14 de Junio

 

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1 Reyes 12:20 a 13:34
Hechos 9:26-43
Salmo 132
Proverbios 14

 

1 Reyes 12:20-33

20Cuando los israelitas supieron que Jeroboam había regresado de Egipto, convocaron una asamblea y lo nombraron rey de todo Israel. Así que solo la tribu de Judá permaneció fiel a la familia de David.
Profecía de Semaías
21Cuando Roboam llegó a Jerusalén, movilizó a los hombres de Judá y a la tribu de Benjamín —ciento ochenta mil guerreros selectos— para pelear contra los hombres de Israel y recuperar el reino.
22Ahora bien, Dios le dijo a Semaías, hombre de Dios: 23«Diles a Roboam, hijo de Salomón, rey de Judá, y también a toda la gente de Judá y de Benjamín y a todo el resto del pueblo: 24“Esto dice el Señor: ‘No peleen contra sus parientes, los israelitas. ¡Regrese cada uno a su casa, porque lo que ha sucedido es obra mía!’”». Entonces ellos obedecieron el mensaje del Señor y cada uno volvió a su casa, tal como el Señor había ordenado.
Jeroboam hace becerros de oro
25Jeroboam fortificó la ciudad de Siquem, en la región montañosa de Efraín, la que llegó a ser su capital. Tiempo después, también fortificó la ciudad de Peniel.
26Jeroboam pensó: «Si no tengo cuidado, el reino volverá a la dinastía de David. 27Cuando este pueblo vaya a Jerusalén para ofrecer sacrificios en el templo del Señor, ellos volverán a ser leales al rey Roboam de Judá; a mí me matarán y a él lo nombrarán rey en mi lugar».
28Entonces, siguiendo la recomendación de sus consejeros, el rey hizo dos becerros de oro. Después dijo a la gente:«Para ustedes es muy complicado ir hasta Jerusalén a adorar. Miren, israelitas, ¡estos son los dioses que los sacaron de Egipto!».
29Jeroboam colocó uno de los ídolos con forma de becerro en Betel y al otro lo puso en Dan, es decir, en ambos extremos de su reino. 30Esto llegó a ser un gran pecado, porque la gente rendía culto a ídolos y viajaba hasta Dan, al norte, para rendir culto al becerro que estaba allí.
31Además, Jeroboam construyó edificios en el mismo sitio de los santuarios paganos y consagró sacerdotes de entre la gente común, es decir, personas que no pertenecían a la tribu sacerdotal de Leví.32También instituyó un festival religioso en Betel, que se celebraba el día quince del octavo mes, y que era una imitación del Festival de las Enramadas en Judá. Allí, en Betel, Jeroboam ofrecía sacrificios a los becerros que había hecho, y nombró sacerdotes para los santuarios paganos que había construido. 33Así que el día quince del octavo mes, una fecha que él mismo había designado, Jeroboam ofreció sacrificios sobre el altar de Betel. Él instituyó un festival religioso para Israel y subió al altar a quemar incienso.

 

