Visión de los seres vivientes
1El
31 de julio de
mis treinta años de vida, me
encontraba con los judíos en el destierro, junto al río
Quebar, en Babilonia, cuando se abrieron los cielos y tuve
visiones de Dios. 2Eso
ocurrió durante el quinto año de cautividad del rey Joaquín. 3(El
Señor le
dio este mensaje al sacerdote Ezequiel, hijo de Buzi, junto
al río Quebar, en la tierra de los babilonios; y
él sintió que la mano del Señor se
apoderó de él).
4Mientras
miraba, vi una gran tormenta que venía del norte empujando
una nube enorme que resplandecía con relámpagos y brillaba
con una luz radiante. Dentro de la nube había fuego, y en
medio del fuego resplandecía algo que parecía como de ámbar
reluciente. 5Del
centro de la nube salieron cuatro seres vivientes que
parecían humanos, 6solo
que cada uno tenía cuatro caras y cuatro alas. 7Las
piernas eran rectas, y los pies tenían pezuñas como las de
un becerro y brillaban como bronce bruñido. 8Pude
ver que, debajo de cada una de las cuatro alas, tenían manos
humanas. Así que cada uno de los cuatro seres tenía cuatro
caras y cuatro alas.9Las
alas de cada ser viviente se tocaban con las de los seres
que estaban al lado. Cada uno se movía de frente hacia
adelante, en la dirección que fuera, sin darse vuelta.
10Cada
uno tenía cara humana por delante, cara de león a la
derecha, cara de buey a la izquierda, y cara de águila por
detrás. 11Cada
uno tenía dos pares de alas extendidas: un par se tocaba con
las alas de los seres vivientes a cada lado, y el otro par
le cubría el cuerpo. 12Los
seres iban en la dirección que indicara el espíritu y se
movían de frente hacia delante, en la dirección que fuera,
sin darse vuelta.
13Los
seres vivientes parecían carbones encendidos o antorchas
brillantes, y daba la impresión de que entre ellos
destellaban relámpagos. 14Y
los seres vivientes se desplazaban velozmente de un lado a
otro como centellas.
15Mientras
miraba a esos seres vivientes, vi junto a ellos cuatro
ruedas que tocaban el suelo; a cada uno le correspondía una
rueda. 16Las
ruedas brillaban como si fueran de berilo. Las cuatro ruedas
se parecían y estaban hechas de la misma manera; dentro de
cada rueda había otra rueda, que giraba en forma
transversal. 17Los
seres podían avanzar de frente en cualquiera de las cuatro
direcciones, sin girar mientras se movían. 18Los
aros de las cuatro ruedas eran altos y aterradores, y
estaban cubiertos de ojos alrededor.
19Cuando
los seres vivientes se movían, las ruedas se movían con
ellos. Cuando volaban hacia arriba, las ruedas también
subían.20El
espíritu de los seres vivientes estaba en las ruedas. Así
que a donde fuera el espíritu, iban también las ruedas y los
seres vivientes.21Cuando
los seres se movían, las ruedas se movían. Cuando los seres
se detenían, las ruedas se detenían. Cuando los seres
volaban hacia arriba, las ruedas se elevaban, porque el
espíritu de los seres vivientes estaba en las ruedas.
22Por
encima de ellos se extendía una superficie semejante al
cielo, reluciente como el cristal. 23Por
debajo de esa superficie, dos alas de cada ser viviente se
extendían para tocar las alas de los otros, y cada uno tenía
otras dos alas que le cubrían el cuerpo. 24Cuando
volaban, el ruido de las alas me sonaba como olas que rompen
contra la costa o la voz del Todopoderoso o
los gritos de un potente ejército. Cuando se detuvieron,
bajaron las alas.25Mientras
permanecían de pie con las alas bajas, se oyó una voz más
allá de la superficie de cristal que estaba encima de ellos.
