2 de Junio

 

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2 Samuel 19:11 a 20:13
Juan 21
Salmo 120
Proverbios 2

 

2 Samuel 19:11-43

Joab reprende al rey
1Pronto le llegó a Joab la noticia de que el rey estaba llorando y haciendo duelo por Absalón.2A medida que el pueblo se enteraba del profundo dolor del rey por su hijo, la alegría por la victoria se tornaba en profunda tristeza. 3Ese día todos regresaron sigilosamente a la ciudad, como si estuvieran avergonzados y hubieran desertado de la batalla. 4El rey se cubrió el rostro con las manos y seguía llorando: «¡Oh, Absalón, hijo mío! ¡Oh, Absalón, hijo mío, hijo mío!».
5Entonces Joab fue a la habitación del rey y le dijo: «Hoy salvamos su vida y la de sus hijos e hijas, sus esposas y concubinas. Sin embargo, al actuar de esa forma hace que nos sintamos avergonzados de nosotros mismos.6Parece que usted ama a los que lo odian y odia a los que lo aman. Hoy nos ha dejado muy en claro que sus comandantes y sus tropas no significan nada para usted. Pareciera que si Absalón hubiera vivido y todos nosotros estuviéramos muertos, estaría contento.7Ahora salga y felicite a sus tropas, porque si no lo hace, le juro por el Señor que ni uno solo de ellos permanecerá aquí esta noche. Entonces quedará peor que antes».
8Así que el rey salió y tomó su lugar a las puertas de la ciudad y, a medida que se corría la voz por la ciudad de que él estaba allí, todos iban a él.
Mientras tanto, los israelitas que habían apoyado a Absalón huyeron a sus casas. 9Y por todas las tribus de Israel había mucha discusión y disputa. La gente decía: «El rey nos rescató de nuestros enemigos y nos salvó de los filisteos, pero Absalón lo echó del país.10Ahora Absalón, a quien ungimos para que nos gobernara, está muerto. ¿Por qué no pedirle a David que regrese y sea nuestro rey otra vez?».
11Entonces el rey David envió a los sacerdotes Sadoc y Abiatar para que les dijeran a los ancianos de Judá: «¿Por qué son ustedes los últimos en dar la bienvenida al rey en su regreso al palacio? Pues he oído que todo Israel está listo. 12¡Ustedes son mis parientes, mi propia tribu, mi misma sangre! ¿Por qué son los últimos en dar la bienvenida al rey?».
13Además David les pidió que le dijeran a Amasa: «Como eres de mi misma sangre, al igual que Joab, que Dios me castigue y aun me mate si no te nombro comandante de mi ejército en su lugar».
14Así que Amasa convenció a todos los hombres de Judá, y ellos respondieron unánimemente. Y le mandaron a decir al rey: «Regrese a nosotros, y traiga de vuelta a todos los que lo acompañan».
David regresa a Jerusalén
15Así que el rey emprendió su regreso a Jerusalén. Cuando llegó al río Jordán, la gente de Judá fue hasta Gilgal para encontrarse con él y escoltarlo hasta el otro lado del río. 16Simei, hijo de Gera, el hombre de Bahurim de Benjamín, se apresuró a cruzar junto con los hombres de Judá para darle la bienvenida al rey David. 17Otros mil hombres de la tribu de Benjamín estaban con él, entre ellos Siba, el sirviente principal de la casa de Saúl, los quince hijos de Siba y sus veinte sirvientes. Bajaron corriendo hasta llegar al Jordán para recibir al rey. 18Cruzaron los vados del Jordán para llevar a todos los de la casa del rey al otro lado del río, ayudándolo en todo lo que pudieron.
Misericordia de David con Simei
Cuando el rey estaba a punto de cruzar el río, Simei cayó de rodillas ante él.
19—Mi señor el rey, por favor, perdóneme —le rogó—. Olvide la terrible cosa que su siervo hizo cuando usted dejó Jerusalén. Que el rey lo borre de su mente.20Estoy consciente de cuánto he pecado. Es por eso que he venido aquí este día, siendo el primero en todo Israel en recibir a mi señor el rey.
