2 de Mayo

 

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Jueces 15 y 16
Juan 2:1-25
Salmo 103
Proverbios 2

 

Jueces 15

Sansón se venga de los filisteos
1Más tarde, durante la cosecha del trigo, Sansón fue y llevó un cabrito de regalo a su mujer y dijo:
—Voy al cuarto de mi esposa para acostarme con ella.
Pero el padre de la mujer no lo dejó entrar. 2Y le explicó:
—En verdad creí que la odiabas así que la entregué en matrimonio a tu padrino de boda. Pero mira, su hermana menor es más hermosa todavía. Cásate con ella en su lugar.
3Sansón dijo:
—Esta vez no podrán culparme de todo lo que les haré a ustedes, filisteos.
4Entonces salió y atrapó trescientas zorras. Les ató las colas por parejas y amarró una antorcha a cada par de colas. 5Después, encendió las antorchas y soltó las zorras para que corrieran por los campos de grano de los filisteos. Así les quemó todo el grano hasta reducirlo a cenizas, aun las gavillas y el grano sin cortar. También les destruyó los viñedos y los olivares.
6—¿Quién hizo esto? —preguntaron los filisteos.
—Sansón —respondieron—, porque su suegro de Timna entregó a su esposa en matrimonio al que fue el padrino de su boda.
Entonces los filisteos fueron a buscar a la mujer y a su padre, y los quemaron vivos.
7—¡Por esto que hicieron —juró Sansón—, no descansaré hasta vengarme de ustedes!
8Luego atacó a los filisteos, lleno de furia, y mató a muchos de ellos. Después se fue a vivir a una cueva en la roca de Etam.
9En represalia, los filisteos armaron su campamento en Judá y se extendieron hasta cerca de la ciudad de Lehi.10Entonces los hombres de Judá les preguntaron a los filisteos:
—¿Por qué nos atacan?
—Vinimos para capturar a Sansón —contestaron los filisteos—, y a vengarnos por lo que nos hizo.
11Entonces tres mil hombres de Judá bajaron a buscar a Sansón, dentro de la cueva en la roca de Etam, y le dijeron:
—¿No te das cuenta de que los filisteos nos gobiernan? ¿Qué nos estás haciendo?
Pero Sansón les contestó:
—Yo sólo les hice a ellos lo que ellos me hicieron a mí.
12Pero los hombres de Judá le dijeron:
—Vinimos para amarrarte y entregarte a los filisteos.
—Está bien —les dijo Sansón—. Pero prométanme que no me matarán ustedes.
13—Nosotros solo te amarraremos y te entregaremos a los filisteos —respondieron ellos—. No te mataremos.
Así que lo amarraron con dos sogas nuevas y lo sacaron de la roca.
14Cuando Sansón llegó a Lehi, los filisteos salieron gritando de triunfo. Sin embargo, el Espíritu del Señor vino con poder sobre Sansón, y él rompió las sogas que tenía atadas en los brazos como si fueran hilos de lino quemados, y cayeron de las muñecas. 15Luego Sansón encontró la quijada de un burro recién matado. La levantó, y la usó para matar a mil filisteos. 16Después dijo:
«¡Con la quijada de un burro,
los he apilado en montones!
¡Con la quijada de un burro,
he matado a mil hombres!».
17Cuando acabó de jactarse, tiró la quijada; y a ese lugar se le llamó «Colina de la Quijada».
18Después Sansón tuvo mucha sed y clamó al Señor: «Has logrado esta gran victoria por medio de la fuerza de tu siervo, ¿y ahora tengo que morir de sed y caer en manos de estos paganos?».19Entonces Dios hizo que brotara agua a chorros de un hoyo en el suelo de Lehi, y Sansón se reanimó al beber. Luego llamó a ese lugar «Manantial del que Clamó», el cual todavía se encuentra en Lehi hasta el día de hoy.
20Sansón fue juez de Israel por veinte años, durante el tiempo en que los filisteos dominaban la tierra.

