David estaba en un lío. Él había hecho una tontería al tentar al
Señor contando sus hombres de guerra. Dios le dio tres opciones de
juicio, y todos ellas sonaban mal! David sabiamente eligió la opción
que involucró la misericordia de Dios, porque dijo: "¡Mejor que
caigamos nosotros en las manos del Señor, porque su misericordia es
grande, y que no caiga yo en manos humanas." (2 Samuel 24:14).
El hombre en la puerta La Hermosa miraba a miles de personas todos
los días, implorando misericordia y limosna. Pedro se dirigió al
hombre, diciendo: "¡Míranos!" (Hechos 3:4). Pedro quería que el
hombre cojo busque al Señor clamando misericordia. El poder del
nombre de Jesús sanó al hombre, que gozosamente se levantó de un
salto, "andando, saltando y alabando a Dios" (v. 8).
Podemos mirar a muchos hombres y diversas fuentes para ayudarnos en
nuestros problemas, pero al final tenemos que ir a "la fuente de
toda misericordia y al Dios que nos conforta" (2 Corintios 1:3).
¿Estás en problemas? No quites la vista de tu padre Dios, porque
"para siempre es su misericordia" (Salmo 118:1 RV).
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