31 de Octubre
 

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Salmo 100

 

Lamentaciones 4

El enojo de Dios queda satisfecho
1¡Cómo perdió su brillo el oro!
Hasta el oro más preciado se volvió opaco.
¡Las piedras preciosas sagradas
yacen esparcidas en las calles!
2Miren cómo los preciosos hijos de Jerusalén,
que valen su peso en oro puro,
ahora son tratados como vasijas de barro
hechas por un alfarero común y corriente.
3Hasta los chacales amamantan a sus cachorros,
pero mi pueblo Israel no lo hace;
ignoran los llantos de sus hijos,
como los avestruces del desierto.
4La lengua reseca de sus pequeños,
se pega al paladar a causa de la sed.
Los niños lloran por pan,
pero nadie tiene para darles.
5Los que antes comían los manjares más ricos
ahora mendigan en las calles por cualquier cosa que puedan obtener.
Los que antes vestían ropa de la más alta calidad
ahora hurgan en los basureros buscando qué comer.
6La culpa de mi pueblo
es mayor que la de Sodoma,
cuando en un instante cayó el desastre total
y nadie ofreció ayuda.
7Nuestros príncipes antes rebosaban de salud,
más brillantes que la nieve, más blancos que la leche.
Sus rostros eran tan rosados como rubíes,
su aspecto como joyas preciosas.
8Pero ahora sus caras son más negras que el carbón;
nadie los reconoce en las calles.
La piel se les pega a los huesos;
está tan seca y dura como la madera.
9Los que murieron a espada terminaron mejor
que los que mueren de hambre.
Hambrientos, se consumen
por la falta de comida de los campos.
10Mujeres de buen corazón
han cocinado a sus propios hijos;
los comieron
para sobrevivir el sitio.
11Pero ahora, quedó satisfecho el enojo del Señor;
su ira feroz ha sido derramada.
Prendió un fuego en Jerusalén
que quemó la ciudad hasta sus cimientos.
12Ningún rey sobre toda la tierra,
nadie en todo el mundo,
hubiera podido creer que un enemigo
lograra entrar por las puertas de Jerusalén.
13No obstante, ocurrió a causa de los pecados de sus profetas
y de los pecados de sus sacerdotes,
que profanaron la ciudad
al derramar sangre inocente.
14Vagaban a ciegas
por las calles,
tan contaminados por la sangre
que nadie se atrevía a tocarlos.
15«¡Apártense! —les gritaba la gente—,
¡ustedes están contaminados! ¡No nos toquen!».
Así que huyeron a tierras distantes
y deambularon entre naciones extranjeras,
pero nadie les permitió quedarse.
16El Señor mismo los dispersó,
y ya no los ayuda.
La gente no tiene respeto por los sacerdotes
y ya no honra a los líderes.
17En vano esperamos que nuestros aliados
vinieran a salvarnos,
pero buscábamos socorro en naciones
que no podían ayudarnos.
18Era imposible andar por las calles
sin poner en peligro la vida.
Se acercaba nuestro fin; nuestros días estaban contados.
¡Estábamos condenados!
19Nuestros enemigos fueron más veloces que las águilas en vuelo.
Si huíamos a las montañas, nos encontraban;
si nos escondíamos en el desierto,
allí estaban esperándonos.
20Nuestro rey —el ungido del Señor, la vida misma de nuestra nación—
quedó atrapado en sus lazos.
¡Pensábamos que su sombra
nos protegería contra cualquier nación de la tierra!
21¿Te estás alegrando en la tierra de Uz,
oh pueblo de Edom?
Tú también beberás de la copa del enojo del Señor;
tú también serás desnudada en tu borrachera.
22Oh, bella Jerusalén, tu castigo tendrá fin;
pronto regresarás del destierro.
Pero Edom, tu castigo apenas comienza;
pronto serán puestos al descubierto tus muchos pecados.

 

Lamentaciones 5

 