1 Reyes 13

Un profeta denuncia a Jeroboam
1Por mandato del Señor, un hombre de Dios de la región de Judá fue a Betel y llegó en el momento que Jeroboam se acercaba al altar para quemar incienso. 2Luego, por mandato del Señor, el hombre de Dios gritó: «¡Oh altar, altar! Esto dice el Señor: “En la dinastía de David nacerá un niño llamado Josías, quien sacrificará sobre ti a los sacerdotes de los santuarios paganos que vienen aquí a quemar incienso, y sobre ti se quemarán huesos humanos”». 3Ese mismo día, el hombre de Dios dio una señal para demostrar que su mensaje era verdadero y dijo: «El Señor ha prometido dar una señal: este altar se partirá en dos, y sus cenizas se derramarán en el suelo».
4Cuando Jeroboam oyó al hombre de Dios hablar contra el altar de Betel, el rey lo señaló con el dedo y gritó: «¡Detengan a ese hombre!»; pero al instante, la mano del rey se paralizó en esa posición, y no podía moverla.5En ese mismo momento, se produjo una enorme grieta en el altar y las cenizas se desparramaron, tal como el hombre de Dios había predicho en el mensaje que recibió del Señor.
6Entonces el rey clamó al hombre de Dios: «¡Te ruego que le pidas al Señor tu Dios que me restaure la mano!». Así que el hombre de Dios oró al Señor, y la mano quedó restaurada y el rey pudo moverla otra vez.
7Después el rey dijo al hombre de Dios:
—Ven al palacio conmigo, come algo y te daré un regalo.
8Pero el hombre de Dios le dijo al rey:
—Aunque me dieras la mitad de todo lo que posees, no iría contigo. No comería ni bebería nada en este lugar, 9porque el Señor me ordenó: “No comas ni bebas nada mientras estés allí y no regreses a Judá por el mismo camino”.
10Así que salió de Betel y volvió a su casa por otro camino.
11Sucedió que había un profeta anciano que vivía en Betel y sus hijosfueron a contarle lo que el hombre de Dios había hecho en Betel ese día. También le contaron a su padre lo que el hombre le había dicho al rey. 12El profeta anciano les preguntó: «¿Por dónde se fue?». Así que ellos le mostraron a su padre el camino que el hombre de Dios había tomado.13«¡Rápido, ensillen el burro!», les dijo el anciano. Enseguida le ensillaron el burro y se montó.
14Entonces salió cabalgando en busca del hombre de Dios y lo encontró sentado debajo de un árbol grande. El profeta anciano le preguntó:
—¿Eres tú el hombre de Dios que vino de Judá?
—Sí, soy yo —le contestó.
15Entonces le dijo al hombre de Dios:
—Acompáñame a mi casa y come algo.
16—No, no puedo —respondió—. No se me permite comer ni beber nada en este lugar, 17porque el Señor me dio este mandato: “No comas ni bebas nada mientras estés allí y no regreses a Judá por el mismo camino”.
18Sin embargo, el profeta anciano le dijo:
—Yo también soy profeta, como tú. Y un ángel me dio este mandato de parte del Señor: “Llévalo a tu casa para que coma y beba algo”.
Pero el anciano le estaba mintiendo.19Así que regresaron juntos, y el hombre de Dios comió y bebió en la casa del profeta.
20Mientras estaban sentados a la mesa, vino un mandato del Señor al profeta anciano, 21quien le gritó al hombre de Dios de Judá: «Esto dice el Señor: “Has desafiado la palabra del Señor y desobedecido el mandato que el Señor tu Dios te dio. 22Regresaste a este lugar para comer y beber donde él te dijo que no comieras ni bebieras. Por eso, tu cuerpo no será enterrado en la tumba de tus antepasados”».
23Cuando el hombre de Dios terminó de comer y beber, el profeta anciano ensilló su propio burro y se lo dio, 24y el hombre de Dios siguió su camino. Mientras viajaba, le salió al paso un león y lo mató. Su cuerpo quedó tirado en el camino, y tanto el burro como el león estaban junto al cadáver.25Unas personas que pasaban por allí, al ver el cuerpo tirado en el camino y al león parado junto a él, fueron a dar la noticia a Betel, donde vivía el profeta anciano.
26Cuando el profeta oyó la noticia, dijo: «Es el hombre de Dios que desobedeció el mandato del Señor. El Señorcumplió su palabra al hacer que el león lo atacara y lo matara».
27Luego el profeta dijo a sus hijos: «Ensíllenme un burro». Así que ellos ensillaron un burro 28y él salió y encontró el cuerpo tirado en el camino. El burro y el león todavía estaban parados junto al cadáver, pues el león no se había comido el cuerpo ni había atacado al burro. 29Entonces el profeta cargó el cuerpo del hombre de Dios sobre el burro y lo llevó de regreso a la ciudad para hacer duelo por su muerte y enterrarlo. 30Puso el cuerpo en su propia tumba y clamó con profundo dolor: «¡Ay, hermano mío!».
31Después el profeta dijo a sus hijos: «Cuando yo muera, entiérrenme en la tumba donde está enterrado el hombre de Dios. Pongan mis huesos al lado de los suyos.32Pues el mensaje que el Señor le dijo que proclamara contra el altar de Betel y contra los santuarios paganos en las ciudades de Samaria, ciertamente se cumplirá».
33A pesar de esto, Jeroboam no abandonó sus caminos perversos. Continuó seleccionando sacerdotes de entre la gente común y nombraba a cualquiera que quisiera ser sacerdote de los santuarios paganos. 34Esto fue un gran pecado y, como consecuencia, la dinastía de Jeroboam fue totalmente eliminada de la faz de la tierra.

