15 de Diciembre
 

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Salmo 134

 

Miqueas 1

1El Señor le dio el siguiente mensaje a Miqueas de Moreset durante los años cuando Jotam, Acaz y Ezequías eran reyes de Judá. Las visiones que tuvo tenían que ver con Samaria y con Jerusalén.
Lamento por Samaria y Jerusalén
2¡Atención! ¡Que todos los habitantes del mundo escuchen!
Que oiga la tierra y todo lo que hay en ella.
El Señor Soberano hace acusaciones en contra de ustedes;
el Señor habla desde su santo templo.
3¡Miren! ¡Viene el Señor!
Sale de su trono en el cielo
y pisotea las cumbres de la tierra.
4Las montañas se derriten debajo de sus pies
y se derraman sobre los valles
como cera en el fuego,
como agua que desciende de una colina.
5¿Y por qué sucede esto?
Es a causa de la rebelión de Israel,
sí, por los pecados de toda la nación.
¿Quién es culpable de la rebelión de Israel?
¡Samaria, su ciudad capital!
¿Dónde está el centro de la idolatría en Judá?
¡En Jerusalén, su capital!
6«Así que, yo, el Señor, haré de la ciudad de Samaria
un montón de escombros.
Sus calles serán aradas
para plantar viñedos.
Haré rodar las piedras de sus paredes hacia el valle
hasta dejar al descubierto sus cimientos.
7Todas sus imágenes talladas serán aplastadas;
todos sus tesoros sagrados serán quemados.
Estas cosas fueron compradas con dinero
ganado por su prostitución,
pero ahora serán arrebatadas
para pagar prostitutas en otro lugar».
8Por lo tanto, lloraré y me lamentaré;
andaré descalzo y desnudo.
Aullaré como un chacal
y gemiré como un búho.
9Pues la herida de mi pueblo
es demasiado profunda para sanar.
Ha llegado hasta Judá
aun hasta las puertas de Jerusalén.
10No se lo digan a nuestros enemigos en Gat;
no lloren en absoluto.
Ustedes, pueblo de Bet-le-ofra,
revuélquense en el polvo para mostrar su desesperación.
11Ustedes, pueblo de Safir,
vayan como cautivos al destierro, desnudos y avergonzados.
El pueblo de Zaanán
no se atreve a salir de sus murallas.
El pueblo de Bet-esel gime
porque su casa no tiene apoyo.
12El pueblo de Marot con ansias espera la ayuda.
Sin embargo, solo le espera amargura,
porque el juicio del Señor llega
a las puertas de Jerusalén.
13Enganchen los caballos a sus carros y huyan,
pueblo de Laquis.
Ustedes fueron la primera ciudad de Judá
que siguió a Israel en su rebelión
e hicieron caer a Jerusalén en pecado.
14Den regalos de despedida a Moréset-gat;
porque no hay esperanza de salvarla.
La ciudad de Aczib
ha engañado a los reyes de Israel.
15Oh, gente de Maresa,
yo enviaré un conquistador para tomar su ciudad.
Y los líderes de Israel
irán a Adulam.
16Oh, pueblo de Judá, rapen sus cabezas en señal de aflicción,
porque sus amados hijos les serán arrebatados.
Rápense hasta quedar calvos como un buitre,
porque sus pequeños serán desterrados a tierras lejanas.

 

Miqueas 2

 

Juicio contra los ricos opresores
1¡Qué aflicción les espera a ustedes que despiertan en la noche,
tramando planes malvados!
Se levantan al amanecer y se apuran a realizarlos,
solo porque tienen el poder para hacerlo.
2Cuando quieren un pedazo de tierra,
encuentran la forma de apropiárselo.
Cuando quieren la casa de alguien,
la toman mediante fraude y violencia.
Estafan a un hombre para quitarle su propiedad
y dejan a su familia sin herencia.
3Pero esto es lo que dice el Señor:
«Pagaré su maldad con maldad;
no podrán librar su cuello de la soga.
No volverán a caminar con orgullo,
porque será un tiempo terrible».
4En aquel día sus enemigos se burlarán de ustedes
cuando entonen esta canción de lamento acerca de ustedes:
«¡Estamos acabados,
totalmente arruinados!
Dios confiscó la tierra,
nos la ha quitado.
Dio nuestros campos
a los que nos traicionaron».
5Entonces otros establecerán los límites de propiedad
y el pueblo del Señor no tendrá voz ni voto
en cómo se reparte la tierra.
Falsos y verdaderos profetas
6«No digan semejantes cosas
—responde la gente—.
No profeticen así.
¡Esos desastres nunca nos llegarán!».
7¿Debes hablar de esa manera, oh familia de Israel?
¿Tendrá paciencia el Espíritu del Señor con semejante comportamiento?
Si ustedes hicieran lo correcto,
encontrarían consuelo en mis palabras.
8Sin embargo, hasta este mismo instante
mi pueblo se rebela contra mí, ¡como un enemigo!
Les roban hasta la camisa
a los que confiaban en ustedes
y los dejan tan andrajosos como hombres
que regresan de la guerra.
9Desalojaron a las mujeres de sus cómodos hogares
y despojaron a sus hijos para siempre de todo lo que Dios les hubiera dado.
10¡Levántense! ¡Fuera!
Esta ya no es su tierra ni su hogar,
porque la llenaron de pecado
y la arruinaron por completo.
11Supongamos que un profeta lleno de mentiras les dice:
«¡Les predicaré las delicias del vino y del alcohol!».
¡Esa es la clase de profeta que a ustedes les gustaría!
Esperanza de restauración
12«Algún día, oh Israel, yo te reuniré;
juntaré al remanente que quedó.
Volveré a reunirlos como ovejas en su redil
y como un rebaño en su pastizal.
¡Sí, su tierra se llenará nuevamente
de ruidosas multitudes!
13Su líder irrumpirá, se pondrá al frente
y los sacará del destierro,
a través de las puertas de las ciudades enemigas,
y los llevará de regreso a su propia tierra.
Su rey los conducirá;
el Señor mismo los guiará».

