Deuteronomio
34:1 - Josué 2:24
1Entonces
Moisés se dirigió al monte Nebo desde las llanuras de Moab, y subió a la
cumbre del monte Pisga, que está frente a Jericó. Y el Señor le
mostró todo el territorio: desde Galaad hasta tan lejos como Dan, 2toda
la tierra de Neftalí, la tierra de Efraín y de Manasés, toda la tierra
de Judá —que se extiende hasta el mar Mediterráneo—, 3el
Neguev, y el valle del Jordán junto con Jericó —la ciudad de las
palmeras— hasta Zoar. 4Entonces
el Señor le
dijo a Moisés: «Esta es la tierra que le prometí bajo juramento a
Abraham, a Isaac y a Jacob cuando dije: “La daré a tus descendientes”.
Ahora te he permitido verla con tus propios ojos, pero no entrarás en
ella».
5Así
que Moisés, siervo del Señor,
murió allí, en la tierra de Moab, tal como el Señor había
dicho. 6El
Señor lo
enterró en
un valle cercano a Bet-peor, en Moab, pero nadie conoce el lugar exacto
hasta el día de hoy. 7Moisés
tenía ciento veinte años cuando murió, pero hasta entonces conservó una
buena vista y mantuvo todo su vigor. 8El
pueblo de Israel hizo duelo por Moisés en las llanuras de Moab durante
treinta días, hasta que se cumplió el tiempo acostumbrado para el duelo.
9Ahora,
Josué, hijo de Nun, estaba lleno del espíritu de sabiduría, porque
Moisés había puesto sus manos sobre él. Así que el pueblo de Israel lo
obedeció haciendo todo lo que el Señor le
había ordenado a Moisés.
10Nunca
más hubo en Israel otro profeta como Moisés, a quien el Señor conocía
cara a cara. 11El
Señor lo
envió a la tierra de Egipto para realizar todas las señales milagrosas y
las maravillas contra el faraón, contra toda su tierra y contra todos
sus sirvientes. 12Moisés
realizó con gran poder hechos aterradores a la vista de todo Israel.
Josué 1:1-2:24
Encargo del
Señor a Josué
1Después
de la muerte de Moisés, siervo del Señor,
el Señor habló
a Josué, hijo de Nun y ayudante de Moisés. Le dijo: 2«Mi
siervo Moisés ha muerto. Por lo tanto, ha llegado el momento de que
guíes a este pueblo, a los israelitas, a cruzar el río Jordán y a
entrar en la tierra que les doy. 3Te
prometo a ti lo mismo que le prometí a Moisés: “Dondequiera que
pongan los pies los israelitas, estarán pisando la tierra que les he
dado: 4desde
el desierto del Neguev, al sur, hasta las montañas del Líbano, al
norte; desde el río Éufrates, al oriente, hasta el mar Mediterráneo,al
occidente, incluida toda la tierra de los hititas”. 5Nadie
podrá hacerte frente mientras vivas. Pues yo estaré contigo como
estuve con Moisés. No te fallaré ni te abandonaré.
6»Sé
fuerte y valiente, porque tú serás quien guíe a este pueblo para que
tome posesión de toda la tierra que juré a sus antepasados que les
daría. 7Sé
fuerte y muy valiente. Ten cuidado de obedecer todas las
instrucciones que Moisés te dio. No te desvíes de ellas ni a la
derecha ni a la izquierda. Entonces te irá bien en todo lo que
hagas.8Estudia
constantemente este libro de instrucción. Medita en él de día y de
noche para asegurarte de obedecer todo lo que allí está escrito.
Sólo entonces prosperarás y te irá bien en todo lo que hagas. 9Mi
mandato es: “¡Sé fuerte y valiente! No tengas miedo ni te desanimes,
porque el Señortu
Dios está contigo dondequiera que vayas”».
Encargo de Josué a los israelitas
10Luego
Josué les dio la siguiente orden a los jefes de Israel: 11«Vayan
por el campamento y díganle al pueblo que preparen sus provisiones.
En tres días, cruzarán el río Jordán y tomarán posesión de la tierra
que el Señor su
Dios les da».
12Entonces
Josué reunió a la tribu de Rubén, a la tribu de Gad y a la media
tribu de Manasés. Les dijo:
13—Recuerden
lo que les mandó Moisés, siervo del Señor:
“El Señor su
Dios les da un lugar de descanso. Él les ha dado esta tierra”. 14Sus
esposas, hijos y animales pueden permanecer aquí, en la tierra que
Moisés les asignó, al oriente del río Jordán; pero los guerreros
fuertes, completamente armados, deben guiar a las otras tribus hasta
el otro lado del Jordán para ayudarlas a conquistar su territorio.
Quédense con sus hermanos 15hasta
que el Señor les
dé descanso a ellos, tal como se lo ha dado a ustedes, y hasta que
ellos también tomen posesión de la tierra que el Señor su
Dios les da. Solo entonces ustedes podrán regresar y establecerse
aquí, al oriente del río Jordán, en la tierra que les asignó Moisés,
siervo del Señor.