 

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Hechos 9:26-43

26Cuando Saulo llegó a Jerusalén, trató de reunirse con los creyentes, pero todos le tenían miedo. ¡No creían que de verdad se había convertido en un creyente! 27Entonces Bernabé se lo llevó a los apóstoles y les contó cómo Saulo había visto al Señor en el camino a Damasco y cómo el Señor le había hablado a Saulo. También les dijo que, en Damasco, Saulo había predicado con valentía en el nombre de Jesús.
28Así que Saulo se quedó con los apóstoles y los acompañó por toda Jerusalén, predicando con valor en el nombre del Señor. 29Debatió con algunos judíos que hablaban griego, pero ellos trataron de matarlo. 30Cuando los creyentes se enteraron, lo llevaron a Cesarea y lo enviaron a Tarso, su ciudad natal.
31La iglesia, entonces, tuvo paz por toda Judea, Galilea y Samaria; se fortalecía y los creyentes vivían en el temor del Señor. Y, con la ayuda del Espíritu Santo, también creció en número.
Pedro sana a Eneas y resucita a Dorcas
32Mientras tanto, Pedro viajaba de un lugar a otro, y descendió a visitar a los creyentes de la ciudad de Lida. 33Allí conoció a un hombre llamado Eneas, quien estaba paralizado y postrado en cama hacía ocho años. 34Pedro le dijo: «Eneas, ¡Jesucristo te sana! ¡Levántate y enrolla tu camilla!». Al instante, fue sanado.35Entonces todos los habitantes de Lida y Sarón vieron a Eneas caminando, y se convirtieron al Señor.
36Había una creyente en Jope que se llamaba Tabita (que en griego significa Dorcas). Ella siempre hacía buenas acciones a los demás y ayudaba a los pobres.37En esos días, se enfermó y murió. Lavaron el cuerpo para el entierro y lo pusieron en un cuarto de la planta alta; 38pero los creyentes habían oído que Pedro estaba cerca, en Lida, entonces mandaron a dos hombres a suplicarle: «Por favor, ¡ven tan pronto como puedas!».
39Así que Pedro regresó con ellos y, tan pronto como llegó, lo llevaron al cuarto de la planta alta. El cuarto estaba lleno de viudas que lloraban y le mostraban a Pedro las túnicas y demás ropa que Dorcas les había hecho.40Pero Pedro les pidió a todos que salieran del cuarto; luego se arrodilló y oró. Volviéndose hacia el cuerpo, dijo: «¡Tabita, levántate!». ¡Y ella abrió los ojos! Cuando vio a Pedro, ¡se sentó! 41Él le dio la mano y la ayudó a levantarse. Después llamó a las viudas y a todos los creyentes, y la presentó viva.
42Las noticias corrieron por toda la ciudad y muchos creyeron en el Señor; 43y Pedro se quedó mucho tiempo en Jope, viviendo con Simón, un curtidor de pieles.
 

 

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Salmo 132

Cántico para los peregrinos que suben a Jerusalén.

1Señor, acuérdate de David
y de todo lo que sufrió.
2Le hizo una promesa solemne al Señor;
le juró al Poderoso de Israel:
3«No iré a mi hogar
ni me permitiré descansar;
4no dejaré que mis ojos duerman
ni cerraré los párpados adormecidos
5hasta que encuentre un lugar donde construir una casa para el Señor,
un santuario para el Poderoso de Israel».
6Oímos que el arca estaba en Efrata;
luego la encontramos en los campos distantes de Jaar.
7Vayamos al santuario del Señor;
adoremos al pie de su trono.
8Levántate, oh Señor, y entra en tu lugar de descanso,
junto con el arca, símbolo de tu poder.
9Que tus sacerdotes se vistan de santidad;
que tus leales servidores canten de alegría.
10Por amor a tu siervo David,
no rechaces al rey que has ungido.
11El Señor le hizo un juramento a David
con una promesa que nunca retirará:
«Pondré a uno de tus descendientes
en tu trono.
12Si tus descendientes obedecen las condiciones de mi pacto
y las leyes que les enseño,
entonces tu linaje real
continuará por siempre y para siempre».
13Pues el Señor ha escogido a Jerusalén;
ha querido que sea su hogar.
14«Este es mi lugar de descanso para siempre —dijo—;
viviré aquí porque este es el hogar que he deseado.
15Bendeciré a esta ciudad y la haré próspera;
saciaré a sus pobres con alimento.
16Vestiré a sus sacerdotes con santidad;
sus fieles servidores cantarán de alegría.
17Aquí aumentaré el poder de David;
mi ungido será una luz para mi pueblo.
18Vestiré de vergüenza a sus enemigos,
pero él será un rey glorioso».

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