3 de Mayo

 

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Jueces 17 y 18
Juan 3:1-21
Salmo 104:1-23
Proverbios 3

 

Jueces 17

Las imágenes y el sacerdote de Micaía

1Hubo un hombre del monte de Efraín, que se llamaba Micaía, 2el cual dijo a su madre: Los mil cien siclos de plata que te fueron hurtados, acerca de los cuales maldijiste, y de los cuales me hablaste, he aquí el dinero está en mi poder; yo lo tomé. Entonces la madre dijo: Bendito seas de Jehová, hijo mío. 3Y él devolvió los mil cien siclos de plata a su madre; y su madre dijo: En verdad he dedicado el dinero a Jehová por mi hijo, para hacer una imagen de talla y una de fundición; ahora, pues, yo te lo devuelvo. 4Mas él devolvió el dinero a su madre, y tomó su madre doscientos siclos de plata y los dio al fundidor, quien hizo de ellos una imagen de talla y una de fundición, la cual fue puesta en la casa de Micaía. 5Y este hombre Micaía tuvo casa de dioses, e hizo efod y terafines, y consagró a uno de sus hijos para que fuera su sacerdote. 6En aquellos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía. 7Y había un joven de Belén de Judá, de la tribu de Judá, el cual era levita, y forastero allí. 8Este hombre partió de la ciudad de Belén de Judá para ir a vivir donde pudiera encontrar lugar; y llegando en su camino al monte de Efraín, vino a casa de Micaía. 9Y Micaía le dijo: ¿De dónde vienes? Y el levita le respondió: Soy de Belén de Judá, y voy a vivir donde pueda encontrar lugar. 10Entonces Micaía le dijo: Quédate en mi casa, y serás para mí padre y sacerdote; y yo te daré diez siclos de plata por año, vestidos y comida. Y el levita se quedó. 11Agradó, pues, al levita morar con aquel hombre, y fue para él como uno de sus hijos. 12Y Micaía consagró al levita, y aquel joven le servía de sacerdote, y permaneció en casa de Micaía. 13Y Micaía dijo: Ahora sé que Jehová me prosperará, porque tengo un levita por sacerdote.

Jueces 18:1-31

Micaía y los hombres de Dan

1En aquellos días no había rey en Israel. Y en aquellos días la tribu de Dan buscaba posesión para sí donde habitar, porque hasta entonces no había tenido posesión entre las tribus de Israel. 2Y los hijos de Dan enviaron de su tribu cinco hombres de entre ellos, hombres valientes, de Zora y Estaol, para que reconociesen y explorasen bien la tierra; y les dijeron: Id y reconoced la tierra. Éstos vinieron al monte de Efraín, hasta la casa de Micaía, y allí posaron. 3Cuando estaban cerca de la casa de Micaía, reconocieron la voz del joven levita; y llegando allá, le dijeron: ¿Quién te ha traído acá? ¿y qué haces aquí? ¿y qué tienes tú por aquí? 4Él les respondió: De esta y de esta manera ha hecho conmigo Micaía, y me ha tomado para que sea su sacerdote. 5Y ellos le dijeron: Pregunta, pues, ahora a Dios, para que sepamos si ha de prosperar este viaje que hacemos. 6Y el sacerdote les respondió: Id en paz; delante de Jehová está vuestro camino en que andáis. 7Entonces aquellos cinco hombres salieron, y vinieron a Lais; y vieron que el pueblo que habitaba en ella estaba seguro, ocioso y confiado, conforme a la costumbre de los de Sidón, sin que nadie en aquella región les perturbase en cosa alguna, ni había quien poseyese el reino. Y estaban lejos de los sidonios, y no tenían negocios con nadie. 8Volviendo, pues, ellos a sus hermanos en Zora y Estaol, sus hermanos les dijeron: ¿Qué hay? Y ellos respondieron: 9Levantaos, subamos contra ellos; porque nosotros hemos explorado la región, y hemos visto que es muy buena; ¿y vosotros no haréis nada? No seáis perezosos en poneros en marcha para ir a tomar posesión de la tierra. 10Cuando vayáis, llegaréis a un pueblo confiado y a una tierra muy espaciosa, pues Dios la ha entregado en vuestras manos; lugar donde no hay falta de cosa alguna que haya en la tierra. 11Entonces salieron de allí, de Zora y de Estaol, seiscientos hombres de la familia de Dan, armados de armas de guerra. 12Fueron y acamparon en Quiriat-jearim en Judá, por lo cual llamaron a aquel lugar el campamento de Dan, hasta hoy; está al occidente de Quiriat-jearim. 13Y de allí pasaron al monte de Efraín, y vinieron hasta la casa de Micaía. 14Entonces aquellos cinco hombres que habían ido a reconocer la tierra de Lais dijeron a sus hermanos: ¿No sabéis que en estas casas hay efod y terafines, y una imagen de talla y una de fundición? Mirad, por tanto, lo que habéis de hacer. 15Cuando llegaron allá, vinieron a la casa del joven levita, en casa de Micaía, y le preguntaron cómo estaba. 16Y los seiscientos hombres, que eran de los hijos de Dan, estaban armados de sus armas de guerra a la entrada de la puerta. 17Y subiendo los cinco hombres que habían ido a reconocer la tierra, entraron allá y tomaron la imagen de talla, el efod, los terafines y la imagen de fundición, mientras estaba el sacerdote a la entrada de la puerta con los seiscientos hombres armados de armas de guerra. 18Entrando, pues, aquéllos en la casa de Micaía, tomaron la imagen de talla, el efod, los terafines y la imagen de fundición. Y el sacerdote les dijo: ¿Qué hacéis vosotros? 19Y ellos le respondieron: Calla, pon la mano sobre tu boca, y vente con nosotros, para que seas nuestro padre y sacerdote. ¿Es mejor que seas tú sacerdote en casa de un solo hombre, que de una tribu y familia de Israel? 20Y se alegró el corazón del sacerdote, el cual tomó el efod y los terafines y la imagen, y se fue en medio del pueblo. 21Y ellos se volvieron y partieron, y pusieron los niños, el ganado y el bagaje por delante. 22Cuando ya se habían alejado de la casa de Micaía, los hombres que habitaban en las casas cercanas a la casa de Micaía se juntaron y siguieron a los hijos de Dan. 23Y dando voces a los de Dan, éstos volvieron sus rostros, y dijeron a Micaía: ¿Qué tienes, que has juntado gente? 24Él respondió: Tomasteis mis dioses que yo hice y al sacerdote, y os vais; ¿qué más me queda? ¿Por qué, pues, me preguntáis qué me pasa? 25Y los hijos de Dan le dijeron: No des voces tras nosotros, no sea que los de ánimo colérico os acometan, y pierdas también tu vida y la vida de los tuyos. 26Y prosiguieron los hijos de Dan su camino, y Micaía, viendo que eran más fuertes que él, volvió y regresó a su casa. 27Y ellos, llevando las cosas que había hecho Micaía, juntamente con el sacerdote que tenía, llegaron a Lais, al pueblo tranquilo y confiado; y los hirieron a filo de espada, y quemaron la ciudad. 28Y no hubo quien los defendiese, porque estaban lejos de Sidón, y no tenían negocios con nadie. Y la ciudad estaba en el valle que hay junto a Bet-rehob. Luego reedificaron la ciudad, y habitaron en ella. 29Y llamaron el nombre de aquella ciudad Dan, conforme al nombre de Dan su padre, hijo de Israel, bien que antes se llamaba la ciudad Lais. 30Y los hijos de Dan levantaron para sí la imagen de talla; y Jonatán hijo de Gersón, hijo de Moisés, él y sus hijos fueron sacerdotes en la tribu de Dan, hasta el día del cautiverio de la tierra. 31Así tuvieron levantada entre ellos la imagen de talla que Micaía había hecho, todo el tiempo que la casa de Dios estuvo en Silo.

