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4 de Julio
 

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Hechos 22:17 a 23:10
Salmo 2
Proverbios 4

 

2 Reyes 23:31-37

Joacaz gobierna en Judá
31Joacaz tenía veintitrés años cuando subió al trono y reinó en Jerusalén tres meses. Su madre se llamaba Hamutal y era hija de Jeremías, de Libna. 32Joacaz hizo lo malo a los ojos del Señor, igual que sus antepasados.
33El faraón Necao metió a Joacaz en la cárcel de Ribla, en la tierra de Hamat, para impedir que gobernara en Jerusalén. También exigió que Judá pagara un tributo de tres mil cuatrocientos kilos de plata, y treinta y cuatro kilos de oro.
Joacim gobierna en Judá
34Luego el faraón Necao puso en el trono a Eliaquim, otro de los hijos de Josías, para que reinara en lugar de su padre y le cambió el nombre a Joacim. Joacaz fue llevado a Egipto como prisionero, y allí murió.
35Para obtener la plata y el oro que el faraón Necao exigía como tributo, Joacim recaudaba un impuesto de los habitantes de Judá, para el cual les pedía que pagaran en proporción a sus riquezas.
36Joacim tenía veinticinco años cuando subió al trono y reinó en Jerusalén once años. Su madre se llamaba Zebuda y era hija de Pedaías, de Ruma. 37Él hizo lo malo a los ojos del Señor, igual que sus antepasados.

 

2 Reyes 24

1Durante el reinado de Joacim, Nabucodonosor, rey de Babilonia, invadió la tierra de Judá. Joacim se rindió y le pagó tributo durante tres años, pero después se rebeló.2Entonces el Señor mandó contra Judá bandas de saqueadores babilonios, arameos, moabitas y amonitas a fin de destruirla, tal como el Señorlo había prometido por medio de sus profetas.3Estas calamidades le sucedieron a Judá por orden del Señor. Él había decidido expulsar a Judá de su presencia debido a los muchos pecados de Manasés, 4quien había llenado Jerusalén con sangre inocente. El Señor no perdonaba eso.
5Los demás acontecimientos del reinado de Joacim y todos sus logros están registrados en El libro de la historia de los reyes de Judá. 6Cuando Joacim murió, su hijo Joaquín lo sucedió en el trono.
7A partir de entonces, el rey de Egipto no se atrevió a salir más de su país, porque el rey de Babilonia conquistó toda la región que anteriormente pertenecía a Egipto, desde el arroyo de Egipto hasta el río Éufrates.
Joaquín gobierna en Judá
8Joaquín tenía dieciocho años cuando subió al trono y reinó en Jerusalén tres meses. Su madre se llamaba Nehusta y era hija de Elnatán, de Jerusalén. 9Joaquín hizo lo malo a los ojos del Señor, igual que su padre.
10Durante el reinado de Joaquín, los oficiales del rey Nabucodonosor de Babilonia subieron contra Jerusalén y la sitiaron. 11El propio Nabucodonosor llegó a la ciudad durante el sitio. 12Entonces el rey Joaquín, junto con la reina madre, sus consejeros, sus comandantes y sus oficiales, se rindieron ante los babilonios.
Durante el octavo año de su reinado, Nabucodonosor tomó a Joaquín prisionero.13Como el Señor ya había dicho, Nabucodonosor se llevó todos los tesoros del templo del Señor y del palacio real. Sacó todos los objetos de oro que el rey Salomón había puesto en el templo. 14El rey Nabucodonosor se llevó cautiva a toda la población de Jerusalén —unas diez mil personas en total— incluso a los comandantes y a los mejores soldados, y a los artesanos y a otras personas habilidosas. Solo dejaron en el país a la gente más pobre.
15Nabucodonosor llevó cautivo a Babilonia al rey Joaquín, junto con la reina madre, las esposas del rey, sus funcionarios y las personas más influyentes de la sociedad de Jerusalén. 16También desterró a siete mil de los mejores soldados, y a mil artesanos y a otras personas habilidosas, todos fuertes y aptos para la guerra. 17Después el rey de Babilonia puso en el trono a Matanías, tío de Joaquín, para que fuera el siguiente rey y le cambió el nombre a Sedequías.
Sedequías gobierna en Judá
18Sedequías tenía veintiún años cuando subió al trono y reinó en Jerusalén once años. Su madre se llamaba Hamutal y era hija de Jeremías, de Libna. 19Sedequías hizo lo malo a los ojos del Señor, igual que Joacim. 20Estas cosas sucedieron debido al enojo que el Señortenía contra la gente de Jerusalén y de Judá, hasta que finalmente los expulsó de su presencia y los envió al destierro.
Caída de Jerusalén
Sedequías se rebeló contra el rey de Babilonia.

