1º de Junio

 

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2 Samuel 18 a 19:10
Juan 20:1-31
Salmo 119:153-176
Proverbios 1

 

2 Samuel 18

Derrota y muerte de Absalón
1David entonces reunió a los hombres que estaban con él y nombró generales y capitanespara que los dirigieran. 2Envió las tropas en tres grupos: un grupo bajo el mando de Joab; otro bajo el mando del hermano de Joab, Abisai hijo de Sarvia; y el tercero bajo Itai de Gat. Entonces el rey les dijo a sus tropas:
—Yo iré con ustedes.
3Pero sus hombres se opusieron terminantemente e insistieron:
—No debe ir. Si tenemos que salir en retirada y huir, aunque maten a la mitad de nosotros no cambiaría nada para las tropas de Absalón; es a usted al que buscan. Usted vale por diez mil de nosotros. Es mejor que se quede aquí en la ciudad y nos envíe ayuda si la necesitamos.
4—Si ustedes piensan que ese es el mejor plan, lo seguiré —respondió el rey.
De modo que se quedó al lado de la puerta de la ciudad mientras las tropas marchaban en grupos de cientos y de miles.
5Entonces el rey les dio esta orden a Joab, a Abisai y a Itai:
—Por consideración a mí, traten con bondad al joven Absalón.
Y todas las tropas escucharon que el rey daba esta orden a sus comandantes.
6Así que comenzó la batalla en el bosque de Efraín, 7y los hombres de David rechazaron los ataques de las tropas israelitas. Aquel día hubo una gran matanza, y veinte mil hombres perdieron la vida.8La batalla se extendió con furor por todo el campo, y perecieron en el bosque más hombres que los que murieron a espada.
9Durante la batalla, Absalón se cruzó con algunos hombres de David. Trató de escapar en su mula, pero al pasar cabalgando debajo de un gran árbol, su cabello se enredó en las gruesas ramas. La mula siguió y dejó a Absalón suspendido en el aire. 10Entonces uno de los hombres de David vio lo que había pasado y le dijo a Joab:
—Vi a Absalón colgando de un gran árbol.
11—¿Qué? —preguntó Joab—. ¿Lo viste ahí y no lo mataste? ¡Te hubiera recompensado con diez piezas de plata y un cinturón de héroe!
12—No mataría al hijo del rey ni por mil piezas de plata —le respondió el hombre a Joab—. Todos escuchamos lo que el rey les dijo a usted, a Abisai y a Itai: “Por consideración a mí, por favor, perdonen la vida del joven Absalón”.13Si yo hubiera traicionado al rey y matado a su hijo —y de seguro el rey descubriría quién lo hizo—, usted sería el primero en abandonarme a mi suerte.
14—Basta ya de esta tontería —dijo Joab.
Enseguida Joab tomó tres dagas y las clavó en el corazón de Absalón mientras estaba colgado, todavía vivo, del gran árbol.15Luego diez jóvenes escuderos de Joab rodearon a Absalón y lo remataron.
16Entonces Joab hizo sonar el cuerno de carnero, y sus hombres regresaron de perseguir al ejército de Israel. 17Arrojaron el cuerpo de Absalón dentro de un hoyo grande en el bosque y encima apilaron un montón de piedras. Y todo Israel huyó a sus hogares.
18Mientras aún vivía, Absalón se había erigido a sí mismo un monumento en el valle del Rey, porque dijo: «No tengo hijo que perpetúe mi nombre». Le puso al monumento su propio nombre, y es conocido como el monumento de Absalón hasta el día de hoy.
David hace duelo por la muerte de Absalón
19Después Ahimaas, hijo de Sadoc, dijo:
—Déjeme ir corriendo para darle al rey las buenas noticias: que el Señor lo ha librado de sus enemigos.
20—No —le dijo Joab—, no serían buenas noticias para el rey saber que su hijo está muerto. Puedes ser mi mensajero otro día, pero hoy no.
21Entonces Joab le dijo a un etíope:
—Ve a decirle al rey lo que has visto.
El hombre se inclinó y se fue corriendo.
22Pero Ahimaas continuó rogándole a Joab:
—Pase lo que pase, por favor, deje también que yo vaya.
—¿Para qué quieres ir, hijo mío? —le respondió Joab—. No habrá recompensa por las noticias.
23—Estoy de acuerdo, pero igual permítame ir —le suplicó.
Joab finalmente le dijo:
—Está bien, puedes ir.
Entonces Ahimaas tomó el camino más fácil por la llanura y corrió a Mahanaim y llegó antes que el etíope.
24Mientras David estaba sentado entre las puertas internas y externas de la ciudad, el centinela subió al techo de la entrada de la muralla. Cuando se asomó, vio a un solo hombre que corría hacia ellos.
25Desde arriba le gritó la novedad a David, y el rey respondió:
—Si está solo, trae noticias.
Al acercarse el mensajero, 26el centinela vio que otro hombre corría hacia ellos. Gritó hacia abajo:
—¡Allí viene otro!
El rey respondió:
—También trae noticias.
27—El primer hombre corre como Ahimaas, hijo de Sadoc —dijo el centinela.
—Él es un buen hombre y trae buenas noticias —respondió el rey.
28Ahimaas le gritó al rey:
—¡Todo está bien!
Se inclinó delante del rey rostro en tierra y dijo:
—Alabado sea el Señor su Dios, quien ha entregado a los rebeldes que se atrevieron a hacerle frente a mi señor el rey.
29—¿Qué me dices del joven Absalón? —preguntó el rey—. ¿Está bien?
—Cuando Joab me dijo que viniera, había una gran conmoción —contestó Ahimaas—, pero no supe lo que pasaba.
30—Espera aquí —le dijo el rey.
Y Ahimaas se hizo a un lado.
31Enseguida el etíope llegó y le dijo:
—Tengo buenas noticias para mi señor el rey. Hoy el Señor lo ha librado de todos los que se rebelaron en su contra.
32—¿Qué me dices del joven Absalón? —preguntó el rey—. ¿Se encuentra bien?
Y el etíope contestó:
—¡Que todos sus enemigos, mi señor el rey, ahora y en el futuro, corran con la misma suerte de ese joven!
33Entonces el rey se sintió abrumado por la emoción. Subió a la habitación que estaba sobre la entrada y se echó a llorar. Y mientras subía, clamaba: «¡Oh, mi hijo Absalón! ¡Hijo mío, hijo mío Absalón! ¡Si tan solo yo hubiera muerto en tu lugar! ¡Oh Absalón, mi hijo, mi hijo!».

