2 Samuel 19:11-43
Joab reprende al rey
1Pronto
le llegó a Joab la noticia de que el rey estaba llorando y
haciendo duelo por Absalón.2A
medida que el pueblo se enteraba del profundo dolor del rey
por su hijo, la alegría por la victoria se tornaba en
profunda tristeza. 3Ese
día todos regresaron sigilosamente a la ciudad, como si
estuvieran avergonzados y hubieran desertado de la batalla. 4El
rey se cubrió el rostro con las manos y seguía llorando: «¡Oh,
Absalón, hijo mío! ¡Oh, Absalón, hijo mío, hijo mío!».
5Entonces
Joab fue a la habitación del rey y le dijo: «Hoy salvamos su
vida y la de sus hijos e hijas, sus esposas y concubinas.
Sin embargo, al actuar de esa forma hace que nos sintamos
avergonzados de nosotros mismos.6Parece
que usted ama a los que lo odian y odia a los que lo aman.
Hoy nos ha dejado muy en claro que sus comandantes y sus
tropas no significan nada para usted. Pareciera que si
Absalón hubiera vivido y todos nosotros estuviéramos
muertos, estaría contento.7Ahora
salga y felicite a sus tropas, porque si no lo hace, le juro
por el Señor que
ni uno solo de ellos permanecerá aquí esta noche. Entonces
quedará peor que antes».
8Así
que el rey salió y tomó su lugar a las puertas de la ciudad
y, a medida que se corría la voz por la ciudad de que él
estaba allí, todos iban a él.
Mientras tanto, los israelitas que habían apoyado a Absalón
huyeron a sus casas. 9Y
por todas las tribus de Israel había mucha discusión y
disputa. La gente decía: «El rey nos rescató de nuestros
enemigos y nos salvó de los filisteos, pero Absalón lo echó
del país.10Ahora
Absalón, a quien ungimos para que nos gobernara, está
muerto. ¿Por qué no pedirle a David que regrese y sea
nuestro rey otra vez?».
11Entonces
el rey David envió a los sacerdotes Sadoc y Abiatar para que
les dijeran a los ancianos de Judá: «¿Por qué son ustedes
los últimos en dar la bienvenida al rey en su regreso al
palacio? Pues he oído que todo Israel está listo. 12¡Ustedes
son mis parientes, mi propia tribu, mi misma sangre! ¿Por
qué son los últimos en dar la bienvenida al rey?».
13Además
David les pidió que le dijeran a Amasa: «Como eres de mi
misma sangre, al igual que Joab, que Dios me castigue y aun
me mate si no te nombro comandante de mi ejército en su
lugar».
14Así
que Amasa convenció
a todos los hombres de Judá, y ellos respondieron
unánimemente. Y le mandaron a decir al rey: «Regrese a
nosotros, y traiga de vuelta a todos los que lo acompañan».
David regresa a Jerusalén
15Así
que el rey emprendió su regreso a Jerusalén. Cuando llegó al
río Jordán, la gente de Judá fue hasta Gilgal para
encontrarse con él y escoltarlo hasta el otro lado del río. 16Simei,
hijo de Gera, el hombre de Bahurim de Benjamín, se apresuró
a cruzar junto con los hombres de Judá para darle la
bienvenida al rey David. 17Otros
mil hombres de la tribu de Benjamín estaban con él, entre
ellos Siba, el sirviente principal de la casa de Saúl, los
quince hijos de Siba y sus veinte sirvientes. Bajaron
corriendo hasta llegar al Jordán para recibir al rey. 18Cruzaron
los vados del Jordán para llevar a todos los de la casa del
rey al otro lado del río, ayudándolo en todo lo que
pudieron.
Misericordia de David con Simei
Cuando el rey estaba a punto de cruzar el río, Simei cayó de
rodillas ante él.
19—Mi
señor el rey, por favor, perdóneme —le rogó—. Olvide la
terrible cosa que su siervo hizo cuando usted dejó
Jerusalén. Que el rey lo borre de su mente.20Estoy
consciente de cuánto he pecado. Es por eso que he venido
aquí este día, siendo el primero en todo Israel en
recibir a mi señor el rey.
