29 de Noviembre
 

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Salmo 119:81-96

 

Daniel 6

Daniel en el foso de los leones
1Darío el medo decidió dividir el reino en ciento veinte provincias y nombró a un alto funcionario para gobernar cada provincia.2Asimismo, el rey escogió a Daniel y a dos personas más como administradores para que supervisaran a los altos funcionarios y protegieran los intereses del rey. 3Pronto Daniel demostró ser más capaz que los otros administradores y altos funcionarios. Debido a la gran destreza administrativa de Daniel, el rey hizo planes para ponerlo frente al gobierno de todo el imperio.
4Entonces los demás administradores y altos funcionarios comenzaron a buscar alguna falta en la manera en que Daniel conducía los asuntos de gobierno, pero no encontraron nada que pudieran criticar o condenar. Era fiel, siempre responsable y totalmente digno de confianza.5Finalmente llegaron a la siguiente conclusión: «Nuestra única posibilidad de encontrar algún motivo para acusar a Daniel será en relación con las normas de su religión».
6Así que los administradores y los altos funcionarios se presentaron ante el rey y dijeron: «¡Que viva el rey Darío! 7Todos nosotros —administradores, autoridades, altos funcionarios, asesores y gobernadores— nos hemos puesto de acuerdo en que el rey apruebe una ley que se haga cumplir estrictamente. Ordene usted que, en los próximos treinta días, todo aquel que ore a quien sea, divino o humano —excepto a usted, su Majestad—, sea arrojado al foso de los leones. 8Ahora bien, su Majestad, emita y firme esta ley de tal modo que no pueda ser alterada, una ley oficial de los medos y de los persas que no puede ser revocada». 9Así que el rey Darío firmó la ley.
10Sin embargo, cuando Daniel oyó que se había firmado la ley, fue a su casa y se arrodilló como de costumbre en la habitación de la planta alta, con las ventanas abiertas que se orientaban hacia Jerusalén. Oraba tres veces al día, tal como siempre lo había hecho, dando gracias a su Dios. 11Entonces los funcionarios fueron juntos a la casa de Daniel y lo encontraron orando y pidiéndole a Dios que lo ayudara. 12De manera que fueron directo al rey y le recordaron el decreto.
—¿No firmó usted una ley por la cual, durante los próximos treinta días, todo aquel que ore a quien sea, divino o humano —excepto a usted, su Majestad—, sea arrojado al foso de los leones?
—Sí —contestó el rey—, esa decisión sigue en pie; es una ley oficial de los medos y de los persas que no puede ser revocada.
13Entonces le dijeron al rey:
—Ese hombre Daniel, uno de los cautivos de Judá, no hace caso a usted ni a su ley. Sigue orando a su Dios tres veces al día.
14Al oír esto, el rey se angustió mucho y procuró encontrar un modo de salvar a Daniel. Pasó el resto del día buscando una manera de librarlo de ese aprieto.
15Por la noche, los hombres volvieron a presentarse ante el rey y dijeron: «Su Majestad, usted sabe que según las leyes de los medos y los persas, ninguna ley firmada por el rey puede ser modificada».
16Entonces, finalmente el rey ordenó que arrestaran a Daniel y lo arrojaran al foso de los leones. El rey le dijo: «Que tu Dios, a quien sirves tan fielmente, te rescate».
17Así que trajeron una piedra y la colocaron sobre la boca del foso. El rey selló la piedra con su sello real y los sellos de sus nobles para que nadie pudiera rescatar a Daniel.18Luego el rey regresó al palacio y pasó la noche en ayuno. Rechazó sus entretenimientos habituales y no pudo dormir en toda la noche.
19Muy temprano a la mañana siguiente, el rey se levantó y fue deprisa al foso de los leones. 20Cuando llegó allí, gritó con angustia:
—¡Daniel, siervo del Dios viviente! ¿Pudo tu Dios, a quien sirves tan fielmente, rescatarte de los leones?
21Y Daniel contestó:
—¡Que viva el rey! 22Mi Dios envió a su ángel para cerrarles la boca a los leones, a fin de que no me hicieran daño, porque fui declarado inocente ante Dios y no he hecho nada malo en contra de usted, su Majestad.
23El rey se alegró mucho y mandó que sacaran a Daniel del foso. No tenía ningún rasguño, porque había confiado en su Dios.
24Entonces el rey dio órdenes de que arrestaran a los hombres que maliciosamente habían acusado a Daniel y los hizo echar al foso de los leones, junto con sus esposas y con sus hijos. Los leones saltaron sobre ellos y los despedazaron aun antes de que llegaran al piso del foso.
25Después el rey Darío envió el siguiente mensaje a la gente de toda raza, nación y lengua en el mundo entero:
«¡Paz y prosperidad a todos ustedes!
26»Ordeno que en mi reino toda persona tiemble con temor delante del Dios de Daniel.
Pues él es el Dios viviente,
y permanecerá para siempre.
Su reino jamás será destruido,
y su dominio nunca tendrá fin.
27Él rescata y salva a su pueblo,
realiza señales milagrosas y maravillas
en los cielos y en la tierra.
Él ha rescatado a Daniel
del poder de los leones».
28Así que Daniel prosperó durante el reinado de Darío y el reinado de Ciro, el persa.

