19 de Mayo

 

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1 Samuel 24 y 25
Juan 10:22-42
Salmo 116
Proverbios 19

 

1 Samuel 24

David perdona la vida de Saúl
1Después de que Saúl regresó de pelear contra los filisteos, se le informó que David se había ido al desierto de En-gadi. 2Entonces Saúl escogió a tres mil soldados selectos de todo Israel y fue en busca de David y de sus hombres cerca de los peñascos de las cabras salvajes.
3En el lugar donde el camino pasaba por algunos rediles, Saúl entró en una cueva para hacer sus necesidades. ¡Pero resultó que David y sus hombres estaban escondidos más adentro de esa misma cueva!
4«¡Ahora es tu oportunidad! —los hombres le susurraron a David—. Hoy el Señor te dice: “Te aseguro que pondré a tu enemigo en tu poder, para que hagas con él lo que desees”». Entonces David se le acercó sigilosamente y cortó un pedazo del borde del manto de Saúl. 
5Pero comenzó a remorderle la conciencia por haber cortado el manto de Saúl. 6«El Señor sabe que no debería haberle hecho esto a mi señor y rey —dijo a sus hombres—. Que el Señor me libre de hacerle tal cosa a mi señor el rey y atacar al ungido del Señor, porque el Señor mismo lo ha elegido». 7Entonces David contuvo a sus hombres y no les permitió que mataran a Saúl.
Después de que Saúl saliera de la cueva para seguir su camino, 8David salió y le gritó:
—¡Mi señor el rey!
Cuando Saúl miró hacia atrás, David se inclinó hasta el suelo delante de él 9y le gritó a Saúl:
—¿Por qué le hace caso a la gente que dice que quiero hacerle daño?10Este mismo día puede ver con sus propios ojos que no es verdad. Pues el Señor lo puso a mi merced allí en la cueva, y algunos de mis hombres me dijeron que lo matara, pero yo le perdoné la vida. Pues dije: “Nunca le haré daño al rey; él es el ungido del Señor”. 11Mire, padre mío, lo que tengo en mi mano. ¡Es un pedazo del borde de su manto! Yo lo corté, pero no lo maté. Esto prueba que no intento hacerle daño y que no he pecado contra usted, aun cuando usted me ha estado persiguiendo para matarme.
12»Que el Señor juzgue entre nosotros. Tal vez el Señor lo castigue por lo que intenta hacer, pero yo nunca le haré daño.13Como dice el antiguo proverbio: “De la gente malvada, provienen las malas acciones”. Así que puede estar seguro de que nunca le haré daño. 14De todas formas, ¿a quién trata de atrapar el rey de Israel? ¿Debería pasar tiempo persiguiendo a alguien que no vale más que un perro muerto o una sola pulga? 15Por lo tanto, que el Señor juzgue quién de nosotros tiene la razón y que castigue al culpable. ¡Él es mi defensor y me rescatará de su poder!
16Cuando David terminó de hablar, Saúl le respondió:
—¿Realmente eres tú, David, hijo mío?
Enseguida comenzó a llorar 17y le dijo a David:
—Eres mejor persona que yo, porque has devuelto bien por mal. 18Es cierto, has sido increíblemente bondadoso conmigo hoy, porque cuando el Señor me puso en un lugar donde pudiste haberme matado, no lo hiciste.19¿Quién otro dejaría ir a su enemigo cuando lo tiene en su poder? Que el Señor te recompense bien por la bondad que hoy me has demostrado. 20Ahora me doy cuenta de que ciertamente tú serás el rey, y de que el reino de Israel prosperará bajo tu gobierno.21Júrame, entonces, por el Señor, que cuando esto suceda, ¡no matarás a mi familia ni destruirás a mis descendientes!
22Entonces David le prometió esto a Saúl con un juramento. Después Saúl volvió a su casa, pero David y sus hombres regresaron a su fortaleza.