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Juan 3:1-21

Jesús y Nicodemo

1Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos. 2Éste vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él. 3Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. 4Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? 5Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. 6Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. 7No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. 8El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu. 9Respondió Nicodemo y le dijo: ¿Cómo puede hacerse esto? 10Respondió Jesús y le dijo: ¿Eres tú maestro de Israel, y no sabes esto? 11De cierto, de cierto te digo, que lo que sabemos hablamos, y lo que hemos visto, testificamos; y no recibís nuestro testimonio. 12Si os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales? 13Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo. 14Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, 15para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna

De tal manera amó Dios al mundo

16Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. 17Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. 18El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. 19Y ésta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. 20Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas. 21Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios.

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Salmo 104:1-23

Dios cuida de su creación

1Bendice, alma mía, a Jehová.
Jehová Dios mío, mucho te has engrandecido;
Te has vestido de gloria y de magnificencia.
2El que se cubre de luz como de vestidura,
Que extiende los cielos como una cortina,
3Que establece sus aposentos entre las aguas,
El que pone las nubes por su carroza,
El que anda sobre las alas del viento;
4El que hace a los vientos sus mensajeros,
Y a las flamas de fuego sus ministros.
5Él fundó la tierra sobre sus cimientos;
No será jamás removida.
6Con el abismo, como con vestido, la cubriste;
Sobre los montes estaban las aguas.
7A tu reprensión huyeron;
Al sonido de tu trueno se apresuraron;
8Subieron los montes, descendieron los valles,
Al lugar que tú les fundaste.
9Les pusiste término, el cual no traspasarán,
Ni volverán a cubrir la tierra.
10Tú eres el que envía las fuentes por los arroyos;
Van entre los montes;
11Dan de beber a todas las bestias del campo;
Mitigan su sed los asnos monteses.
12A sus orillas habitan las aves de los cielos;
Cantan entre las ramas.
13Él riega los montes desde sus aposentos;
Del fruto de sus obras se sacia la tierra.
14Él hace producir el heno para las bestias,
Y la hierba para el servicio del hombre,
Sacando el pan de la tierra,
15Y el vino que alegra el corazón del hombre,
El aceite que hace brillar el rostro,
Y el pan que sustenta la vida del hombre.
16Se llenan de savia los árboles de Jehová,
Los cedros del Líbano que él plantó.
17Allí anidan las aves;
En las hayas hace su casa la cigüeña.
18Los montes altos para las cabras monteses;
Las peñas, madrigueras para los conejos.
19Hizo la luna para los tiempos;
El sol conoce su ocaso.
20Pones las tinieblas, y es la noche;
En ella corretean todas las bestias de la selva.
21Los leoncillos rugen tras la presa,
Y para buscar de Dios su comida.
22Sale el sol, se recogen,
Y se echan en sus cuevas.
23Sale el hombre a su labor,
Y a su labranza hasta la tarde.

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