21Entonces
Abisai hijo de Sarvia dijo:
—¡Simei debe morir, porque maldijo al rey ungido por el Señor!
22—¿Quién
les pidió su opinión a ustedes, hijos de Sarvia? —exclamó
David—. ¿Por qué hoy se han convertido en mis adversarios? ¡Este
no es un día de ejecución, sino de celebración! ¡Hoy he
vuelto a ser el rey de Israel!
23Entonces,
volviéndose a Simei, David juró:
—Se te perdonará la vida.
Bondad de David hacia Mefiboset
24Ahora
bien, Mefiboset, el
nieto de Saúl, descendió de Jerusalén para encontrarse con
el rey. No había cuidado sus pies, cortado su barba ni
lavado su ropa desde el día en que el rey dejó Jerusalén.
25—¿Por
qué no viniste conmigo, Mefiboset? —le preguntó el rey.
26Mefiboset
contestó:
—Mi señor el rey, mi siervo Siba me engañó. Le dije:
“Ensilla mi burro para
que pueda ir con el rey”. Pues como usted sabe, soy lisiado. 27Siba
me calumnió cuando dijo que me negué a venir. Pero sé que mi
señor el rey es como un ángel de Dios, así que haga como
mejor le parezca. 28Todos
mis parientes y yo solo podíamos esperar la muerte de su
parte, mi señor, ¡pero en cambio me honró al permitirme
comer a su propia mesa! ¿Qué más puedo pedir?
29—Ya
dijiste suficiente —respondió David—. He decidido que tú y
Siba se dividan tu tierra en partes iguales.
30—Désela
toda a él —dijo Mefiboset—. ¡Estoy satisfecho con que haya
vuelto a salvo, mi señor el rey!
Bondad de David con Barzilai
31Barzilai
de Galaad había descendido de Rogelim para escoltar al rey a
cruzar el Jordán.32Él
era muy anciano, tenía unos ochenta años, y era muy rico. Él
fue quien proveyó el alimento para el rey durante el tiempo
que pasó en Mahanaim.
33—Cruza
el río conmigo y quédate a vivir en Jerusalén —le dijo el
rey a Barzilai—. Y allí me haré cargo de ti.
34—No
—le respondió—, soy demasiado viejo para ir con el rey a
Jerusalén. 35Ahora
tengo ochenta años de edad, y ya no puedo disfrutar de nada.
La comida y el vino ya no tienen sabor, tampoco puedo oír
las voces de los cantantes. Sería nada más una carga para mi
señor el rey.36¡Tan
solo cruzar el río Jordán con el rey es todo el honor que
necesito! 37Después
déjeme regresar para que muera en mi ciudad, donde están
enterrados mi padre y mi madre. Pero aquí está su siervo, mi
hijo Quimam; permítale que él vaya con mi señor el rey y que
reciba lo que usted quiera darle.
38—Muy
bien —acordó el rey—. Quimam irá conmigo, y lo ayudaré en
cualquier forma que tú quieras; haré por ti cualquier cosa
que desees.
39Luego
toda la gente cruzó el Jordán junto con el rey. Después que
David lo hubo bendecido y besado, Barzilai regresó a su
propia casa. 40El
rey cruzó el Jordán hacia Gilgal, y llevó a Quimam con él.
Todas las tropas de Judá y la mitad de las de Israel
escoltaron al rey en su camino.
Discusión sobre el rey
41Pero
todos los hombres de Israel se quejaron con el rey:
—Los hombres de Judá se adueñaron del rey y no nos dieron el
honor de ayudarlo a usted ni a los de su casa ni a sus
hombres a cruzar el Jordán.
42Los
hombres de Judá respondieron:
—El rey es un pariente cercano. ¿Por qué tienen que enojarse
por eso? ¡No hemos tocado la comida del rey ni hemos
recibido algún favor especial!
43—Pero
hay diez tribus en Israel —respondieron los otros—. De modo
que tenemos diez veces más derecho sobre el rey que ustedes.