21Entonces Abisai hijo de Sarvia dijo:
—¡Simei debe morir, porque maldijo al rey ungido por el Señor!
22—¿Quién les pidió su opinión a ustedes, hijos de Sarvia? —exclamó David—. ¿Por qué hoy se han convertido en mis adversarios? ¡Este no es un día de ejecución, sino de celebración! ¡Hoy he vuelto a ser el rey de Israel!
23Entonces, volviéndose a Simei, David juró:
—Se te perdonará la vida.
Bondad de David hacia Mefiboset
24Ahora bien, Mefiboset, el nieto de Saúl, descendió de Jerusalén para encontrarse con el rey. No había cuidado sus pies, cortado su barba ni lavado su ropa desde el día en que el rey dejó Jerusalén.
25—¿Por qué no viniste conmigo, Mefiboset? —le preguntó el rey.
26Mefiboset contestó:
—Mi señor el rey, mi siervo Siba me engañó. Le dije: “Ensilla mi burro para que pueda ir con el rey”. Pues como usted sabe, soy lisiado. 27Siba me calumnió cuando dijo que me negué a venir. Pero sé que mi señor el rey es como un ángel de Dios, así que haga como mejor le parezca. 28Todos mis parientes y yo solo podíamos esperar la muerte de su parte, mi señor, ¡pero en cambio me honró al permitirme comer a su propia mesa! ¿Qué más puedo pedir?
29—Ya dijiste suficiente —respondió David—. He decidido que tú y Siba se dividan tu tierra en partes iguales.
30—Désela toda a él —dijo Mefiboset—. ¡Estoy satisfecho con que haya vuelto a salvo, mi señor el rey!
Bondad de David con Barzilai
31Barzilai de Galaad había descendido de Rogelim para escoltar al rey a cruzar el Jordán.32Él era muy anciano, tenía unos ochenta años, y era muy rico. Él fue quien proveyó el alimento para el rey durante el tiempo que pasó en Mahanaim.
33—Cruza el río conmigo y quédate a vivir en Jerusalén —le dijo el rey a Barzilai—. Y allí me haré cargo de ti.
34—No —le respondió—, soy demasiado viejo para ir con el rey a Jerusalén. 35Ahora tengo ochenta años de edad, y ya no puedo disfrutar de nada. La comida y el vino ya no tienen sabor, tampoco puedo oír las voces de los cantantes. Sería nada más una carga para mi señor el rey.36¡Tan solo cruzar el río Jordán con el rey es todo el honor que necesito! 37Después déjeme regresar para que muera en mi ciudad, donde están enterrados mi padre y mi madre. Pero aquí está su siervo, mi hijo Quimam; permítale que él vaya con mi señor el rey y que reciba lo que usted quiera darle.
38—Muy bien —acordó el rey—. Quimam irá conmigo, y lo ayudaré en cualquier forma que tú quieras; haré por ti cualquier cosa que desees.
39Luego toda la gente cruzó el Jordán junto con el rey. Después que David lo hubo bendecido y besado, Barzilai regresó a su propia casa. 40El rey cruzó el Jordán hacia Gilgal, y llevó a Quimam con él. Todas las tropas de Judá y la mitad de las de Israel escoltaron al rey en su camino.
Discusión sobre el rey
41Pero todos los hombres de Israel se quejaron con el rey:
—Los hombres de Judá se adueñaron del rey y no nos dieron el honor de ayudarlo a usted ni a los de su casa ni a sus hombres a cruzar el Jordán.
42Los hombres de Judá respondieron:
—El rey es un pariente cercano. ¿Por qué tienen que enojarse por eso? ¡No hemos tocado la comida del rey ni hemos recibido algún favor especial!
43—Pero hay diez tribus en Israel —respondieron los otros—. De modo que tenemos diez veces más derecho sobre el rey que ustedes. ¿Qué derecho tienen de tratarnos con tanto desprecio? ¿Acaso no fuimos nosotros los primeros en hablar de traerlo de regreso para que fuera de nuevo nuestro rey?
La discusión continuó entre unos y otros, y los hombres de Judá hablaron con más dureza que los de Israel.

