiverio.
El Señor minó mis fuerzas; me entregó a mis enemigos
y en sus manos soy incapaz de levantarme.
15»El Señor trató con desdén
a mis hombres valientes.
A su orden llegó un gran ejército
para aplastar a mis jóvenes guerreros.
El Señor pisoteó su amada ciudad
como se pisotean las uvas en un lagar.
16»Por todas estas cosas lloro;
lágrimas corren por mis mejillas.
No tengo a nadie que me consuele;
todos los que podrían alentarme están lejos.
Mis hijos no tienen futuro
porque el enemigo nos ha conquistado».
17Jerusalén extiende la mano en busca de ayuda,
pero nadie la consuela.
El Señor ha dicho
de su pueblo Israel:
«¡Que sus vecinos se conviertan en enemigos!
¡Que sean desechados como un trapo sucio!».
18«El Señor es justo —dijo Jerusalén—,
porque yo me rebelé contra él.
Escuchen, pueblos de todas partes;
miren mi angustia y mi desesperación,
porque mis hijos e hijas
fueron llevados cautivos a tierras lejanas.
19»Les supliqué ayuda a mis aliados,
pero me traicionaron.
Mis sacerdotes y mis líderes
murieron de hambre en la ciudad,
mientras buscaban comida
para salvar sus vidas.
20»¡Señor, mira mi angustia!
Mi corazón está quebrantado
y mi alma desespera
porque me rebelé contra ti.
En las calles la espada mata,
y en casa solo hay muerte.
21»Otros oyeron mis lamentos
pero nadie se volvió para consolarme.
Cuando mis enemigos se enteraron de mis tribulaciones
se pusieron felices al ver lo que habías hecho.
Oh, manda el día que prometiste,
cuando ellos sufrirán como he sufrido yo.
22»Señor, mira todas sus maldades.
Castígalos como me castigaste a mí
por todos mis pecados.
Son muchos mis gemidos
y tengo el corazón enfermo de angustia».

 

Lamentaciones 2

 