¿Qué derecho tienen de tratarnos con tanto desprecio? ¿Acaso
no fuimos nosotros los primeros en hablar de traerlo de
regreso para que fuera de nuevo nuestro rey?
La discusión continuó entre unos y otros, y los hombres de
Judá hablaron con más dureza que los de Israel.
2 Samuel 20:1-13
Revuelta de Seba
1Sucedió
que había un alborotador allí de nombre Seba, hijo de Bicri,
un hombre de la tribu de Benjamín. Seba tocó un cuerno de
carnero y comenzó a repetir:
«¡Abajo la dinastía de David!
No nos interesa para nada el hijo de Isaí.
Vamos, hombres de Israel,
todos a sus casas».
2Así
que todos los hombres de Israel abandonaron a David y
siguieron a Seba, hijo de Bicri. Pero los hombres de Judá se
quedaron con su rey y lo escoltaron desde el río Jordán
hasta Jerusalén.
3Cuando
David llegó a su palacio en Jerusalén, tomó a las diez
concubinas que había dejado para que cuidaran el palacio y
las puso en reclusión. Les proveyó para sus necesidades,
pero no volvió a acostarse con ninguna. De modo que cada una
de ellas vivió como una viuda hasta que murió.
4Luego
David le dijo a Amasa: «Moviliza al ejército de Judá dentro
de tres días y enseguida preséntate aquí». 5Así
que Amasa salió a notificar a la tribu de Judá, pero le
llevó más tiempo del que le fue dado.
6Por
eso David le dijo a Abisai: «Seba, hijo de Bicri, nos va a
causar más daño que Absalón. Rápido, toma a mis tropas y
persíguelo antes de que llegue a alguna ciudad fortificada
donde no podamos alcanzarlo».
7Entonces
Abisai y Joab, junto
con la escolta del rey y
todos sus poderosos guerreros salieron de Jerusalén para
perseguir a Seba. 8Al
llegar a la gran roca de Gabaón, Amasa les salió al
encuentro. Joab llevaba puesta su túnica militar con una
daga sujeta a su cinturón. Cuando dio un paso al frente para
saludar a Amasa, sacó la daga de su vaina.
9«¿Cómo
estás, primo mío?», dijo Joab, y con la mano derecha lo tomó
por la barba como si fuera a besarlo. 10Amasa
no se dio cuenta de la daga que tenía en la mano izquierda,
y Joab se la clavó en el estómago, de manera que sus
entrañas se derramaron por el suelo. Joab no necesitó volver
a apuñalarlo, y Amasa pronto murió. Joab y su hermano Abisai
lo dejaron tirado allí y siguieron en busca de Seba. 11Uno
de los jóvenes de Joab les gritó a las tropas de Amasa: «Si
están a favor de Joab y David, vengan y sigan a Joab». 12Pero
como Amasa yacía bañado en su propia sangre en medio del
camino, y el hombre de Joab vio que todos se detenían para
verlo, lo arrastró fuera del camino hasta el campo y le echó
un manto encima. 13Con
el cuerpo de Amasa quitado de en medio, todos continuaron
con Joab a capturar a Seba, hijo de Bicri.
.
Juan 21
Epílogo: Jesús se aparece a siete discípulos
1Más
tarde, Jesús se apareció nuevamente a los discípulos junto al
mar de Galilea. Este
es el relato de lo que sucedió. 2Varios
de sus discípulos se encontraban allí: Simón Pedro, Tomás (al
que apodaban el Gemelo), Natanael
de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos.
3Simón
Pedro dijo:
—Me voy a pescar.
—Nosotros también vamos —dijeron los demás.
Así que salieron en la barca, pero no pescaron nada en toda la
noche.
4Al
amanecer, Jesús apareció en la playa, pero los discípulos no
podían ver quién era. 5Les
preguntó:
—Amigos, ¿pescaron
algo?
—No —contestaron ellos.
6Entonces
él dijo:
—¡Echen la red a la derecha de la barca y tendrán pesca!
Ellos lo hicieron y no podían sacar la red por la gran cantidad
de peces que contenía.
