1 de Mayo

 

<

 

>

Jueces 13:1 al 14:20
Juan 1:29-51
Salmo 102
Proverbios 1

 

Jueces 13

Nacimiento de Sansón
1Una vez más, los israelitas hicieron lo malo a los ojos del Señor, así que el Señor los entregó en manos de los filisteos, quienes los oprimieron durante cuarenta años.
2En esos días, vivía en la ciudad de Zora un hombre llamado Manoa, de la tribu de Dan. Su esposa no podía quedar embarazada, y no tenían hijos. 3Entonces el ángel del Señor se le apareció a la esposa de Manoa y le dijo: «Aunque no has podido tener hijos, pronto quedarás embarazada y darás a luz un hijo varón. 4Así que ten cuidado; no debes beber vino ni ninguna otra bebida alcohólica ni comer ninguno de los alimentos prohibidos.5Quedarás embarazada y darás a luz un hijo, a quien jamás se le debe cortar el cabello. Pues él será consagrado a Dios como nazareo desde su nacimiento. Él comenzará a rescatar a Israel de manos de los filisteos».
6La mujer corrió a decirle a su esposo: «¡Se me apareció un hombre de Dios! Tenía el aspecto de uno de los ángeles de Dios, daba miedo verlo. No le pregunté de dónde era, y no me dijo su nombre. 7Pero me dijo: “Quedarás embarazada y darás a luz un hijo. No debes beber vino ni ninguna otra bebida alcohólica, ni comer ninguno de los alimentos prohibidos. Pues tu hijo será consagrado a Dios como nazareo desde el día de su nacimiento hasta el día de su muerte”».
8Entonces Manoa oró al Señor diciendo: «Señor, te pido que el hombre de Dios vuelva a nosotros y nos dé más instrucciones acerca del hijo que nacerá».
9Dios respondió a la oración de Manoa, y el ángel de Dios se le apareció otra vez a la esposa mientras estaba sentada en el campo; pero Manoa, su esposo, no estaba con ella. 10Así que, enseguida ella fue corriendo a contarle a su esposo: «¡El hombre que se me apareció el otro día está aquí de nuevo!».
11Manoa regresó corriendo con su esposa y preguntó:
—¿Eres el hombre que le habló a mi esposa el otro día?
—Sí —contestó él—, soy yo.
12Entonces Manoa le preguntó:
—Cuando tus palabras se hagan realidad, ¿qué reglas deben gobernar la vida y el trabajo del muchacho?
13El ángel del Señor le contestó:
—Asegúrate de que tu esposa siga las instrucciones que le di. 14No debe comer uvas ni pasas ni beber vino u otra bebida alcohólica, ni comer ningún alimento prohibido.
15Entonces Manoa le dijo al ángel del Señor:
—Por favor, quédate aquí hasta que preparemos un cabrito para que comas.
16—Me quedaré —le contestó el ángel del Señor—, pero no comeré nada. En cambio, puedes preparar una ofrenda quemada como sacrificio al Señor.
(Manoa no se daba cuenta de que era el ángel del Señor).
17Entonces Manoa le preguntó al ángel del Señor:
—¿Cómo te llamas? Pues queremos honrarte cuando todo esto se haga realidad.
18—¿Para qué preguntas mi nombre? —contestó el ángel del Señor—. Es demasiado maravilloso para que tú lo comprendas.
19Después Manoa tomó un cabrito y una ofrenda de grano, y ofreció todo sobre una piedra como sacrificio al Señor. Y mientras Manoa y su esposa observaban, el Señor hizo algo asombroso: 20cuando las llamas del altar se elevaron hacia el cielo, el ángel del Señorascendió en medio del fuego. Al verlo, Manoa y su esposa se postraron rostro en tierra.
21El ángel no volvió a aparecerse a Manoa y a su esposa. Entonces Manoa finalmente se dio cuenta de que era el ángel del Señor,22y le dijo a su esposa:
—¡Seguramente moriremos, porque hemos visto a Dios!
23Pero su esposa dijo:
—Si el Señor hubiera querido matarnos, no habría aceptado nuestra ofrenda quemada ni nuestra ofrenda de grano. No se nos hubiera aparecido, ni habría dicho algo tan maravilloso, ni hecho estos milagros.
24Así que cuando nació su hijo, ella lo llamó Sansón. Y el Señor lo bendijo, y el niño creció. 25Y el Espíritu del Señor comenzó a manifestarse en él mientras se encontraba viviendo en Mahne-dan, entre las ciudades de Zora y Estaol.

