5 de Mayo

 

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Jueces 21
Rut 1
Juan 4:4-42
Salmo 105:1-15
Proverbios 5

 

Jueces 21

Esposas para Benjamín
1Los israelitas habían jurado en Mizpa: «Nunca daremos nuestras hijas en matrimonio a ningún hombre de la tribu de Benjamín». 2Entonces el pueblo de Israel fue a Betel y permaneció en presencia de Dios hasta la noche, llorando amargamente en voz alta. 3«Oh Señor, Dios de Israel —clamaban—, ¿por qué ha sucedido esto en Israel? ¡Ahora Israel ha perdido una de sus tribus!».
4Temprano a la mañana siguiente, el pueblo construyó un altar y allí presentó sus ofrendas quemadas y ofrendas de paz.5Entonces se preguntaron: «¿Quién de entre las tribus de Israel no estuvo con nosotros en Mizpa cuando nos reunimos en asamblea en presencia del Señor?». En esa ocasión, habían hecho un juramento solemne ante el Señorde que matarían a todo el que se negara a presentarse.
6Los israelitas sintieron lástima por su hermano Benjamín y dijeron: «Hoy ha sido cortada una de las tribus de Israel. 7¿Cómo podemos encontrar esposas para los pocos hombres que quedan, ya que hemos jurado por el Señor que no les daríamos nuestras hijas en matrimonio?».
8Así que preguntaron: «¿Quién de entre las tribus de Israel no estuvo con nosotros en Mizpa cuando nos reunimos en asamblea en presencia del Señor?». Y descubrieron que ninguno de Jabes de Galaad había asistido a la asamblea. 9Pues luego de contar a todos los presentes, no había nadie de Jabes de Galaad.
10Entonces la asamblea envió a doce mil de sus mejores guerreros a Jabes de Galaad con órdenes de matar a todos los habitantes, entre ellos mujeres y niños.11«Lo que harán —les dijeron— es destruir por completoa todos los varones y a las mujeres que no sean vírgenes».12Entre los habitantes de Jabes de Galaad, encontraron a cuatrocientas muchachas vírgenes, que nunca se habían acostado con un hombre, y las llevaron al campamento en Silo, que está en la tierra de Canaán.
13Así que la asamblea de Israel envió una delegación de paz a los hombres que habían quedado de Benjamín, y que estaban viviendo en la roca de Rimón. 14Entonces los hombres de Benjamín volvieron a sus hogares y recibieron como esposas a las cuatrocientas mujeres de Jabes de Galaad, a quienes se les había perdonado la vida. Pero no hubo suficientes mujeres para todos los hombres.
15El pueblo sintió lástima por Benjamín, porque el Señor había dejado un vacío en las tribus de Israel. 16A raíz de eso, los ancianos de la asamblea preguntaron: «¿Cómo podemos conseguir esposas para los pocos que quedan, ya que las mujeres de la tribu de Benjamín están muertas? 17Los sobrevivientes deben tener herederos, para que no quede exterminada toda una tribu de Israel. 18Pero no podemos darles a nuestras hijas en matrimonio porque hemos jurado solemnemente que quien lo haga caerá bajo la maldición de Dios».
19Entonces se acordaron del festival anual del Señor que se celebra en Silo, al sur de Lebona y al norte de Betel, por el lado oriente del camino que va de Betel a Siquem. 20Así que les dijeron a los hombres de Benjamín que aún necesitaban esposa: «Vayan y escóndanse en los viñedos. 21Cuando vean que las jóvenes de Silo salen a danzar, salgan corriendo de los viñedos, y entonces cada uno de ustedes llévese a una de ellas a la tierra de Benjamín, para que sea su esposa. 22Cuando los padres y los hermanos de las muchachas vengan a reclamarnos, nosotros les diremos: “Sean comprensivos, por favor. Dejen que se queden con sus hijas, porque no encontramos esposas para todos ellos cuando destruimos Jabes de Galaad. Y ustedes no son culpables de romper el voto, ya que, en realidad, no les entregaron a sus hijas en matrimonio”».
23Así que los hombres de Benjamín hicieron lo que se les dijo. Cada hombre tomó a una de las mujeres mientras danzaban en la celebración, y se la llevó para que fuera su esposa. Regresaron a su propia tierra, reedificaron sus ciudades y vivieron en ellas.
24Luego el pueblo de Israel se retiró por tribus y familias, y cada uno volvió a su propia casa.
25En esos días, Israel no tenía rey; cada uno hacía lo que le parecía correcto según su propio criterio.