 

Jueces 16:1-31

Sansón se lleva las puertas de Gaza
1Cierto día Sansón fue a la ciudad filistea de Gaza y pasó la noche con una prostituta. 2Pronto corrió la voz de que Sansón estaba allí, así que los hombres de Gaza se reunieron y esperaron toda la noche en las puertas de la ciudad. Se mantuvieron en silencio durante la noche mientras se decían: «Con la luz de la mañana, lo mataremos».
3Pero Sansón estuvo acostado solamente hasta la medianoche. Luego se levantó, agarró las puertas de la ciudad con los dos postes y las levantó con tranca y todo. Se las puso sobre los hombros y las llevó a cuestas hasta la cima de la colina situada frente a Hebrón.
Sansón y Dalila
4Tiempo después, Sansón se enamoró de una mujer llamada Dalila, que vivía en el valle de Sorec. 5Los gobernantes de los filisteos fueron a verla y le dijeron: «Seduce a Sansón para que te diga qué lo hace tan fuerte, y cómo es posible dominarlo y atarlo sin que se suelte. Luego, cada uno de nosotros te dará mil cien piezas de plata».
6Así que Dalila le dijo a Sansón:
—Dime, por favor, qué te hace tan fuerte, y con qué podrían amarrarte sin que te liberes.
7Sansón respondió:
—Si me ataran con siete cuerdas de arco que sean nuevas y que aún no se hayan secado, me volvería tan débil como cualquier otro hombre.
8Entonces los gobernantes filisteos le llevaron a Dalila siete cuerdas nuevas, y con ellas ató a Sansón.9Dalila había escondido a algunos hombres en una de las habitaciones internas de su casa, y gritó: «¡Sansón! ¡Los filisteos han venido a capturarte!»; pero Sansón rompió las cuerdas de arco como se rompe una cuerda cuando la quema el fuego. Así que no descubrieron el secreto de su fuerza.
10Después Dalila le dijo:
—¡Hasta ahora te has burlado de mí y me has dicho mentiras! Así que, por favor, dime cómo es posible amarrarte sin que te liberes.
11Sansón respondió:
—Si me ataran con sogas totalmente nuevas, que nunca se hayan usado, me volvería tan débil como cualquier otro hombre.
12Así que Dalila tomó sogas nuevas y ató a Sansón con ellas. Los hombres estaban escondidos en otra habitación como antes, y de nuevo Dalila gritó: «¡Sansón! ¡Los filisteos han venido a capturarte!»; pero otra vez Sansón rompió las sogas que le ataban los brazos como si fueran hilos.
13Entonces Dalila dijo:
—¡Hasta ahora te has burlado de mí y me has dicho mentiras! Dime ya cómo es posible amarrarte sin que te liberes.
Sansón respondió:
—Si entretejieras las siete trenzas de mi cabello con la tela del telar y lo aseguraras con la lanzadera del telar, me volvería tan débil como cualquier otro hombre.
Así que, mientras él dormía, Dalila le entretejió las siete trenzas del cabello con la tela.14Después la aseguró con la lanzadera del telar. Una vez más gritó: «¡Sansón! ¡Los filisteos han venido a capturarte!»; pero Sansón se despertó, arrancó la lanzadera del telar y sacó de un tirón su cabello del telar y de la tela.
15Entonces Dalila, haciendo pucheros, le dijo: «¿Cómo puedes decirme “te amo” si no me confías tus secretos? ¡Ya te has burlado de mí tres veces y aún no me has dicho lo que te hace tan fuerte!». 16Día tras día lo estuvo fastidiando hasta que se hartó de tanta insistencia.