16Ellos
le respondieron a Josué:
—Haremos todo lo que nos ordenes e iremos a donde nos envíes. 17Te
obedeceremos tal como obedecimos a Moisés. Que el Señor tu
Dios esté contigo tal como estuvo con Moisés. 18Cualquiera
que se rebele contra tus órdenes y no obedezca tus palabras y todo
lo que tú ordenes, será ejecutado. Así que, ¡sé fuerte y valiente!
Rahab protege a los espías
1Luego
Josué envió en secreto a dos espías desde el campamento israelita
que estaba en la arboleda de Acaciasy
les dio la siguiente instrucción: «Exploren bien la tierra que está
al otro lado del río Jordán, especialmente alrededor de la ciudad de
Jericó». Entonces los dos hombres salieron y llegaron a la casa de
una prostituta llamada Rahab y pasaron allí la noche.
2Pero
alguien le avisó al rey de Jericó: «Unos israelitas vinieron aquí
esta noche para espiar la tierra». 3Entonces
el rey de Jericó le envío una orden a Rahab: «Saca fuera a los
hombres que llegaron a tu casa, porque han venido a espiar todo el
territorio».
4Rahab,
quien había escondido a los dos hombres, respondió: «Es cierto, los
hombres pasaron por aquí, pero yo no sabía de dónde venían. 5Salieron
de la ciudad al anochecer, cuando las puertas estaban por cerrar. No
sé hacia dónde fueron. Si se apresuran, probablemente los alcancen». 6(En
realidad, la mujer había llevado a los hombres a la azotea de su
casa y los había escondido debajo de unos manojos de lino que había
puesto allí).7Entonces
los hombres del rey buscaron a los espías por todo el camino que
lleva a los vados del río Jordán. Y justo después que los hombres
del rey se fueron, cerraron la puerta de Jericó.
8Esa
noche, antes de que los espías se durmieran, Rahab subió a la azotea
para hablar con ellos. Les dijo:
9—Sé
que el Señor les
ha dado esta tierra. Todos tenemos miedo de ustedes. Cada habitante
de esta tierra vive aterrorizado. 10Pues
hemos oído cómo el Señor les
abrió un camino en seco para que atravesaran el mar Rojocuando
salieron de Egipto. Y sabemos lo que les hicieron a Sehón y a Og,
los dos reyes amorreos al oriente del río Jordán, cuyos pueblos
ustedes destruyeron por completo.11¡No
es extraño que nuestro corazón esté lleno de temor! A nadie le queda
valor para pelear después de oír semejantes cosas. Pues el Señor su
Dios es el Dios supremo arriba, en los cielos, y abajo, en la
tierra.
12»Ahora
júrenme por el Señor que
serán bondadosos conmigo y con mi familia, ya que les di mi ayuda.
Denme una garantía de que, 13cuando
Jericó sea conquistada, salvarán mi vida y también la de mi padre y
mi madre, mis hermanos y hermanas y sus familias.
14—Te
ofrecemos nuestra propia vida como garantía por la tuya —le
prometieron ellos—. Si no nos delatas, cumpliremos nuestra promesa y
seremos bondadosos contigo cuando el Señor nos
dé la tierra.
15Entonces,
dado que la casa de Rahab estaba construida en la muralla de la
ciudad, ella los hizo bajar por una cuerda desde la ventana.
16—Huyan
a la zona montañosa —les dijo—. Escóndanse allí de los hombres que
los están buscando por tres días. Luego, cuando ellos hayan vuelto,
ustedes podrán seguir su camino.
17Antes
de partir, los hombres le dijeron:
—Estaremos obligados por el juramento que te hemos hecho solo si
sigues las siguientes instrucciones:18cuando
entremos en esta tierra, tú deberás dejar esta cuerda de color
escarlata colgada de la ventana por donde nos hiciste bajar; y todos
los miembros de tu familia —tu padre, tu madre, tus hermanos y todos
tus parientes— deberán estar aquí, dentro de la casa. 19Si
salen a la calle y los matan, no será nuestra culpa; pero si alguien
les pone la mano encima a los que estén dentro de esta casa, nos
haremos responsables de su muerte. 20Sin
embargo, si nos delatas, quedaremos totalmente libres de lo que nos
ata a este juramento.
21—Acepto
las condiciones —respondió ella.
Entonces Rahab los despidió y dejó la cuerda escarlata colgando de
la ventana.
22Los
espías subieron a la zona montañosa y se quedaron allí tres días.
Los hombres que los perseguían los buscaron por todas partes a lo
largo del camino pero, al final, regresaron sin éxito.
23Luego,
los dos espías descendieron de la zona montañosa, cruzaron el río
Jordán y le informaron a Josué todo lo que les había sucedido: 24«El
Señor nos
ha dado el territorio —dijeron—, pues toda la gente de esa tierra
nos tiene pavor».
