Devocional 19/10
Lectura del día
 

 

Cuando Dios hace un pacto, es un asunto eterno. En los tiempos bíblicos, un pacto era sellado entre dos partes al partir un animal al medio y quienes cerraban ese pacto, caminaban entre las piezas en un movimiento en forma de ocho. Israel había entrado en esa clase de pacto con Dios, pero no pudo mantenerlo. Dios se vio obligado a responder con estas palabras:

"Puesto que rompieron las condiciones de nuestro pacto, los partiré en dos tal como ustedes partieron el becerro cuando caminaron entre las mitades para solemnizar sus votos." (Jeremías 34:18).

Es la naturaleza humana hacer y luego romper pactos. Dios, sin embargo, no puede romper un pacto. Prometió a Jeremías que si podía romper "mi pacto con el día y con la noche de modo que uno no siguiera al otro, solo entonces se rompería mi pacto con mi siervo David. Solo entonces, él no tendría un descendiente para reinar sobre su trono."(Jeremías 33: 20-21). ¡Las posibilidades de que David no tuviera un heredero como rey en el trono de Israel eran menos que las posibilidades de que el sol no brille más! ¡Así es como Dios es fiel!

A un Dios que es inmutable y fiel, también tenemos que serle fieles. Él es el Dios fiel, que guarda su pacto para siempre.

 

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