3 de Noviembre
 

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Salmo 103

 

Ezequiel 7

Ya viene el fin
1Después recibí este mensaje del Señor:2«Hijo de hombre, esto dice el Señor Soberano a Israel:
»¡Ya llegó el fin!
Dondequiera que mires
—al oriente, al occidente, al norte o al sur—
tu tierra está acabada.
3No queda esperanza,
porque desataré mi enojo contra ti.
Te llamaré a rendir cuentas
de todos tus pecados detestables.
4Miraré para otro lado y no te tendré compasión.
Te daré tu merecido por todos tus pecados detestables.
Entonces sabrás que yo soy el Señor.
5»Esto dice el Señor Soberano:
¡Desastre tras desastre
se te acerca!
6El fin ha llegado.
Finalmente llegó.
¡Te espera la condenación final!
7Oh pueblo de Israel, ya amanece el día de tu destrucción.
Ha llegado la hora; está cerca el día de dificultad.
En las montañas se oirán gritos de angustia,
no serán gritos de alegría.
8Pronto derramaré mi furia sobre ti
y contra ti desataré mi enojo.
Te llamaré a rendir cuentas
de todos tus pecados detestables.
9Miraré para otro lado y no te tendré compasión.
Te daré tu merecido por todos tus pecados detestables.
Entonces sabrás que soy yo, el Señor,
quien da el golpe.
10»¡El día del juicio ha llegado;
tu destrucción está a la puerta!
La perversidad y la soberbia de la gente
han florecido en pleno.
11La violencia de ellos se ha transformado en una vara
que los azotará por su perversidad.
Ninguno de esos orgullosos y perversos sobrevivirá.
Toda su riqueza y prestigio se esfumará.
12Sí, ha llegado la hora,
¡este es el día!
Que los comerciantes no se alegren por las ofertas,
ni los vendedores lamenten sus pérdidas,
porque todos ellos caerán
bajo mi enojo terrible.
13Aunque los mercaderes sobrevivan,
jamás regresarán a sus negocios.
Pues lo que Dios ha dicho se aplica a todos sin excepción,
¡no se cambiará!
Ninguna persona que viva descarriada por el pecado
se recuperará jamás.
Desolación de Israel
14»Suena la trompeta para movilizar al ejército de Israel,
pero nadie presta atención,
porque me he enfurecido contra todos ellos.
15Fuera de la ciudad hay guerra,
y dentro de la ciudad, enfermedades y hambre.
Los que estén fuera de las murallas de la ciudad
morirán al filo de las espadas enemigas.
Los que estén dentro de la ciudad
morirán de hambre y enfermedades.
16Los sobrevivientes que escapen hacia las montañas
gemirán como palomas, sollozando por sus pecados.
17Sus manos colgarán sin fuerza,
las rodillas les quedarán débiles como el agua.
18Se vestirán de tela áspera;
el horror y la vergüenza los cubrirán.
Se afeitarán la cabeza
en señal de dolor y remordimiento.
19»Arrojarán su dinero a la calle,
lo tirarán como si fuera basura.
Ni su oro ni su plata los salvará
cuando llegue ese día del enojo del Señor.
No los saciarán ni los alimentarán,
porque su avaricia solo los hace tropezar.
20Estaban orgullosos de sus hermosas joyas
y con ellas hicieron ídolos detestables e imágenes repugnantes.
Por lo tanto, haré que todas sus riquezas
les resulten asquerosas.
21Se las daré a los extranjeros como botín,
a las naciones más perversas,
y ellas las profanarán.
22Apartaré mis ojos de ellos,
cuando esos ladrones invadan y profanen mi preciosa tierra.
23»Prepara cadenas para mi pueblo,
porque la tierra está ensangrentada por crímenes terribles.
Jerusalén está llena de violencia.
24Traeré a las naciones más despiadadas
para que se apoderen de sus casas.
Derrumbaré sus orgullosas fortalezas
y haré que se profanen sus santuarios.
25El terror y el temblor se apoderarán de mi pueblo.
Buscarán paz, pero no la encontrarán.
26Habrá calamidad tras calamidad;
un rumor seguirá a otro rumor.
En vano buscarán
una visión de los profetas.
No recibirán enseñanza de los sacerdotes
ni consejo de los líderes.
27El rey y el príncipe quedarán indefensos,
sollozando de desesperación,
y las manos de la gente
temblarán de miedo.
Los haré pasar por la misma maldad
que ellos causaron a otros
y recibirán el castigo
que tanto merecen.
¡Entonces sabrán que yo soy el Señor!».

