17 de Octubre
 

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Salmos 84

 

Jeremías 30

Promesas de liberación
1El Señor le dio otro mensaje a Jeremías. Le dijo: 2«Esto dice el Señor, Dios de Israel: Jeremías, anota en un registro cada cosa que te he dicho. 3Pues se acerca la hora cuando restableceré el bienestar de mi pueblo, Israel y Judá. Los traeré a casa, a esta tierra que di a sus antepasados, y volverán a poseerla. ¡Yo, el Señor, he hablado!».
4Este es el mensaje que dio el Señor con relación a Israel y Judá. 5Esto dice el Señor:
«Oigo gritos de temor;
hay terror y no hay paz.
6Déjenme hacerles una pregunta:
¿Acaso los varones dan a luz?
¿Entonces por qué están parados allí con sus caras pálidas
y con las manos apoyadas sobre el vientre
como una mujer en parto?
7En toda la historia nunca ha habido un tiempo de terror como este.
Será un tiempo de angustia para mi pueblo Israel.
¡Pero al final será salvo!
8Pues en ese día,
—dice el Señor de los Ejércitos Celestiales—,
quebraré el yugo de sus cuellos
y romperé sus cadenas.
Los extranjeros no serán más sus amos.
9Pues mi pueblo servirá al Señor su Dios
y a su rey, descendiente de David,
el rey que yo le levantaré.
10»Así que no temas, Jacob, mi siervo;
no te dejes abatir, Israel
—dice el Señor—.
Pues desde tierras lejanas los traeré de regreso a casa,
y sus hijos regresarán del destierro.
Israel regresará a una vida de paz y tranquilidad,
y nadie lo atemorizará.
11Yo estoy contigo y te salvaré
—dice el Señor—.
Destruiré por completo a las naciones entre las cuales te esparcí,
pero a ti no te destruiré por completo.
Te disciplinaré, pero con justicia;
no puedo dejarte sin castigo».
12Esto dice el Señor:
«Tu lesión es incurable,
una herida terrible.
13No hay nadie que te ayude
ni que vende tu herida.
Ningún medicamento puede curarte.
14Todos tus amantes, tus aliados, te han abandonado
y ya no se interesan por ti.
Te he herido cruelmente
como si fuera tu enemigo.
Pues tus pecados son muchos
y tu culpa es grande.
15¿Por qué te quejas de tu castigo,
de esta herida que no tiene cura?
He tenido que castigarte
porque tus pecados son muchos
y tu culpa es grande.
16»Pero todos los que te devoran serán devorados,
y todos tus enemigos serán enviados al destierro.
Todos los que te saquean serán saqueados,
y todos los que te atacan serán atacados.
17Te devolveré la salud
y sanaré tus heridas —dice el Señor—,
aunque te llamen desechada, es decir,
“Jerusalén, de quien nadie se interesa”».
18Esto dice el Señor:
«Cuando del cautiverio traiga a Israel de regreso a casa
y cuando restablezca su bienestar,
Jerusalén será reedificada sobre sus ruinas
y el palacio reconstruido como antes.
19Habrá alegría y canciones de acción de gracias,
y multiplicaré a mi pueblo, no lo reduciré;
lo honraré, no lo despreciaré.
20Sus hijos prosperarán como en el pasado.
Los estableceré como una nación delante de mí,
y castigaré a cualquiera que les haga daño.
21Volverán a tener su propio gobernante,
quien surgirá de entre ellos mismos.
Lo invitaré a que se acerque a mí —dice el Señor—,
porque ¿quién se atrevería a acercarse sin ser invitado?
22Ustedes serán mi pueblo
y yo seré su Dios».
23¡Miren! El enojo del Señor estalla como una tormenta,
un viento devastador que se arremolina sobre las cabezas de los perversos.
24La ira feroz del Señor no disminuirá
hasta que haya terminado con todo lo que él tiene pensado.
En los días futuros
ustedes entenderán todo esto.