 

1 Samuel 25

Muerte de Samuel
1Murió Samuel, y todo Israel se reunió para su funeral. Lo enterraron en su casa en Ramá.
Nabal hace enojar a David
Luego David bajó al desierto de Maón. 2Había un hombre rico de Maón que tenía propiedades cerca de la ciudad de Carmelo. Tenía tres mil ovejas y mil cabras, y era el tiempo de la esquila. 3Este hombre se llamaba Nabal, y su esposa, Abigail, era una mujer sensata y hermosa. Pero Nabal, descendiente de Caleb, era grosero y mezquino en todos sus asuntos.
4Cuando David se enteró de que Nabal esquilaba sus ovejas, 5envió a diez de sus hombres jóvenes a Carmelo con el siguiente mensaje para Nabal: 6«¡Paz y prosperidad para ti, para tu familia y para todo lo que posees! 7Me dicen que es el tiempo de la esquila. Mientras tus pastores estuvieron entre nosotros cerca de Carmelo, nunca les hicimos daño y nunca se les robó nada. 8Pregunta a tus propios hombres, y te dirán que es cierto. Así que, ¿podrías ser bondadoso con nosotros, ya que hemos venido en tiempo de celebración? Por favor, comparte con nosotros y con tu amigo David las provisiones que tengas a la mano». 9Los hombres le dieron este mensaje a Nabal en nombre de David y esperaron la respuesta.
10«¿Quién es ese tipo David? —les dijo Nabal con desdén—. ¿Quién se cree que es este hijo de Isaí? En estos días hay muchos siervos que se escapan de sus amos.11¿Debo tomar mi pan, mi agua y la carne que maté para mis esquiladores y dárselos a un grupo de bandidos que viene de quién sabe dónde?».
12De modo que los hombres de David regresaron y le dijeron lo que Nabal había dicho. 13«¡Tomen sus espadas!», respondió David mientras se ceñía la suya. Enseguida David salió con cuatrocientos hombres, mientras doscientos se quedaron cuidando las pertenencias.
14Entre tanto, uno de los siervos de Nabal fue a decirle a Abigail: «David envió mensajeros desde el desierto para saludar a nuestro amo, pero él les respondió con insultos.15Estos hombres nos trataron muy bien y nunca sufrimos ningún daño de parte de ellos. Nada nos fue robado durante todo el tiempo que estuvimos con ellos. 16De hecho, día y noche fueron como un muro de protección para nosotros y nuestras ovejas. 17Es necesario que usted lo sepa y decida qué hacer, porque habrá problemas para nuestro amo y toda la familia. ¡Nabal tiene tan mal genio que no hay nadie que pueda hablarle!».
18Sin perder tiempo, Abigail juntó doscientos panes, dos cueros llenos de vino, cinco ovejas matadas y preparadas, un recipiente con casi cuarenta kilos de trigo tostado, cien racimos de pasas y doscientos pasteles de higo. Lo cargó todo en burros 19y les dijo a sus siervos: «Vayan adelante y dentro de poco los seguiré». Pero no le dijo a su esposo Nabal lo que estaba haciendo.
20Así que, montada en un burro, Abigail entraba a un barranco de la montaña cuando vio a David y a sus hombres acercándose a ella. 21En ese momento, David decía: «¡De nada sirvió ayudar a este tipo! Protegimos sus rebaños en el desierto y ninguna de sus posesiones se perdió o fue robada. Pero él me devolvió mal por bien.22¡Que Dios me castigue y me mate si tan solo un hombre de su casa queda con vida mañana por la mañana!».
Abigail intercede por Nabal
23Cuando Abigail vio a David, enseguida bajó de su burro y se inclinó ante él hasta el suelo.24Cayó a sus pies y le dijo:
—Toda la culpa es mía en este asunto, mi señor. Por favor, escuche lo que tengo que decir. 25Sé que Nabal es un hombre perverso y de mal genio; por favor, no le haga caso. Es un necio, como significa su nombre. Pero yo ni siquiera vi a los hombres que usted envió.
26»Ahora, mi señor, tan cierto como que el Señor vive y que usted vive, ya que el Señor impidió que usted matara y tomara venganza por su propia mano, que todos sus enemigos y los que intenten hacerle daño sean tan malditos como lo es Nabal. 27Aquí tengo un regalo que yo, su sierva, le he traído a usted y a sus hombres. 28Le ruego que me perdone si lo he ofendido en alguna manera. El Señor seguramente lo recompensará con una dinastía duradera, porque pelea las batallas del Señor y no ha hecho mal en toda su vida.
29»Aun cuando lo persigan aquellos que buscan su muerte, su vida estará a salvo al cuidado del Señor su Dios, ¡segura en su bolsa de tesoros! ¡Pero la vida de sus enemigos desaparecerá como piedras lanzadas por una honda! 30Cuando el Señor haya hecho todo lo que prometió y lo haya hecho líder de Israel,31que esta no sea una sombra en su historial. Entonces su conciencia no tendrá que llevar la pesada carga de derramamiento de sangre y venganza innecesarios. Y cuando el Señor haya hecho estas grandes cosas para usted, por favor, ¡acuérdese de mí, su sierva!
32David le respondió a Abigail:
—¡Alabado sea el Señor, Dios de Israel, quien hoy te ha enviado a mi encuentro! 33¡Gracias a Dios por tu buen juicio! Bendita seas, pues me has impedido matar y llevar a cabo mi venganza con mis propias manos. 34Juro por el Señor, Dios de Israel, quien me ha librado de hacerte daño, que si no te hubieras apresurado a venir a mi encuentro, mañana por la mañana ninguno de los hombres de Nabal habría quedado con vida.
35Entonces David aceptó su regalo y le dijo:
—Vuelve a tu casa en paz. Escuché lo que dijiste y no mataremos a tu esposo.
36Cuando Abigail llegó a su casa, encontró a Nabal dando una gran fiesta digna de un rey. Estaba muy borracho, así que no le dijo nada sobre su encuentro con David hasta el amanecer del día siguiente. 37Por la mañana, cuando Nabal estaba sobrio, su esposa le contó lo que había sucedido. Como consecuencia tuvo un derrame cerebral y quedó paralizado en su cama como una piedra. 38Unos diez días más tarde, el Señor lo hirió y murió.
David se casa con Abigail
39Cuando David oyó que Nabal había muerto, dijo: «Alabado sea el Señor, que vengó el insulto que recibí de Nabal y me impidió que tomara venganza por mí mismo. Nabal recibió el castigo por su pecado». Después David envió mensajeros a Abigail pidiéndole que fuera su esposa.
40Cuando los mensajeros llegaron a Carmelo, le dijeron a Abigail:
—David nos ha enviado para que la llevemos a fin de que se case con él.
41Entonces ella se inclinó al suelo y respondió:
—Yo, su sierva, estaría encantada de casarme con David. ¡Aun estaría dispuesta a ser una esclava y lavar los pies de sus siervos!
42Así que enseguida se preparó, llevó a cinco de sus siervas como asistentes, se montó en su burro, y fue con los mensajeros de David. Y se convirtió en su esposa. 43David también se casó con Ahinoam de Jezreel, así que las dos fueron sus esposas. 44Mientras tanto, Saúl había dado a su hija Mical, esposa de David, a un hombre de Galim llamado Palti, hijo de Lais.