17Entonces finalmente Sansón le reveló su secreto: «Nunca se me ha cortado el cabello —le confesó—, porque fui consagrado a Dios como nazareo desde mi nacimiento. Si me raparan la cabeza, perdería la fuerza, y me volvería tan débil como cualquier otro hombre».
18Así que Dalila se dio cuenta de que por fin Sansón le había dicho la verdad, y mandó llamar a los gobernantes filisteos. «Vuelvan una vez más —les dijo—, porque al fin me reveló su secreto». Entonces los gobernantes filisteos volvieron con el dinero en las manos. 19Dalila arrulló a Sansón hasta dormirlo con la cabeza sobre su regazo, y luego hizo entrar a un hombre para que le afeitara las siete trenzas del cabello. De esa forma, comenzó a debilitarlo, y la fuerza lo abandonó.
20Entonces ella gritó: «¡Sansón! ¡Los filisteos han venido a capturarte!».
Cuando se despertó, pensó: «Haré como antes y enseguida me liberaré»; pero no se daba cuenta de que el Señor lo había abandonado.
21Así que los filisteos lo capturaron y le sacaron los ojos. Se lo llevaron a Gaza, donde lo ataron con cadenas de bronce y lo obligaron a moler grano en la prisión.
22Pero en poco tiempo, el cabello comenzó a crecerle otra vez.
Victoria final de Sansón
23Entonces los gobernantes filisteos se juntaron para celebrar un gran festival, en el que ofrecían sacrificios y alababan a su dios Dagón diciendo: «¡Nuestro dios nos ha dado la victoria sobre Sansón, nuestro enemigo!».
24Cuando el pueblo vio a Sansón, también alabó a su dios diciendo: «¡Nuestro dios nos ha entregado a nuestro enemigo! ¡El que mató a tantos de nosotros ahora está en nuestro poder!».
25Los presentes, ya medio borrachos, exigieron: «¡Traigan a Sansón para que nos divierta!». Así que lo sacaron de la prisión para que los entretuviera, y lo pusieron de pie entre las columnas que sostenían la azotea.
26Sansón le dijo al joven sirviente que lo llevaba de la mano: «Pon mis manos sobre las columnas que sostienen el templo. Quiero recostarme en ellas».27Ahora bien, el templo estaba totalmente lleno de gente. Todos los gobernantes filisteos estaban presentes, y en la azotea había cerca de tres mil hombres y mujeres, mirando el entretenimiento de Sansón.
28Entonces Sansón oró al Señor: «Señor Soberano, acuérdate de mí otra vez. Oh Dios, te ruego que me fortalezcas sólo una vez más. Con un solo golpe, déjame vengarme de los filisteos por la pérdida de mis dos ojos». 29Entonces Sansón apoyó las manos sobre las dos columnas centrales que sostenían el templo; las empujó con ambas manos 30y pidió en oración: «Déjame morir con los filisteos». Y el templo se derrumbó sobre los gobernantes filisteos y todos los demás presentes. De esa manera, Sansón mató más personas al morir, que las que había matado durante toda su vida.
31Más tarde, sus hermanos y otros parientes descendieron a la ciudad para recoger su cuerpo. Lo llevaron de regreso a su tierra y lo enterraron entre Zora y Estaol, donde estaba enterrado Manoa, su padre. Sansón fue juez de Israel durante veinte años.

