25 de Diciembre
 

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Salmo 144

 

Zacarías 8

Bendiciones prometidas para Jerusalén
1Entonces el Señor de los Ejércitos Celestiales me dio otro mensaje: 2«El Señor de los Ejércitos Celestiales dice: mi amor por el monte Sión es intenso y ferviente, ¡me consume la pasión por Jerusalén!
3»Ahora dice el Señor: regresaré al monte Sión y viviré en Jerusalén. Entonces Jerusalén se llamará la Ciudad Fiel; el monte del Señor de los Ejércitos Celestiales se llamará Monte Santo.
4»El Señor de los Ejércitos Celestiales dice: nuevamente los ancianos y las ancianas caminarán por las calles de Jerusalén apoyados en sus bastones y se sentarán juntos en las plazas de la ciudad, 5y las calles de la ciudad se llenarán de niños y niñas que juegan.
6»El Señor de los Ejércitos Celestiales dice: ahora todo esto puede parecerles imposible, a ustedes que son el pequeño remanente del pueblo de Dios. ¿Pero será imposible para mí?, dice el Señor de los Ejércitos Celestiales.
7»El Señor de los Ejércitos Celestiales dice: pueden estar seguros de que rescataré a mi pueblo del oriente y del occidente. 8Yo los haré regresar a casa para que vivan seguros en Jerusalén. Ellos serán mi pueblo, y como su Dios los trataré con fidelidad y justicia.
9»El Señor de los Ejércitos Celestiales dice: ¡Sean fuertes y terminen la tarea! Desde que echaron los cimientos del templo del Señor de los Ejércitos Celestiales, ustedes han oído lo que los profetas han estado diciendo acerca de terminar el edificio. 10Antes de que la obra en el templo comenzara, no había trabajo ni dinero para contratar obreros o animales. Ningún viajero estaba a salvo porque había enemigos por todos lados. Yo hice que todos estuvieran unos contra otros.
11»Pero ahora no trataré al remanente de mi pueblo como lo hice antes, dice el Señor de los Ejércitos Celestiales. 12Pues estoy plantando semillas de paz y prosperidad entre ustedes. Las vides estarán cargadas de fruta, la tierra producirá sus cosechas y los cielos soltarán el rocío. Una vez más yo haré que el remanente de Judá y de Israel herede estas bendiciones. 13Entre las demás naciones, Judá e Israel se convirtieron en símbolo de una nación maldita. ¡Pues ya no lo serán más! Ahora los rescataré y los haré símbolo y fuente de bendición. Así que no tengan miedo. ¡Sean fuertes y sigan con la reconstrucción del templo!
14»Pues el Señor de los Ejércitos Celestiales dice: estaba decidido a castigarlos cuando sus antepasados me hicieron enojar y no cambié de parecer, dice el Señor de los Ejércitos Celestiales. 15Sin embargo, ahora estoy decidido a bendecir a Jerusalén y al pueblo de Judá, así que no tengan miedo. 16Pero ustedes deben hacer lo siguiente: digan la verdad unos a otros. En sus tribunales, pronuncien veredictos que sean justos y que conduzcan a la paz. 17No tramen el mal unos contra otros. Dejen de amar el decir mentiras y jurar que son verdad. Yo odio todas esas cosas, dice el Señor».
18Este es otro mensaje que me dio el Señor de los Ejércitos Celestiales: 19«El Señor de los Ejércitos Celestiales dice: los ayunos tradicionales y los tiempos de luto que han mantenido al principio del verano, en pleno verano, en el otoño y en el invierno ahora han terminado. Se convertirán en festivales de alegría y celebración para el pueblo de Judá. Así que amen la verdad y la paz.
20»El Señor de los Ejércitos Celestiales dice: gente de naciones y ciudades en todo el mundo viajará a Jerusalén.21La gente de una ciudad dirá a la gente de otra: “Vengan con nosotros a Jerusalén para pedir que el Señor nos bendiga. Adoremos al Señor de los Ejércitos Celestiales. Yo estoy decidido a ir”. 22Muchos pueblos y naciones poderosas irán a Jerusalén a buscar al Señor de los Ejércitos Celestiales y a pedir su bendición.
23»El Señor de los Ejércitos Celestiales dice: en aquellos días, diez hombres de naciones e idiomas diferentes agarrarán por la manga a un judío y le dirán: “Por favor, permítenos acompañarte, porque hemos oído que Dios está contigo”».

