La vida de Joaquín es una clarísima imagen del juicio y la gracia de
Dios. Su pecado lo arrojó en un calabozo durante treinta y siete
años; luego, de repente y sin explicación el rey lo mandó llamar y
le liberó de la prisión. Más favor se extendió a él a través de
palabras amables, una posición de honor, comida todos los días en la
mesa del rey, y una asignación regular para el resto de su vida.
De la misma manera, Dios descendió a la oscura prisión del pecado, y
por Su gracia al instante nos liberó de nuestra sentencia. Él nos
limpió, nos habló de su amor por nosotros, y nos hizo sentar "con él
en los lugares celestiales" (Efesios 2:6). Él nos vistió con las
mejores ropas de justicia y continúa alimentándonos cada día con el
pan vivo de la mesa de la Palabra de Dios. Finalmente, Él provee
para todas nuestras necesidades materiales diariamente prometiendo
que "suplirá todas nuestras necesidades conforme a sus riquezas en
gloria" (Filipenses 4:19).
"Ahora bien, ustedes reyes, ¡actúen con sabiduría! ¡Quedan
advertidos, ustedes gobernantes de la tierra!" (Salmo 2:10). No nos
jactemos de nuestra posición, prestigio o prosperidad. Estamos donde
estamos por la Increíble gracia de Dios!
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