12 de Junio

 

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1 Reyes 9 y 10
Hechos 8:14-40
Salmo 130
Proverbios 12

 

1 Reyes 9

Respuesta del Señora Salomón
1Así que Salomón terminó de construir el templo del Señor y también el palacio real. Llevó a cabo todo lo que había pensado hacer.2Entonces el Señor se le apareció a Salomón por segunda vez, como lo había hecho en Gabaón. 3El Señor le dijo:
«He oído tu oración y lo que me pediste. He apartado este templo para que sea santo, este lugar que has construido, donde mi nombre será honrado para siempre. Lo vigilaré sin cesar, porque es muy preciado a mi corazón.
4»En cuanto a ti, si me sigues con integridad y rectitud como lo hizo tu padre David y obedeces todos mis mandatos, decretos y ordenanzas, 5entonces estableceré tu dinastía en el trono de Israel para siempre. Pues a tu padre David le prometí: “Siempre habrá uno de tus descendientes en el trono de Israel”.
6»Pero si tú o tus descendientes me abandonan y desobedecen los mandatos y los decretos que les he dado, y sirven y rinden culto a otros dioses, 7entonces desarraigaré a Israel de la tierra que le he dado. Rechazaré este templo que hice santo para honrar mi nombre. Haré que Israel sea objeto de burla y de ridículo entre las naciones. 8Y aunque ahora este templo sea imponente, todos los que pasen por allí quedarán horrorizados y menearán la cabeza con asombro. Preguntarán: “¿Por qué habrá hecho el Señor cosas tan terribles a esta tierra y a este templo?”.
9»Y la respuesta será: “Porque los israelitas abandonaron al Señor su Dios, quien sacó a sus antepasados de Egipto, y rindieron culto a otros dioses y se inclinaron ante ellos. Por esa razón el Señor les envió tantas calamidades”».
Salomón hace un acuerdo con Hiram
10Salomón tardó veinte años en construir el templo del Señor y su propio palacio real. Al cabo de ese tiempo, 11Salomón le dio a Hiram, rey de Tiro, veinte ciudades en la tierra de Galilea. (Hiram había provisto toda la madera de cedro y de ciprés y todo el oro que Salomón había pedido). 12Sin embargo, cuando Hiram llegó desde Tiro para ver las ciudades que Salomón le había dado, no le gustaron nada.13«¿Qué clase de ciudades son estas, hermano?», le preguntó. Por eso Hiram llamó a esa región Cabul (que significa «sin ningún valor»), y así se conoce hasta el día de hoy.14Sin embargo, Hiram le pagó a Salomón cuatro mil kilos de oro.
Numerosos logros de Salomón
15Este es el relato del trabajo forzado que el rey Salomón impuso para la construcción del templo del Señor, el palacio real, los terraplenes, la muralla de Jerusalén y las ciudades de Hazor, Meguido y Gezer. 16(El faraón, rey de Egipto, había atacado y conquistado Gezer, mató a la población cananea e incendió la ciudad. Luego se la dio a su hija como regalo de bodas cuando ella se casó con Salomón. 17Así que Salomón reconstruyó la ciudad de Gezer). También fortificó las ciudades de Bet-horón de abajo,18Baalat y Tamar, en el desierto que está dentro de su tierra. 19Construyó ciudades como centros de almacenamiento así como ciudades para sus carros de guerra y sus caballos. Construyó todo lo que quiso en Jerusalén, en el Líbano y por todo su reino.
20En esa tierra todavía había habitantes que no eran israelitas, entre los cuales se encontraban amorreos, hititas, ferezeos, heveos y jebuseos. 21Todos ellos eran descendientes de las naciones que el pueblo de Israel no había destruido por completo. Entonces Salomón les impuso trabajo forzado y los hizo parte de sus trabajadores, y en esa condición trabajan hasta el día de hoy; 22pero Salomón no obligó a ningún israelita para el trabajo forzado, sino que los puso a su servicio como soldados, funcionarios de gobierno, oficiales y capitanes en su ejército, y comandantes y conductores de sus carros de guerra.23Salomón designó a quinientos cincuenta de ellos para que supervisaran a los trabajadores de sus diversos proyectos.
24Salomón trasladó a su esposa, la hija del faraón, de la Ciudad de David al palacio nuevo que le había edificado; luego construyó los terraplenes.
25Tres veces al año Salomón presentaba ofrendas quemadas y ofrendas de paz sobre el altar que había construido para el Señor. También quemaba incienso al Señor. Finalmente terminó el trabajo de construir el templo.
26El rey Salomón también construyó una flota de barcos en Ezión-geber, un puerto cerca de Elat en la tierra de Edom, a la orilla del mar Rojo. 27Hiram envió tripulaciones de marineros expertos para navegar los barcos junto con los hombres de Salomón. 28Navegaron hasta Ofir y regresaron con unos catorce mil kilos de oro, que entregaron a Salomón.

