18 de Octubre
 

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Salmos 85

 

Jeremías 31:27-40

27«Se acerca el día —dice el Señor—, cuando aumentaré en gran manera la población humana y el número de los animales en Israel y Judá. 28En el pasado con determinación desarraigué y derribé a esta nación. La derroqué, la destruí y sobre ella traje el desastre; pero en el futuro con la misma determinación la plantaré y la edificaré. ¡Yo, el Señor, he hablado!
29»El pueblo ya no citará este proverbio:
“Los padres comieron uvas agrias
pero la boca de sus hijos se frunce por el sabor”.
30Cada persona morirá por sus propios pecados, los que coman las uvas agrias serán los que tengan la boca fruncida.
31»Se acerca el día —dice el Señor—, en que haré un nuevo pacto con el pueblo de Israel y de Judá. 32Este pacto no será como el que hice con sus antepasados cuando los tomé de la mano y los saqué de la tierra de Egipto. Ellos rompieron ese pacto, a pesar de que los amé como un hombre ama a su esposa», dice el Señor.
33«Pero este es el nuevo pacto que haré con el pueblo de Israel en ese día —dice el Señor—. Pondré mis instrucciones en lo más profundo de ellos y las escribiré en su corazón. Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. 34Y no habrá necesidad de enseñar a sus vecinos ni habrá necesidad de enseñar a sus parientes diciendo: “Deberías conocer al Señor”. Pues todos ya me conocerán, desde el más pequeño hasta el más grande —dice el Señor—. Perdonaré sus maldades y nunca más me acordaré de sus pecados».
35Es el Señor quien provee el sol para alumbrar el día
y la luna y las estrellas para alumbrar la noche,
y agita el mar y hace olas rugientes.
Su nombre es el Señor de los Ejércitos Celestiales,
y esto es lo que dice:
36«¡Igual de improbable es que anule las leyes de la naturaleza
como que rechace a mi pueblo Israel!».
37Esto dice el Señor:
«Así como no se pueden medir los cielos
ni explorar los fundamentos de la tierra,
así tampoco consideraré echarlos fuera
por las maldades que han hecho.
¡Yo, el Señor, he hablado!
38»Se acerca el día —dice el Señor—, cuando toda Jerusalén será reconstruida para mí, desde la torre de Hananeel hasta la puerta de la Esquina. 39Se extenderá una cuerda de medir sobre la colina de Gareb hasta Goa 40y el área entera —incluidos el cementerio y el basurero de cenizas en el valle, y todos los campos en el oriente hasta el valle de Cedrón y hasta la puerta de los Caballos— será santa al Señor. Nunca más la ciudad será conquistada ni destruida».

 