 

Miqueas 3

 

Juicio contra los líderes de Israel
1Yo dije: «¡Escuchen, líderes de Israel!
Ustedes deberían saber cómo distinguir entre lo bueno y lo malo.
2Sin embargo, ustedes mismos son los
que odian lo bueno y aman lo malo.
Despellejan vivo a mi pueblo
y le arrancan la carne de sus huesos.
3Sí, devoran la carne de mi pueblo,
le arrancan la piel
y le rompen los huesos.
Los cortan en pedazos,
como carne para la olla.
4¡Y luego, cuando tienen problemas, suplican la ayuda del Señor!
¿Realmente esperan que él les responda?
Después de todo el mal que han hecho,
¡ni siquiera los mirará!».
5Esto es lo que dice el Señor:
«¡Ustedes, falsos profetas, llevan a mi pueblo por mal camino!
Prometen paz a quienes les dan de comer,
pero le declaran la guerra a quienes se niegan a alimentarlos.
6Ahora la noche caerá sobre ustedes
y acabará con todas sus visiones.
La oscuridad los cubrirá
y pondrá fin a sus predicciones.
El sol se pondrá para ustedes, profetas,
y su día terminará.
7Entonces ustedes, videntes, serán avergonzados
y ustedes, adivinadores, serán deshonrados.
Cubrirán sus rostros,
porque no hay respuesta de Dios».
8Yo, en cambio, estoy lleno de poder,
lleno del Espíritu del Señor.
Estoy lleno de justicia y de fuerza
para denunciar con valentía el pecado y la rebelión de Israel.
9¡Escúchenme, líderes de Israel!
Ustedes odian la justicia y tuercen todo lo recto.
10Construyen Jerusalén
sobre cimientos de crimen y corrupción.
11Ustedes, gobernantes, toman decisiones con base en sobornos;
ustedes, sacerdotes, enseñan las leyes de Dios solo por dinero;
ustedes, profetas, no profetizan a menos que se les pague.
Sin embargo, todos alegan depender del Señor.
«Nada malo nos puede suceder —dicen ustedes—
porque el Señor está entre nosotros».
12Por causa de ustedes, el monte Sión quedará arado como un campo abierto;
¡Jerusalén será reducida a escombros!
Un matorral crecerá en las cumbres,
donde ahora se encuentra el templo.

 

Miqueas 4

 

