2 Reyes
22:3-20
3Durante
el año dieciocho de su reinado, el rey Josías envió al
templo del Señora
Safán, hijo de Azalía y nieto de Mesulam, secretario de la
corte. Le dijo: 4«Ve
a ver al sumo sacerdote Hilcías y pídele que cuente el
dinero que los porteros han recaudado de la gente en el
templo del Señor. 5Confía
este dinero a los hombres que fueron designados para
supervisar la restauración del templo. Así ellos podrán
usarlo para pagar a los trabajadores que reparan el templo
del Señor.6Tendrán
que contratar carpinteros, constructores y albañiles.
También haz que compren toda la madera y la piedra labrada
que se necesite para reparar el templo; 7pero
no les exijas a los supervisores de la construcción que
lleven cuenta del dinero que reciben, porque son hombres
honestos y dignos de confianza».
Hilcías descubre la ley de Dios
8El
sumo sacerdote Hilcías le dijo a Safán, secretario de la
corte: «¡He encontrado el libro de la ley en el templo del Señor!».
Entonces Hilcías le dio el rollo a Safán, y él lo leyó.
9Safán
fue a ver al rey y le informó: «Tus funcionarios han
entregado el dinero recaudado en el templo del Señor a
los trabajadores y a los supervisores del templo». 10Safán
también dijo al rey: «El sacerdote Hilcías me entregó un
rollo». Así que Safán se lo leyó al rey.
11Cuando
el rey oyó lo que estaba escrito en el libro de la ley,
rasgó su ropa en señal de desesperación. 12Luego
dio las siguientes órdenes a Hilcías, el sacerdote; a
Ahicam, hijo de Safán; a Acbor, hijo de Micaías; a Safán,
secretario de la corte y a Asaías, consejero personal del
rey: 13«Vayan
al templo y consulten al Señor por
mí, por el pueblo y por toda la gente de Judá. Pregunten
acerca de las palabras escritas en este rollo que se
encontró. Pues el gran enojo del Señor arde
contra nosotros, porque nuestros antepasados no obedecieron
las palabras de este rollo. No hemos estado haciendo todo lo
que dice que debemos hacer».
14Entonces
el sacerdote Hilcías, Ahicam, Acbor, Safán y Asaías se
dirigieron al Barrio Nuevo de
Jerusalén para consultar a la profetisa Hulda. Ella era la
esposa de Salum, hijo de Ticvah, hijo de Harhas, el
encargado del guardarropa del templo.
15Ella
les dijo: «¡El Señor,
Dios de Israel, ha hablado! Regresen y díganle al hombre que
los envió:16“Esto
dice el Señor:
‘Traeré desastre sobre esta ciudad y
sobre sus habitantes. Todas las palabras escritas en el
rollo que el rey de Judá leyó se cumplirán, 17pues
los de mi pueblo me han abandonado y han ofrecido
sacrificios a dioses paganos. Estoy muy enojado con ellos
por todo lo que han hecho. Mi enojo arderá contra este lugar
y no se apagará’”.
18»Vayan
a ver al rey de Judá, quien los envió a buscar al Señor,
y díganle: “Esto dice el Señor,
Dios de Israel, acerca del mensaje que acabas de escuchar: 19‘Estabas
apenado y te humillaste ante el Señor al
oír lo que yo pronuncié contra esta ciudad y sus habitantes,
que esta tierra sería maldita y quedaría desolada. Rasgaste
tu ropa en señal de desesperación y lloraste delante de mí,
arrepentido. Ciertamente te escuché, dice el Señor. 20Por
eso, no enviaré el desastre que he prometido hasta después
de que hayas muerto y seas enterrado en paz. Tú no llegarás
a ver la calamidad que traeré sobre esta ciudad’”».
De modo que llevaron su mensaje al rey.