Jeremías 32

Jeremías compra un terreno
1Jeremías recibió el siguiente mensaje del Señor en el décimo año del reinado de Sedequías, rey de Judá. También era el año dieciocho del reinado de Nabucodonosor. 2Para entonces, Jerusalén estaba sitiada por el ejército babilónico y Jeremías estaba preso en el patio de la guardia del palacio real. 3El rey Sedequías lo había puesto allí, y preguntaba por qué Jeremías seguía dando esta profecía: «Esto dice el Señor: “Estoy a punto de entregar esta ciudad al rey de Babilonia, y él la tomará. 4El rey Sedequías será capturado por los babiloniosy llevado a encontrarse cara a cara con el rey de Babilonia. 5Él llevará a Sedequías a Babilonia y allí me ocuparé de él —dice el Señor—. Si ustedes pelean contra los babilonios, no vencerán”».
6En ese tiempo el Señor me envió un mensaje. Me dijo: 7«Tu primo Hanameel, hijo de Salum, vendrá y te dirá: “Compra mi terreno en Anatot. Por ley tienes derecho a comprarlo antes de que lo ofrezca a algún otro”».
8Entonces, así como el Señor dijo que haría, mi primo Hanameel vino y me visitó en la cárcel. Me dijo: «Por favor, compra mi terreno en Anatot en la tierra de Benjamín. Por ley tienes el derecho de comprarlo antes de que lo ofrezca a algún otro, así que cómpralo para ti». Entonces supe que el mensaje que había oído era del Señor.
9Así que compré el terreno en Anatot pagándole a Hanameel diecisiete piezas de plata. 10Firmé y sellé la escritura de compra delante de testigos, pesé la plata y le pagué.11Entonces tomé la escritura sellada y una copia de la escritura no sellada con los términos y condiciones de la compra, 12y se las di a Baruc, hijo de Nerías y nieto de Maaseías. Hice todo esto en presencia de mi primo Hanameel, de los testigos que firmaron la escritura y de todos los hombres de Judá que estaban allí en el patio de la guardia.
13Entonces le dije a Baruc mientras todos escuchaban: 14«Esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: “Toma tanto la escritura sellada como la copia no sellada y ponlas en una vasija de barro para preservarlas por largo tiempo”. 15Pues esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: “Algún día de nuevo habrá dueños de estos terrenos que comprarán y venderán casas, viñedos y campos”».
Oración de Jeremías
16Después que le di los documentos a Baruc, oré al Señor:
17«¡Oh Señor Soberano! Hiciste los cielos y la tierra con tu mano fuerte y tu brazo poderoso. ¡Nada es demasiado difícil para ti! 18Muestras un amor inagotable a miles, pero también haces recaer las consecuencias del pecado de una generación sobre la siguiente. Tú eres el Dios grande y poderoso, el Señor de los Ejércitos Celestiales. 19Tú posees toda la sabiduría y haces grandes y maravillosos milagros. Ves la conducta de todas las personas y les das lo que se merecen. 20Realizaste señales milagrosas y maravillas en la tierra de Egipto, ¡cosas que se recuerdan hasta el día de hoy! Y sigues haciendo grandes milagros en Israel y en todo el mundo. Así has hecho que tu nombre sea famoso hasta el día de hoy.
21»Tú sacaste a Israel de Egipto con señales poderosas y maravillas, con mano fuerte y brazo poderoso, y con un terror aplastante. 22Le diste al pueblo de Israel esta tierra que habías prometido hace mucho tiempo a sus antepasados, tierra donde fluyen la leche y la miel. 23Nuestros antepasados vinieron, la conquistaron y vivieron en ella, pero rehusaron obedecerte o seguir tu palabra. No hicieron nada de lo que les ordenaste. Por eso enviaste este terrible desastre sobre ellos.
24»¡Miren cómo han construido rampas de asalto contra las murallas de la ciudad! Por medio de guerra, hambre y enfermedad la ciudad será entregada a los babilonios, que la conquistarán. Todo ha sucedido tal como lo dijiste. 25Y aun así, oh Señor Soberano, me has ordenado comprar el terreno —hasta pagué mucho dinero en presencia de estos testigos— aunque la ciudad pronto será entregada a los babilonios».
Predicción de la caída de Jerusalén
26Después Jeremías recibió el siguiente mensaje del Señor: 27«Yo soy el Señor, Dios de todos los pueblos del mundo. ¿Hay algo demasiado difícil para mí? 28Por lo tanto, esto dice el Señor: entregaré esta ciudad a los babilonios y a Nabucodonosor, rey de Babilonia, y él la conquistará. 29Los babilonios que están fuera de las murallas entrarán y prenderán fuego a la ciudad. Quemarán por completo todas estas casas, donde el pueblo provocó mi enojo al quemar incienso a Baal en las azoteas y al derramar ofrendas líquidas a otros dioses.30Desde su comienzo Israel y Judá solo han hecho lo malo. Me han enfurecido con todas sus malas acciones —dice el Señor—. 31Desde el día que se construyó esta ciudad hasta ahora no han hecho más que enojarme, así que estoy decidido a deshacerme de ella.
32»Los pecados de Israel y de Judá —los pecados de la gente de Jerusalén, de los reyes, de los funcionarios, de los sacerdotes y de los profetas— han provocado mi enojo. 33Mi pueblo me ha dado la espalda y no quiere regresar. A pesar de que les he enseñado con diligencia, no aceptaron la instrucción ni obedecieron. 34Levantaron sus ídolos abominables justo en mi propio templo, y así lo profanaron. 35Edificaron santuarios paganos a Baal en el valle de Ben-hinom y allí sacrifican a sus hijos e hijas a Moloc. Jamás ordené un acto tan horrendo; ¡ni siquiera me pasó por la mente ordenar semejante cosa! ¡Qué maldad tan increíble la que hizo que Judá pecara tanto!
Promesa de restauración
36»Ahora quiero decir algo más acerca de esta ciudad. Ustedes han estado diciendo: “La ciudad caerá ante el rey de Babilonia por guerra, hambre y enfermedad”; pero esto dice el Señor, Dios de Israel: 37ciertamente traeré de regreso a mi pueblo de todos los países adonde lo esparcí en mi furor. Lo traeré de regreso a esta misma ciudad para que viva en paz y seguridad.38Ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios.39Les daré un solo corazón y un solo propósito: adorarme para siempre para su propio bien y el bien de todos sus descendientes. 40Y haré un pacto eterno con ellos: nunca dejaré de hacerles bien. Pondré en el corazón de ellos el deseo de adorarme, y nunca me dejarán. 41Me gozaré en hacerles bien, y con fidelidad y de todo corazón los volveré a plantar en esta tierra.
42»Esto dice el Señor: así como traje todas estas calamidades sobre ellos, así haré todo el bien que les he prometido. 43Se volverán a comprar y a vender terrenos en esta tierra de la que ahora ustedes dicen: “Ha sido arrasada por los babilonios, es una tierra desolada de donde la gente y los animales han desaparecido”. 44Es cierto, otra vez se comprarán y venderán terrenos —con escrituras firmadas y selladas frente a testigos— en la tierra de Benjamín y aquí en Jerusalén, en las ciudades de Judá y en la zona montañosa, en las colinas de Judá y también en el Neguev. Pues algún día les devolveré la prosperidad. ¡Yo, el Señor, he hablado!».