 

Rut 1

Elimelec traslada a su familia a Moab
1En los días en que los jueces gobernaban Israel, un hambre severa azotó la tierra. Por eso, un hombre de Belén de Judá dejó su casa y se fue a vivir a la tierra de Moab, junto con su esposa y sus dos hijos. 2El hombre se llamaba Elimelec, y el nombre de su esposa era Noemí. Sus dos hijos se llamaban Mahlón y Quelión. Eran efrateos de Belén, en la tierra de Judá. Así que cuando llegaron a Moab se establecieron allí.
3Tiempo después murió Elimelec, y Noemí quedó sola con sus dos hijos. 4Ellos se casaron con mujeres moabitas. Uno se casó con una mujer llamada Orfa y el otro con una mujer llamada Rut. Pero unos diez años después 5murieron tanto Mahlón como Quelión. Entonces, Noemí quedó sola, sin sus dos hijos y sin su esposo.
Noemí y Rut regresan a Judá
6Estando en Moab, Noemí se enteró de que el Señorhabía bendecido a su pueblo en Judá al volver a darle buenas cosechas. Entonces Noemí y sus nueras se prepararon para salir de Moab y regresar a su tierra natal.7Acompañada por sus dos nueras, partió del lugar donde vivía y tomó el camino que las llevaría de regreso a Judá.
8Sin embargo, ya puestas en camino, Noemí les dijo a sus dos nueras:
—Vuelva cada una a la casa de su madre, y que el Señor las recompense por la bondad que mostraron a sus esposos y a mí. 9Que el Señor las bendiga con la seguridad de un nuevo matrimonio.
Entonces les dio un beso de despedida y todas se echaron a llorar desconsoladas.
10—No —le dijeron—, queremos ir contigo a tu pueblo.
11Pero Noemí respondió:
—¿Por qué habrían de continuar conmigo? ¿Acaso puedo tener más hijos que crezcan y sean sus esposos? 12No, hijas mías, regresen a la casa de sus padres, porque ya soy demasiado vieja para volverme a casar. Aunque fuera posible, y me casara esta misma noche y tuviera hijos varones, entonces, ¿qué?13¿Esperarían ustedes hasta que ellos crecieran y se negarían a casarse con algún otro? ¡Por supuesto que no, hijas mías! La situación es mucho más amarga para mí que para ustedes, porque el Señor mismo ha levantado su puño contra mí.
14Entonces volvieron a llorar juntas y Orfa se despidió de su suegra con un beso, pero Rut se aferró con firmeza a Noemí.
15—Mira —le dijo Noemí—, tu cuñada regresó a su pueblo y a sus dioses. Tú deberías hacer lo mismo.
16Pero Rut respondió:
—No me pidas que te deje y regrese a mi pueblo. A donde tú vayas, yo iré; dondequiera que tú vivas, yo viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios. 17Donde tú mueras, allí moriré y allí me enterrarán. ¡Que Dios me castigue severamente si permito que algo nos separe, aparte de la muerte!
18Cuando Noemí vio que Rut estaba decidida a irse con ella, no insistió más.
19De modo que las dos siguieron el viaje. Cuando entraron a Belén, todo el pueblo se conmocionó por causa de su llegada.
—¿De verdad es Noemí? —preguntaban las mujeres.
20—No me llamen Noemí —contestó ella—. Más bien llámenme Mara, porque el Todopoderoso me ha hecho la vida muy amarga. 21Me fui llena, pero el Señor me ha traído vacía a casa. ¿Por qué llamarme Noemí cuando el Señor me ha hecho sufrir y el Todopoderoso ha enviado semejante tragedia sobre mí?
22Así que Noemí regresó de Moab acompañada de su nuera Rut, la joven moabita. Llegaron a Belén a fines de la primavera, al comienzo de la cosecha de la cebada.