2 Reyes 23:1-30
Reformas religiosas de Josías
1Entonces
el rey convocó a todos los ancianos de Judá y de Jerusalén. 2Luego
subió al templo del Señor junto
con todos los habitantes de Judá y de Jerusalén, acompañado
por los sacerdotes y los profetas: toda la gente, desde el
menos importante hasta el más importante. Allí el rey les
leyó todo el libro del pacto, que se había encontrado en el
templo del Señor. 3El
rey tomó su lugar de autoridad junto a la columna y renovó
el pacto en presencia del Señor.
Se comprometió a obedecer al Señorcumpliendo
sus mandatos, leyes y decretos con todo el corazón y con
toda el alma. De esa manera, confirmó todas las condiciones
del pacto que estaban escritas en el rollo, y toda la gente
se comprometió con el pacto.
4Seguidamente
el rey dio instrucciones al sumo sacerdote Hilcías, a los
sacerdotes de segundo rango y a los porteros del templo para
que quitaran del templo del Señor todos
los objetos que se usaban para rendir culto a Baal, a Asera
y a todos los poderes de los cielos. El rey hizo quemar
todas estas cosas fuera de Jerusalén, en las terrazas del
valle de Cedrón, y llevó las cenizas a Betel. 5Eliminó
a los sacerdotes idólatras, que habían sido nombrados por
los reyes anteriores de Judá, porque ofrecían sacrificios en
los santuarios paganos por todo el territorio de Judá y
hasta en los alrededores de Jerusalén. También ofrecían
sacrificios a Baal, al sol, a la luna, a las constelaciones
y a todos los poderes de los cielos. 6El
rey quitó del templo del Señor el
poste dedicado a la diosa Asera y lo llevó fuera de
Jerusalén, al valle de Cedrón, donde lo quemó. Luego molió
las cenizas del poste hasta hacerlas polvo y tiró el polvo
sobre las tumbas de la gente. 7También
derribó las habitaciones de los prostitutos y las
prostitutas de los santuarios paganos ubicados dentro del
templo del Señor,
donde las mujeres tejían mantos para el poste dedicado a la
diosa Asera.
8Josías
trasladó a Jerusalén a todos los sacerdotes que vivían en
otras ciudades de Judá. También profanó los santuarios
paganos donde habían ofrecido sacrificios, desde Geba hasta
Beerseba. Destruyó los santuarios que estaban a la entrada
de la puerta de Josué, gobernador de Jerusalén. Esta puerta
estaba situada a la izquierda de la puerta principal de la
entrada a la ciudad. 9A
los sacerdotes que habían servido en los santuarios paganos
no se les permitióservir
en el altar del Señor,
en Jerusalén, pero se les dio permiso para comer pan sin
levadura con los otros sacerdotes.
10Después
el rey profanó el altar de Tofet en el valle de Ben-hinom, a
fin de que nunca más nadie lo usara para sacrificar a un
hijo o una hija en el fuego,como
ofrenda a Moloc. 11También
quitó de la entrada del templo del Señor las
estatuas de caballos que los reyes anteriores de Judá habían
dedicado al sol, las cuales estaban cerca de las
habitaciones del eunuco Natán-melec, un funcionario de la
corte. El
rey también quemó los carros de guerra dedicados al sol.
12Josías
derribó los altares que los reyes de Judá habían construido
en la azotea del palacio, sobre la habitación de Acaz en el
piso de arriba. El rey destruyó los altares que Manasés
había construido en los dos atrios del templo del Señor.
Los hizo añicos y
esparció los pedazos en el valle de Cedrón. 13El
rey también profanó los santuarios paganos que estaban al
oriente de Jerusalén y al sur del monte de la Corrupción,
donde el rey Salomón de Israel había construido santuarios
para Astoret, la diosa detestable de los sidonios; para
Quemos, el dios detestable de los moabitas; y para Moloc, el
repugnante dios de los amonitas. 14Destrozó
las columnas sagradas y derribó los postes dedicados a la
diosa Asera. Luego profanó estos lugares al esparcir huesos
humanos sobre ellos.
