20 de Octubre
 

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Salmo 87

 

Jeremías 35

Los fieles recabitas
1Este es el mensaje que el Señor le dio a Jeremías cuando Joacim, hijo de Josías, era rey de Judá: 2«Ve al asentamiento donde habitan las familias de los recabitas e invítalos al templo del Señor. Llévalos a una de las habitaciones interiores y ofréceles algo de vino».
3Así que fui a ver a Jaazanías, hijo de Jeremías y nieto de Habasinías, y a todos sus hermanos e hijos, que representan a todas las familias recabitas. 4Los llevé al templo y fuimos a la habitación asignada a los hijos de Hanán, hijo de Igdalías, hombre de Dios. Esta habitación se encontraba junto a la que usaban los funcionarios del templo, encima de la habitación de Maaseías, hijo de Salum, el portero del templo.
5Puse copas y jarras llenas de vino delante de ellos y los invité a beber,6pero no aceptaron. «No —dijeron—, no bebemos vino porque nuestro antepasado Jonadab, hijo de Recab, nos ordenó: “Nunca beban vino ni ustedes ni sus descendientes.7Tampoco edifiquen casas, ni planten cultivos, ni viñedos, sino que siempre vivan en carpas. Si ustedes obedecen estos mandamientos vivirán largas y buenas vidas en la tierra”. 8Así que le hemos obedecido en todas estas cosas. Nunca hemos bebido vino hasta el día de hoy, ni tampoco nuestras esposas, ni nuestros hijos, ni nuestras hijas. 9No hemos construido casas ni hemos sido dueños de viñedos o granjas, ni sembramos campos. 10Hemos vivido en carpas y hemos obedecido por completo los mandamientos de Jonadab, nuestro antepasado.11Sin embargo, cuando el rey Nabucodonosorde Babilonia atacó este país tuvimos miedo del ejército de Babilonia y del ejército de Aram. Así que decidimos mudarnos a Jerusalén. Por esa razón, estamos aquí».
12Entonces el Señor le dio a Jeremías el siguiente mensaje: 13«Esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: ve y dile al pueblo de Judá y de Jerusalén: “Vengan y aprendan una lección de cómo obedecerme. 14Los recabitas no beben vino hasta el día de hoy porque su antepasado Jonadab les dijo que no; pero yo les hablé a ustedes una y otra vez y se negaron a obedecerme. 15Vez tras vez les envié profetas que decían: ‘Apártense de su conducta perversa y comiencen a hacer lo que es correcto. Dejen de rendir culto a otros dioses para que vivan en paz aquí en la tierra que les di a ustedes y a sus antepasados’; pero ustedes no querían escucharme ni obedecerme. 16Los descendientes de Jonadab, hijo de Recab, han obedecido a su antepasado en todo, pero ustedes rehusaron escucharme”.
17»Por lo tanto, esto dice el Señor Dios de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: “Dado que ustedes se niegan a escuchar o a responder cuando llamo, enviaré sobre Judá y Jerusalén todos los desastres con que los amenacé”».
18Entonces Jeremías se dirigió a los recabitas y les dijo: «Esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: “Ustedes han obedecido a su antepasado Jonadab en todos los aspectos y han seguido todas sus instrucciones”. 19Por lo tanto, esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: “Jonadab, hijo de Recab, siempre tendrá descendientes que me sirvan”».

 

