Una de las más trascendentes obras de Dios registradas en el Antiguo
Testamento, es la historia de David matando a Goliat.
Con casi tres metros de altura, Goliat presentaba la más imponente
estatura de cualquier ser humano en la historia.
La imagen de un pequeño muchacho caminando y luego corriendo hacia
un gigante despierta el coraje de todos los que lean la historia.
Notemos tres de las muchas lecciones que extraemos en ella.
La primera lección se ocupa de la audacia de una persona
ungida por Dios.
Saúl y todos sus hombres estaban muertos de miedo por Goliat, pero
el joven que había sido ungido por Dios no tenía ninguna sensación
de miedo. No tenía ninguna preocupación o temor porque su
confianza estaba en el Dios que siempre le había ayudado. Con
audacia proclamó: "¡El mismo Señor que me rescató de las garras
del león y del oso me rescatará de este filisteo!" (1 Samuel
17:37).
La segunda lección se refiere a los métodos de Dios.
David se negó a usar la enorme armadura de Saúl, diciendo solamente
que se sentía más cómodo sin ella.
Él eligió los métodos de Dios por sobre los métodos del
hombre.
La confianza en las cosas de este mundo en lugar de las cosas de
Dios nunca va a traer el éxito al hacer frente a una batalla
abrumadora.
La tercera lección ilustra las obras del Señor.
Dios puede tomar las más pequeñas armas humanas y guerreros y
derribar así a los enemigos más poderosos.
¿Quién hubiera pensado que cinco piedras en la mano de un niño
podrían derribar al poderoso Goliat?
El Salmo 111:2 nos recuerda: "¡Qué asombrosas son las obras del
Señor! Todos los que se deleitan en él deberían considerarlas."
Corré valientemente hacia tu "Goliat".
Él caerá en el nombre del Señor!
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