 

2 Reyes 25

1Así que el 15 de enero, durante el noveno año del reinado de Sedequías, Nabucodonosor, rey de Babilonia, dirigió a todo su ejército contra Jerusalén. Rodearon la ciudad y construyeron rampas de asalto contra las murallas.2Jerusalén estuvo sitiada hasta el año once del reinado de Sedequías.
3Hacia el 18 de julio del año once del reinado de Sedequías, el hambre en la ciudad ya era muy intensa y se había agotado por completo lo último que quedaba de alimento. 4Entonces abrieron una brecha en la muralla de la ciudad, y todos los soldados huyeron. Como la ciudad estaba rodeada por los babilonios, esperaron hasta la caída de sol y entonces se deslizaron por la puerta que está entre las dos murallas, detrás del jardín real, y se dirigieron al valle del Jordán.
5Sin embargo, las tropas babilónicas persiguieron al rey y lo capturaron en las llanuras de Jericó, porque todos sus hombres lo habían abandonado y se habían dispersado. 6Lo llevaron ante el rey de Babilonia, que se encontraba en Ribla, donde dictó sentencia contra Sedequías. 7Hicieron que Sedequías presenciara la masacre de sus hijos. Luego le sacaron los ojos, lo ataron con cadenas de bronce y lo llevaron a Babilonia.
Destrucción del templo
8El 14 de agosto de ese año, que era el año diecinueve del reinado de Nabucodonosor, llegó a Jerusalén Nabuzaradán, capitán de la guardia y funcionario del rey babilónico.9Quemó por completo el templo del Señor, el palacio real y todas las casas de Jerusalén. Destruyó todos los edificios importantes de la ciudad. 10Después supervisó a todo el ejército babilónico mientras derribaba por completo las murallas de Jerusalén. 11Nabuzaradán, capitán de la guardia, se llevó cautivas a las personas que quedaban en la ciudad, a los desertores que habían jurado lealtad al rey de Babilonia, y al resto de la población; 12pero el capitán de la guardia permitió que algunos de los más pobres quedaran en Judá para cuidar los viñedos y los campos.
13Los babilonios hicieron pedazos las columnas de bronce que estaban al frente del templo del Señor, las carretas de bronce para llevar agua y el enorme tazón de bronce llamado el Mar, y se llevaron todo el bronce a Babilonia.14También se llevaron los recipientes para la ceniza, las palas, las despabiladeras de las lámparas, los platos y todos los demás objetos de bronce que se usaban para realizar los sacrificios en el templo. 15Nabuzaradán, capitán de la guardia, también se llevó los recipientes para quemar el incienso y los tazones, y todos los demás objetos de oro puro o de plata.
16El peso del bronce de las dos columnas, el Mar y las carretas para llevar agua era tanto que no podía calcularse. Estos objetos se habían hecho para el templo del Señor en tiempos del rey Salomón. 17Cada columna tenía unos ocho metros de altura. El capitel de bronce en la parte superior de cada columna era de casi dos metros y medio de altura y estaba decorado alrededor con una red de granadas hecha de bronce.
18Nabuzaradán, capitán de la guardia, se llevó consigo como prisioneros al sumo sacerdote Seraías, al sacerdote de segundo rango Sofonías, y a los tres porteros principales. 19De la gente que seguía escondida en la ciudad, se llevó a un oficial que había estado al mando del ejército judío, a cinco de los consejeros personales del rey, al secretario principal del comandante del ejército, quien estaba a cargo del reclutamiento, y a otros sesenta ciudadanos. 20Nabuzaradán, capitán de la guardia, los llevó a todos ante el rey de Babilonia, que se encontraba en Ribla. 21Allí, en Ribla, en la tierra de Hamat, el rey de Babilonia mandó que los ejecutaran a todos. Así que el pueblo de Judá fue expulsado de su tierra y llevado al destierro.
Gedalías gobierna en Judá
22Luego el rey Nabucodonosor nombró gobernador sobre la gente que había dejado en Judá a Gedalías, hijo de Ahicam y nieto de Safán. 23Cuando todos los comandantes del ejército y sus hombres se enteraron de que el rey de Babilonia había nombrado gobernador a Gedalías, fueron a verlo a Mizpa. En ese grupo estaban Ismael, hijo de Netanías; Johanán, hijo de Carea; Seraías, hijo de Tanhumet el netofatita y Jezanías, hijo del maacateo, junto con todos sus hombres.
24Gedalías les juró que los funcionarios babilónicos no querían hacerles ningún daño. «No les tengan miedo. Vivan en la tierra y sirvan al rey de Babilonia, y todo les irá bien», les prometió.
25Después, a mediados del otoño de ese año, Ismael, hijo de Netanías y nieto de Elisama, quien era de la familia real, fue con diez hombres a Mizpa y mató a Gedalías. También mató a todos los judíos y babilonios que estaban con Gedalías en Mizpa.
26Entonces toda la gente de Judá, desde el menos importante hasta el más importante, junto con los comandantes del ejército, huyeron despavoridos a Egipto, porque tenían miedo de lo que pudieran hacerles los babilonios.
Esperanza para la descendencia real de Israel
27En el año treinta y siete del exilio de Joaquín, rey de Judá, Evil-merodac ascendió al trono de Babilonia. El nuevo rey fue bondadoso con Joaquín y lo puso en libertad el 2 de abril de ese año. 28Le habló con amabilidad y le dio una posición superior a la de los demás reyes exiliados en Babilonia. 29Le proporcionó a Joaquín ropa nueva para reemplazar la ropa de prisionero y le permitió comer en presencia del rey por el resto de su vida. 30Así que el rey de Babilonia le dio una ración diaria de comida mientras vivió.

