10 de Abril

 

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Deuteronomio 34; Josué 1 y 2
Lucas 13:22-14:6
Salmos 79
Proverbios 10
 

Deuteronomio 34:1 - Josué 2:24

Muerte de Moisés

1Entonces Moisés se dirigió al monte Nebo desde las llanuras de Moab, y subió a la cumbre del monte Pisga, que está frente a Jericó. Y el Señor le mostró todo el territorio: desde Galaad hasta tan lejos como Dan, 2toda la tierra de Neftalí, la tierra de Efraín y de Manasés, toda la tierra de Judá —que se extiende hasta el mar Mediterráneo—, 3el Neguev, y el valle del Jordán junto con Jericó —la ciudad de las palmeras— hasta Zoar. 4Entonces el Señor le dijo a Moisés: «Esta es la tierra que le prometí bajo juramento a Abraham, a Isaac y a Jacob cuando dije: “La daré a tus descendientes”. Ahora te he permitido verla con tus propios ojos, pero no entrarás en ella».
5Así que Moisés, siervo del Señor, murió allí, en la tierra de Moab, tal como el Señor había dicho. 6El Señor lo enterró en un valle cercano a Bet-peor, en Moab, pero nadie conoce el lugar exacto hasta el día de hoy. 7Moisés tenía ciento veinte años cuando murió, pero hasta entonces conservó una buena vista y mantuvo todo su vigor. 8El pueblo de Israel hizo duelo por Moisés en las llanuras de Moab durante treinta días, hasta que se cumplió el tiempo acostumbrado para el duelo.
9Ahora, Josué, hijo de Nun, estaba lleno del espíritu de sabiduría, porque Moisés había puesto sus manos sobre él. Así que el pueblo de Israel lo obedeció haciendo todo lo que el Señor le había ordenado a Moisés.
10Nunca más hubo en Israel otro profeta como Moisés, a quien el Señor conocía cara a cara. 11El Señor lo envió a la tierra de Egipto para realizar todas las señales milagrosas y las maravillas contra el faraón, contra toda su tierra y contra todos sus sirvientes. 12Moisés realizó con gran poder hechos aterradores a la vista de todo Israel.

 

Josué 1:1-2:24

Encargo del Señor a Josué

1Después de la muerte de Moisés, siervo del Señor, el Señor habló a Josué, hijo de Nun y ayudante de Moisés. Le dijo: 2«Mi siervo Moisés ha muerto. Por lo tanto, ha llegado el momento de que guíes a este pueblo, a los israelitas, a cruzar el río Jordán y a entrar en la tierra que les doy. 3Te prometo a ti lo mismo que le prometí a Moisés: “Dondequiera que pongan los pies los israelitas, estarán pisando la tierra que les he dado: 4desde el desierto del Neguev, al sur, hasta las montañas del Líbano, al norte; desde el río Éufrates, al oriente, hasta el mar Mediterráneo,al occidente, incluida toda la tierra de los hititas”. 5Nadie podrá hacerte frente mientras vivas. Pues yo estaré contigo como estuve con Moisés. No te fallaré ni te abandonaré.
6»Sé fuerte y valiente, porque tú serás quien guíe a este pueblo para que tome posesión de toda la tierra que juré a sus antepasados que les daría. 7Sé fuerte y muy valiente. Ten cuidado de obedecer todas las instrucciones que Moisés te dio. No te desvíes de ellas ni a la derecha ni a la izquierda. Entonces te irá bien en todo lo que hagas.8Estudia constantemente este libro de instrucción. Medita en él de día y de noche para asegurarte de obedecer todo lo que allí está escrito. Sólo entonces prosperarás y te irá bien en todo lo que hagas. 9Mi mandato es: “¡Sé fuerte y valiente! No tengas miedo ni te desanimes, porque el Señortu Dios está contigo dondequiera que vayas”».