 

2 Samuel 19:1-10

Joab reprende al rey
1Pronto le llegó a Joab la noticia de que el rey estaba llorando y haciendo duelo por Absalón.2A medida que el pueblo se enteraba del profundo dolor del rey por su hijo, la alegría por la victoria se tornaba en profunda tristeza. 3Ese día todos regresaron sigilosamente a la ciudad, como si estuvieran avergonzados y hubieran desertado de la batalla. 4El rey se cubrió el rostro con las manos y seguía llorando: «¡Oh, Absalón, hijo mío! ¡Oh, Absalón, hijo mío, hijo mío!».
5Entonces Joab fue a la habitación del rey y le dijo: «Hoy salvamos su vida y la de sus hijos e hijas, sus esposas y concubinas. Sin embargo, al actuar de esa forma hace que nos sintamos avergonzados de nosotros mismos.6Parece que usted ama a los que lo odian y odia a los que lo aman. Hoy nos ha dejado muy en claro que sus comandantes y sus tropas no significan nada para usted. Pareciera que si Absalón hubiera vivido y todos nosotros estuviéramos muertos, estaría contento.7Ahora salga y felicite a sus tropas, porque si no lo hace, le juro por el Señor que ni uno solo de ellos permanecerá aquí esta noche. Entonces quedará peor que antes».
8Así que el rey salió y tomó su lugar a las puertas de la ciudad y, a medida que se corría la voz por la ciudad de que él estaba allí, todos iban a él.
Mientras tanto, los israelitas que habían apoyado a Absalón huyeron a sus casas. 9Y por todas las tribus de Israel había mucha discusión y disputa. La gente decía: «El rey nos rescató de nuestros enemigos y nos salvó de los filisteos, pero Absalón lo echó del país.10Ahora Absalón, a quien ungimos para que nos gobernara, está muerto. ¿Por qué no pedirle a David que regrese y sea nuestro rey otra vez?».

 