 

Ezequiel 8

 

Idolatría en el templo
1Después, el 17 de septiembre, durante el sexto año de cautividad del rey Joaquín, mientras los líderes de Judá estaban en mi casa, el Señor Soberano puso su mano sobre mí. 2Vi una figura con apariencia de hombre. De lo que parecía ser su cintura para abajo, parecía una llama encendida. De la cintura para arriba, tenía aspecto de ámbar reluciente. 3Extendió algo que parecía ser una mano y me tomó del cabello. Luego el Espíritu me elevó al cielo y me transportó a Jerusalén en una visión que procedía de Dios. Me llevó a la puerta norte del atrio interior del templo, donde hay un ídolo grande que ha provocado los celos del Señor.4De pronto, estaba allí la gloria del Dios de Israel, tal como yo la había visto antes en el valle.
5Entonces el Señor me dijo: «Hijo de hombre, mira hacia el norte». Así que miré hacia el norte y, junto a la entrada de la puerta que está cerca del altar, estaba el ídolo que tanto había provocado los celos del Señor.
6«Hijo de hombre —me dijo—, ¿ves lo que hacen? ¿Ves los pecados detestables que cometen los israelitas para sacarme de mi templo? ¡Pero ven y verás pecados aún más detestables que estos!». 7Luego me llevó a la puerta del atrio del templo, donde pude ver un hueco en el muro. 8Me dijo: «Ahora, hijo de hombre, cava en el muro». Entonces cavé en el muro y hallé una entrada escondida.
9«¡Entra —me dijo—, y mira los pecados perversos y detestables que cometen ahí!». 10Entonces entré y vi las paredes grabadas con toda clase de reptiles y criaturas detestables. También vi los diversos ídolos a los que rendía culto el pueblo de Israel.11Allí había de pie setenta líderes de Israel y en el centro estaba Jaazanías, hijo de Safán. Todos tenían en la mano un recipiente para quemar incienso y de cada recipiente se elevaba una nube de incienso por encima de sus cabezas.
12Entonces el Señor me dijo: «Hijo de hombre, ¿has visto lo que los líderes de Israel hacen con sus ídolos en los rincones oscuros? Dicen: “¡El Señor no nos ve; él ha abandonado nuestra tierra!”». 13Entonces el Señor agregó: «¡Ven y te mostraré pecados aún más detestables que estos!».
14Así que me llevó a la puerta norte del templo del Señor; allí estaban sentadas algunas mujeres, sollozando por el dios Tamuz. 15«¿Has visto esto? —me preguntó—. ¡Pero te mostraré pecados aún más detestables!».
16Entonces me llevó al atrio interior del templo del Señor. En la entrada del santuario, entre la antesala y el altar de bronce, había unos veinticinco hombres de espaldas al santuario del Señor. ¡Estaban inclinados hacia el oriente, rindiendo culto al sol!
17«¿Ves esto, hijo de hombre? —me preguntó—. ¿No le importa nada al pueblo de Judá cometer estos pecados detestables con los cuales llevan a la nación a la violencia y se burlan de mí y provocan mi enojo?18Por lo tanto, responderé con furia. No les tendré compasión ni les perdonaré la vida y por más que clamen por misericordia, no los escucharé».

 

Ezequiel 9

 

Masacre de los idólatras
1Entonces el Señor dijo con voz de trueno: «¡Traigan a los hombres designados para castigar la ciudad! ¡Díganles que vengan con sus armas!». 2Pronto entraron seis hombres por la puerta superior que da al norte y cada uno llevaba un arma mortal en la mano. Con ellos había un hombre vestido de lino, que llevaba un estuche de escriba en la cintura. Todos se dirigieron al atrio del templo y se pusieron de pie junto al altar de bronce.
3Entonces la gloria del Dios de Israel se elevó de entre los querubines, donde había reposado, y se movió hacia la entrada del templo. Luego el Señor llamó al hombre vestido de lino, que llevaba el estuche de escriba. 4Le dijo: «Recorre las calles de Jerusalén y pon una marca en la frente de todos los que lloren y suspiren por los pecados detestables que se cometen en la ciudad».
5Luego oí al Señor decir a los demás hombres: «Síganlo por toda la ciudad y maten a todos los que no tengan la marca en la frente. ¡No tengan compasión! ¡No tengan lástima de nadie! 6Mátenlos a todos: ancianos, jóvenes, muchachas, mujeres y niños. Sin embargo, no toquen a ninguno que tenga la marca. Comiencen aquí mismo, en el templo». Entonces ellos comenzaron matando a los setenta líderes.
7«¡Contaminen el templo! —mandó el Señor—. Llenen los atrios con cadáveres. ¡Vayan!». Entonces ellos salieron y comenzaron la masacre por toda la ciudad.
8Mientras mataban a la gente, yo me quedé solo. Caí con el rostro en tierra y clamé:
—¡Oh Señor Soberano! ¿Acaso tu furia contra Jerusalén destruirá a todos los que queden en Israel?
9Me contestó:
—Los pecados del pueblo de Israel y Judá son muy, pero muy grandes. La tierra está llena de homicidios; la ciudad está colmada de injusticia. Ellos dicen: “¡El Señor no lo ve! ¡El Señor ha abandonado esta tierra!”.10Por eso no les perdonaré la vida ni les tendré compasión. Les daré todo su merecido por lo que han hecho.
11Luego regresó el hombre vestido de lino, que llevaba el estuche de escriba, e informó: «Ya hice lo que me ordenaste».