 

Jueces 14:1-20

El acertijo de Sansón
1Cierto día, estando Sansón en Timna, se vio atraído por una mujer filistea. 2Cuando volvió a su casa, dijo a su padre y a su madre:
—Me gusta una joven filistea de Timna y quiero casarme con ella. Consíganmela.
3Pero su padre y su madre se opusieron.
—¿Acaso no hay una sola mujer de nuestra tribu o entre todas las israelitas con la que puedas casarte? —preguntaron—. ¿Por qué tienes que ir a los filisteos paganos a buscar una esposa?
Sin embargo, Sansón le dijo a su padre:
—¡Consíguemela! A mí me gusta ella.
4Su padre y su madre no se daban cuenta de que el Señor estaba obrando en todo esto, con el fin de crear una oportunidad para actuar contra los filisteos, que en ese tiempo gobernaban a Israel.
5Cuando Sansón y sus padres descendían hacia Timna, de repente un león joven atacó a Sansón cerca de los viñedos de Timna. 6En ese instante, el Espíritu del Señor vino con poder sobre él y despedazó las quijadas del león a mano limpia; tan fácilmente como si hubiera sido un cabrito. Pero no contó nada de lo sucedido ni a su padre ni a su madre. 7Cuando Sansón llegó a Timna, conversó con la mujer y quedó encantado con ella.
8Más tarde, cuando volvió a Timna para la boda, se apartó del camino para ver el cadáver del león. Y encontró un enjambre de abejas que había hecho miel en los restos del animal. 9Entonces tomó un poco de miel con las manos y la fue comiendo por el camino. También dio un poco a su padre y a su madre, y ellos comieron; pero no les dijo que había tomado la miel del cadáver del león.
10Mientras su padre finalizaba los detalles para el casamiento, Sansón dio una fiesta en Timna, como era costumbre de los jóvenes de la alta sociedad. 11Cuando los padres de la novia vieron a Sansón, seleccionaron a treinta jóvenes de la ciudad para que fueran sus acompañantes.
12Sansón les dijo a estos jóvenes:
—Les propongo un acertijo. Si lo resuelven durante estos siete días de celebración, les daré treinta mantos de lino fino y treinta trajes de ropa para fiesta. 13Pero si no pueden encontrar la solución, entonces ustedes me darán a mí treinta mantos de lino fino y treinta trajes de ropa para fiesta.
—Muy bien —dijeron ellos—, dinos tu acertijo.
14Entonces él recitó:
—Del que come, salió algo para comer;
y del fuerte, salió algo dulce.
Tres días más tarde, seguían intentando resolver el acertijo. 15Al cuarto día le dijeron a la mujer de Sansón: «Seduce a tu esposo para que nos explique el acertijo; de lo contrario, quemaremos la casa de tu padre contigo adentro. ¿O acaso nos invitaste a esta fiesta solo para empobrecernos?».
16Entonces la mujer de Sansón fue a verlo y con lágrimas le dijo:
—Tú no me amas; ¡me odias! Le propusiste un acertijo a mi gente, pero no me contaste a mí la solución.
—Ni a mi padre ni a mi madre les di la respuesta —contestó él—. ¿Por qué te la revelaría a ti?
17Entonces ella no dejaba de llorar cada vez que estaba con él, y siguió llorando hasta el último día de la celebración. Finalmente, cuando llegó el séptimo día, él le dio la respuesta, porque lo estaba fastidiando con tanta insistencia. Y ella les explicó el acertijo a los jóvenes.
18Entonces, ese séptimo día, antes de que se pusiera el sol, los hombres de la ciudad se acercaron a Sansón con su respuesta:
—¿Qué es más dulce que la miel?
¿Qué es más fuerte que un león?
Y Sansón respondió:
—¡Si no hubieran arado con mi novilla, jamás habrían descifrado mi acertijo!
19Entonces el Espíritu del Señor vino con poder sobre Sansón, quien descendió a la ciudad de Ascalón, mató a treinta hombres, les quitó las pertenencias, y dio la ropa a los hombres que habían resuelto el acertijo. Pero Sansón estaba furioso por lo que había sucedido y se volvió a la casa de sus padres, a vivir con ellos. 20Entonces su mujer fue dada en matrimonio a quien había sido el padrino de Sansón en la boda.

 