Oración por restauración
1Señor, recuerda lo que nos ha sucedido.
¡Mira cómo hemos sido deshonrados!
2Se entregó nuestra herencia a extraños;
nuestras casas, a extranjeros.
3Somos huérfanos, sin padre,
y nuestras madres son viudas.
4Tenemos que pagar por el agua que bebemos,
y hasta la leña es costosa.
5Los que nos persiguen nos pisan los talones;
estamos agotados pero no encontramos descanso.
6Nos sometimos a Egipto y a Asiria
para conseguir alimentos y así sobrevivir.
7Nuestros antepasados pecaron, pero murieron,
¡y nosotros sufrimos el castigo que ellos merecían!
8Los esclavos son ahora nuestros amos;
no ha quedado nadie para rescatarnos.
9Buscamos comida a riesgo de nuestra vida
porque la violencia domina el campo.
10El hambre hizo ennegrecer nuestra piel
como si hubiera sido quemada en el horno.
11Nuestros enemigos violaron a las mujeres de Jerusalén
y a las muchachas de las ciudades de Judá.
12Cuelgan a nuestros príncipes de las manos,
y tratan a nuestros ancianos con desprecio.
13Llevan a los jóvenes a trabajar en los molinos,
y los niños tambalean bajo pesadas cargas de leña.
14Los ancianos ya no se sientan en las puertas de la ciudad;
los jóvenes ya no bailan ni cantan.
15La alegría abandonó nuestro corazón;
nuestras danzas se convirtieron en luto.
16Cayeron las guirnaldas de nuestra cabeza.
Lloren por nosotros porque hemos pecado.
17Tenemos el corazón angustiado y cansado,
y nuestros ojos se nublan por las lágrimas,
18porque Jerusalén está vacía y desolada;
es un lugar donde merodean los chacales.
19¡Pero Señor, tú serás el mismo para siempre!
Tu trono continúa de generación en generación.
20¿Por qué sigues olvidándonos?
¿Por qué nos has abandonado por tanto tiempo?
21¡Restáuranos, oh Señor, y haz que regresemos a ti!
¡Devuélvenos la alegría que teníamos antes!
22¿O acaso nos has rechazado por completo?
¿Todavía estás enojado con nosotros?

 

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Hebreos 2

Advertencia para no desviarse del camino
1Así que debemos prestar mucha atención a las verdades que hemos oído, no sea que nos desviemos de ellas. 2Pues el mensaje que Dios transmitió mediante los ángeles se ha mantenido siempre firme, y toda infracción de la ley y todo acto de desobediencia recibió el castigo que merecía. 3Entonces, ¿qué nos hace pensar que podemos escapar si descuidamos esta salvación tan grande, que primeramente fue anunciada por el mismo Señor Jesús y luego nos fue transmitida por quienes lo oyeron hablar?4Además, Dios confirmó el mensaje mediante señales, maravillas, diversos milagros y dones del Espíritu Santo según su voluntad.
Jesús, el hombre
5Es más, no son los ángeles quienes gobernarán el mundo futuro del cual hablamos,6porque en cierto lugar las Escrituras dicen:
«¿Qué son los simples mortales para que pienses en ellos,
o el hijo del hombre para que te preocupes por él?
7Sin embargo, lo hiciste un poco menor que los ángeles
y lo coronaste de gloria y honor.
8Le diste autoridad sobre todas las cosas».
Ahora bien, cuando dice «todas las cosas», significa que nada queda afuera; pero todavía no vemos que todas las cosas sean puestas bajo su autoridad. 9No obstante, lo que sí vemos es a Jesús, a quien se le dio una posición «un poco menor que los ángeles»; y debido a que sufrió la muerte por nosotros, ahora está «coronado de gloria y honor». Efectivamente, por la gracia de Dios, Jesús conoció la muerte por todos. 10Dios —para quien y por medio de quien todo fue hecho— eligió llevar a muchos hijos a la gloria. Convenía a Dios que, mediante el sufrimiento, hiciera a Jesús un líder perfecto, apto para llevarlos a la salvación.
11Por lo tanto, Jesús y los que él hace santos tienen el mismo Padre. Por esa razón, Jesús no se avergüenza de llamarlos sus hermanos, 12pues le dijo a Dios:
«Anunciaré tu nombre a mis hermanos.
Entre tu pueblo reunido te alabaré».
13También dijo:
«Pondré mi confianza en él»,
es decir, «yo y los hijos que Dios me dio».
14Debido a que los hijos de Dios son seres humanos —hechos de carne y sangre— el Hijo también se hizo de carne y sangre. Pues solo como ser humano podía morir y solo mediante la muerte podía quebrantar el poder del diablo, quien tenía el poder sobre la muerte.15Únicamente de esa manera el Hijo podía libertar a todos los que vivían esclavizados por temor a la muerte.
16También sabemos que el Hijo no vino para ayudar a los ángeles, sino que vino para ayudar a los descendientes de Abraham. 17Por lo tanto, era necesario que en todo sentido él se hiciera semejante a nosotros, sus hermanos, para que fuera nuestro Sumo Sacerdote fiel y misericordioso, delante de Dios. Entonces podría ofrecer un sacrificio que quitaría los pecados del pueblo. 18Debido a que él mismo ha pasado por sufrimientos y pruebas, puede ayudarnos cuando pasamos por pruebas.

 

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Salmo 100

Salmo de agradecimiento.
1¡Aclamen con alegría al Señor, habitantes de toda la tierra!
2Adoren al Señor con gozo.
Vengan ante él cantando con alegría.
3¡Reconozcan que el Señor es Dios!
Él nos hizo, y le pertenecemos;
somos su pueblo, ovejas de su prado.
4Entren por sus puertas con acción de gracias;
vayan a sus atrios con alabanza.
Denle gracias y alaben su nombre.
5Pues el Señor es bueno.
Su amor inagotable permanece para siempre,
y su fidelidad continúa de generación en generación.

 

 

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