Jeremías 36

Baruc lee los mensajes del Señor
1El Señor le dio a Jeremías el siguiente mensaje en el cuarto año del reinado de Joacim, hijo de Josías, en Judá: 2«Toma un rollo y anota todos mis mensajes contra Israel, Judá y las demás naciones. Comienza con el primer mensaje allá por los tiempos de Josías y escribe todos los mensajes, hasta llegar al tiempo presente. 3Quizá los habitantes de Judá se arrepientan cuando vuelvan a escuchar todas las cosas terribles que tengo pensadas para ellos. Entonces perdonaré sus pecados y maldades».
4Así que Jeremías mandó llamar a Baruc, hijo de Nerías, y mientras Jeremías le dictaba todas las profecías que el Señor le había dado, Baruc las escribía en un rollo. 5Entonces Jeremías le dijo a Baruc: «Estoy preso aquí y no puedo ir al templo. 6Así que en el próximo día de ayuno ve al templo y lee los mensajes de parte del Señor que te he hecho escribir en este rollo. Léelos para que la gente de todo Judá que esté presente los escuche. 7Quizá se aparten de sus malos caminos y antes de que sea demasiado tarde le pidan al Señor que los perdone. Pues el Señor los ha amenazado con su terrible enojo».
8Baruc hizo lo que Jeremías le dijo y leyó al pueblo los mensajes del Señoren el templo. 9Lo hizo en un día de ayuno sagrado, celebrado a finales del otoño, durante el quinto año del reinado de Joacim, hijo de Josías. Gente de toda Judá había venido a Jerusalén ese día para asistir a los servicios en el templo. 10Baruc leyó al pueblo las palabras de Jeremías, escritas en el rollo. En el templo, se paró frente a la habitación de Gemarías, hijo de Safán, el secretario. Esa habitación estaba junto al atrio superior del templo, cerca de la entrada de la puerta Nueva.
11Cuando Micaías, hijo de Gemarías y nieto de Safán, oyó los mensajes de parte del Señor, 12bajó a la sala del secretario en el palacio, donde estaban reunidos los funcionarios administrativos. Allí estaba el secretario Elisama junto con Delaía, hijo de Semaías; Elnatán, hijo de Acbor; Gemarías, hijo de Safán; Sedequías, hijo de Ananías y todos los demás funcionarios.13Cuando Micaías les contó acerca de los mensajes que Baruc leía al pueblo, 14los funcionarios enviaron a Jehudí, hijo de Netanías, nieto de Selemías y bisnieto de Cusi, para pedirle a Baruc que también viniera a leerles los mensajes. Entonces Baruc tomó el rollo y se dirigió a ellos. 15Los funcionarios le dijeron: «Siéntate y léenos el rollo». Entonces Baruc hizo lo que le pidieron.
16Cuando oyeron todos los mensajes, se miraron unos a otros asustados.
—Tenemos que contarle al rey lo que hemos oído —le dijeron a Baruc—, 17pero primero dinos cómo obtuviste estos mensajes. ¿Provinieron directamente de Jeremías?
18Así que Baruc explicó:
—Jeremías me los dictó y yo los escribí con tinta, palabra por palabra, en este rollo.
19—Tanto tú como Jeremías deberían esconderse —le dijeron los funcionarios a Baruc—. ¡No le digan a nadie dónde están!
20Entonces, los funcionarios dejaron el rollo a salvo en la habitación de Elisama, el secretario, y le fueron a decir al rey lo que había acontecido.
El rey Joacim quema el rollo
21Luego el rey envió a Jehudí a buscar el rollo y Jehudí lo sacó de la habitación de Elisama y lo leyó al rey, con los funcionarios presentes.22Era avanzado el otoño, así que el rey estaba en el cuarto del palacio acondicionado para el invierno, sentado junto a un brasero para calentarse. 23Cada vez que Jehudí terminaba de leer tres o cuatro columnas, el rey tomaba un cuchillo y cortaba esa sección del rollo. Luego lo lanzaba al fuego, sección por sección, hasta que quemó todo el rollo. 24Ni el rey ni sus asistentes mostraron ninguna señal de temor o arrepentimiento ante lo que habían oído. 25Aun cuando Elnatán, Delaía y Gemarías le suplicaron al rey que no quemara el rollo, él no les hizo caso.
26Entonces el rey mandó a su hijo Jerameel, a Seraías, hijo de Azriel, y a Selemías, hijo de Abdeel, para que arrestaran a Baruc y a Jeremías; pero el Señor los había escondido.
Jeremías vuelve a escribir el rollo
27Después de que el rey quemó el rollo en el que Baruc había escrito las palabras de Jeremías, el Señor le dio a Jeremías otro mensaje. Le dijo: 28«Toma otro rollo y escribe de nuevo todo tal como lo hiciste en el rollo que quemó el rey Joacim. 29Luego dile al rey: “Esto dice el Señor: ‘Tú quemaste el rollo porque allí dice que el rey de Babilonia destruiría esta tierra y la dejaría vacía de gente y de animales.30Ahora, esto dice el Señor acerca del rey Joacim de Judá: el rey no tendrá herederos que se sienten en el trono de David. Su cadáver será echado a la intemperie y permanecerá sin enterrar, expuesto al calor del día y a las heladas de la noche. 31Lo castigaré a él, a su familia y a sus ayudantes por sus pecados. Derramaré sobre ellos y sobre la gente de Jerusalén y de Judá todas las calamidades que prometí, porque no hicieron caso a mis advertencias’”».
32Así que Jeremías tomó otro rollo y volvió a dictarle a su secretario Baruc. Escribió todo lo que estaba en el rollo que el rey Joacim había quemado en el brasero. ¡Solo que esta vez agregó mucho más!

