Jesús nos enseñó que el máximo acto de amor es dar la vida por los
demás. De hecho, Jesús dijo: "El Padre me ama, porque sacrifico mi
vida para poder tomarla de nuevo." (Juan 10:17).
Las personas que consideran las necesidades de los demás por delante
de las suyas son los verdaderos pastores en el espíritu de Jesús.
Por otro lado, las personas con espíritu de asalariado sólo se
preocupan por lo que se refiere a su propio bienestar.
Pablo dijo: "No cuento con nadie como Timoteo, quien se preocupa
genuinamente por el bienestar de ustedes." (Filipenses 2:20). El
verdadero amor de Cristo se define en 1 Juan 3:16: "Conocemos lo que
es el amor verdadero, porque Jesús entregó su vida por nosotros. De
manera que nosotros también tenemos que dar la vida por nuestros
hermanos."
Así como David abandonó su propia seguridad y fue a rescatar a Keila
(1 Samuel 23:2), debemos abandonar nuestros propios intereses y
comenzar a dar la vida por los demás. No vamos a perder nuestras
vidas; ¡las ganaremos!
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