21»Yo
no envié a estos profetas,
sin embargo, van de un lado a otro afirmando hablar en mi
nombre.
No les he dado ningún mensaje,
pero aun así siguen profetizando.
22Si
hubieran estado en mi presencia y me hubieran escuchado,
habrían hablado mis palabras
y habrían hecho que mi pueblo se apartara
de sus malos caminos y sus malas acciones.
23¿Soy
acaso Dios solo de cerca? —dice el Señor—,
no, al mismo tiempo estoy lejos.
24¿Puede
alguien esconderse de mí en algún lugar secreto?
¿Acaso no estoy en todas partes en los cielos y en la
tierra?
—dice el Señor.
25»He
oído a estos profetas decir: “Escuchen el sueño que Dios me
dio anoche”. Y después pasan a decir mentiras en mi nombre. 26¿Hasta
cuándo seguirá esto? Si son profetas, son profetas del
engaño, pues inventan todo lo que dicen. 27Con
decir estos sueños falsos, pretenden hacer que mi pueblo me
olvide, tal como lo hicieron sus antepasados, al rendir
culto a los ídolos de Baal.
28»Que
estos falsos profetas cuenten sus sueños,
pero que mis verdaderos mensajeros proclamen todas mis
palabras con fidelidad.
¡Hay diferencia entre la paja y el grano!
29¿No
quema mi palabra como el fuego?
—dice el Señor—.
¿No es como un martillo poderoso
que hace pedazos una roca?
30»Por
lo tanto —dice el Señor—,
estoy en contra de estos profetas que se roban mensajes el
uno al otro y alegan que provienen de mí.31Estoy
en contra de estos profetas que con mucha labia dicen:
“¡Esta profecía es del Señor!”. 32Yo
estoy contra estos falsos profetas. Sus sueños imaginarios
son mentiras descaradas que llevan a mi pueblo a pecar. Yo
no los envié ni los nombré, y no tienen ningún mensaje para
mi pueblo. ¡Yo, el Señor,
he hablado!
Falsas profecías y falsos profetas
33»Supongamos
que alguien del pueblo o uno de los profetas o sacerdotes te
pregunta: “Y ahora, ¿qué profecía te ha encargado el Señor?”.
Debes responder: “¡Ustedes son la carga! ¡El
Señor dice
que los abandonará!”.
34»Si
algún profeta, sacerdote o alguien más dice: “Tengo una
profecía del Señor”,
castigaré a tal persona junto con toda su familia. 35Ustedes
deberán preguntarse el uno al otro: “¿Cuál es la respuesta
del Señor?”
o “¿Qué dice el Señor?”. 36Ya
dejen de usar esta frase: “Una profecía del Señor”.
La gente la usa para darle importancia a sus propias ideas,
tergiversando las palabras de nuestro Dios, el Dios
viviente, el Señor de
los Ejércitos Celestiales.
37»Esto
deberás decir a los profetas: “¿Cuál es la respuesta del Señor?”
o “¿Qué dice el Señor?”. 38Pero
supongamos que responden: “¡Esta es una profecía del Señor!”.
Entonces deberás decir: “Esto dice el Señor:
‘Debido a que han usado la frase “una profecía del Señor”,
aun cuando les advertí que no la usaran, 39me
olvidaré de ustedes por completo. Los
expulsaré de mi presencia, junto con esta ciudad que les di
a ustedes y a sus antepasados. 40Los
haré objeto de burla y su nombre será infame a lo largo de
los siglos’”».
Jeremías
24
Higos buenos y malos
1Después
de que Nabucodonosor, rey
de Babilonia, desterró a Babilonia a Joaquín, hijo
de Joacim, rey de Judá, junto con las autoridades de Judá y
todos los artífices y los artesanos, el Señor me
dio la siguiente visión. Vi dos canastas de higos colocadas
frente al templo del Señor en
Jerusalén. 2Una
canasta estaba llena de higos frescos y maduros, mientras
que la otra tenía higos malos, tan podridos que no podían
comerse.
3Entonces
el Señor me
preguntó:
—¿Qué ves, Jeremías?