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Juan 4:4-42

4En el camino, tenía que pasar por Samaria. 5Entonces llegó a una aldea samaritana llamada Sicar, cerca del campo que Jacob le dio a su hijo José. 6Allí estaba el pozo de Jacob; y Jesús, cansado por la larga caminata, se sentó junto al pozo cerca del mediodía. 7Poco después, llegó una mujer samaritana a sacar agua, y Jesús le dijo:
—Por favor, dame un poco de agua para beber.
8Él estaba solo en ese momento porque sus discípulos habían ido a la aldea a comprar algo para comer.
9La mujer se sorprendió, ya que los judíos rechazan todo trato con los samaritanos.Entonces le dijo a Jesús:
—Usted es judío, y yo soy una mujer samaritana. ¿Por qué me pide agua para beber?
10Jesús contestó:
—Si tan solo supieras el regalo que Dios tiene para ti y con quién estás hablando, tú me pedirías a mí, y yo te daría agua viva.
11—Pero señor, usted no tiene ni una soga ni un balde —le dijo ella—, y este pozo es muy profundo. ¿De dónde va a sacar esa agua viva?12Además, ¿se cree usted superior a nuestro antepasado Jacob, quien nos dio este pozo? ¿Cómo puede usted ofrecer mejor agua que la que disfrutaron él, sus hijos y sus animales?
13Jesús contestó:
—Cualquiera que beba de esta agua pronto volverá a tener sed, 14pero todos los que beban del agua que yo doy no tendrán sed jamás. Esa agua se convierte en un manantial que brota con frescura dentro de ellos y les da vida eterna.
15—Por favor, señor —le dijo la mujer—, ¡déme de esa agua! Así nunca más volveré a tener sed y no tendré que venir aquí a sacar agua.
16Jesús le dijo:
—Ve y trae a tu esposo.
17—No tengo esposo —respondió la mujer.
—Es cierto —dijo Jesús—. No tienes esposo 18porque has tenido cinco esposos y ni siquiera estás casada con el hombre con el que ahora vives. ¡Ciertamente dijiste la verdad!
19—Señor —dijo la mujer—, seguro que usted es profeta. 20Así que dígame, ¿por qué ustedes, los judíos, insisten en que Jerusalén es el único lugar donde se debe adorar, mientras que nosotros, los samaritanos, afirmamos que es aquí, en el monte Gerizim,donde adoraron nuestros antepasados?
21Jesús le contestó:
—Créeme, querida mujer, que se acerca el tiempo en que no tendrá importancia si se adora al Padre en este monte o en Jerusalén. 22Ustedes, los samaritanos, saben muy poco acerca de aquel a quien adoran, mientras que nosotros, los judíos, conocemos bien a quien adoramos, porque la salvación viene por medio de los judíos. 23Pero se acerca el tiempo —de hecho, ya ha llegado— cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. El Padre busca personas que lo adoren de esa manera. 24Pues Dios es Espíritu, por eso todos los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad.
25La mujer dijo:
—Sé que el Mesías está por venir, al que llaman Cristo. Cuando él venga, nos explicará todas las cosas.
26Entonces Jesús le dijo:
—¡Yo Soy el Mesías!
27Justo en ese momento, volvieron sus discípulos. Se sorprendieron al ver que Jesús hablaba con una mujer, pero ninguno se atrevió a preguntarle: «¿Qué quieres de ella?» o «¿Por qué le hablas?». 28La mujer dejó su cántaro junto al pozo y volvió corriendo a la aldea mientras les decía a todos: 29«¡Vengan a ver a un hombre que me dijo todo lo que he hecho en mi vida! ¿No será este el Mesías?». 30Así que la gente salió de la aldea para verlo.
31Mientras tanto, los discípulos le insistían a Jesús:
—Rabí, come algo.
32Jesús les respondió:
—Yo tengo una clase de alimento que ustedes no conocen.
33«¿Le habrá traído alguien de comer mientras nosotros no estábamos?» —se preguntaban los discípulos unos a otros.
34Entonces Jesús explicó:
—Mi alimento consiste en hacer la voluntad de Dios, quien me envió, y en terminar su obra. 35Ustedes conocen el dicho: “Hay cuatro meses entre la siembra y la cosecha”, pero yo les digo: despierten y miren a su alrededor, los campos ya están listos para la cosecha. 36A los segadores se les paga un buen salario, y los frutos que cosechan son personas que pasan a tener la vida eterna. ¡Qué alegría le espera tanto al que siembra como al que cosecha! 37Ya saben el dicho: “Uno siembra y otro cosecha”, y es cierto. 38Yo los envié a ustedes a cosechar donde no sembraron; otros ya habían hecho el trabajo, y ahora a ustedes les toca levantar la cosecha.
Muchos samaritanos creen
39Muchos samaritanos de esa aldea creyeron en Jesús, porque la mujer había dicho: «¡Él me dijo todo lo que hice en mi vida!». 40Cuando salieron a verlo, le rogaron que se quedara en la aldea. Así que Jesús se quedó dos días,41tiempo suficiente para que muchos más escucharan su mensaje y creyeran. 42Luego le dijeron a la mujer: «Ahora creemos, no solo por lo que tú nos dijiste, sino porque lo hemos oído en persona. Ahora sabemos que él es realmente el Salvador del mundo».

 

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Salmo 105:1-15

1Den gracias al Señor y proclamen su grandeza;
que todo el mundo sepa lo que él ha hecho.
2Canten a él; sí, cántenle alabanzas;
cuéntenle a todo el mundo acerca de sus obras maravillosas.
3Regocíjense por su santo nombre;
alégrense ustedes, los que adoran al Señor.
4Busquen al Señor y a su fuerza,
búsquenlo continuamente.
5Recuerden las maravillas y los milagros que ha realizado,
y los decretos que ha dictado,
6ustedes, hijos de su siervo Abraham,
descendientes de Jacob, los elegidos de Dios.
7Él es el Señor nuestro Dios;
su justicia se ve por toda la tierra.
8Siempre se atiene a su pacto,
al compromiso que adquirió con mil generaciones.
9Es el pacto que hizo con Abraham
y el juramento que le hizo a Isaac.
10Se lo confirmó a Jacob como un decreto
y al pueblo de Israel como un pacto eterno:
11«Te daré la tierra de Canaán
como tu preciada posesión».
12Eso lo dijo cuando eran unos pocos,
un pequeño grupo de extranjeros en Canaán.
13Anduvieron de nación en nación,
de un reino a otro.
14Sin embargo, él no permitió que nadie los oprimiera.
A favor de ellos, les advirtió a los reyes:
15«No toquen a mi pueblo elegido
ni hagan daño a mis profetas».

 

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