18 de Mayo

 

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1 Samuel 22 y 23
Juan 10:1-21
Salmo 115
Proverbios 18

 

1 Samuel 22

David en la cueva de Adulam
1Entonces David salió de Gat y escapó a la cueva de Adulam. Al poco tiempo sus hermanos y demás parientes se unieron a él allí.2Luego, otros comenzaron a llegar —hombres que tenían problemas o que estaban endeudados o que simplemente estaban descontentos— y David llegó a ser capitán de unos cuatrocientos hombres.
3Después David se dirigió a Mizpa de Moab, donde le pidió al rey: «Por favor, permite que mi padre y mi madre vivan aquí contigo hasta que sepa lo que Dios tiene pensado para mí». 4Así que los padres de David se quedaron en Moab con el rey durante todo el tiempo que David vivió en la fortaleza.
5Un día el profeta Gad dijo a David: «Deja la fortaleza y vuelve a la tierra de Judá». Entonces David fue al bosque de Haret.
6Las noticias de su llegada a Judá pronto alcanzaron a Saúl. En ese momento, el rey estaba sentado debajo de un árbol de tamarisco en la colina de Guibeá, con su lanza en la mano y rodeado de sus oficiales.
7—¡Escuchen bien, hombres de Benjamín! —les gritó Saúl a sus oficiales al oír las noticias—. ¿Acaso ese hijo de Isaí les ha prometido a cada uno de ustedes campos y viñedos? ¿Les ha prometido a todos hacerlos generales y capitanes de su ejército? 8¿Es por eso que han conspirado contra mí? Pues ninguno de ustedes me avisó cuando mi propio hijo hizo un pacto solemne con ese hijo de Isaí. Ni siquiera sienten lástima por mí. ¡Imagínense! ¡Mi propio hijo incita al hijo de Isaí para que me mate, tal como está tratando de hacer hoy mismo!
9Entonces Doeg el edomita, que se encontraba entre los hombres de Saúl, habló:
—Cuando estaba en Nob, vi al hijo de Isaí hablando con el sacerdote Ahimelec, hijo de Ahitob. 10Ahimelec consultó al Señor por él. Luego le dio alimento y la espada de Goliat el filisteo.
Masacran a los sacerdotes
11Entonces el rey Saúl inmediatamente mandó traer a Ahimelec y a toda su familia, quienes servían como sacerdotes en Nob. 12Cuando llegaron, Saúl le gritó:
—¡Escúchame, hijo de Ahitob!
—¿Qué quiere, mi rey? —le preguntó Ahimelec.
13—¿Por qué han conspirado contra mí, tú y ese hijo de Isaí? —le preguntó Saúl—. ¿Por qué le diste alimento y una espada? ¿Por qué consultaste a Dios por él? ¿Por qué lo instigaste a matarme, como está tratando de hacer hoy mismo?
14—Pero señor —respondió Ahimelec—, ¿hay alguien entre todos sus siervos que sea tan fiel como su yerno David? ¡Él es el capitán de su escolta y un miembro altamente honrado de su casa! 15Por cierto, ¡esta no fue la primera vez que consulté a Dios por él! Que el rey no me acuse a mí y a mi familia de este asunto, porque yo no sabía nada de un complot en contra de usted.
16—¡Ahimelec, ten por seguro que morirás junto con toda tu familia! —gritó el rey.
17Y le ordenó a su escolta:
—¡Maten a estos sacerdotes del Señor, porque son aliados de David y conspiradores con él! ¡Ellos sabían que él huía de mí, pero no me lo dijeron!
Pero los hombres de Saúl se negaron a matar a los sacerdotes del Señor.
18Entonces Saúl le dijo a Doeg:
—Hazlo tú.
Así que ese día Doeg el edomita los atacó y los mató: ochenta y cinco sacerdotes en total que aún llevaban puestas sus vestiduras sacerdotales. 19Después se dirigió a Nob, la ciudad de los sacerdotes, y mató a las familias de los sacerdotes —hombres y mujeres, niños y recién nacidos— y a todo el ganado, burros, ovejas y cabras.
20Sólo Abiatar, uno de los hijos de Ahimelec, escapó y huyó a donde estaba David. 21Cuando le dijo que Saúl había matado a los sacerdotes del Señor, 22David exclamó:
—¡Lo sabía! Cuando vi a Doeg el edomita allí ese día, estaba seguro de que se lo contaría a Saúl. Ahora soy responsable de la muerte de toda la familia de tu padre.23Quédate aquí conmigo, no tengas miedo; te protegeré con mi propia vida, porque la misma persona quiere matarnos a los dos.