—Higos —contesté—, algunos muy buenos y otros muy malos, tan
podridos que no pueden comerse.
4Entonces
el Señor me
dio este mensaje: 5«Esto
dice el Señor,
Dios de Israel: los higos buenos representan a los
desterrados que yo envié de Judá a la tierra de los
babilonios. 6Velaré
por ellos, los cuidaré y los traeré de regreso a este lugar.
Los edificaré y no los derribaré. Los plantaré y no los
desarraigaré. 7Les
daré un corazón que me reconozca como el Señor.
Ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios, porque se volverán
a mí de todo corazón.
8»Sin
embargo, los higos malos —dice el Señor—,
representan al rey Sedequías de Judá, a sus funcionarios, a
todo el pueblo que quedó en Jerusalén y a los que viven en
Egipto. Los trataré como a higos malos, tan podridos que no
pueden comerse.9Los
haré objeto de horror y un símbolo de maldad para todas las
naciones de la tierra. En todos los lugares donde yo los
disperse, serán objetos de desprecio y de burla. Los
maldecirán y se mofarán de ellos. 10Les
enviaré guerra, hambre y enfermedad hasta que desaparezcan
de la tierra de Israel, tierra que les di a ellos y a sus
antepasados».
Jeremías
25
Setenta años de cautiverio
1Este
mensaje del Señor,
para todo el pueblo de Judá, le vino a Jeremías durante el
cuarto año del reinado de Joacim sobre
Judá. Este fue el año en que el rey Nabucodonosor de
Babilonia comenzó a reinar.
2Jeremías
el profeta le dijo a todo el pueblo de Judá y de Jerusalén: 3«Durante
los últimos veintitrés años —desde el año trece del reinado
de Josías, hijo de Amón, rey
de Judá, hasta ahora— el Señorme
ha estado dando sus mensajes. Yo se los he comunicado con
toda fidelidad, pero ustedes no han querido escuchar.
4»Una
y otra vez, el Señor les
ha enviado a sus siervos, los profetas, pero ustedes no
escucharon ni prestaron atención. 5Todas
las veces el mensaje fue: “Apártense de su mal camino y de
sus malas acciones. Solo entonces los dejaré vivir en esta
tierra que el Señor les
dio a ustedes y a sus antepasados para siempre. 6No
provoquen mi enojo al rendir culto a ídolos que ustedes
hicieron con sus propias manos. Entonces no les haré ningún
daño”.
7»Pero
ustedes no querían escucharme —dice el Señor—.
Me pusieron furioso al rendir culto a ídolos hechos con sus
propias manos y trajeron sobre ustedes todos los desastres
que ahora sufren. 8Ahora
el Señor de
los Ejércitos Celestiales dice: “Como ustedes no me han
escuchado, 9reuniré
a todos los ejércitos del norte bajo el mando de
Nabucodonosor, rey de Babilonia, a quien nombré mi
representante. Los traeré contra esta tierra, contra su
gente y contra las naciones vecinas. A ustedes los destruiré
por completo y
los convertiré en objeto de horror, desprecio y ruina para
siempre. 10Quitaré
de ustedes la risa y las canciones alegres. No se oirán más
las voces felices de los novios ni de las novias. Las
piedras de molino se acallarán y las luces de las casas se
apagarán. 11Toda
la tierra se convertirá en una desolada tierra baldía.
Israel y las naciones vecinas servirán al rey de Babilonia
por setenta años.
12»”Entonces,
después que hayan pasado los setenta años de cautiverio,
castigaré al rey de Babilonia y a su pueblo por sus pecados
—dice el Señor—.
Haré del país de los babilonios una
tierra baldía para siempre.13Traeré
sobre ellos todos los terrores que prometí en este libro,
todos los castigos contra las naciones anunciados por
Jeremías.14Muchas
naciones y grandes reyes esclavizarán a los babilonios, así
como ellos esclavizaron a mi pueblo. Los castigaré en
proporción al sufrimiento que le ocasionaron a mi pueblo”».