 

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Hebreos 5

1Todo sumo sacerdote es un hombre escogido para representar a otras personas en su trato con Dios. Él presenta a Dios las ofrendas de esas personas y ofrece sacrificios por los pecados. 2Y puede tratar con paciencia a los ignorantes y descarriados, porque él también está sujeto a las mismas debilidades. 3Por esa razón, debe ofrecer sacrificios tanto por sus propios pecados como por los del pueblo.
4Y nadie puede llegar a ser sumo sacerdote solo porque desee tener ese honor. Tiene que ser llamado por Dios para ese trabajo, como sucedió con Aarón. 5Por eso, Cristo no se honró a sí mismo haciéndose Sumo Sacerdote, sino que fue elegido por Dios, quien le dijo:
«Tú eres mi Hijo.
Hoy he llegado a ser tu padre».
6Y en otro pasaje Dios le dijo:
«Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec».
7Mientras estuvo aquí en la tierra, Jesús ofreció oraciones y súplicas con gran clamor y lágrimas al que podía rescatarlo de la muerte. Y Dios oyó sus oraciones por la gran reverencia que Jesús le tenía. 8Aunque era Hijo de Dios, Jesús aprendió obediencia por las cosas que sufrió.9De ese modo, Dios lo hizo apto para ser el Sumo Sacerdote perfecto, y Jesús llegó a ser la fuente de salvación eterna para todos los que le obedecen. 10Y Dios lo designó Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec.
Un llamado al crecimiento espiritual
11Nos gustaría decir mucho más sobre este tema, pero es difícil de explicar, sobre todo porque ustedes son torpes espiritualmente y tal parece que no escuchan. 12Hace tanto que son creyentes que ya deberían estar enseñando a otros. En cambio, necesitan que alguien vuelva a enseñarles las cosas básicas de la palabra de Dios. Son como niños pequeños que necesitan leche y no pueden comer alimento sólido.13Pues el que se alimenta de leche sigue siendo bebé y no sabe cómo hacer lo correcto.14El alimento sólido es para los que son maduros, los que a fuerza de práctica están capacitados para distinguir entre lo bueno y lo malo.

 

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Salmo 103

Salmo de David.


1Que todo lo que soy alabe al Señor;
con todo el corazón alabaré su santo nombre.
2Que todo lo que soy alabe al Señor;
que nunca olvide todas las cosas buenas que hace por mí.
3Él perdona todos mis pecados
y sana todas mis enfermedades.
4Me redime de la muerte
y me corona de amor y tiernas misericordias.
5Colma mi vida de cosas buenas;
¡mi juventud se renueva como la del águila!
6El Señor da rectitud
y hace justicia a los que son tratados injustamente.
7Dio a conocer su carácter a Moisés
y sus obras al pueblo de Israel.
8El Señor es compasivo y misericordioso,
lento para enojarse y está lleno de amor inagotable.
9No nos reprenderá todo el tiempo,
ni seguirá enojado para siempre.
10No nos castiga por todos nuestros pecados;
no nos trata con la severidad que merecemos.
11Pues su amor inagotable hacia los que le temen
es tan inmenso como la altura de los cielos sobre la tierra.
12Llevó nuestros pecados tan lejos de nosotros
como está el oriente del occidente.
13El Señor es como un padre con sus hijos,
tierno y compasivo con los que le temen.
14Pues él sabe lo débiles que somos;
se acuerda de que somos tan solo polvo.
15Nuestros días sobre la tierra son como la hierba;
igual que las flores silvestres, florecemos y morimos.
16El viento sopla, y desaparecemos
como si nunca hubiéramos estado aquí.
17Pero el amor del Señor permanece para siempre
con los que le temen.
¡Su salvación se extiende a los hijos de los hijos
18de los que son fieles a su pacto,
de los que obedecen sus mandamientos!
19El Señor ha hecho de los cielos su trono,
desde allí gobierna todo.
20Alaben al Señor, ustedes los ángeles,
ustedes los poderosos que llevan a cabo sus planes,
que están atentos a cada uno de sus mandatos.
21¡Sí, alaben al Señor, ejércitos de ángeles
que le sirven y hacen su voluntad!
22Alabe al Señor todo lo que él ha creado,
todo lo que hay en su reino.
Que todo lo que soy, alabe al Señor.

 

 

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