Enojo de Dios por el pecado
1En su enojo el Señor
cubrió de sombras a la bella Jerusalén.
La más hermosa de las ciudades de Israel yace en el polvo,
derrumbada desde las alturas del cielo.
En su día de gran enojo
el Señor no mostró misericordia ni siquiera con su templo.
2El Señor ha destruido sin misericordia
todas las casas en Israel.
En su enojo derribó
las murallas protectoras de la bella Jerusalén.
Las derrumbó hasta el suelo
y deshonró al reino y a sus gobernantes.
3Toda la fuerza de Israel
desaparece ante su ira feroz.
El Señor ha retirado su protección
durante el ataque del enemigo.
Él consume toda la tierra de Israel
como un fuego ardiente.
4Tensa el arco contra su pueblo
como si él fuera su enemigo.
Utiliza su fuerza contra ellos
para matar a sus mejores jóvenes.
Su furia se derrama como fuego
sobre la bella Jerusalén.
5Así es, el Señor venció a Israel
como lo hace un enemigo.
Destruyó sus palacios
y demolió sus fortalezas.
Causó dolor y llanto interminable
sobre la bella Jerusalén.
6Derribó su templo
como si fuera apenas una choza en el jardín.
El Señor ha borrado todo recuerdo
de los festivales sagrados y los días de descanso.
Ante su ira feroz
reyes y sacerdotes caen juntos.
7El Señor rechazó su propio altar;
desprecia su propio santuario.
Entregó los palacios de Jerusalén
a sus enemigos.
Ellos gritan en el templo del Señor
como si fuera un día de celebración.
8El Señor decidió
destruir las murallas de la bella Jerusalén.
Hizo cuidadosos planes para su destrucción,
después los llevó a cabo.
Por eso, los terraplenes y las murallas
cayeron ante él.
9Las puertas de Jerusalén se han hundido en la tierra;
él rompió sus cerrojos y sus barrotes.
Sus reyes y príncipes fueron desterrados a tierras lejanas;
su ley dejó de existir.
Sus profetas no reciben
más visiones de parte del Señor.
10Los líderes de la bella Jerusalén
se sientan en el suelo en silencio;
están vestidos de tela áspera
y se echan polvo sobre la cabeza.
Las jóvenes de Jerusalén
bajan la cabeza avergonzadas.
11Lloré hasta que no tuve más lágrimas;
mi corazón está destrozado.
Mi espíritu se derrama de angustia
al ver la situación desesperada de mi pueblo.
Los niños y los bebés
desfallecen y mueren en las calles.
12Claman a sus madres:
«¡Necesitamos comida y bebida!».
Sus vidas se extinguen en las calles
como la de un guerrero herido en la batalla;
intentan respirar para mantenerse vivos
mientras desfallecen en los brazos de sus madres.
13¿Qué puedo decir de ti?
¿Quién ha visto alguna vez semejante dolor?
Oh hija de Jerusalén,
¿con qué puedo comparar tu angustia?
Oh virgen hija de Sión,
¿cómo puedo consolarte?
Pues tu herida es tan profunda como el mar.
¿Quién puede sanarte?
14Tus profetas han declarado
tantas tonterías; son falsas hasta la médula.
No te salvaron del destierro
exponiendo a la luz tus pecados.
Más bien, te pintaron cuadros engañosos
y te llenaron de falsas esperanzas.
15Todos los que pasan por tu camino te abuchean.
Insultan a la bella Jerusalén y se burlan de ella diciendo:
«¿Es esta la ciudad llamada “La más bella del mundo”
y “La alegría de la tierra”?».
16Todos tus enemigos se burlan de ti;
se mofan, gruñen y dicen:
«¡Por fin la hemos destruido!
¡Hace mucho que esperábamos este día,
y por fin llegó!».
17Sin embargo, es el Señor quien hizo exactamente lo que se había propuesto;
cumplió las promesas de calamidad
que hizo hace mucho tiempo.
Destruyó a Jerusalén sin misericordia;
hizo que sus enemigos se regodearan de ella
y sobre ella les dio poder.
18¡Lloren a viva voz delante del Señor,
oh murallas de la bella Jerusalén!
Que sus lágrimas corran como un río,
de día y de noche.
No se den descanso;
no les den alivio a sus ojos.
19Levántense durante la noche y clamen.
Desahoguen el corazón como agua delante del Señor.
Levanten a él sus manos en oración,
y rueguen por sus hijos
porque en cada calle
desfallecen de hambre.
20«¡Oh Señor, piensa en esto!
¿Debieras tratar a tu propio pueblo de semejante manera?
¿Habrán de comerse las madres a sus propios hijos,
a quienes mecieron en sus rodillas?
¿Habrán de ser asesinados los sacerdotes y los profetas
dentro del templo del Señor?
21»Mira cómo yacen en las calles,
jóvenes y viejos,
niños y niñas,
muertos por la espada del enemigo.
Los mataste en tu enojo,
los masacraste sin misericordia.
22»Convocaste a los terrores para que vinieran de todas partes,
como si los invitaras a un día de fiesta.
En el día del enojo del Señor
no escapó ni sobrevivió nadie.
El enemigo mató a todos los niños
que llevé en mis brazos y crié».

 