 

1 Samuel 23

David protege la ciudad de Keila
1Un día le llegaron noticias a David de que los filisteos estaban en la ciudad de Keila robando el grano de los campos de trillar. 2Entonces David le preguntó al Señor:
—¿Debo ir y atacarlos?
—Sí, ve y salva a Keila —le dijo el Señor.
3Pero los hombres de David le dijeron:
—Tenemos miedo incluso aquí en Judá. ¡De ninguna manera queremos ir a Keila para luchar contra todo el ejército filisteo!
4Así que David consultó de nuevo al Señor, y de nuevo el Señorrespondió: «Desciende a Keila, porque yo te ayudaré a conquistar a los filisteos».
5Entonces David y sus hombres fueron a Keila. Mataron a los filisteos, tomaron todos sus animales y rescataron a la gente de la ciudad. 6Cuando Abiatar, hijo de Ahimelec, huyó a donde estaba David en Keila, se llevó consigo el efod.
7Pronto Saúl se enteró de que David estaba en Keila. «¡Excelente! —exclamó—. ¡Ya lo tenemos! Dios me lo entregó en mis manos, porque se ha quedado atrapado en una ciudad amurallada». 8Entonces Saúl movilizó a todo su ejército para marchar hacia Keila y sitiar a David y a sus hombres.
9Pero David se enteró de los planes de Saúl y le dijo a Abiatar el sacerdote que trajera el efod para consultar con el Señor. 10Entonces David oró:
—Oh Señor, Dios de Israel, he oído que Saúl piensa venir a Keila y destruirla porque yo estoy aquí. 11¿Me traicionarán los líderes de Keila y me entregarán a él? ¿Y de verdad vendrá Saúl, como me han informado? Oh Señor, Dios de Israel, te ruego que me digas.
Y el Señor le dijo:
—Él vendrá.
12De nuevo David preguntó:
—¿Me traicionarán los líderes de Keila a mí y a mis hombres para entregarnos a Saúl?
Y el Señor le contestó:
—Sí, ellos los traicionarán.
David se esconde en el desierto
13Entonces David y sus hombres —ahora cerca de seiscientos— salieron de Keila y comenzaron a deambular por toda la región. Pronto llegó la noticia a Saúl de que David había escapado, por lo que decidió no ir a Keila.14David se refugió en unas fortalezas que había en el desierto y en la zona montañosa de Zif. Saúl lo perseguía día tras día, pero Dios no permitió que Saúl lo encontrara.
15Un día, cerca de Hores, David recibió la noticia de que Saúl estaba camino a Zif para buscarlo y matarlo. 16Jonatán fue a buscar a David y lo animó a que permaneciera firme en su fe en Dios. 17«No tengas miedo —le aseguró Jonatán—, ¡mi padre nunca te encontrará! Tú vas a ser el rey de Israel, y yo voy a estar a tu lado, como mi padre bien lo sabe». 18Luego los dos renovaron su pacto solemne delante del Señor. Después Jonatán regresó a su casa, mientras que David se quedó en Hores.
19Pero los hombres de Zif fueron a Saúl en Guibeá y traicionaron a David.
—Sabemos dónde se esconde David —le dijeron—. Está en las fortalezas de Hores en la colina de Haquila, que está en la parte sur de Jesimón. 20Descienda cuando esté listo, oh rey, ¡y lo atraparemos y se lo entregaremos!
21—¡Que el Señor los bendiga! —les dijo Saúl—. ¡Por fin alguien se preocupa por mí! 22Vayan y verifiquen dónde se está quedando y quién lo ha visto allí, porque sé que es muy astuto. 23Descubran sus escondites y vuelvan cuando estén seguros. Después yo iré con ustedes. Y si está en la región, lo rastrearé, ¡aunque tenga que buscar en cada escondite de Judá!
24Entonces los hombres de Zif regresaron a su casa antes de que se fuera Saúl.
Mientras tanto, David y sus hombres se trasladaron al desierto de Maón, en el valle de Arabá, al sur de Jesimón. 25Cuando David se enteró de que Saúl y sus hombres lo estaban buscando, se internó aún más en el desierto hasta llegar a la roca grande, y permaneció allí en el desierto de Maón. Pero Saúl andaba tras él en el desierto.
26Saúl y David se encontraban en lados opuestos de una montaña. Justo cuando Saúl y sus hombres comenzaban a cercar a David y a sus hombres,27le llegó un mensaje urgente al rey que le informaba que los filisteos nuevamente asaltaban a Israel. 28Entonces Saúl dejó de perseguir a David y regresó para luchar contra los filisteos. Desde entonces, el lugar donde David acampó se llama Roca de Escape.29Después David fue a vivir a las fortalezas de En-gadi.