IR ARRIBA

Juan 1:29-51

Jesús, el Cordero de Dios
29Al día siguiente, Juan vio que Jesús se le acercaba y dijo: «¡Miren! ¡El Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo! 30A él me refería cuando yo decía: “Después de mí, vendrá un hombre que es superior a mí porque existe desde mucho antes que yo”. 31No lo reconocí como el Mesías, aunque estuve bautizando con agua para que él fuera revelado a Israel».
32Entonces Juan dio testimonio: «Vi al Espíritu Santo descender del cielo como una paloma y reposar sobre él. 33Yo no sabía que era el Mesías, pero cuando Dios me envió a bautizar con agua, me dijo: “Aquel, sobre quien veas que el Espíritu desciende y reposa, es el que bautizará con el Espíritu Santo”. 34Vi que eso sucedió con Jesús, por eso doy testimonio de que él es el Elegido de Dios».
Los primeros discípulos
35Al día siguiente, Juan estaba otra vez allí con dos de sus discípulos. 36Al pasar Jesús, Juan lo miró y declaró: «¡Miren! ¡Ahí está el Cordero de Dios!». 37Cuando los dos discípulos de Juan lo oyeron, siguieron a Jesús.
38Jesús miró a su alrededor y vio que ellos lo seguían.
—¿Qué quieren? —les preguntó.
Ellos contestaron:
—Rabí —que significa “Maestro”—, ¿dónde te hospedas?
39—Vengan y vean —les dijo.
Eran como las cuatro de la tarde cuando lo acompañaron al lugar donde se hospedaba, y se quedaron el resto del día con él.
40Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de estos hombres que, al oír lo que Juan dijo, siguieron a Jesús. 41Andrés fue a buscar a su hermano Simón y le dijo: «Hemos encontrado al Mesías» (que significa «Cristo»).
42Luego Andrés llevó a Simón, para que conociera a Jesús. Jesús miró fijamente a Simón y le dijo: «Tu nombre es Simón hijo de Juan, pero te llamarás Cefas» (que significa «Pedro»).
43Al día siguiente, Jesús decidió ir a Galilea. Encontró a Felipe y le dijo: «Ven, sígueme». 44Felipe era de Betsaida, el pueblo natal de Andrés y Pedro.
45Felipe fue a buscar a Natanael y le dijo:
—¡Hemos encontrado a aquel de quien Moisés y los profetas escribieron! Se llama Jesús, el hijo de José, de Nazaret.
46—¡Nazaret! —exclamó Natanael—. ¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret?
—Ven y compruébalo tú mismo —le respondió Felipe.
47Mientras ellos se acercaban, Jesús dijo:
—Aquí viene un verdadero hijo de Israel, un hombre totalmente íntegro.
48—¿Cómo es que me conoces? —le preguntó Natanael.
—Pude verte debajo de la higuera antes de que Felipe te encontrara —contestó Jesús.
49Entonces Natanael exclamó:
—Rabí, ¡tú eres el Hijo de Dios, el Rey de Israel!
50Jesús le preguntó:
—¿Crees eso solo porque te dije que te había visto debajo de la higuera? Verás cosas más grandes que esta.
51Y agregó: «Les digo la verdad, todos ustedes verán el cielo abierto y a los ángeles de Dios subiendo y bajando sobre el Hijo del Hombre, quien es la escalera entre el cielo y la tierra».

 

IR ARRIBA

Salmo 102

Oración de quien está abrumado de problemas y se desahoga ante el Señor.

1Señor, ¡oye mi oración!
¡Escucha mi ruego!
2No te alejes de mí
en el tiempo de mi angustia.
Inclínate para escuchar
y no tardes en responderme cuando te llamo.
3Pues mis días desaparecen como el humo,
y los huesos me arden como carbones al rojo vivo.
4Tengo el corazón angustiado, marchito como la hierba,
y perdí el apetito.
5Por mi gemir,
quedé reducido a piel y huesos.
6Soy como un búho en el desierto,
como un búho pequeño en un lugar remoto y desolado.
7Me acuesto y sigo despierto,
como un pájaro solitario en el tejado.
8Mis enemigos se burlan de mí día tras día;
se mofan de mí y me maldicen.
9Me alimento de cenizas;
las lágrimas corren por mis mejillas y se mezclan con mi bebida,
10a causa de tu enojo y de tu ira,
pues me levantaste y me echaste.
11Mi vida pasa tan rápido como las sombras de la tarde;
voy marchitándome como hierba.
12Pero tú, oh Señor, te sentarás en tu trono para siempre;
tu fama durará por todas las generaciones.
13Te levantarás y tendrás misericordia de Jerusalén;
ya es tiempo de tener compasión de ella,
ahora es el momento en que prometiste ayudar.
14Pues tu pueblo ama cada piedra de sus murallas
y atesora hasta el polvo de sus calles.
15Entonces las naciones temblarán ante el Señor;
los reyes de la tierra temblarán ante su gloria.
16Pues el Señor reconstruirá Jerusalén;
él aparecerá en su gloria.
17Escuchará las oraciones de los desposeídos;
no rechazará sus ruegos.
18Que esto quede registrado para las generaciones futuras,
para que un pueblo aún no nacido alabe al Señor.
19Cuéntenles que el Señor miró hacia abajo,
desde su santuario celestial.
Desde los cielos miró la tierra
20para escuchar los gemidos de los prisioneros,
para poner en libertad a los condenados a muerte.
21Por eso la fama del Señor se celebrará en Sión,
y sus alabanzas en Jerusalén,
22cuando las multitudes se reúnan
y los reinos vengan a adorar al Señor.
23En la mitad de mi vida, me quebró las fuerzas,
y así acortó mis días.
24Pero clamé a él: «Oh mi Dios, el que vive para siempre,
¡no me quites la vida en la flor de mi juventud!
25Hace mucho tiempo echaste los cimientos de la tierra
y con tus manos formaste los cielos.
26Ellos dejarán de existir, pero tú permaneces para siempre;
se desgastarán como ropa vieja.
Tú los cambiarás
y los desecharás como si fueran ropa.
27Pero tú siempre eres el mismo;
tú vivirás para siempre.
28Los hijos de tu pueblo
vivirán seguros;
los hijos de sus hijos
prosperarán en tu presencia».

IR ARRIBA

 

 

 

 

>

 

 

Iglesia Cristiana Centro de Restauración · ICCR · Florencio Varela · Argentina · +54 (011) 4287 4106 · contacto@iglesiarestauracion.com.ar