Al igual que Caleb, Bartimeo era un hombre perseverante. Se negó a
dejar de clamar por misericordia incluso cuando otros le exigieron
que lo hiciera (Lucas 18:39). Él sabía que Jesús era "tan bueno, tan
dispuesto a perdonar, tan lleno de misericordia" (Salmo 86:5) para
todos los que invocaron su nombre.
Para llamar la atención de este Dios de la misericordia, tu clamor
no debe menguar sino permanecer ferviente. Esa persistencia atrae la
compasión de Dios. Una petición a medias puede impresionar al mundo,
pero Dios sabe cuando se ha llegado a un punto de desesperación.
Bartimeo estaba cansado de la ceguera y no le preocupaba nada la
opinión pública. Su ferviente súplica llamó la atención del Hijo de
Dios, y su milagro trajo mucha gloria a Dios. La mujer con el flujo
de sangre mostró la misma determinación cuando tocó el borde del
manto de Jesús.
Recordá las palabras del Salmo 86:17: "Envíame una señal de tu
favor. Entonces, los que me odian pasarán vergüenza, porque tú, oh
Señor, me ayudas y me consuelas."
Seguí clamando fervientemente, porque el Dios de la misericordia te
está escuchando.
106 días pasaron ya. Restan 259 para seguir clamando...
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