 

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Juan 10:1-21

El buen pastor y sus ovejas
1»Les digo la verdad, el que trepa por la pared de un redil a escondidas en lugar de entrar por la puerta ¡con toda seguridad es un ladrón y un bandido! 2Pero el que entra por la puerta es el pastor de las ovejas. 3El portero le abre la puerta, y las ovejas reconocen la voz del pastor y se le acercan. Él llama a cada una de sus ovejas por su nombre y las lleva fuera del redil.4Una vez reunido su propio rebaño, camina delante de las ovejas, y ellas lo siguen porque conocen su voz. 5Nunca seguirán a un desconocido; al contrario, huirán de él porque no conocen su voz.
6Los que oyeron a Jesús usar este ejemplo no entendieron lo que quiso decir, 7entonces les dio la explicación: «Les digo la verdad, yo soy la puerta de las ovejas.8Todos los que vinieron antes que yo eran ladrones y bandidos, pero las verdaderas ovejas no los escucharon. 9Yo soy la puerta; los que entren a través de mí serán salvos.Entrarán y saldrán libremente y encontrarán buenos pastos. 10El propósito del ladrón es robar y matar y destruir; mi propósito es darles una vida plena y abundante.
11»Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida en sacrificio por las ovejas. 12El que trabaja a sueldo sale corriendo cuando ve que se acerca un lobo; abandona las ovejas, porque no son suyas y él no es su pastor. Entonces el lobo ataca el rebaño y lo dispersa. 13El cuidador contratado sale corriendo porque trabaja sólo por el dinero y, en realidad, no le importan las ovejas.
14»Yo soy el buen pastor; conozco a mis ovejas, y ellas me conocen a mí, 15como también mi Padre me conoce a mí, y yo conozco al Padre. Así que sacrifico mi vida por las ovejas.16Además, tengo otras ovejas que no están en este redil, también las debo traer. Ellas escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño con un solo pastor.
17»El Padre me ama, porque sacrifico mi vida para poder tomarla de nuevo.18Nadie puede quitarme la vida sino que yo la entrego voluntariamente en sacrificio. Pues tengo la autoridad para entregarla cuando quiera y también para volver a tomarla. Esto es lo que ordenó mi Padre».
19Al oírlo decir esas cosas, la gente volvió a dividirse en cuanto a su opinión sobre Jesús. 20Algunos decían: «Está loco y endemoniado, ¿para qué escuchar a un hombre así?». 21Otros decían: «¡No suena como alguien poseído por un demonio! ¿Acaso un demonio puede abrir los ojos de los ciegos?».

 

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Salmo 115

1No a nosotros, oh Señor, no a nosotros
sino a tu nombre le corresponde toda la gloria,
por tu amor inagotable y tu fidelidad.
2¿Por qué dejar que las naciones digan:
«Dónde está el Dios de Israel»?
3Nuestro Dios está en los cielos
y hace lo que le place.
4Los ídolos de ellos no son más que objetos de plata y oro;
manos humanas les dieron forma.
5Tienen boca pero no pueden hablar,
tienen ojos pero no pueden ver.
6Tienen oídos pero no pueden oír,
y tienen nariz, pero no pueden oler.
7Tienen manos pero no pueden sentir,
tienen pies pero no pueden caminar,
y tienen garganta pero no pueden emitir sonidos.
8Y los que hacen ídolos son iguales a ellos,
como también todos los que confían en ellos.
9¡Oh Israel, confía en el Señor!
Él es tu ayudador y tu escudo.
10¡Oh sacerdotes, descendientes de Aarón, confíen en el Señor!
Él es su ayudador y su escudo.
11¡Todos los que temen al Señor, confíen en el Señor!
Él es su ayudador y su escudo.
12El Señor se acuerda de nosotros y nos bendecirá.
Bendecirá al pueblo de Israel
y bendecirá a los sacerdotes, los descendientes de Aarón.
13Bendecirá a los que temen al Señor,
tanto a los grandes como a los humildes.
14Que el Señor los bendiga ricamente,
tanto a ustedes como a sus hijos.
15Que sean bendecidos por el Señor,
quien hizo los cielos y la tierra.
16Los cielos pertenecen al Señor,
pero él ha dado la tierra a toda la humanidad.
17Los muertos no pueden cantar alabanzas al Señor
porque han entrado en el silencio de la tumba.
18¡Pero nosotros podemos alabar al Señor
ahora y para siempre!
¡Alabado sea el Señor!

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