15El
rey también derribó el altar que estaba en Betel, el
santuario pagano que Jeroboam, hijo de Nabat, había
levantado cuando hizo pecar a Israel. Quemó el santuario y
lo molió hasta convertirlo en cenizas, y quemó el poste
dedicado a la diosa Asera. 16Luego
Josías se dio vuelta y notó que había varias tumbas en la
ladera de la colina. Ordenó que sacaran los huesos y los
quemó sobre el altar de Betel para profanarlo. (Todo sucedió
tal como lo había anunciado el Señor por
medio del hombre de Dios cuando Jeroboam se paró junto al
altar durante el festival).
Después Josías se dio vuelta y miró hacia arriba, a la tumba
del hombre de Dios que
había predicho estas cosas.
17—¿Qué
es ese monumento que está allí? —preguntó Josías.
Y la gente de la ciudad contestó:
—¡Es la tumba del hombre de Dios que vino desde Judá y
predijo precisamente lo que tú acabas de hacer al altar de
Betel!
18—¡Déjenlo
en paz! —respondió Josías—, ¡no molesten sus huesos!
Por lo tanto, no quemaron sus huesos ni los del viejo
profeta de Samaria.
19Después
Josías demolió todas las edificaciones que había en los
santuarios paganos de los pueblos de Samaria, tal como lo
hizo en Betel. Estas construcciones fueron obra de diversos
reyes de Israel y con ellas hicieron enojar mucho al Señor. 20Por
último, el rey ejecutó a los sacerdotes de los santuarios
paganos sobre sus propios altares y quemó huesos humanos en
los altares para profanarlos. Cuando terminó, volvió a
Jerusalén.
21Luego
el rey Josías emitió la siguiente orden para todo el pueblo:
«Ustedes deben celebrar la Pascua para el Señor su
Dios, como se exige en este libro del pacto».
22No
se había celebrado una Pascua igual desde la época en que
los jueces gobernaban en Israel, ni durante todos los años
de los reyes de Israel y de Judá. 23La
Pascua se celebró en Jerusalén en honor al Señor,
en el año dieciocho del reinado de Josías.
24Josías
también se deshizo de los médiums y los videntes, de los
dioses familiares, de los ídolos,y
de todas las demás prácticas detestables, tanto en Jerusalén
como por toda la tierra de Judá. Lo hizo en obediencia a las
leyes escritas en el rollo que el sacerdote Hilcías había
encontrado en el templo del Señor. 25Nunca
antes hubo un rey como Josías, que se volviera al Señor con
todo su corazón, con toda su alma y con todas sus fuerzas,
obedeciendo todas las leyes de Moisés. Desde entonces nunca
más hubo un rey como él.
26Aun
así, el Señorestaba
muy enojado con Judá, debido a todas las perversidades que
Manasés había hecho para provocarlo. 27Pues
el Señor dijo:
«También expulsaré a Judá de mi presencia, así como expulsé
a Israel; y rechazaré a Jerusalén, mi ciudad escogida, y al
templo donde debía honrarse mi nombre».
28Los
demás acontecimientos del reinado de Josías y todos sus
logros están registrados en El
libro de la historia de los reyes de Judá.
29Durante
el reinado de Josías, el faraón Necao, rey de Egipto, fue al
río Éufrates para ayudar al rey de Asiria. El rey Josías y
su ejército salieron a enfrentarlo, pero
el rey Necao mató
a Josías cuando se encontraron en Meguido. 30Los
funcionarios de Josías llevaron su cuerpo en un carro de
guerra desde Meguido hasta Jerusalén y lo enterraron en su
tumba. Entonces la gente de la nación ungió a Joacaz, hijo
de Josías, y lo proclamó el siguiente rey.
.
Hechos 21:37-40
Pablo habla a la multitud
37Cuando
estaban por llevarlo adentro, Pablo le dijo al comandante:
—¿Puedo hablar con usted?