7Entonces
el discípulo a quien Jesús amaba le dijo a Pedro: «¡Es el
Señor!». Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se puso la
túnica (porque se la había quitado para trabajar), se tiró al
agua y se dirigió hacia la orilla. 8Los
otros se quedaron en la barca y arrastraron la pesada red llena
de pescados hasta la orilla, porque estaban solo a unos noventa
metros de
la playa. 9Cuando
llegaron, encontraron el desayuno preparado para ellos: pescado
a la brasa y pan.
10«Traigan
algunos de los pescados que acaban de sacar», dijo
Jesús.11Así
que Simón Pedro subió a la barca y arrastró la red hasta la
orilla. Había 153 pescados grandes, y aun así la red no se había
roto.
12«¡Ahora
acérquense y desayunen!»,dijo
Jesús. Ninguno de los discípulos se atrevió a preguntarle:
«¿Quién eres?». Todos sabían que era el Señor. 13Entonces
Jesús les sirvió el pan y el pescado. 14Esa
fue la tercera vez que se apareció a sus discípulos después de
haber resucitado de los muertos.
15Después
del desayuno, Jesús le preguntó a Simón Pedro:
—Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?
—Sí, Señor —contestó Pedro—, tú sabes que te quiero.
—Entonces, alimenta a mis corderos —le
dijo Jesús.
16Jesús
repitió la pregunta:
—Simón, hijo de Juan, ¿me amas?
—Sí, Señor —dijo Pedro—, tú sabes que te quiero.
—Entonces, cuida de mis ovejas —dijo
Jesús.
17Le
preguntó por tercera vez:
—Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?
A Pedro le dolió que Jesús le dijera la tercera vez: «¿Me
quieres?». Le contestó:
—Señor, tú sabes todo. Tú sabes que yo te quiero.
Jesús dijo:
—Entonces, alimenta a mis ovejas.
18»Te
digo la verdad, cuando eras joven, podías hacer lo que querías;
te vestías tú mismo e ibas adonde querías ir. Sin embargo,
cuando seas viejo, extenderás los brazos, y otros te vestirán y
te llevarán adonde
no quieras ir.
19Jesús
dijo eso para darle a conocer el tipo de muerte con la que Pedro
glorificaría a Dios. Entonces Jesús le dijo: «Sígueme».
20Pedro
se dio vuelta y vio que, detrás de ellos, estaba el discípulo a
quien Jesús amaba, el que se había inclinado hacia Jesús durante
la cena para preguntarle: «Señor, ¿quién va a traicionarte?». 21Pedro
le preguntó a Jesús:
—Señor, ¿qué va a pasar con él?
22Jesús
contestó:
—Si quiero que él siga vivo hasta que yo regrese, ¿qué tiene que
ver contigo? En cuanto a ti, sígueme.
23Así
que entre la comunidad de los creyentes corrió
el rumor de que ese discípulo no moriría; pero eso no fue en
absoluto lo que dijo Jesús. Él sólo dijo: «Si
quiero que él siga vivo hasta que yo regrese, ¿qué tiene que ver
contigo?».
24Ese
discípulo es el que da testimonio de todos estos sucesos y los
ha registrado en este libro; y sabemos que su relato es fiel.
25Jesús
también hizo muchas otras cosas. Si todas se pusieran por
escrito, supongo que el mundo entero no podría contener los
libros que se escribirían.

Salmo
120:1-7
Cántico para los peregrinos que suben a Jerusalén.
1Llevé mis
problemas al Señor;
clamé a él, y respondió a mi oración.
2Rescátame, oh Señor, de los mentirosos
y de todos los embusteros.
3¡Ay, lengua engañosa! ¿Qué hará Dios contigo?
¿Cómo aumentará tu castigo?
4Te atravesarán con flechas afiladas
y te quemarán con brasas encendidas.
5Cuánto sufro en el lejano Mesec.
Me duele habitar en el distante Cedar.
6Estoy cansado de vivir
entre personas que odian la paz.
7Busco la paz;
pero, cuando hablo de paz, ¡ellos quieren guerra!

|