Lucas
13:22-14:6
22Jesús
iba enseñando por ciudades y aldeas mientras seguía adelante, camino a
Jerusalén. 23Alguien
le preguntó:
—Señor, ¿solo unos pocos se salvarán?
Él contestó:
24—Esfuércense
por entrar por la puerta angosta del reino de Dios, porque muchos
tratarán de entrar pero fracasarán. 25Cuando
el señor de la casa haya cerrado la puerta, será demasiado tarde.
Ustedes quedarán afuera llamando y rogando: “¡Señor, ábrenos la
puerta!”, pero él contestará: “No los conozco ni sé de dónde vienen”.26Entonces
ustedes dirán: “Pero comimos y bebimos contigo, y enseñaste en nuestras
calles”. 27Entonces
él responderá: “Les digo que no sé quiénes son ni de dónde vienen.
Aléjense de mí, todos ustedes que hacen maldad”.
28»Habrá
llanto y rechinar de dientes, porque verán a Abraham y a Isaac y a Jacob
junto con todos los profetas en el reino de Dios, pero ustedes serán
echados fuera.29Y
vendrán personas de todas partes del mundo —del oriente y del occidente,
del norte y del sur— para ocupar sus lugares en el reino de Dios. 30Y
tomen en cuenta lo siguiente: algunos que ahora parecen menos
importantes en ese día serán los más importantes, y algunos que ahora
son los más importantes en ese día serán los menos importantes.
Lamento de Jesús por Jerusalén
31En
ese tiempo, algunos fariseos le dijeron:
—¡Sal de aquí si quieres vivir! ¡Herodes Antipas quiere matarte!
32Jesús
respondió:
—Vayan y díganle a ese zorro que seguiré expulsando demonios y sanando a
la gente hoy y mañana; y al tercer día cumpliré mi propósito. 33Sí,
hoy, mañana y pasado mañana debo seguir mi camino. Pues, después de
todo, ¡no se debe matar a un profeta de Dios en un lugar que no sea
Jerusalén!
34»¡Oh,
Jerusalén, Jerusalén, la ciudad que mata a los profetas y apedrea a los
mensajeros de Dios! Cuántas veces quise juntar a tus hijos como la
gallina protege a sus pollitos debajo de sus alas, pero no me dejaste. 35Y
ahora, mira, tu casa está abandonada. Y no volverás a verme hasta que
digas: “Bendiciones al que viene en el nombre del Señor”.
Jesús sana en el día de descanso
1Cierto
día de descanso, Jesús fue a cenar en la casa de un líder de los
fariseos, y la gente lo observaba de cerca.2Había
allí un hombre que tenía hinchados los brazos y las piernas. 3Jesús
preguntó a los fariseos y a los expertos de la ley religiosa: «¿Permite
o no la ley sanar a la gente el día de descanso?». 4Como
ellos se negaron a contestar, Jesús tocó al hombre enfermo, lo sanó y lo
despidió.5Después
se dirigió a ellos y dijo: «¿Quién
de ustedes no trabaja el día de descanso? Si tu hijo o
tu buey cae en un pozo, ¿acaso no corres para sacarlo?». 6Una
vez más, ellos no pudieron responder.
Salmos
79:1-13
1Oh
Dios, naciones paganas conquistaron tu tierra,
tu posesión más preciada.
Profanaron tu santo templo
y convirtieron a Jerusalén en un montón de ruinas.
2Dejaron
los cadáveres de tus siervos
como alimento para las aves del cielo.
se ha convertido en comida para los animales salvajes.
3La
sangre fluyó como agua por toda Jerusalén;
no queda nadie para enterrar a los muertos.
4Nuestros
vecinos se mofan de nosotros;
somos objeto de desprecio y desdén de quienes nos rodean.
5Oh
Señor,
¿hasta cuándo seguirás enojado con nosotros? ¿Será para siempre?
¿Hasta cuándo arderá tu celo como el fuego?
6Derrama
tu ira sobre las naciones que se niegan a reconocerte,
sobre los reinos que no invocan tu nombre.
7Pues
devoraron a tu pueblo, Israel,
y convirtieron la tierra en un desierto desolado.
8¡No
nos hagas responsables por los pecados de nuestros antepasados!
Que tu compasión satisfaga pronto nuestras necesidades,
porque estamos al borde de la desesperación.
9¡Ayúdanos,
oh Dios de nuestra salvación!
Ayúdanos por la gloria de tu nombre;
sálvanos y perdona nuestros pecados
por la honra de tu nombre.
10¿Por
qué se les permite a las naciones paganas burlarse
y preguntar: «Dónde está su Dios»?
Muéstranos tu venganza contra las naciones,
porque han derramado la sangre de tus siervos.
11Escucha
el lamento de los prisioneros.
Demuestra tu gran poder al salvar a los condenados a muerte.
12Oh
Señor, multiplica siete veces tu venganza contra nuestros vecinos
por la burla que han lanzado contra ti.
13Entonces
nosotros, tu pueblo, las ovejas de tu prado,
te agradeceremos por siempre y para siempre,
y alabaremos tu grandeza de generación en generación.
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