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Juan 20:1-31

La resurrección
1El domingo por la mañana temprano, mientras aún estaba oscuro, María Magdalena llegó a la tumba y vio que habían rodado la piedra de la entrada. 2Corrió y se encontró con Simón Pedro y con el otro discípulo, a quien Jesús amaba. Les dijo: «¡Sacaron de la tumba el cuerpo del Señor, y no sabemos dónde lo pusieron!».
3Pedro y el otro discípulo se dirigieron a la tumba. 4Ambos iban corriendo, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero a la tumba. 5Se agachó a mirar adentro y vio los lienzos de lino apoyados ahí, pero no entró. 6Luego llegó Simón Pedro y entró en la tumba. Él también notó los lienzos de lino allí, 7pero el lienzo que había cubierto la cabeza de Jesús estaba doblado y colocado aparte de las otras tiras.8Entonces el discípulo que había llegado primero a la tumba también entró y vio y creyó,9porque hasta ese momento aún no habían entendido las Escrituras que decían que Jesús tenía que resucitar de los muertos. 10Después cada uno se fue a su casa.
Jesús se aparece a María Magdalena
11María se encontraba llorando fuera de la tumba y, mientras lloraba, se agachó y miró adentro. 12Vio a dos ángeles vestidos con vestiduras blancas, uno sentado a la cabecera y el otro a los pies, en el lugar donde había estado el cuerpo de Jesús.
13—Apreciada mujer, ¿por qué lloras? —le preguntaron los ángeles.
—Porque se han llevado a mi Señor —contestó ella—, y no sé dónde lo han puesto.
14Dio la vuelta para irse y vio a alguien que estaba de pie allí. Era Jesús, pero ella no lo reconoció.
15—Apreciada mujer, ¿por qué lloras? —le preguntó Jesús—. ¿A quién buscas?
Ella pensó que era el jardinero y le dijo:
—Señor, si usted se lo ha llevado, dígame dónde lo puso, y yo iré a buscarlo.
16¡María!—dijo Jesús.
Ella giró hacia él y exclamó:
—¡Raboní! (que en hebreo significa “Maestro”).
17—No te aferres a mí —le dijo Jesús—, porque todavía no he subido al Padre; pero ve a buscar a mis hermanos y diles: “Voy a subir a mi Padre y al Padre de ustedes, a mi Dios y al Dios de ustedes”.
18María Magdalena encontró a los discípulos y les dijo: «¡He visto al Señor!». Y les dio el mensaje de Jesús.
Jesús se aparece a sus discípulos
19Ese domingo, al atardecer, los discípulos estaban reunidos con las puertas bien cerradas porque tenían miedo de los líderes judíos. De pronto, ¡Jesús estaba de pie en medio de ellos!«La paz sea con ustedes», dijo. 20Mientras hablaba, les mostró las heridas de sus manos y su costado. ¡Ellos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor! 21Una vez más les dijo: «La paz sea con ustedes. Como el Padre me envió a mí, así yo los envío a ustedes». 22Entonces sopló sobre ellos y les dijo: «Reciban al Espíritu Santo. 23Si ustedes perdonan los pecados de alguien, esos pecados son perdonados; si ustedes no los perdonan, esos pecados no son perdonados».
Jesús se aparece a Tomás
24Tomás, uno de los doce discípulos (al que apodaban el Gemelo), no estaba con los otros cuando llegó Jesús. 25Ellos le contaron:
—¡Hemos visto al Señor!
Pero él respondió:
—No lo creeré a menos que vea las heridas de los clavos en sus manos, meta mis dedos en ellas y ponga mi mano dentro de la herida de su costado.
26Ocho días después, los discípulos estaban juntos de nuevo, y esa vez Tomás se encontraba con ellos. Las puertas estaban bien cerradas; pero de pronto, igual que antes, Jesús estaba de pie en medio de ellos y dijo: «La paz sea con ustedes». 27Entonces le dijo a Tomás:
—Pon tu dedo aquí y mira mis manos; mete tu mano en la herida de mi costado. Ya no seas incrédulo. ¡Cree!
28—¡Mi Señor y mi Dios! —exclamó Tomás.
29Entonces Jesús le dijo:
—Tú crees porque me has visto, benditos los que creen sin verme.
Propósito del libro
30Los discípulos vieron a Jesús hacer muchas otras señales milagrosas además de las registradas en este libro. 31Pero estas se escribieron para que ustedes sigan creyendoque Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, al creer en él, tengan vida por el poder de su nombre.

 

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Salmo 119:153-176

Resh
153Mira mi sufrimiento y rescátame,
porque no me he olvidado de tus enseñanzas.
154¡Defiende mi caso, ponte de mi lado!
Protege mi vida como lo prometiste.
155Los perversos están lejos de ser rescatados,
porque no se interesan en tus decretos.
156Señor, qué grande es tu misericordia;
que el seguir tus ordenanzas me reanime.
157Muchos me persiguen y me molestan,
sin embargo, no me he desviado de tus leyes.
158Ver a esos traidores me enferma el corazón,
porque no les importa nada tu palabra.
159Mira cómo amo tus mandamientos, Señor.
Por tu amor inagotable, devuélveme la vida.
160La esencia misma de tus palabras es verdad;
tus justas ordenanzas permanecerán para siempre.
Shin
161Gente poderosa me acosa sin razón,
pero mi corazón tiembla sólo ante tu palabra.
162Me alegro en tu palabra
como alguien que descubre un gran tesoro.
163Odio y detesto toda falsedad,
pero amo tus enseñanzas.
164Te alabaré siete veces al día
porque todas tus ordenanzas son justas.
165Los que aman tus enseñanzas tienen mucha paz
y no tropiezan.
166Anhelo que me rescates, Señor,
por eso, he obedecido tus mandatos.
167Obedecí tus leyes,
porque las amo mucho.
168Así es, obedezco tus leyes y tus mandamientos
porque tú sabes todo lo que hago.
Tau
169Oh Señor, escucha mi clamor;
dame la capacidad de discernir que me prometiste.
170Escucha mi oración;
rescátame como lo prometiste.
171Que la alabanza fluya de mis labios,
porque me has enseñado tus decretos.
172Que mi lengua cante de tu palabra,
porque todos tus mandatos son correctos.
173Tiéndeme una mano de ayuda,
porque opté por seguir tus mandamientos.
174Oh Señor, he anhelado que me rescates,
y tus enseñanzas son mi deleite.
175Déjame vivir para que pueda alabarte,
y que tus ordenanzas me ayuden.
176He andado descarriado como una oveja perdida;
ven a buscarme,
porque no me he olvidado de tus mandatos.

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