 

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Hechos 22:17-30

17»Después de regresar a Jerusalén y, mientras oraba en el templo, caí en un estado de éxtasis. 18Tuve una visión de Jesús, quien me decía: “¡Date prisa! Sal de Jerusalén, porque la gente de aquí no aceptará tu testimonio acerca de mí”.
19»“Pero Señor —argumenté—, seguramente ellos saben que, en cada sinagoga, yo encarcelé y golpeé a los que creían en ti. 20Y estuve totalmente de acuerdo cuando mataron a tu testigo Esteban. Estuve allí cuidando los abrigos que se quitaron cuando lo apedrearon”.
21»Pero el Señor me dijo: “¡Ve, porque yo te enviaré lejos, a los gentiles!”».
22La multitud escuchó hasta que Pablo dijo esta palabra. Entonces todos comenzaron a gritar: «¡Llévense a ese tipo! ¡No es digno de vivir!». 23Gritaron, arrojaron sus abrigos y lanzaron puñados de polvo al aire.
Pablo revela su ciudadanía romana
24El comandante llevó a Pablo adentro y ordenó que lo azotaran con látigos para hacerlo confesar su delito. Quería averiguar por qué la multitud se había enfurecido. 25Cuando ataron a Pablo para azotarlo, Pablo le preguntó al oficial que estaba allí:
—¿Es legal que azoten a un ciudadano romano que todavía no ha sido juzgado?
26Cuando el oficial oyó esto, fue al comandante y le preguntó: «¿Qué está haciendo? ¡Este hombre es un ciudadano romano!».
27Entonces el comandante se acercó a Pablo y le preguntó:
—Dime, ¿eres ciudadano romano?
—Sí, por supuesto que lo soy —respondió Pablo.
28—Yo también lo soy —dijo el comandante entre dientes—, ¡y me costó mucho dinero!
Pablo respondió:
—¡Pero yo soy ciudadano de nacimiento!
29Los soldados que estaban a punto de interrogar a Pablo se retiraron velozmente cuando se enteraron de que era ciudadano romano, y el comandante quedó asustado porque había ordenado que lo amarraran y lo azotaran.
Pablo ante el Concilio Supremo
30Al día siguiente, el comandante ordenó que los sacerdotes principales se reunieran en sesión con el Concilio Supremo judío. Quería averiguar de qué se trataba el problema, así que soltó a Pablo para presentarlo delante de ellos.