 

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1ª Timoteo 5

Consejos sobre las viudas, los ancianos y los esclavos
1Nunca le hables con aspereza a un hombre mayor, sino llámale la atención con respeto como lo harías con tu propio padre. Dirígete a los jóvenes como si les hablaras a tus propios hermanos. 2Trata a las mujeres mayores como lo harías con tu madre y trata a las jóvenes como a tus propias hermanas, con toda pureza.
3Atiende a toda viuda que no tenga a nadie quien la cuide. 4Pero, si ella tiene hijos o nietos, la primera responsabilidad de ellos es poner en práctica la sumisión a Dios en su hogar y retribuir a sus padres al cuidarlos. Esto es algo que le agrada a Dios.
5Ahora bien, una verdadera viuda —una mujer que realmente está sola en este mundo— es aquella que ha puesto su esperanza en Dios. Día y noche ora a Dios pidiéndole su ayuda, 6pero la viuda que solamente vive para el placer está espiritualmente muerta en vida. 7Dale estas instrucciones a la iglesia, para que nadie quede expuesto a la crítica.
8Aquellos que se niegan a cuidar de sus familiares, especialmente los de su propia casa, han negado la fe verdadera y son peores que los incrédulos.
9Para que una viuda esté en la lista de ayuda tiene que tener al menos sesenta años y haberle sido fiel a su marido. 10Debe ser alguien que se haya ganado el respeto de todos por el bien que haya hecho. ¿Crió bien a sus hijos? ¿Fue amable con los extranjeros y sirvió con humildad a otros creyentes? ¿Ha ayudado a los que están en dificultades? ¿Ha estado siempre dispuesta a hacer el bien?
11Las viudas más jóvenes no deberían estar en la lista, porque sus deseos físicos podrán más que su devoción a Cristo y querrán volver a casarse. 12De esa manera, serían culpables de romper su promesa anterior.13Y, si están en la lista, se acostumbrarán a ser perezosas y pasarán todo el tiempo yendo de casa en casa chismeando, entrometiéndose en la vida de los demás y hablando de lo que no deben. 14Así que yo aconsejo a estas viudas jóvenes que vuelvan a casarse, que tengan hijos y que cuiden de sus propios hogares. Entonces el enemigo no podrá decir nada en contra de ellas. 15Pues me temo que algunas ya se han descarriado y ahora siguen a Satanás.
16Si una mujer creyente tiene parientes que son viudas, debe cuidar de ellas y no darle a la iglesia la responsabilidad. Entonces, la iglesia podrá atender a las viudas que están realmente solas.
17Los ancianos que cumplen bien su función deberían ser respetados y bien remunerados, en particular los que trabajan con esmero tanto en la predicación como en la enseñanza. 18Pues la Escritura dice: «No le pongas bozal al buey para impedirle que coma mientras trilla el grano». Y dice también: «¡Todo el que trabaja merece recibir su salario!».
19No escuches ninguna acusación contra un anciano, a menos que haya dos o tres testigos que la confirmen. 20Los que están en pecado deberían ser reprendidos delante de toda la congregación, lo cual servirá de firme advertencia para los demás.
21Te ordeno solemnemente, en presencia de Dios y de Cristo Jesús y de los ángeles altísimos, que obedezcas estas instrucciones sin tomar partido ni mostrar favoritismo por nadie.
22Nunca te apresures cuando tengas que nombrar a un líder de la iglesia. No participes en los pecados de los demás. Mantente puro.
23No bebas agua solamente. Deberías tomar un poco de vino por el bien de tu estómago, ya que te enfermas muy seguido.
24Recuerda que los pecados de algunos individuos son evidentes, y los llevan a un juicio inevitable; pero los pecados de otros se revelarán después. 25De la misma manera, las buenas acciones de algunos son evidentes. Y las buenas acciones que se hacen en secreto algún día saldrán a la luz.

 

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Salmo 87

Cántico. Salmo de los descendientes de Coré.

1En el monte santo

está la ciudad fundada por el Señor.

2Él ama a la ciudad de Jerusalén

más que a cualquier otra de Israel.

3Oh ciudad de Dios,

¡qué cosas gloriosas se dicen de ti!

Interludio

4Incluiré a Egipto y a Babilonia entre los que me conocen,

también a Filistea y a Tiro, e incluso a la distante Etiopía.

¡Ahora todas son ciudadanas de Jerusalén!

5Con respecto a Jerusalén se dirá:

«Allí todos disfrutan de los derechos de ciudadanía».

Y el Altísimo en persona bendecirá a esa ciudad.

6Cuando el Señor escriba en el registro a las naciones, dirá:

«Ahora todas son ciudadanas de Jerusalén».

Interludio

7La gente tocará flautas y cantará:

«¡La fuente de mi vida brota de Jerusalén!».


 

 

 

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