Debemos tener cuidado de los asuntos pendientes. Dios es un Dios de
justicia y no puede pasar por alto la horrible realidad del pecado.
Saúl mató a personas con las que Israel había concretado un pacto en
los días de Josué. Aunque Saúl vio los asesinatos como
justificables, la sangre inocente de las víctimas clamó delante de
Dios, exigiendo justicia. Los cielos se mantuvieron como bronce para
David e Israel hasta que ellos enmendaron las acciones de Saúl. (2
Samuel 21:4)
Hay muchas cosas que ocurren en las sociedades porque Dios es
vengador de acciones pasadas y atrocidades que fueron dirigidas
contra personas inocentes. ¿Qué maldiciones generacionales han caído
sobre nuestras ciudades y naciones a causa de los últimos pecados de
nuestros padres?
En 2 Samuel 24, vemos a Dios muy serio acerca de la justicia que
setenta mil personas que murieron deberían recibir para apaciguar su
ira (v. 15). Debemos tomar muy seriamente los pecados contra otros
clamando en arrepentimiento, acercándonos a los afectados, y expiar
esos pecados. Estas acciones, tan simples como parecen, liberarán la
bendición de Dios. Como lo hizo David, debemos ayudar a restaurar y
sanar las violaciones del pasado, porque después de haber hecho la
restitución, "...el Señor contestó la oración..., y se detuvo la
plaga que azotaba a Israel." (v. 25).
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