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Devocional 17/05
Lectura del día
 

 

La envidia nos ciega a la verdad. Jonatán suplicó a su padre que salvara la vida de David, recordándole que David no le había hecho nada, sino solamente el bien. Sin embargo, totalmente convencido de que David se interponía en el camino de su hijo como gobernante de Israel, Saúl maldijo e insultó a Jonatán.

Los fariseos también fueron cegados por la envidia a la realidad de la sanidad del ciego. Se negaron a creer que había sido ciego, y luego se negaron a creer que Jesús había hecho el milagro. Obstinadamente se negaron a reconocer que Jesús era otra cosa distinta a un pecador, aunque hubiera realizado el milagro (Juan 9:24). Jesús respondió diciendo: "Yo entré en este mundo para hacer juicio, para dar vista a los ciegos y para demostrarles a los que creen que ven, que, en realidad, son ciegos" (Juan 9:39).

Nunca vas a convencer a quienes tienen envidia de la obra de Dios que tus motivos son genuinos o que Dios ha realizado un verdadero milagro. Ellos discutirán, te insultarán, y pueden incluso echarte fuera (Juan 9:34). Pueden permanecer ciegos, pero hay una cosa que vos sabés: "...¡yo antes era ciego, ¡y ahora puedo ver!" (v. 25).

 

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