"Ciertamente obedecer es mejor que presentar sacrificios" (1 Samuel
15:22). Esta simple declaración contiene el secreto para agradar a
Dios. La rebelión comenzó con el diablo haciendo valer su propia
voluntad y tomando sus propias decisiones. Los problemas de Saúl
comenzaron cuando él ya no era pequeño ante sus propios ojos, sino,
con soberbia, comenzó a tomar decisiones al margen de la voluntad de
Dios.
La rebelión y la arrogancia nos dicen que sabemos más que Dios y que
nuestros caminos están por encima de los suyos. El Señor, sin
embargo, no nos necesita para pensar por él, sino sólo para llevar a
cabo lo que él ordena. Dios encontró esta característica en David,
un joven pastor que poseía un corazón para obedecerle plenamente (1
Samuel 16:7). Debido al corazón puro de David, Dios tomó el reino de
Saúl y se lo dio a David.
La vida de Jesús fue poderosa porque Él nunca hizo su propia
voluntad. En el desierto, durante su ministerio, en Getsemaní y en
la cruz, Jesús obedeció perfectamente. Por lo tanto, así también,
nuestro poder reposa en nuestra obediencia a Dios. Siempre debemos
recordar esto: Lo importante no es que hagamos algo para Dios, sino
que hemos hecho lo que Dios quería que hiciéramos!
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