 

Jeremías 31:1-26

Esperanza de restauración
1«En ese día —dice el Señor—, seré el Dios de todas las familias de Israel, y ellas serán mi pueblo. 2Esto dice el Señor:
»Los que sobrevivan de la destrucción venidera
encontrarán bendiciones aun en las tierras áridas,
porque al pueblo de Israel le daré descanso».
3Hace tiempo el Señor le dijo a Israel:
«Yo te he amado, pueblo mío, con un amor eterno.
Con amor inagotable te acerqué a mí.
4Yo te reedificaré, mi virgen Israel.
Volverás a ser feliz
y con alegría danzarás con las panderetas.
5De nuevo plantarás tus viñedos sobre las montañas de Samaria
y allí comerás de tus propios huertos.
6Llegará el día cuando los centinelas gritarán
desde la zona montañosa de Efraín:
“Vengan, subamos a Jerusalén
a adorar al Señor nuestro Dios”».
7Ahora esto dice el Señor:
«Canten con alegría por Israel.
¡Griten por la mejor de las naciones!
Griten de alabanza y alegría:
“¡Salva a tu pueblo, oh Señor,
el remanente de Israel!”.
8Pues los traeré del norte
y de los extremos más lejanos de la tierra.
No me olvidaré del ciego ni del cojo,
ni de las mujeres embarazadas ni de las que están en trabajo de parto.
¡Volverá un enorme grupo!
9Por sus rostros correrán lágrimas de alegría,
y con mucho cuidado los guiaré a casa.
Caminarán junto a arroyos quietos
y por caminos llanos donde no tropezarán.
Pues soy el padre de Israel,
y Efraín es mi hijo mayor.
10»Ustedes, naciones del mundo,
escuchen este mensaje del Señor;
proclámenlo en las costas lejanas:
El Señor que dispersó a su pueblo,
lo reunirá y lo cuidará
como hace un pastor con su rebaño.
11Pues el Señor ha rescatado a Israel
de manos más fuertes.
12Vendrán a su tierra y entonarán canciones de alegría en las alturas de Jerusalén.
Estarán radiantes debido a los buenos regalos del Señor:
abundancia de grano, vino nuevo y aceite de oliva,
y los rebaños y las manadas saludables.
Su vida será como un jardín bien regado
y desaparecerán todas sus tristezas.
13Las jóvenes danzarán de alegría
y los hombres —jóvenes y viejos— se unirán a la celebración.
Convertiré su duelo en alegría.
Los consolaré y cambiaré su aflicción en regocijo.
14Los sacerdotes disfrutarán de la abundancia,
y mi pueblo se saciará de mis buenos regalos.
¡Yo, el Señor, he hablado!».
La tristeza de Raquel se torna en alegría
15Esto dice el Señor:
«En Ramá se oye una voz,
profunda angustia y llanto amargo.
Raquel llora por sus hijos,
se niega a que la consuelen,
porque sus hijos se han ido».
16Pero ahora esto dice el Señor:
«No llores más,
porque te recompensaré —dice el Señor—.
Tus hijos volverán a ti
desde la tierra lejana del enemigo.
17Hay esperanza para tu futuro —dice el Señor—.
Tus hijos volverán a su propia tierra.
18Oí a Israel decir:
“Me disciplinaste severamente,
como a un becerro que necesita ser entrenado para el yugo.
Hazme volver a ti y restáurame,
porque solo tú eres el Señor mi Dios.
19Me aparté de Dios,
pero después tuve remordimiento.
¡Me di golpes por haber sido tan estúpido!
Estaba profundamente avergonzado por todo lo que hice en los días de mi juventud”.
20»¿No es aún Israel mi hijo,
mi hijo querido? —dice el Señor—.
A menudo tengo que castigarlo,
pero aun así lo amo.
Por eso mi corazón lo anhela
y ciertamente le tendré misericordia.
21Pon señales en el camino;
coloca postes indicadores.
Marca bien el camino
por el que viniste.
Regresa otra vez, mi virgen Israel;
regresa aquí a tus ciudades.
22¿Hasta cuándo vagarás,
mi hija descarriada?
Pues el Señor hará que algo nuevo suceda:
Israel abrazará a su Dios».
23Esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: «Cuando los traiga de regreso del cautiverio, el pueblo de Judá y sus ciudades volverán a decir: “¡El Señor te bendiga, oh casa de rectitud, oh monte santo!”.24Tanto la gente de la ciudad como los agricultores y los pastores vivirán juntos en paz y felicidad. 25Pues le he dado descanso al fatigado y al afligido, alegría».
26Al oír esto, me desperté y miré a mi alrededor. Mi sueño había sido muy dulce.

