Pablo podía identificarse con el salmista, porque estaba rodeado por
cientos de Judíos hostiles que estaban empeñados en su destrucción.
Su complot para asesinarlo parecía infalible, excepto por el hecho
de que Pablo sabía que el Señor era quien levantaba su cabeza. De
hecho, Dios ya había dispuesto que el sobrino de Pablo escuchara el
plan y que informara al comandante del ejército del malvado plan. El
comandante entonces intervino, y el plan fue frustrado (Hechos
23:16, 23-24).
Hay un lugar de descanso en el Señor, donde no tememos a las huestes
del enemigo. Por el contrario, nos acostamos y dormimos porque el
Señor nos sostiene (Salmo 3:5). Estamos rodeados por la protección
de Dios, y Satanás no puede entrar en ese círculo sin el permiso de
Dios. Podemos estar tranquilos hoy bajo el escudo de Dios, porque Él
no permitirá que las legiones, los obstáculos y las flechas del
diablo permanezcan dentro de nuestro círculo para siempre.
Hagamos nuestra la oración de David: "¡Levántate, oh Señor!
¡Rescátame, Dios mío!
¡Abofetea a todos mis enemigos! ¡Destroza los dientes de los
malvados!" (v. 7).
Sea cual sea el ataque que el enemigo haya enviado, Dios tiene un
mensajero, tal vez un sobrino, para frustrarlo!
185 días pasaron! Aún quedan 180 días...
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