El futuro reinado del Señor
1En los últimos días, el monte de la casa del Señor
será el más alto de todos,
el lugar más importante de la tierra.
Se levantará por encima de las demás colinas
y gente del mundo entero acudirá allí para adorar.
2Vendrá gente de muchas naciones y dirá:
«Vengan, subamos al monte del Señor,
a la casa del Dios de Jacob.
Allí él nos enseñará sus caminos
y andaremos en sus sendas».
Pues la enseñanza del Señor saldrá de Sión;
su palabra, de Jerusalén.
3El Señor mediará entre los pueblos
y resolverá conflictos entre naciones poderosas y lejanas.
Ellos forjarán sus espadas para convertirlas en rejas de arado
y sus lanzas en podaderas.
No peleará más nación contra nación,
ni seguirán entrenándose para la guerra.
4Todos vivirán en paz y prosperidad;
disfrutarán de sus propias vides e higueras
porque no habrá nada que temer.
¡El Señor de los Ejércitos Celestiales
ha hecho esta promesa!
5Aunque las naciones que nos rodean sigan a sus ídolos,
nosotros seguiremos al Señor nuestro Dios por siempre y para siempre.
Israel regresa del destierro
6«En aquel día venidero —dice el Señor
reuniré a los lisiados,
a los que fueron desterrados,
y a quienes he llenado de profundo dolor.
7Los que son débiles sobrevivirán como un remanente,
los que fueron desterrados volverán a ser una nación poderosa.
Entonces yo, el Señor, desde Jerusalén gobernaré
como su rey para siempre».
8En cuanto a ti, Jerusalén,
ciudadela del pueblo de Dios,
recuperarás tu fuerza
y poder soberano.
El reino será restaurado
a mi muy amada Jerusalén.
9Ahora pues, ¿por qué gritas de terror?
¿Acaso no tienes rey que te dirija?
¿Han muerto todos tus sabios?
El dolor te ha apresado como a una mujer durante el parto.
10Retuérzanse y giman como una mujer con dolores de parto,
ustedes, habitantes de Jerusalén,
porque ahora tendrán que salir de esta ciudad
para vivir en campos abiertos.
Pronto serán enviados al destierro
a la lejana Babilonia.
Pero allí el Señor los rescatará;
él los redimirá de las garras de sus enemigos.
11Ahora muchas naciones se han reunido contra ustedes.
«Que sean profanados —dicen ellos—.
Seamos testigos de la destrucción de Jerusalén».
12Pero estas naciones no conocen los pensamientos del Señor
ni entienden su plan.
No saben
que las está reuniendo
para golpearlas y pisotearlas
como a gavillas de grano en el campo de trillar.
13«¡Levántate y aplasta a las naciones, oh Jerusalén!
—dice el Señor—.
Pues te daré cuernos de hierro y pezuñas de bronce,
para que pisotees a muchas naciones hasta reducirlas a polvo.
Presentarás al Señor las riquezas mal habidas de esas naciones,
sus tesoros al Señor de toda la tierra».

 

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Apocalipsis 6

El Cordero rompe los primeros seis sellos
1Mientras miraba, el Cordero rompió el primero de los siete sellos que había en el rollo. Entonces oí que uno de los cuatro seres vivientes decía con voz de trueno: «¡Ven!».2Levanté la vista y vi que había un caballo blanco, y su jinete llevaba un arco, y se le colocó una corona sobre la cabeza. Salió cabalgando para ganar muchas batallas y obtener la victoria.
3Cuando el Cordero rompió el segundo sello, oí que el segundo ser viviente decía: «¡Ven!». 4Entonces apareció otro caballo, de color rojo. Al jinete se le dio una gran espada y la autoridad para quitar la paz de la tierra. Y hubo guerra y masacre por todas partes.
5Cuando el Cordero rompió el tercer sello, oí que el tercer ser viviente decía: «¡Ven!». Levanté la vista y vi un caballo negro, y el jinete llevaba una balanza en la mano.6Y oí que una voz que salió de entre los cuatro seres vivientes decía: «Un pan de trigo o tres panes de cebada costarán el salario de un día. Y no desperdicies el aceite de oliva y el vino».
7Cuando el Cordero rompió el cuarto sello, oí que el cuarto ser viviente decía: «¡Ven!». 8Levanté la vista y vi un caballo de color verde pálido. El jinete se llamaba Muerte y su compañero era la Tumba. A estos dos se les dio autoridad sobre una cuarta parte de la tierra, para matar con espada, con hambre y con enfermedad y con animales salvajes.
9Cuando el Cordero rompió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de todos los que habían muerto como mártires por causa de la palabra de Dios y por haber sido fieles en su testimonio. 10Ellos clamaban al Señor y decían: «Oh Señor Soberano, santo y verdadero, ¿cuánto tiempo hasta que juzgues a la gente de este mundo y tomes venganza de nuestra sangre por lo que nos han hecho?».11Entonces a cada uno de ellos se le dio una túnica blanca, y se les dijo que descansaran un poco más hasta que se completara el número de sus hermanos, los consiervos de Jesús que se unirían a ellos después de morir como mártires.
12Mientras yo miraba, el Cordero rompió el sexto sello, y hubo un gran terremoto. El sol se volvió tan oscuro como tela negra, y la luna se volvió tan roja como la sangre.13Entonces las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra como los higos verdes que caen de un árbol cuando es sacudido por el fuerte viento. 14El cielo fue enrollado como un pergamino, y todas las montañas y las islas fueron movidas de su lugar.
15Entonces todo el mundo —los reyes de la tierra, los gobernantes, los generales, los ricos, los poderosos, todo esclavo y hombre libre— se escondió en las cuevas y entre las rocas de las montañas. 16Y gritaban a las montañas y a las rocas: «Caigan sobre nosotros y escóndannos del rostro de aquel que se sienta en el trono, y de la ira del Cordero; 17porque ha llegado el gran día de su ira, ¿y quién podrá sobrevivir?».

 

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Salmo 134

Cántico para los peregrinos que suben a Jerusalén.
1Alaben al Señor, todos ustedes, siervos del Señor,
que sirven de noche en la casa del Señor.
2Levanten manos santas en oración,
y alaben al Señor.
3Que el Señor, quien hizo el cielo y la tierra,
te bendiga desde Jerusalén.

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