 

1 Reyes 10

Visita de la reina de Saba
1Cuando la reina de Saba se enteró de la fama de Salomón, fama que honraba el nombre del Señor, fue a visitarlo para ponerlo a prueba con preguntas difíciles. 2Llegó a Jerusalén con un gran séquito de asistentes y una enorme caravana de camellos cargados con especias, grandes cantidades de oro y piedras preciosas. Cuando se presentó ante Salomón, habló con él acerca de todo lo que ella tenía en mente.3Salomón tenía respuestas para todas sus preguntas; nada le resultaba demasiado difícil de explicar. 4Cuando la reina de Saba se dio cuenta de lo sabio que era Salomón y vio el palacio que él había construido, 5quedó atónita. También estaba asombrada por la comida que se servía en las mesas del rey, por la forma en que estaban organizados sus funcionarios y la ropa espléndida que usaban, por los coperos y por las ofrendas quemadas que ofrecía Salomón en el templo del Señor.
6Entonces la reina exclamó: «¡Todo lo que oí en mi país acerca de tus logros y de tu sabiduría es cierto! 7Yo no creía lo que se dijo hasta que llegué aquí y lo vi con mis propios ojos. De hecho, ¡lo que había oído no refleja ni la mitad! Tu sabiduría y prosperidad superan ampliamente lo que me habían dicho. 8¡Qué feliz debe estar tu pueblo! ¡Qué privilegio para tus funcionarios estar aquí en tu presencia día tras día, escuchando tu sabiduría! 9Alabado sea el Señor tu Dios, quien se deleita en ti y te ha puesto en el trono de Israel. Debido al amor eterno del Señor por Israel, él te ha hecho rey para que puedas gobernar con justicia y rectitud».
10Luego le regaló al rey cuatro mil kilos de oro, grandes cantidades de especias y de piedras preciosas. Nunca más entraron en el reino tantas especias como las que la reina de Saba le regaló al rey Salomón.
11(Además, los barcos de Hiram trajeron oro desde Ofir, y también abundantes cargamentos de madera de sándalo rojo y piedras preciosas. 12Con el sándalo, el rey construyó barandas para el templo del Señor y para el palacio real, e hizo liras y arpas para los músicos. Nunca antes ni después hubo tanta cantidad de madera de sándalo).
13El rey Salomón le dio a la reina de Saba todo lo que ella pidió, además de todos los regalos de costumbre que ya le había entregado con tanta generosidad. Luego ella y todos sus acompañantes regresaron a su tierra.
Riqueza y esplendor de Salomón
14Cada año Salomón recibía unos veintitrés mil kilos de oro, 15sin contar los ingresos adicionales que recibía de mercaderes y comerciantes, de todos los reyes de Arabia y de los gobernadores de la tierra.
16El rey Salomón fabricó doscientos escudos grandes de oro labrado a martillo; cada uno pesaba casi siete kilos. 17También hizo trescientos escudos más pequeños de oro labrado a martillo; cada uno pesaba casi dos kilos. El rey colocó los escudos en el Palacio del Bosque del Líbano.
18Luego el rey hizo un gran trono, decorado con marfil y revestido de oro fino.19El trono tenía seis escalones y un respaldo redondeado. A cada lado del asiento había apoyabrazos, y a cada lado del trono había una figura de león de pie. 20Había también otros doce leones, uno en cada extremo de los seis escalones. ¡No había trono en todo el mundo que pudiera compararse con el de Salomón!
21Todas las copas del rey Salomón eran de oro macizo, igual que todos los utensilios en el Palacio del Bosque del Líbano. No estaban hechos de plata porque en los tiempos de Salomón la plata no se consideraba de valor.
22El rey tenía una flota de barcos mercantes que navegaba con la flota de Hiram. Una vez cada tres años, los barcos regresaban cargados de oro, plata, marfil, simios y pavos reales.
23De modo que Salomón llegó a ser más rico y más sabio que cualquier otro rey de la tierra. 24Gente de todas las naciones lo visitaba para consultarlo y escuchar la sabiduría que Dios le había dado. 25Año tras año, cada visitante le llevaba regalos de plata y oro, ropa, armas, especias, caballos y mulas.
26Salomón acumuló gran cantidad de carros de guerra y caballos; tenía mil cuatrocientos carros y doce mil caballos. Los colocó en las ciudades designadas para guardar los carros y también cerca de él en Jerusalén. 27El rey hizo que en Jerusalén la plata fuera tan abundante como las piedras. Además, la valiosa madera de cedro era tan común como la higuera sicómoro que crece en las colinas de Judá. 28Los caballos de Salomón se importaban de Egipto y de Cilicia; los mercaderes del rey los adquirían en Cilicia a precio de mercado. 29En ese tiempo, un carro egipcio costaba seiscientas piezas de plata, y los caballos se vendían a ciento cincuenta piezas de plata. Después los exportaban a los reyes de los hititas y a los reyes de Aram.

