21 de Octubre
 

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Salmo 88

 

Jeremías 37

Sedequías llama a Jeremías
1Sedequías, hijo de Josías, subió al trono de Judá después de Joaquín, hijo de Joacim. Fue nombrado rey por el rey Nabucodonosor de Babilonia. 2Sin embargo, ni Sedequías ni sus ayudantes ni la gente que quedó en la tierra de Judá hicieron caso a lo que el Señor decía a través de Jeremías.
3No obstante, el rey Sedequías envió a Jucal, hijo de Selemías, y al sacerdote Sofonías, hijo de Maaseías, a pedirle a Jeremías: «Por favor, ora por nosotros al Señor, nuestro Dios». 4Todavía no habían encarcelado a Jeremías, por lo tanto, se movía con total libertad entre la gente.
5En ese tiempo, el ejército del faraón Hofra de Egipto apareció en la frontera sur de Judá. Cuando el ejército babilónico se enteró de esto, levantó el sitio de Jerusalén.
6Entonces el Señor le dio el siguiente mensaje a Jeremías: 7«Esto dice el Señor, Dios de Israel: el rey de Judá te envió a consultarme acerca de lo que va a suceder. Dile a él: “El ejército del faraón está a punto de regresar a Egipto aunque vino aquí para ayudarte. 8Luego los babilonios regresarán y conquistarán esta ciudad y la quemarán hasta reducirla a cenizas”.
9»Esto dice el Señor: “No se engañen a sí mismos creyendo que los babilonios se marcharon para siempre. ¡No es así! 10Y aunque pudieran destruir a todo el ejército babilónico y dejaran a solo un puñado de sobrevivientes heridos, ¡aun así estos saldrían tambaleando de sus carpas e incendiarían esta ciudad hasta reducirla a cenizas!”».
Jeremías encarcelado
11Cuando el ejército babilónico se fue de Jerusalén debido a que se acercaba el ejército del faraón, 12Jeremías comenzó a salir de la ciudad camino al territorio de Benjamín para tomar posesión de su terreno allí, entre sus parientes. 13Sin embargo, cuando atravesaba la puerta de Benjamín un guardia lo arrestó y le dijo:
—¡Estás desertando para unirte a los babilonios!
El guardia que lo arrestó era Irías, hijo de Selemías y nieto de Hananías.
14—¡Mentira! —protestó Jeremías—. No tenía la menor intención de hacer tal cosa.
Pero Irías no quiso escucharlo, así que llevó a Jeremías ante los funcionarios. 15Ellos estaban furiosos con Jeremías y mandaron que lo azotaran y lo encarcelaran en la casa del secretario Jonatán porque la casa de Jonatán había sido convertida en prisión. 16Jeremías fue puesto en un calabozo donde permaneció por muchos días.
17Más tarde, a escondidas, el rey Sedequías pidió que Jeremías fuera al palacio y allí el rey le preguntó:
—¿Tienes algún mensaje de parte del Señor?
—¡Sí, lo tengo! —dijo Jeremías—. Serás derrotado por el rey de Babilonia.
18Entonces Jeremías le preguntó al rey:
—¿Qué crimen he cometido? ¿Qué he hecho yo contra ti, tus ayudantes o el pueblo para que me hayan encarcelado? 19¿Ahora dónde están tus profetas que te dijeron que el rey de Babilonia no te atacaría a ti ni a esta tierra? 20Escucha, mi señor y rey, te suplico que no me mandes de regreso al calabozo en la casa del secretario Jonatán, porque allí me moriré.
21Así que el rey Sedequías mandó que no regresaran a Jeremías al calabozo. En cambio, lo encerró en el patio de la guardia del palacio real. El rey también ordenó que cada día se le diera a Jeremías un pan recién horneado mientras hubiera pan en la ciudad. Así que Jeremías fue puesto en la prisión del palacio.

 