 

Hechos 23:1-10

1Mirando fijamente al Concilio Supremo, Pablo comenzó: «Hermanos, ¡siempre he vivido ante Dios con la conciencia limpia!».
2Al instante, Ananías, el sumo sacerdote, ordenó a los que estaban cerca de Pablo que lo golpearan en la boca. 3Pero Pablo le dijo: «¡Dios te golpeará a ti, hipócrita corrupto! ¿Qué clase de juez eres si tú mismo infringes la ley al ordenar que me golpeen así?».
4Los que estaban cerca de Pablo, le dijeron:
—¿Te atreves a insultar al sumo sacerdote de Dios?
5—Lo siento, hermanos. No me había dado cuenta de que él es el sumo sacerdote —contestó Pablo—, porque las Escrituras dicen: “No hablarás mal de ninguno de tus gobernantes”.
6Pablo se dio cuenta de que algunos miembros del Concilio Supremo eran saduceos y que otros eran fariseos, por lo tanto, gritó: «Hermanos, ¡yo soy fariseo, al igual que mis antepasados! ¡Y estoy en juicio porque mi esperanza está en la resurrección de los muertos!».
7Esto dividió al Concilio —puso a los fariseos contra los saduceos—, 8porque los saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángeles, ni espíritus, pero los fariseos sí creen en todo esto. 9Así que hubo un gran alboroto. Algunos de los maestros de la ley religiosa que eran fariseos se levantaron de un salto y comenzaron a discutir enérgicamente. «Nosotros no encontramos nada malo en él —gritaban—. Tal vez algún espíritu o ángel le habló». 10Como el conflicto se tornó más violento, el comandante tenía temor de que descuartizaran a Pablo. De modo que les ordenó a sus soldados que fueran a rescatarlo por la fuerza y lo regresaran a la fortaleza.

 

 

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Salmos 2

¿Por qué están tan enojadas las naciones?
    ¿Por qué pierden el tiempo en planes inútiles?
Los reyes de la tierra se preparan para la batalla,
    los gobernantes conspiran juntos
en contra del Señor
    y en contra de su ungido.
«¡Rompamos las cadenas! —gritan—,
    ¡y liberémonos de ser esclavos de Dios!».

Pero el que gobierna en el cielo se ríe;
    el Señor se burla de ellos.
Después los reprende con enojo;
    los aterroriza con su intensa furia.
Pues el Señor declara:
«He puesto a mi rey elegido en el trono
    de Jerusalén,[a] en mi monte santo».

El rey proclama el decreto del Señor:
«El Señor me dijo: “Tú eres mi hijo.[b]
    Hoy he llegado a ser tu Padre.[c]
Tan solo pídelo, y te daré como herencia las naciones,
    toda la tierra como posesión tuya.
Las quebrarás[d] con vara de hierro
    y las harás pedazos como si fueran ollas de barro”».

10 Ahora bien, ustedes reyes, ¡actúen con sabiduría!
    ¡Quedan advertidos, ustedes gobernantes de la tierra!
11 Sirvan al Señor con temor reverente
    y alégrense con temblor.
12 Sométanse al hijo de Dios,[e] no sea que se enoje
    y sean destruidos en plena actividad,
porque su ira se enciende en un instante.
    ¡Pero qué alegría para todos los que se refugian en él!

 

 

 

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