El rechazo daña profundamente el alma del hombre. Ser rechazado por
la propia familia y otras personas puede herir a una persona en su
misma esencia. Jefté, hijo de una prostituta, sabía lo que era ser
rechazado (Jueces 11:2). Sus hermanastros le enviaron a la tierra de
Tob simplemente debido a sus antecedentes. No había hecho nada para
merecer tal rechazo.
A menudo somos rechazados debido a factores fuera de nuestro
control. Sin embargo, el dolor del rechazo nos hace arremeter contra
aquellos que nos han herido, sobre todo cuando llegan a nosotros en
busca de ayuda en el futuro. Nuestra respuesta con frecuencia es
como Jefté: "¿Por qué vienes a mí ahora, cuando estás en problemas?"
(Jueces 11:7).
Jesucristo conocía el dolor del rechazo al máximo. Toda la nación le
dio la espalda, porque él fue "despreciado y rechazado, varón de
dolores, experimentado en quebranto" (Isaías 53:3).
¿Alguna vez llegaste a tus amigos o familiares con un testimonio de
amor, sólo para que te lo arrojen de nuevo en tu cara? Uno puede
amar de todos modos. Un día, al igual que los hermanos de Jefté,
vendrán a llamar a tu puerta. Cuando lo hagan, dales una muestra del
amor de Cristo en vos.
119 días se fueron. Quedan 246.
|