Jeremías 38

Jeremías en una cisterna
1Entonces Sefatías, hijo de Matán; Gedalías, hijo de Pasur; Jehucal, hijo de Selemías; y Pasur, hijo de Malquías, oyeron lo que Jeremías le decía al pueblo: 2«Esto dice el Señor: “Todo el que se quede en Jerusalén morirá por guerra, enfermedad o hambre, pero los que se rindan a los babilonios vivirán. Su recompensa será su propia vida, ¡ellos vivirán!”. 3El Señor también dice: “La ciudad de Jerusalén ciertamente será entregada al ejército del rey de Babilonia, quien la conquistará”».
4Entonces los funcionarios fueron a ver al rey y le dijeron:
—Señor, ¡este hombre debe morir! Esta forma de hablar desmoralizará a los pocos hombres de guerra que nos quedan, al igual que a todo el pueblo. ¡Este hombre es un traidor!
5El rey Sedequías estuvo de acuerdo.
—Está bien —dijo—, hagan lo que quieran. No los puedo detener.
6Así que los funcionarios sacaron a Jeremías de la celda y lo bajaron con sogas a una cisterna vacía en el patio de la cárcel que pertenecía a Malquías, miembro de la familia real. La cisterna no tenía agua pero Jeremías se hundió en una espesa capa de barro que había en el fondo.
7Pero el etíope Ebed-melec, un importante funcionario de la corte, se enteró de que Jeremías estaba en la cisterna. En ese momento el rey estaba en sesión junto a la puerta de Benjamín, 8entonces Ebed-melec salió del palacio a toda prisa para hablar con él.
9—Mi señor y rey —dijo—, estos hombres hicieron un gran mal al poner al profeta Jeremías dentro de la cisterna. Pronto morirá de hambre porque casi no hay pan en la ciudad.
10Entonces el rey le dijo a Ebed-melec:
—Toma contigo a unos treinta de mis hombres y saca a Jeremías de la cisterna antes de que muera.
11Así que Ebed-melec se llevó a los hombres y fue a la habitación del palacio que estaba debajo de la tesorería. Allí encontró trapos viejos y ropa desechada que llevó a la cisterna y se los bajó con sogas a Jeremías.12Ebed-melec le gritó a Jeremías: «Ponte estos trapos debajo de tus axilas para protegerte de las sogas».
Cuando Jeremías estuvo listo, 13lo sacaron. Entonces regresaron a Jeremías al patio de la guardia —la prisión del palacio— y allí permaneció.
Sedequías interroga a Jeremías
14Cierto día, el rey Sedequías mandó llamar a Jeremías e hizo que lo llevaran a la tercera entrada del templo del Señor.
—Quiero preguntarte algo —le dijo el rey—. Y no intentes ocultar la verdad.
15—Si te dijera la verdad, me matarías —contestó Jeremías—. Y si te diera un consejo, igual no me escucharías.
16Entonces el rey Sedequías le prometió en secreto:
—Tan cierto como que el Señor nuestro Creador vive, no te mataré ni te entregaré en manos de los hombres que desean verte muerto.
17Entonces Jeremías le dijo a Sedequías:
—Esto dice el Señor Dios de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: “Si te rindes a los oficiales babilónicos, tú y toda tu familia vivirán, y la ciudad no será incendiada; 18pero si rehúsas rendirte, ¡no escaparás! La ciudad será entregada en manos de los babilonios y la incendiarán hasta reducirla a cenizas”.
19—Pero tengo miedo de rendirme —dijo el rey—, porque los babilonios me pueden entregar a los judíos que desertaron para unirse a ellos. ¡Y quién sabe qué me harán!
20—Si eliges obedecer al Señor no serás entregado a ellos —contestó Jeremías—, sino que salvarás tu vida y todo te irá bien; 21pero si te niegas a rendirte, el Señor me ha revelado lo siguiente:22todas las mujeres que queden en el palacio serán sacadas y entregadas a los oficiales del ejército babilónico. Entonces las mujeres se mofarán de ti diciendo:
»“¡Qué buenos amigos tienes!
Te han traicionado y engañado.
¡Cuando tus pies se hundieron en el barro,
te abandonaron a tu suerte!”.
23Todas tus esposas e hijos serán entregados a los babilonios y tú no escaparás. El rey de Babilonia te apresará, y esta ciudad será incendiada.
24Entonces Sedequías le dijo a Jeremías:
—No le comentes a nadie que me dijiste esto ¡o morirás! 25Mis funcionarios quizá se enteren de que hablé contigo y te digan: “Cuéntanos de lo que hablaban tú y el rey. De lo contrario, te mataremos”. 26Si tal cosa sucediera, solo diles que me suplicaste que no te enviara de nuevo al calabozo de Jonatán por temor a morir allí.
27Efectivamente, poco tiempo después los funcionarios del rey vinieron a Jeremías a preguntarle por qué el rey lo había llamado; pero Jeremías siguió las instrucciones del rey y ellos se fueron sin enterarse de la verdad ya que nadie había escuchado la conversación entre Jeremías y el rey. 28Así que Jeremías permaneció encarcelado en el patio de la guardia hasta el día en que Jerusalén fue conquistada.

 