 

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Hechos 8:14-40

14Cuando los apóstoles de Jerusalén oyeron que la gente de Samaria había aceptado el mensaje de Dios, enviaron a Pedro y a Juan allá. 15En cuanto ellos llegaron, oraron por los nuevos creyentes para que recibieran el Espíritu Santo. 16El Espíritu Santo todavía no había venido sobre ninguno de ellos porque solo habían sido bautizados en el nombre del Señor Jesús.17Entonces Pedro y Juan impusieron sus manos sobre esos creyentes, y recibieron el Espíritu Santo.
18Cuando Simón vio que el Espíritu se recibía cuando los apóstoles imponían sus manos sobre la gente, les ofreció dinero para comprar ese poder.
19—Déjenme tener este poder también —exclamó—, para que, cuando yo imponga mis manos sobre las personas, ¡reciban el Espíritu Santo!
20Pedro le respondió:
—¡Que tu dinero se destruya junto contigo por pensar que es posible comprar el don de Dios! 21Tú no tienes parte ni derecho en esto porque tu corazón no es recto delante de Dios. 22Arrepiéntete de tu maldad y ora al Señor. Tal vez él perdone tus malos pensamientos, 23porque puedo ver que estás lleno de una profunda envidia y que el pecado te tiene cautivo.
24—¡Oren al Señor por mí! —exclamó Simón—. ¡Que no me sucedan estas cosas terribles que has dicho!
25Después de dar testimonio y predicar la palabra del Señor en Samaria, Pedro y Juan regresaron a Jerusalén. Por el camino, se detuvieron en muchas aldeas samaritanas para predicar la Buena Noticia.
Felipe y el eunuco etíope
26En cuanto a Felipe, un ángel del Señor le dijo: «Ve al sur por el camino del desierto que va de Jerusalén a Gaza». 27Entonces él emprendió su viaje y se encontró con el tesorero de Etiopía, un eunuco de mucha autoridad bajo el mando de Candace, la reina de Etiopía. El eunuco había ido a Jerusalén a adorar 28y ahora venía de regreso. Sentado en su carruaje, leía en voz alta el libro del profeta Isaías.
29El Espíritu Santo le dijo a Felipe: «Acércate y camina junto al carruaje».
30Felipe se acercó corriendo y oyó que el hombre leía al profeta Isaías. Felipe le preguntó:
—¿Entiendes lo que estás leyendo?
31El hombre contestó:
—¿Y cómo puedo entenderlo, a menos que alguien me explique?
Y le rogó a Felipe que subiera al carruaje y se sentara junto a él.
32El pasaje de la Escritura que leía era el siguiente:
«Como oveja fue llevado al matadero.
Y, como cordero en silencio ante sus trasquiladores,
no abrió su boca.
33Fue humillado y no le hicieron justicia.
¿Quién puede hablar de sus descendientes?
Pues su vida fue quitada de la tierra».
34El eunuco le preguntó a Felipe: «Dime, ¿hablaba el profeta acerca de sí mismo o de alguien más?». 35Entonces, comenzando con esa misma porción de la Escritura, Felipe le habló de la Buena Noticia acerca de Jesús.
36Mientras iban juntos, llegaron a un lugar donde había agua, y el eunuco dijo: «¡Mira, allí hay agua! ¿Qué impide que yo sea bautizado?». 38Ordenó que detuvieran el carruaje, descendieron al agua, y Felipe lo bautizó.
39Cuando salieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe. El eunuco nunca más volvió a verlo, pero siguió su camino con mucha alegría. 40Entre tanto, Felipe se encontró más al norte, en la ciudad de Azoto. Predicó la Buena Noticia allí y en cada pueblo a lo largo del camino, hasta que llegó a Cesarea.
 

 

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Salmo 130

Cántico para los peregrinos que suben a Jerusalén.

1Desde lo profundo de mi desesperación, oh Señor,
clamo por tu ayuda.
2Escucha mi clamor, oh Señor.
Presta atención a mi oración.
3Señor, si llevaras un registro de nuestros pecados,
¿quién, oh Señor, podría sobrevivir?
4Pero tú ofreces perdón,
para que aprendamos a temerte.
5Yo cuento con el Señor;
sí, cuento con él;
en su palabra he puesto mi esperanza.
6Anhelo al Señor
más que los centinelas el amanecer,
sí, más de lo que los centinelas anhelan el amanecer.
7Oh Israel, espera en el Señor;
porque en el Señor hay amor inagotable;
su redención sobreabunda.
8Él mismo redimirá a Israel
de toda clase de pecado.

 

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