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Filemón 1

Saludos de Pablo
1Yo, Pablo, prisionero por predicar la Buena Noticia acerca de Cristo Jesús, junto con nuestro hermano Timoteo, les escribo esta carta a Filemón, nuestro amado colaborador, 2a nuestra hermana Apia, a Arquipo, nuestro compañero en la lucha, y a la iglesia que se reúne en tu casa.
3Que Dios nuestro Padre y el Señor Jesucristo les den gracia y paz.
Agradecimiento y oración de Pablo
4Filemón, siempre le doy gracias a mi Dios cuando oro por ti 5porque sigo oyendo de tu fe en el Señor Jesús y de tu amor por todo el pueblo de Dios. 6Pido a Dios que pongas en práctica la generosidad que proviene de tu fe a medida que comprendes y vives todo lo bueno que tenemos en Cristo. 7Hermano, tu amor me ha dado mucha alegría y consuelo, porque muchas veces tu bondad reanimó el corazón del pueblo de Dios.
Súplica de Pablo por Onésimo
8Por esta razón me atrevo a pedirte un favor. Podría exigírtelo en el nombre de Cristo, porque es correcto que lo hagas; 9pero por amor, prefiero simplemente pedirte el favor. Toma esto como una petición mía, de Pablo, un hombre viejo y ahora también preso por la causa de Cristo Jesús.
10Te suplico que le muestres bondad a mi hijo Onésimo. Me convertí en su padre en la fe mientras yo estaba aquí, en la cárcel. 11Onésimo no fue de mucha ayuda para ti en el pasado, pero ahora nos es muy útil a los dos. 12Te lo envío de vuelta, y con él va mi propio corazón.
13Quería retenerlo aquí conmigo mientras estoy en cadenas por predicar la Buena Noticia, y él me hubiera ayudado de tu parte; 14pero no quise hacer nada sin tu consentimiento. Preferí que ayudaras de buena gana y no por obligación. 15Parece que perdiste a Onésimo por un corto tiempo para que ahora pudieras tenerlo de regreso para siempre. 16Él ya no es como un esclavo para ti. Es más que un esclavo, es un hermano amado, especialmente para mí. Ahora será de más valor para ti, como persona y como hermano en el Señor.
17Así que, si me consideras tu compañero, recíbelo a él como me recibirías a mí. 18Si te perjudicó de alguna manera o te debe algo, cóbramelo a mí. 19Yo, Pablo, escribo esto con mi propia mano: «Yo te lo pagaré». ¡Y no mencionaré que tú me debes tu propia alma!
20Sí, mi hermano, te ruego que me hagas este favor por amor al Señor. Dame ese ánimo en Cristo.
21Mientras escribo esta carta estoy seguro de que harás lo que te pido, ¡y aún más! 22Otra cosa: por favor, prepárame un cuarto de huéspedes, porque espero que Dios responda a las oraciones de ustedes y que me permita volver a visitarlos pronto.
Saludos finales de Pablo
23Epafras, mi compañero de prisión en Cristo Jesús, les manda saludos. 24También los saludan Marcos, Aristarco, Demas y Lucas, mis colaboradores.
25Que la gracia del Señor Jesucristo sea con el espíritu de cada uno de ustedes.

 

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Salmo 97

1¡El Señor es rey!
¡Que se goce la tierra!
¡Que se alegren las costas más lejanas!
2Nubes oscuras lo rodean.
La rectitud y la justicia son el cimiento de su trono.
3Fuego se extiende delante de él
y calcina a todos sus enemigos.
4Sus relámpagos destellan por el mundo;
la tierra lo ve y tiembla.
5Las montañas se derriten como cera delante del Señor,
delante del Señor de toda la tierra.
6Los cielos proclaman su justicia;
toda nación ve su gloria.
7Los que rinden culto a ídolos quedan deshonrados
—todos los que se jactan de sus inútiles dioses—
pues todos los dioses tienen que inclinarse ante él.
8¡Jerusalén oyó y se alegró,
y todas las ciudades de Judá están felices
a causa de tu justicia, oh Señor!
9Pues tú, oh Señor, eres supremo en toda la tierra,
exaltado muy por encima de todos los dioses.
10¡Ustedes, los que aman al Señor, odien el mal!
Él protege la vida de sus justos
y los rescata del poder de los perversos.
11La luz brilla sobre los justos,
y la alegría sobre los de corazón recto.
12¡Que todos los justos se alegren en el Señor
y alaben su santo nombre!

 

Salmo 98

1Canten al Señor una nueva canción,
porque ha hecho obras maravillosas.
Su mano derecha obtuvo una poderosa victoria;
su santo brazo ha mostrado su poder salvador.
2El Señor anunció su victoria
y reveló su justicia a toda nación.
3Recordó su promesa de amar y de ser fiel a Israel.
¡Los extremos de la tierra han visto la victoria de nuestro Dios!
4Aclamen al Señor, habitantes de toda la tierra;
¡prorrumpan en alabanza y canten de alegría!
5Canten alabanzas al Señor con el arpa,
con el arpa y dulces melodías,
6con trompetas y el sonido del cuerno de carnero.
¡Toquen una alegre sinfonía delante del Señor, el Rey!
7¡Que el mar y todo lo que contiene le exclamen alabanzas!
¡Que se le unan la tierra y todas sus criaturas vivientes!
8¡Que los ríos aplaudan con júbilo!
¡Que las colinas entonen sus cánticos de alegría
9delante del Señor!
Pues el Señor viene a juzgar la tierra.
Juzgará al mundo con justicia,
y a las naciones con imparcialidad.

 

 

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