 

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Juan 2:1-25

La boda de Caná
1Al día siguiente, se celebró una boda en la aldea de Caná de Galilea. La madre de Jesús estaba presente, 2y también fueron invitados a la fiesta Jesús y sus discípulos.3Durante la celebración, se acabó el vino, entonces la madre de Jesús le dijo:
—Se quedaron sin vino.
4—Apreciada mujer, ese no es nuestro problema —respondió Jesús—. Todavía no ha llegado mi momento.
5Sin embargo, su madre les dijo a los sirvientes: «Hagan lo que él les diga».
6Cerca de allí había seis tinajas de piedra, que se usaban para el lavado ceremonial de los judíos. Cada tinaja tenía una capacidad de entre setenta y cinco a ciento trece litros. 7Jesús les dijo a los sirvientes: «Llenen las tinajas con agua». Una vez que las tinajas estuvieron llenas, 8les dijo: «Ahora saquen un poco y llévenselo al maestro de ceremonias». Así que los sirvientes siguieron sus indicaciones.
9Cuando el maestro de ceremonias probó el agua que ahora era vino, sin saber de dónde provenía (aunque, por supuesto, los sirvientes sí lo sabían), mandó a llamar al novio. 10«Un anfitrión siempre sirve el mejor vino primero —le dijo—, y una vez que todos han bebido bastante, comienza a ofrecer el vino más barato. ¡Pero tú has guardado el mejor vino hasta ahora!».
11Esta señal milagrosa en Caná de Galilea marcó la primera vez que Jesús reveló su gloria. Y sus discípulos creyeron en él.
12Después de la boda, se fue unos días a Capernaúm con su madre, sus hermanos y sus discípulos.
Jesús despeja el templo
13Se acercaba la fecha de la celebración de la Pascua judía, así que Jesús fue a Jerusalén. 14Vio que en la zona del templo había unos comerciantes que vendían ganado, ovejas y palomas para los sacrificios; vio a otros que estaban en sus mesas cambiando dinero extranjero.15Jesús se hizo un látigo con unas cuerdas y expulsó a todos del templo. Echó las ovejas y el ganado, arrojó por el suelo las monedas de los cambistas y les volteó las mesas.16Luego se dirigió a los que vendían palomas y les dijo:«Saquen todas esas cosas de aquí. ¡Dejen de convertir la casa de mi Padre en un mercado!».
17Entonces sus discípulos recordaron la profecía de las Escrituras que dice: «El celo por la casa de Dios me consumirá».
18Pero los líderes judíos exigieron:
—¿Qué estás haciendo? Si Dios te dio autoridad para hacer esto, muéstranos una señal milagrosa que lo compruebe.
19—De acuerdo —contestó Jesús—. Destruyan este templo y en tres días lo levantaré.
20—¡Qué dices! —exclamaron—. Tardaron cuarenta y seis años en construir este templo, ¿y tú puedes reconstruirlo en tres días?
21Pero cuando Jesús dijo «este templo», se refería a su propio cuerpo. 22Después que resucitó de los muertos, sus discípulos recordaron que había dicho esto y creyeron en las Escrituras y también en lo que Jesús había dicho.
Jesús y Nicodemo
23Debido a las señales milagrosas que Jesús hizo en Jerusalén durante la celebración de la Pascua, muchos comenzaron a confiar en él; 24pero Jesús no confiaba en ellos porque conocía la naturaleza humana. 25No hacía falta que nadie le dijera cómo es el ser humano.

 

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Salmo 103

Salmo de David.


1Que todo lo que soy alabe al Señor;
con todo el corazón alabaré su santo nombre.
2Que todo lo que soy alabe al Señor;
que nunca olvide todas las cosas buenas que hace por mí.
3Él perdona todos mis pecados
y sana todas mis enfermedades.
4Me redime de la muerte
y me corona de amor y tiernas misericordias.
5Colma mi vida de cosas buenas;
¡mi juventud se renueva como la del águila!
6El Señor da rectitud
y hace justicia a los que son tratados injustamente.
7Dio a conocer su carácter a Moisés
y sus obras al pueblo de Israel.
8El Señor es compasivo y misericordioso,
lento para enojarse y está lleno de amor inagotable.
9No nos reprenderá todo el tiempo,
ni seguirá enojado para siempre.
10No nos castiga por todos nuestros pecados;
no nos trata con la severidad que merecemos.
11Pues su amor inagotable hacia los que le temen
es tan inmenso como la altura de los cielos sobre la tierra.
12Llevó nuestros pecados tan lejos de nosotros
como está el oriente del occidente.
13El Señor es como un padre con sus hijos,
tierno y compasivo con los que le temen.
14Pues él sabe lo débiles que somos;
se acuerda de que somos tan solo polvo.
15Nuestros días sobre la tierra son como la hierba;
igual que las flores silvestres, florecemos y morimos.
16El viento sopla, y desaparecemos
como si nunca hubiéramos estado aquí.
17Pero el amor del Señor permanece para siempre
con los que le temen.
¡Su salvación se extiende a los hijos de los hijos
18de los que son fieles a su pacto,
de los que obedecen sus mandamientos!
19El Señor ha hecho de los cielos su trono,
desde allí gobierna todo.
20Alaben al Señor, ustedes los ángeles,
ustedes los poderosos que llevan a cabo sus planes,
que están atentos a cada uno de sus mandatos.
21¡Sí, alaben al Señor, ejércitos de ángeles
que le sirven y hacen su voluntad!
22Alabe al Señor todo lo que él ha creado,
todo lo que hay en su reino.
Que todo lo que soy, alabe al Señor.

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