 

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Juan 10:22-42

Jesús afirma ser el Hijo de Dios
22Ya era invierno, y Jesús estaba en Jerusalén durante el tiempo de Januká, el Festival de la Dedicación. 23Se encontraba en el templo, caminando por la parte conocida como el pórtico de Salomón. 24Algunas personas lo rodearon y le preguntaron:
—¿Hasta cuándo nos tendrás en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo sin rodeos.
25Jesús les contestó:
—Yo ya les dije, y ustedes no me creen. La prueba es la obra que hago en nombre de mi Padre,26pero ustedes no me creen porque no son mis ovejas. 27Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco, y ellas me siguen. 28Les doy vida eterna, y nunca perecerán. Nadie puede quitármelas, 29porque mi Padre me las ha dado, y él es más poderoso que todos. Nadie puede quitarlas de la mano del Padre. 30El Padre y yo somos uno.
31Una vez más, las personas tomaron piedras para matarlo.32Jesús dijo:
—Bajo la dirección de mi Padre, he realizado muchas buenas acciones. ¿Por cuál de todas ellas me van a apedrear?
33—No te apedreamos por ninguna buena acción, ¡sino por blasfemia! —contestaron—. Tú, un hombre común y corriente, afirmas ser Dios.
34Jesús respondió:
—En sus propias Escrituras está registrado que Dios les dijo a ciertos líderes del pueblo: “Yo digo que ustedes son dioses”. 35Y ustedes bien saben que las Escrituras no pueden ser modificadas. Así que, si a las personas que recibieron el mensaje de Dios se les llamó “dioses”, 36¿por qué ustedes me acusan de blasfemar cuando digo: “Soy el Hijo de Dios”? Después de todo, el Padre me separó y me envió al mundo. 37No me crean a menos que lleve a cabo las obras de mi Padre;38pero si hago su trabajo, entonces crean en las obras milagrosas que he hecho aunque no me crean a mí. Entonces sabrán y entenderán que el Padre está en mí y yo estoy en el Padre.
39Una vez más trataron de arrestarlo, pero él se escapó y los dejó. 40Se fue al otro lado del río Jordán, cerca del lugar donde Juan bautizaba al principio, y se quedó un tiempo allí.41Y muchos lo siguieron. «Juan no hacía señales milagrosas —se comentaban unos a otros—, pero todo lo que dijo acerca de este hombre resultó ser cierto». 42Y muchos de los que estaban allí creyeron en Jesús.

 

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Salmo 116

1Amo al Señor porque escucha mi voz
y mi oración que pide misericordia.
2Debido a que él se inclina para escuchar,
¡oraré mientras tenga aliento!
3La muerte me envolvió en sus cuerdas;
los terrores de la tumba se apoderaron de mí.
Lo único que veía era dificultad y dolor.
4Entonces invoqué el nombre del Señor:
«¡Señor, por favor, sálvame!».
5¡Qué bondadoso es el Señor! ¡Qué bueno es él!
¡Tan misericordioso, este Dios nuestro!
6El Señor protege a los que tienen fe como de un niño;
estuve frente a la muerte, y él me salvó.
7Que mi alma descanse nuevamente,
porque el Señor ha sido bueno conmigo.
8Me rescató de la muerte,
quitó las lágrimas de mis ojos,
y libró a mis pies de tropezar.
9¡Así que camino en la presencia del Señor
mientras vivo aquí en la tierra!
10Creí en ti, por tanto dije:
«Señor, estoy muy afligido».
11En mi ansiedad clamé a ti:
«¡Estas personas son todas mentirosas!».
12¿Qué puedo ofrecerle al Señor
por todo lo que ha hecho a mi favor?
13Levantaré la copa de la salvación
y alabaré el nombre del Señor por salvarme.
14Cumpliré las promesas que le hice al Señor
en presencia de todo su pueblo.
15Al Señor le conmueve profundamente
la muerte de sus amados.
16Oh Señor, soy tu siervo;
sí, soy tu siervo, nací en tu casa;
me has liberado de mis cadenas.
17Te ofreceré un sacrificio de agradecimiento
e invocaré el nombre del Señor.
18Cumpliré mis votos al Señor
en presencia de todo su pueblo,
19en la casa del Señor,
en el corazón de Jerusalén.
¡Alabado sea el Señor!

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