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1ª Timoteo 6

1Todos los esclavos deberían tener sumo respeto por sus amos para no avergonzar el nombre de Dios y su enseñanza. 2El hecho de que tengan amos creyentes no es excusa para ser irrespetuosos. Al contrario, esos esclavos deberían servir a sus amos con mucho más esmero, porque ese esfuerzo beneficia a otros muy amados creyentes.
La falsa enseñanza y la verdadera riqueza
Timoteo, enseña estas cosas y anima a todos a que las obedezcan. 3Puede ser que algunas personas nos contradigan, pero lo que enseñamos es la sana enseñanza de nuestro Señor Jesucristo, la cual conduce a una vida de sumisión a Dios. 4Cualquiera que enseñe algo diferente es arrogante y le falta entendimiento. Tal persona tiene el deseo enfermizo de cuestionar el significado de cada palabra. Esto provoca discusiones que terminan en celos, divisiones, calumnias y malas sospechas.5Individuos como estos siempre causan problemas. Tienen la mente corrompida y le han dado la espalda a la verdad. Para ellos, mostrar sumisión a Dios es solo un medio para enriquecerse.
6Ahora bien, la verdadera sumisión a Dios es una gran riqueza en sí misma cuando uno está contento con lo que tiene. 7Después de todo, no trajimos nada cuando vinimos a este mundo ni tampoco podremos llevarnos nada cuando lo dejemos.8Así que, si tenemos suficiente alimento y ropa, estemos contentos.
9Pero los que viven con la ambición de hacerse ricos caen en tentación y quedan atrapados por muchos deseos necios y dañinos que los hunden en la ruina y la destrucción. 10Pues el amor al dinero es la raíz de toda clase de mal; y algunas personas, en su intenso deseo por el dinero, se han desviado de la fe verdadera y se han causado muchas heridas dolorosas.
Instrucciones finales de Pablo
11Pero tú, Timoteo, eres un hombre de Dios; así que huye de todas esas maldades. Persigue la justicia y la vida sujeta a Dios, junto con la fe, el amor, la perseverancia y la amabilidad.12Pelea la buena batalla por la fe verdadera. Aférrate a la vida eterna a la que Dios te llamó y que confesaste tan bien delante de muchos testigos. 13Te encargo delante de Dios, quien da vida a todos, y delante de Cristo Jesús, quien dio un buen testimonio frente a Poncio Pilato,14que obedezcas este mandamiento sin vacilar. Entonces nadie podrá encontrar ninguna falta en ti desde ahora y hasta que nuestro Señor Jesucristo regrese. 15Pues, en el momento preciso, Cristo será revelado desde el cielo por el bendito y único Dios todopoderoso, el Rey de todos los reyes y el Señor de todos los señores.16Él es el único que nunca muere y vive en medio de una luz tan brillante que ningún ser humano puede acercarse a él. Ningún ojo humano jamás lo ha visto y nunca lo hará. ¡Que a él sea todo el honor y el poder para siempre! Amén.
17Enséñales a los ricos de este mundo que no sean orgullosos ni que confíen en su dinero, el cual es tan inestable. Deberían depositar su confianza en Dios, quien nos da en abundancia todo lo que necesitamos para que lo disfrutemos. 18Diles que usen su dinero para hacer el bien. Deberían ser ricos en buenas acciones, generosos con los que pasan necesidad y estar siempre dispuestos a compartir con otros. 19De esa manera, al hacer esto, acumularán su tesoro como un buen fundamento para el futuro, a fin de poder experimentar lo que es la vida verdadera.
20Timoteo, cuida bien lo que Dios te ha confiado. Evita las discusiones mundanas y necias con los que se oponen a ti, con su así llamado «conocimiento». 21Algunos se han desviado de la fe por seguir semejantes tonterías.
Que la gracia de Dios sea con todos ustedes.

 

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Salmo 88

Para el director del coro: salmo de los descendientes de Coré. Cántico; entónese con la melodía de «El sufrimiento de la aflicción». Salmode Hemán el ezraíta.

1Oh Señor, Dios de mi salvación,

a ti clamo de día.

A ti vengo de noche.

2Oye ahora mi oración;

escucha mi clamor.

3Mi vida está llena de dificultades,

y la muerte se acerca.

4Estoy como muerto,

como un hombre vigoroso al que no le quedan fuerzas.

5Me han dejado entre los muertos,

y estoy tendido como un cadáver en la tumba.

Soy olvidado,

estoy separado de tu cuidado.

6Me arrojaste a la fosa más honda,

a las profundidades más oscuras.

7Tu ira me oprime;

con una ola tras otra me has cercado.

Interludio

8Alejaste a mis amigos

al hacerme repulsivo para ellos.

Estoy atrapado y no hay forma de escapar.

9Los ojos se me cegaron de tantas lágrimas.

Cada día suplico tu ayuda, oh Señor;

levanto a ti mis manos para pedir misericordia.

10¿Acaso tus obras maravillosas sirven de algo a los muertos?

¿Se levantan ellos y te alaban?

Interludio

11¿Pueden anunciar tu amor inagotable los que están en la tumba?

¿Pueden proclamar tu fidelidad en el lugar de destrucción?

12¿Puede la oscuridad hablar de tus obras maravillosas?

¿Puede alguien en la tierra del olvido contar de tu justicia?

13Oh Señor, a ti clamo;

seguiré rogando día tras día.

14Oh Señor, ¿por qué me rechazas?

¿Por qué escondes tu rostro de mí?

15Desde mi juventud, estoy enfermo y al borde de la muerte.

Me encuentro indefenso y desesperado ante tus terrores.

16Tu ira feroz me ha abrumado;

tus terrores me paralizaron.

17Todo el día se arremolinan como las aguas de una inundación

y me han cercado por completo.

18Me has quitado a mis compañeros y a mis seres queridos;

la oscuridad es mi mejor amiga.

 

 

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