 

2 Samuel 20:1-13

Revuelta de Seba
1Sucedió que había un alborotador allí de nombre Seba, hijo de Bicri, un hombre de la tribu de Benjamín. Seba tocó un cuerno de carnero y comenzó a repetir:
«¡Abajo la dinastía de David!
No nos interesa para nada el hijo de Isaí.
Vamos, hombres de Israel,
todos a sus casas».
2Así que todos los hombres de Israel abandonaron a David y siguieron a Seba, hijo de Bicri. Pero los hombres de Judá se quedaron con su rey y lo escoltaron desde el río Jordán hasta Jerusalén.
3Cuando David llegó a su palacio en Jerusalén, tomó a las diez concubinas que había dejado para que cuidaran el palacio y las puso en reclusión. Les proveyó para sus necesidades, pero no volvió a acostarse con ninguna. De modo que cada una de ellas vivió como una viuda hasta que murió.
4Luego David le dijo a Amasa: «Moviliza al ejército de Judá dentro de tres días y enseguida preséntate aquí». 5Así que Amasa salió a notificar a la tribu de Judá, pero le llevó más tiempo del que le fue dado.
6Por eso David le dijo a Abisai: «Seba, hijo de Bicri, nos va a causar más daño que Absalón. Rápido, toma a mis tropas y persíguelo antes de que llegue a alguna ciudad fortificada donde no podamos alcanzarlo».
7Entonces Abisai y Joab, junto con la escolta del rey y todos sus poderosos guerreros salieron de Jerusalén para perseguir a Seba. 8Al llegar a la gran roca de Gabaón, Amasa les salió al encuentro. Joab llevaba puesta su túnica militar con una daga sujeta a su cinturón. Cuando dio un paso al frente para saludar a Amasa, sacó la daga de su vaina.
9«¿Cómo estás, primo mío?», dijo Joab, y con la mano derecha lo tomó por la barba como si fuera a besarlo. 10Amasa no se dio cuenta de la daga que tenía en la mano izquierda, y Joab se la clavó en el estómago, de manera que sus entrañas se derramaron por el suelo. Joab no necesitó volver a apuñalarlo, y Amasa pronto murió. Joab y su hermano Abisai lo dejaron tirado allí y siguieron en busca de Seba. 11Uno de los jóvenes de Joab les gritó a las tropas de Amasa: «Si están a favor de Joab y David, vengan y sigan a Joab». 12Pero como Amasa yacía bañado en su propia sangre en medio del camino, y el hombre de Joab vio que todos se detenían para verlo, lo arrastró fuera del camino hasta el campo y le echó un manto encima. 13Con el cuerpo de Amasa quitado de en medio, todos continuaron con Joab a capturar a Seba, hijo de Bicri.

 