 

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Apocalipsis 16

1Luego oí una voz potente que venía del templo y decía a los siete ángeles: «Vayan y derramen sobre la tierra las siete copas que contienen la ira de Dios».
2Así que el primer ángel salió del templo y derramó su copa sobre la tierra, y a todos los que tenían la marca de la bestia y que adoraban a su estatua les salieron horribles llagas malignas.
3Después el segundo ángel derramó su copa sobre el mar, y el agua se volvió como la sangre de un cadáver, y murió todo lo que estaba en el mar.
4Entonces el tercer ángel derramó su copa sobre los ríos y los manantiales, y estos se convirtieron en sangre. 5Y oí que el ángel que tenía autoridad sobre todas las aguas decía:
«Oh Santo, el que es y que siempre era, tú eres justo,
porque has enviado estos juicios.
6Como derramaron la sangre
de tu pueblo santo y de tus profetas,
tú les has dado a beber sangre.
Es su justa recompensa».
7Y oí una voz que venía del altar y decía:
«Sí, oh Señor Dios, el Todopoderoso,
tus juicios son verdaderos y justos».
8Entonces el cuarto ángel derramó su copa sobre el sol, esto hacía que quemara a todos con su fuego. 9Todos sufrieron quemaduras debido a la descarga de calor y maldijeron el nombre de Dios, quien tenía control sobre todas estas plagas. No se arrepintieron de sus pecados ni se volvieron a Dios ni le dieron la gloria.
10Después el quinto ángel derramó su copa sobre el trono de la bestia, y el reino de la bestia quedó sumergido en la oscuridad. Sus súbditos rechinaban los dientes de angustia 11y maldecían al Dios del cielo por los dolores y las llagas, pero no se arrepintieron de sus fechorías ni volvieron a Dios.
12Luego el sexto ángel derramó su copa sobre el gran río Éufrates, y este se secó para que los reyes del oriente pudieran marchar con sus ejércitos sin obstáculos hacia el occidente. 13Y vi que de la boca del dragón, de la boca de la bestia y de la boca del falso profeta saltaban tres espíritus malignos que parecían ranas. 14Estos son espíritus de demonios que hacen milagros y salen a reunir a todos los gobernantes del mundo para pelear contra el Señor en la batalla del gran día del juicio de Dios, el Todopoderoso.
15«Miren, ¡yo vendré como un ladrón, cuando nadie lo espere! Benditos son todos los que me esperan y tienen su ropa lista para no tener que andar desnudos y avergonzados».
16Y los espíritus de demonios reunieron a todos los gobernantes y a sus ejércitos en un lugar que en hebreo se llama Armagedón.
17Luego el séptimo ángel derramó su copa en el aire, y desde el trono del templo salió un fuerte grito: «¡Todo ha terminado!». 18Entonces rugieron y retumbaron truenos, y salieron relámpagos; y se produjo un fuerte terremoto, el peor desde que el hombre fue puesto sobre la tierra. 19La gran ciudad de Babilonia se partió en tres secciones, y las ciudades de muchas naciones cayeron y quedaron reducidas a escombros. Así que Dios se acordó de todos los pecados de Babilonia, y la hizo beber de la copa que estaba llena del vino del furor de su ira. 20Entonces desaparecieron todas las islas, y las montañas se vinieron abajo y no existieron más. 21Hubo una gran tormenta de granizo, y piedras de granizo, como de treinta y cuatro kiloscada una, cayeron del cielo sobre las personas. Maldijeron a Dios debido a la terrible plaga de granizo.

 

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Salmo 144

Salmo de David.
1Alaben al Señor, mi roca.
Él entrena mis manos para la guerra
y da destreza a mis dedos para la batalla.
2Él es mi aliado amoroso y mi fortaleza,
mi torre de seguridad y quien me rescata.
Es mi escudo, y en él me refugio.
Hace que las naciones se sometan a mí.
3Oh Señor, ¿qué son los seres humanos para que te fijes en ellos,
los simples mortales para que te preocupes por ellos?
4Pues son como un suspiro;
sus días son como una sombra pasajera.
5Abre los cielos, Señor, y desciende;
toca las montañas para que echen humo.
6¡Lanza tus rayos y esparce a tus enemigos!
¡Dispara tus flechas y confúndelos!
7Alcánzame desde el cielo y rescátame;
sálvame de las aguas profundas,
del poder de mis enemigos.
8Su boca está llena de mentiras;
juran decir la verdad pero, al contrario, mienten.
9¡Te entonaré una nueva canción, oh Dios!
Cantaré tus alabanzas con un arpa de diez cuerdas.
10¡Pues tú concedes la victoria a los reyes!
Rescataste a tu siervo David de la espada mortal.
11¡Sálvame!
Rescátame del poder de mis enemigos.
Su boca está llena de mentiras;
juran decir la verdad pero, al contrario, mienten.
12Que nuestros hijos florezcan en su juventud
como plantas bien nutridas;
que nuestras hijas sean como columnas elegantes,
talladas para embellecer un palacio.
13Que nuestros graneros estén llenos
de toda clase de cosechas;
que los rebaños en nuestros campos se multipliquen de a miles,
y hasta de a diez miles,
14y que nuestros bueyes estén muy cargados de alimentos.
Que ningún enemigo penetre nuestras murallas,
ni nos lleve cautivos,
ni haya gritos de alarma en las plazas de nuestras ciudades.
15¡Felices los que viven así!
Felices de verdad son los que tienen a Dios como el Señor.

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