—¿¡Hablas griego!? —le preguntó el comandante, sorprendido—. 38¿No
eres tú el egipcio que encabezó una rebelión hace un tiempo y llevó
al desierto a cuatro mil miembros del grupo llamado “Los Asesinos”?
39—No
—contestó Pablo—, soy judío y ciudadano de Tarso de Cilicia, que es
una ciudad importante. Por favor, permítame hablar con esta gente.
40El
comandante estuvo de acuerdo, entonces Pablo se puso de pie en las
escaleras e hizo señas para pedir silencio. Pronto un gran silencio
envolvió a la multitud, y Pablo se dirigió a la gente en su propia
lengua, en arameo.
Hechos 22:1-16
1«Hermanos
y estimados padres —dijo Pablo—, escuchen mientras presento mi
defensa».2Cuando
lo oyeron hablar en el idioma de
ellos, el silencio fue aún mayor.
3Entonces
Pablo dijo: «Soy judío, nacido en Tarso, una ciudad de Cilicia, y
fui criado y educado aquí en Jerusalén bajo el maestro Gamaliel.
Como estudiante de él, fui cuidadosamente entrenado en nuestras
leyes y costumbres judías. Llegué a tener un gran celo por honrar a
Dios en todo lo que hacía, tal como todos ustedes hoy.4Perseguí
a los seguidores del Camino, acosando a algunos hasta la muerte, y
arresté tanto a hombres como a mujeres para arrojarlos en la cárcel. 5El
sumo sacerdote y todo el consejo de ancianos pueden dar fe de que
esto es cierto. Pues recibí cartas de ellos, dirigidas a nuestros
hermanos judíos en Damasco, las cuales me autorizaban a encadenar a
los cristianos de esa ciudad y traerlos a Jerusalén para que fueran
castigados.
6»Cuando
iba de camino, ya cerca de Damasco, como al mediodía, de repente una
intensa luz del cielo brilló alrededor de mí. 7Caí
al suelo y oí una voz que me decía: “Saulo,
Saulo, ¿por qué me persigues?”.
8»“¿Quién
eres, señor?”, pregunté.
»Y la voz contestó: “Yo
soy Jesús de Nazaret, a
quien tú persigues”. 9La
gente que iba conmigo vio la luz pero no entendió la voz que me
hablaba.
10Yo
pregunté: “¿Qué debo hacer, Señor?”. Y el Señor me dijo: “Levántate
y entra en Damasco, allí se te dirá todo lo que debes hacer”.
11»Quedé
ciego por la intensa luz y mis compañeros tuvieron que llevarme de
la mano hasta Damasco. 12Allí
vivía un hombre llamado Ananías. Era un hombre recto, muy devoto de
la ley y muy respetado por todos los judíos de Damasco. 13Él
llegó y se puso a mi lado y me dijo: “Hermano Saulo, recobra la
vista”. Y, en ese mismo instante, ¡pude verlo!
14»Después
me dijo: “El Dios de nuestros antepasados te ha escogido para que
conozcas su voluntad y para que veas al Justo y lo oigas hablar. 15Pues
tú serás su testigo; les contarás a todos lo que has visto y oído.16¿Qué
esperas? Levántate y bautízate. Queda limpio de tus pecados al
invocar el nombre del Señor”.

Salmos
1
Libro primero (Salmos
1–41)
1 Qué alegría para los que
no
siguen el consejo de malos,
ni
andan con pecadores,
ni
se juntan con burlones;
2 sino que se deleitan en la ley del Señor
meditando
en ella día y noche.
3 Son como árboles plantados a la orilla de un río,
que
siempre dan fruto en su tiempo.
Sus hojas nunca se marchitan,
y
prosperan en todo lo que hacen.
4 ¡No sucede lo mismo con los malos!
Son
como paja inútil que esparce el viento.
5 Serán condenados cuando llegue el juicio;
los
pecadores no tendrán lugar entre los justos.
6 Pues el Señor cuida
el sendero de los justos,
pero
la senda de los malos lleva a la destrucción.
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