 

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1ª Timoteo 3

Los líderes de la iglesia
1La siguiente declaración es digna de confianza: «Si alguno aspira a ocupar el cargo de anciano en la iglesia, desea una posición honorable». 2Por esta razón un anciano debe ser un hombre que lleve una vida intachable. Debe serle fiel a su esposa. Debe tener control propio, vivir sabiamente y tener una buena reputación. Con agrado debe recibir visitas y huéspedes en su casa y también debe tener la capacidad de enseñar. 3No debe emborracharse ni ser violento. Debe ser amable, no debe buscar pleitos ni amar el dinero. 4Debe dirigir bien a su propia familia, y que sus hijos lo respeten y lo obedezcan. 5Pues, si un hombre no puede dirigir a los de su propia casa, ¿cómo podrá cuidar de la iglesia de Dios?
6Un anciano no debe ser un nuevo creyente porque podría volverse orgulloso, y el diablo lo haría caer.7Además, la gente que no es de la iglesia debe hablar bien de él, para que no sea deshonrado y caiga en la trampa del diablo.
8De la misma manera, los diáconos deben ser dignos de mucho respeto y tener integridad. No deben emborracharse ni ser deshonestos con el dinero.9Tienen que estar comprometidos con el misterio de la fe que ahora ha sido revelado y vivir con la conciencia limpia. 10Que sean evaluados cuidadosamente antes de ser nombrados como diáconos. Si pasan el examen, entonces que sirvan como diáconos.
11De la misma manera, sus esposas deben ser dignas de respeto y no calumniar a nadie. Deben tener control propio y ser fieles en todo lo que hagan.
12Un diácono debe serle fiel a su esposa, dirigir bien a sus hijos y a los demás de su casa. 13Los que hagan bien su trabajo como diáconos serán recompensados con el respeto de los demás y aumentarán su confianza en la fe en Cristo Jesús.
Verdades de nuestra fe
14Aunque espero verte pronto te escribo estas cosas ahora, 15para que, si me retraso, sepas cómo deben comportarse las personas en la familia de Dios. Esta es la iglesia del Dios viviente, columna y fundamento de la verdad.
16Sin duda alguna, el gran misterio de nuestra fe es el siguiente:
Cristo fue revelado en un cuerpo humano
y vindicado por el Espíritu.
Fue visto por ángeles
y anunciado a las naciones.
Fue creído en todo el mundo
y llevado al cielo en gloria.

 

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Salmo 85

Para el director del coro: salmo de los descendientes de Coré.

1¡Señor, tú derramaste bendiciones sobre tu tierra!

Devolviste el bienestar a Israel.

2Perdonaste la culpa de tu pueblo;

sí, cubriste todos sus pecados.

Interludio

3Contuviste tu furia

y refrenaste tu enojo encendido.

4Ahora, restáuranos, oh Dios de nuestra salvación;

aparta tu enojo de nosotros una vez más.

5¿Seguirás enojado con nosotros para siempre?

¿Extenderás tu ira a todas las generaciones?

6¿No volverás a darnos vida,

para que tu pueblo pueda alegrarse en ti?

7Muéstranos tu amor inagotable, oh Señor,

y concédenos tu salvación.

8Presto mucha atención a lo que dice Dios el Señor,

pues él da palabras de paz a su pueblo fiel.

Pero no le permitas volver a sus necios caminos.

9Sin duda, la salvación de Dios está cerca de los que le temen,

por lo tanto, nuestra tierra se llenará de su gloria.

10El amor inagotable y la verdad se encontraron;

¡la justicia y la paz se besaron!

11La verdad brota desde la tierra,

y la justicia sonríe desde los cielos.

12Sí, el Señor derrama sus bendiciones,

y nuestra tierra dará una abundante cosecha.

13La justicia va delante de él como un heraldo,

preparando el camino para sus pasos.

 

 

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