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2ª Pedro 3

El día del Señor se acerca
1Queridos amigos, esta es la segunda carta que les escribo y, en ambas, he tratado de refrescarles la memoria y estimularlos a que sigan pensando sanamente. 2Quiero que recuerden lo que los santos profetas dijeron hace mucho y lo que nuestro Señor y Salvador ordenó por medio de los apóstoles.
3Sobre todo, quiero recordarles que, en los últimos días, vendrán burladores que se reirán de la verdad y seguirán sus propios deseos. 4Dirán: «¿Qué pasó con la promesa de que Jesús iba a volver? Desde tiempos antes de nuestros antepasados, el mundo sigue igual que al principio de la creación».
5Deliberadamente olvidan que Dios hizo los cielos al ordenarlo con una sola palabra y sacó la tierra de las aguas y la rodeó con agua. 6Luego usó el agua para destruir el mundo antiguo con un potente diluvio.7Por esa misma palabra, los cielos y la tierra que ahora existen han sido reservados para el fuego. Están guardados para el día del juicio, cuando será destruida la gente que vive sin Dios.
8Sin embargo, queridos amigos, hay algo que no deben olvidar: para el Señor, un día es como mil años y mil años son como un día. 9En realidad, no es que el Señor sea lento para cumplir su promesa, como algunos piensan. Al contrario, es paciente por amor a ustedes. No quiere que nadie sea destruido, quiere que todos se arrepientan. 10Pero el día del Señor llegará tan inesperadamente como un ladrón. Entonces los cielos desaparecerán con un terrible estruendo, y los mismos elementos se consumirán en el fuego, y la tierra con todo lo que hay en ella quedará sometida a juicio.
11Dado que todo lo que nos rodea será destruido de esta manera, ¡cómo no llevar una vida santa y vivir en obediencia a Dios,12esperar con ansias el día de Dios y apresurar que este llegue! En aquel día, él prenderá fuego a los cielos, y los elementos se derretirán en las llamas. 13Pero nosotros esperamos con entusiasmo los cielos nuevos y la tierra nueva que él prometió, un mundo lleno de la justicia de Dios.
14Por lo cual, queridos amigos, mientras esperan que estas cosas ocurran, hagan todo lo posible para que se vea que ustedes llevan una vida pacífica que es pura e intachable a los ojos de Dios.
15Y recuerden que la paciencia de nuestro Señor da tiempo para que la gente sea salva. Esto es lo que nuestro amado hermano Pablo también les escribió con la sabiduría que Dios le dio, 16al tratar estos temas en todas sus cartas. Algunos de sus comentarios son difíciles de entender, y los que son ignorantes e inestables han tergiversado sus cartas, para que signifiquen algo muy diferente, así como lo hacen con otras partes de la Escritura. Esto resultará en su propia destrucción.
Palabras finales de Pedro
17Queridos amigos, los estoy previniendo con tiempo. Manténganse en guardia para no ser arrastrados por los errores de esa gente perversa y perder la base firme que tienen.18En cambio, crezcan en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
¡A él sea toda la gloria ahora y para siempre! Amén.

 

 

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Salmo 119:81-96

Caf
81Estoy agotado de tanto esperar a que me rescates
pero he puesto mi esperanza en tu palabra.
82Mis ojos se esfuerzan por ver cumplidas tus promesas,
¿cuándo me consolarás?
83Estoy arrugado como un odre ahumado,
pero no me olvidé de obedecer tus decretos.
84¿Hasta cuándo tendré que esperar?
¿Cuándo castigarás a los que me persiguen?
85Estos arrogantes que odian tus enseñanzas
cavaron hoyos profundos para atraparme.
86Todos tus mandatos son confiables.
Protégeme de aquellos que me persiguen sin causa.
87Casi acaban conmigo,
pero me negué a abandonar tus mandamientos.
88En tu amor inagotable, perdona mi vida;
entonces podré continuar obedeciendo tus leyes.
Lámed
89Tu eterna palabra, oh Señor,
se mantiene firme en el cielo.
90Tu fidelidad se extiende a cada generación,
y perdura igual que la tierra que creaste.
91Tus ordenanzas siguen siendo verdad hasta el día de hoy,
porque todo está al servicio de tus planes.
92Si tus enseñanzas no me hubieran sostenido con alegría,
ya habría muerto en mi sufrimiento.
93Jamás olvidaré tus mandamientos,
pues por medio de ellos me diste vida.
94Soy tuyo, ¡rescátame!,
porque me he esforzado mucho en obedecer tus mandamientos.
95Aunque los malvados se escondan por el camino para matarme,
con calma, mantendré mi mente puesta en tus leyes.
96Aun la perfección tiene sus límites,
pero tus mandatos no tienen límite.

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