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Juan 21

Epílogo: Jesús se aparece a siete discípulos
1Más tarde, Jesús se apareció nuevamente a los discípulos junto al mar de Galilea. Este es el relato de lo que sucedió. 2Varios de sus discípulos se encontraban allí: Simón Pedro, Tomás (al que apodaban el Gemelo), Natanael de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos.
3Simón Pedro dijo:
—Me voy a pescar.
—Nosotros también vamos —dijeron los demás.
Así que salieron en la barca, pero no pescaron nada en toda la noche.
4Al amanecer, Jesús apareció en la playa, pero los discípulos no podían ver quién era. 5Les preguntó:
—Amigos, ¿pescaron algo?
—No —contestaron ellos.
6Entonces él dijo:
—¡Echen la red a la derecha de la barca y tendrán pesca!
Ellos lo hicieron y no podían sacar la red por la gran cantidad de peces que contenía.
7Entonces el discípulo a quien Jesús amaba le dijo a Pedro: «¡Es el Señor!». Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se puso la túnica (porque se la había quitado para trabajar), se tiró al agua y se dirigió hacia la orilla. 8Los otros se quedaron en la barca y arrastraron la pesada red llena de pescados hasta la orilla, porque estaban solo a unos noventa metros de la playa. 9Cuando llegaron, encontraron el desayuno preparado para ellos: pescado a la brasa y pan.
10«Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar», dijo Jesús.11Así que Simón Pedro subió a la barca y arrastró la red hasta la orilla. Había 153 pescados grandes, y aun así la red no se había roto.
12«¡Ahora acérquense y desayunen!»,dijo Jesús. Ninguno de los discípulos se atrevió a preguntarle: «¿Quién eres?». Todos sabían que era el Señor. 13Entonces Jesús les sirvió el pan y el pescado. 14Esa fue la tercera vez que se apareció a sus discípulos después de haber resucitado de los muertos.
15Después del desayuno, Jesús le preguntó a Simón Pedro:
—Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?
—Sí, Señor —contestó Pedro—, tú sabes que te quiero.
—Entonces, alimenta a mis corderos —le dijo Jesús.
16Jesús repitió la pregunta:
—Simón, hijo de Juan, ¿me amas?
—Sí, Señor —dijo Pedro—, tú sabes que te quiero.
—Entonces, cuida de mis ovejas —dijo Jesús.
17Le preguntó por tercera vez:
—Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?
A Pedro le dolió que Jesús le dijera la tercera vez: «¿Me quieres?». Le contestó:
—Señor, tú sabes todo. Tú sabes que yo te quiero.
Jesús dijo:
—Entonces, alimenta a mis ovejas.
18»Te digo la verdad, cuando eras joven, podías hacer lo que querías; te vestías tú mismo e ibas adonde querías ir. Sin embargo, cuando seas viejo, extenderás los brazos, y otros te vestirán y te llevarán adonde no quieras ir.
19Jesús dijo eso para darle a conocer el tipo de muerte con la que Pedro glorificaría a Dios. Entonces Jesús le dijo: «Sígueme».
20Pedro se dio vuelta y vio que, detrás de ellos, estaba el discípulo a quien Jesús amaba, el que se había inclinado hacia Jesús durante la cena para preguntarle: «Señor, ¿quién va a traicionarte?». 21Pedro le preguntó a Jesús:
—Señor, ¿qué va a pasar con él?
22Jesús contestó:
—Si quiero que él siga vivo hasta que yo regrese, ¿qué tiene que ver contigo? En cuanto a ti, sígueme.
23Así que entre la comunidad de los creyentes corrió el rumor de que ese discípulo no moriría; pero eso no fue en absoluto lo que dijo Jesús. Él sólo dijo: «Si quiero que él siga vivo hasta que yo regrese, ¿qué tiene que ver contigo?».
24Ese discípulo es el que da testimonio de todos estos sucesos y los ha registrado en este libro; y sabemos que su relato es fiel.
25Jesús también hizo muchas otras cosas. Si todas se pusieran por escrito, supongo que el mundo entero no podría contener los libros que se escribirían.

 

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Salmo 120:1-7

Cántico para los peregrinos que suben a Jerusalén.

1Llevé mis problemas al Señor;
clamé a él, y respondió a mi oración.
2Rescátame, oh Señor, de los mentirosos
y de todos los embusteros.
3¡Ay, lengua engañosa! ¿Qué hará Dios contigo?
¿Cómo aumentará tu castigo?
4Te atravesarán con flechas afiladas
y te quemarán con brasas encendidas.
5Cuánto sufro en el lejano Mesec.
Me duele habitar en el distante Cedar.
6Estoy cansado de vivir
entre personas que odian la paz.
7Busco la paz;
pero, cuando hablo de paz, ¡ellos quieren guerra!

 

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