26Sobre
esta superficie había algo semejante a un trono hecho de
lapislázuli. En ese trono, en lo más alto, había una figura
con apariencia de hombre.27De
lo que parecía ser su cintura para arriba, tenía aspecto de
ámbar reluciente, titilante como el fuego; y de la cintura
para abajo, parecía una llama encendida resplandeciente. 28Lo
rodeaba un halo luminoso, como el arco iris que brilla entre
las nubes en un día de lluvia. Así se me presentó la gloria
del Señor.
Cuando la vi, caí con rostro en tierra, y oí la voz de
alguien que me hablaba.
Ezequiel
2
Llamado y encargo de Ezequiel
1«Levántate,
hijo de hombre —dijo la voz—, quiero hablarte». 2El
Espíritu entró en mí mientras me hablaba y me puso de pie.
Entonces escuché atentamente sus palabras.3«Hijo
de hombre —me dijo—, te envío a la nación de Israel, un
pueblo desobediente que se ha rebelado contra mí. Ellos y
sus antepasados se han puesto en mi contra hasta el día de
hoy.4Son
un pueblo terco y duro de corazón. Ahora te envío a
decirles: “¡Esto dice el SeñorSoberano!”. 5Ya
sea que te escuchen o se nieguen a escuchar —pues recuerda
que son rebeldes—, al menos sabrán que han tenido un profeta
entre ellos.
6»Hijo
de hombre, no tengas miedo ni de ellos ni de sus palabras.
No temas aunque sus amenazas te rodeen como ortigas, zarzas
y escorpiones venenosos. No te desanimes por sus ceños
fruncidos, por muy rebeldes que ellos sean. 7Debes
darles mis mensajes, te escuchen o no. Sin embargo, no te
escucharán, ¡porque son totalmente rebeldes!8Hijo
de hombre, presta atención a lo que te digo. No seas rebelde
como ellos. Abre la boca y come lo que te doy».
9Luego
miré y vi que se me acercaba una mano que sostenía un rollo,10el
cual él abrió. Entonces vi que estaba escrito en ambos lados
con cantos fúnebres, lamentos y declaraciones de condena.
Ezequiel
3:1-15
1La
voz me dijo: «Hijo de hombre, come lo que te doy, ¡cómete
este rollo! Luego ve y transmite el mensaje a los
israelitas». 2Así
que abrí la boca y él me dio a comer el rollo. 3«Llénate
el estómago con esto», me dijo. Al comerlo, sentí un sabor
tan dulce como la miel.
4Luego
me dijo: «Hijo de hombre, ve a los israelitas y dales mis
mensajes. 5No
te envío a un pueblo de extranjeros que habla un idioma que
no comprendes. 6No,
no te envío a gente que habla un idioma extraño y difícil de
entender. Si te enviara a esas personas, ¡ellas te
escucharían! 7¡Pero
los israelitas no te escucharán a ti como tampoco me
escuchan a mí! Pues todos y cada uno de ellos son tercos y
duros de corazón. 8Sin
embargo, mira, te he hecho tan obstinado y duro de corazón
como ellos. 9¡Endurecí
tu frente tanto como la roca más dura! Por lo tanto, no les
tengas miedo ni te asustes con sus miradas furiosas, por muy
rebeldes que sean».
10Luego
agregó: «Hijo de hombre, que todas mis palabras penetren
primero en lo profundo de tu corazón. Escúchalas atentamente
para tu propio bien.11Después
ve a tus compatriotas desterrados y diles: “¡Esto dice el Señor Soberano!”.
Hazlo, te escuchen o no».
12Luego
el Espíritu me levantó y oí detrás de mí un fuerte ruido que
retumbaba. (¡Alabada sea la gloria del Señor en
su lugar!).13Era
el sonido de las alas de los seres vivientes al rozarse unas
con otras y el retumbar de las ruedas debajo de ellos.
14El
Espíritu me levantó y me sacó de allí. Salí amargado y
confundido, pero era fuerte el poder del Señorsobre
mí. 15Luego
llegué a la colonia de judíos desterrados en Tel-abib, junto
al río Quebar. Estaba atónito y me quedé sentado entre ellos
durante siete días.