 

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1ª Timoteo 2

Instrucciones sobre la adoración
1En primer lugar, te ruego que ores por todos los seres humanos. Pídele a Dios que los ayude; intercede en su favor, y da gracias por ellos.2Ora de ese modo por los reyes y por todos los que están en autoridad, para que podamos tener una vida pacífica y tranquila, caracterizada por la devoción a Dios y la dignidad. 3Esto es bueno y le agrada a Dios nuestro Salvador, 4quien quiere que todos se salven y lleguen a conocer la verdad. 5Pues hay sólo un Dios y sólo un Mediador que puede reconciliar a la humanidad con Dios, y es el hombre Cristo Jesús. 6Él dio su vida para comprarles la libertad a todos. Este es el mensaje que Dios le dio al mundo justo en el momento preciso. 7Y yo fui elegido como predicador y apóstol para enseñarles a los gentiles este mensaje acerca de la fe y la verdad. No estoy exagerando, solo digo la verdad.
8Deseo que en cada lugar de adoración los hombres oren con manos santas, levantadas a Dios, y libres de enojo y controversia.
9Y quiero que las mujeres se vistan de una manera modesta. Deberían llevar ropa decente y apropiada y no llamar la atención con la manera en que se arreglan el cabello ni con accesorios de oro ni con perlas ni ropa costosa. 10Pues las mujeres que pretenden ser dedicadas a Dios deberían hacerse atractivas por las cosas buenas que hacen.
11Las mujeres deben aprender en silencio y sumisión. 12Yo no les permito a las mujeres que les enseñen a los hombres ni que tengan autoridad sobre ellos,sino que escuchen en silencio. 13Pues Dios primero creó a Adán y luego hizo a Eva.14Ahora bien, no fue Adán el engañado por Satanás; la mujer fue la engañada y la consecuencia fue el pecado. 15Sin embargo, las mujeres se salvarán al tener hijos, siempre y cuando sigan viviendo en la fe, el amor, la santidad y la modestia.

 

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Salmo 84

Para el director del coro: salmo de los descendientes de Coré; acompáñese con instrumento de cuerda.

1¡Qué bella es tu morada,

oh Señor de los Ejércitos Celestiales!

2Anhelo y hasta desfallezco de deseo

por entrar en los atrios del Señor.

Con todo mi ser, mi cuerpo y mi alma,

gritaré con alegría al Dios viviente.

3Hasta el gorrión encuentra un hogar

y la golondrina construye su nido y cría a sus polluelos

cerca de tu altar,

¡oh Señor de los Ejércitos Celestiales, mi Rey y mi Dios!

4¡Qué alegría para los que pueden vivir en tu casa

cantando siempre tus alabanzas!

Interludio

5¡Qué alegría para los que reciben su fuerza del Señor,

los que se proponen caminar hasta Jerusalén!

6Cuando anden por el Valle del Llanto,

se convertirá en un lugar de manantiales refrescantes;

las lluvias de otoño lo cubrirán de bendiciones.

7Ellos se harán cada vez más fuertes,

y cada uno se presentará delante de Dios en Jerusalén.

8Oh Señor Dios de los Ejércitos Celestiales, oye mi oración;

escucha, oh Dios de Jacob.

Interludio

9¡Oh Dios, mira con favor al rey, nuestro escudo!

Muestra bondad a quien has ungido.

10Un solo día en tus atrios,

¡es mejor que mil en cualquier otro lugar!

Prefiero ser un portero en la casa de mi Dios

que vivir la buena vida en la casa de los perversos.

11Pues el Señor Dios es nuestro sol y nuestro escudo;

él nos da gracia y gloria.

El Señor no negará ningún bien

a quienes hacen lo que es correcto.

12Oh Señor de los Ejércitos Celestiales,

¡qué alegría tienen los que confían en ti!

 

 

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