La copa del enojo del Señor
15Esto
me dijo el Señor,
Dios de Israel: «Toma de mi mano la copa de mi enojo, que
está llena hasta el borde, y haz que todas las naciones a
las que te envíe beban de ella. 16Cuando
la beban se tambalearán, enloquecidos por la guerra que
enviaré contra ellos».
17Así
que tomé la copa del enojo del Señor e
hice que todas las naciones bebieran de ella, cada nación a
la que el Señor me
envió. 18Fui
a Jerusalén y a las otras ciudades de Judá, y sus reyes y
funcionarios bebieron de la copa. Desde ese día hasta ahora
ellos han sido una ruina desolada, un objeto de horror,
desprecio y maldición. 19Le
di la copa al faraón, rey de Egipto, a sus asistentes, a sus
funcionarios y a todo su pueblo, 20junto
con todos los extranjeros que vivían en esa tierra. También
se la di a todos los reyes de la tierra de Uz, a los reyes
de las ciudades filisteas de Ascalón, Gaza y Ecrón, y a lo
que queda de Asdod. 21Después
les di la copa a las naciones de Edom, Moab y Amón,22a
los reyes de Tiro y Sidón, y a los reyes de las regiones al
otro lado del mar. 23Se
la di a Dedán, a Tema, a Buz y a la gente que vive en
lugares remotos. 24Se
la di a los reyes de Arabia, a los reyes de las tribus
nómadas del desierto 25y
a los reyes de Zimri, Elam y Media.26Se
la di a los reyes de los países del norte, lejanos y
cercanos, uno tras otro, es decir a todos los reinos del
mundo. Finalmente, el mismo rey de Babilonia bebió
de la copa del enojo del Señor.
27Entonces
el Señor me
dijo: «Ahora diles: “Esto dice el Señor de
los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: ‘Beban de la copa
de mi enojo. Emborráchense y vomiten; caigan para nunca más
levantarse, porque envío guerras terribles contra ustedes’”. 28Ahora
bien, si se niegan a aceptar la copa, diles: “El Señor de
los Ejércitos Celestiales dice: ‘No les queda más que
beberla. 29He
comenzado a castigar a Jerusalén, la ciudad que lleva mi
nombre. ¿Acaso los dejaría a ustedes sin castigo? No, no
escaparán del desastre. Enviaré guerra contra todas las
naciones de la tierra. ¡Yo, el Señor de
los Ejércitos Celestiales, he hablado!’”.
30»Ahora,
profetiza todas estas cosas y diles:
»“El Señor rugirá
contra su propia tierra
desde su santa morada en el cielo.
Él gritará como los que pisan las uvas;
gritará contra todos los habitantes de la tierra.
31Su
grito de juicio llegará hasta los confines de la tierra,
porque el Señor presentará
su caso contra todas las naciones.
Él juzgará a todos los habitantes de la tierra,
y matará con la espada a los perversos.
¡Yo, el Señor,
he hablado!”».
32Esto
dice el Señor de
los Ejércitos Celestiales:
«¡Miren! ¡Nación tras nación sufrirá calamidades!
¡Se está levantando un gran torbellino de furia
desde los rincones más distantes de la tierra!».
33En
aquel día, los que el Señor haya
masacrado llenarán la tierra de un extremo a otro. Nadie
llorará por ellos ni juntará sus cuerpos para enterrarlos.
Estarán esparcidos sobre el suelo como estiércol.
34¡Lloren
y giman, pastores malvados!
¡Revuélquense en el polvo, líderes del rebaño!
Ha llegado el momento de su matanza;
ustedes caerán y se harán añicos como vaso frágil.
35No
encontrarán lugar donde esconderse;
no habrá forma de escapar.
36Escuchen
los gritos desesperados de los pastores.
Los líderes del rebaño gimen en su desesperación
porque el Señor está
arruinando sus pastos.
37Debido
al gran enojo del Señor
los prados tranquilos se convertirán en tierra baldía.
38Él
salió de su guarida como un león fuerte en busca de su
presa,
y la tierra quedará desolada
por la espada del enemigo
y por la ira feroz del Señor.