Encargo de Josué a los israelitas

10Luego Josué les dio la siguiente orden a los jefes de Israel: 11«Vayan por el campamento y díganle al pueblo que preparen sus provisiones. En tres días, cruzarán el río Jordán y tomarán posesión de la tierra que el Señor su Dios les da».
12Entonces Josué reunió a la tribu de Rubén, a la tribu de Gad y a la media tribu de Manasés. Les dijo:
13—Recuerden lo que les mandó Moisés, siervo del Señor: “El Señor su Dios les da un lugar de descanso. Él les ha dado esta tierra”. 14Sus esposas, hijos y animales pueden permanecer aquí, en la tierra que Moisés les asignó, al oriente del río Jordán; pero los guerreros fuertes, completamente armados, deben guiar a las otras tribus hasta el otro lado del Jordán para ayudarlas a conquistar su territorio. Quédense con sus hermanos 15hasta que el Señor les dé descanso a ellos, tal como se lo ha dado a ustedes, y hasta que ellos también tomen posesión de la tierra que el Señor su Dios les da. Solo entonces ustedes podrán regresar y establecerse aquí, al oriente del río Jordán, en la tierra que les asignó Moisés, siervo del Señor.
16Ellos le respondieron a Josué:
—Haremos todo lo que nos ordenes e iremos a donde nos envíes. 17Te obedeceremos tal como obedecimos a Moisés. Que el Señor tu Dios esté contigo tal como estuvo con Moisés. 18Cualquiera que se rebele contra tus órdenes y no obedezca tus palabras y todo lo que tú ordenes, será ejecutado. Así que, ¡sé fuerte y valiente!

 

Rahab protege a los espías

1Luego Josué envió en secreto a dos espías desde el campamento israelita que estaba en la arboleda de Acaciasy les dio la siguiente instrucción: «Exploren bien la tierra que está al otro lado del río Jordán, especialmente alrededor de la ciudad de Jericó». Entonces los dos hombres salieron y llegaron a la casa de una prostituta llamada Rahab y pasaron allí la noche.
2Pero alguien le avisó al rey de Jericó: «Unos israelitas vinieron aquí esta noche para espiar la tierra». 3Entonces el rey de Jericó le envío una orden a Rahab: «Saca fuera a los hombres que llegaron a tu casa, porque han venido a espiar todo el territorio».
4Rahab, quien había escondido a los dos hombres, respondió: «Es cierto, los hombres pasaron por aquí, pero yo no sabía de dónde venían. 5Salieron de la ciudad al anochecer, cuando las puertas estaban por cerrar. No sé hacia dónde fueron. Si se apresuran, probablemente los alcancen». 6(En realidad, la mujer había llevado a los hombres a la azotea de su casa y los había escondido debajo de unos manojos de lino que había puesto allí).7Entonces los hombres del rey buscaron a los espías por todo el camino que lleva a los vados del río Jordán. Y justo después que los hombres del rey se fueron, cerraron la puerta de Jericó.
8Esa noche, antes de que los espías se durmieran, Rahab subió a la azotea para hablar con ellos. Les dijo:
9—Sé que el Señor les ha dado esta tierra. Todos tenemos miedo de ustedes. Cada habitante de esta tierra vive aterrorizado. 10Pues hemos oído cómo el Señor les abrió un camino en seco para que atravesaran el mar Rojocuando salieron de Egipto. Y sabemos lo que les hicieron a Sehón y a Og, los dos reyes amorreos al oriente del río Jordán, cuyos pueblos ustedes destruyeron por completo.11¡No es extraño que nuestro corazón esté lleno de temor! A nadie le queda valor para pelear después de oír semejantes cosas. Pues el Señor su Dios es el Dios supremo arriba, en los cielos, y abajo, en la tierra.
12»Ahora júrenme por el Señor que serán bondadosos conmigo y con mi familia, ya que les di mi ayuda. Denme una garantía de que, 13cuando Jericó sea conquistada, salvarán mi vida y también la de mi padre y mi madre, mis hermanos y hermanas y sus familias.
14—Te ofrecemos nuestra propia vida como garantía por la tuya —le prometieron ellos—. Si no nos delatas, cumpliremos nuestra promesa y seremos bondadosos contigo cuando el Señor nos dé la tierra.
15Entonces, dado que la casa de Rahab estaba construida en la muralla de la ciudad, ella los hizo bajar por una cuerda desde la ventana.
16—Huyan a la zona montañosa —les dijo—. Escóndanse allí de los hombres que los están buscando por tres días. Luego, cuando ellos hayan vuelto, ustedes podrán seguir su camino.
17Antes de partir, los hombres le dijeron:
—Estaremos obligados por el juramento que te hemos hecho solo si sigues las siguientes instrucciones:18cuando entremos en esta tierra, tú deberás dejar esta cuerda de color escarlata colgada de la ventana por donde nos hiciste bajar; y todos los miembros de tu familia —tu padre, tu madre, tus hermanos y todos tus parientes— deberán estar aquí, dentro de la casa. 19Si salen a la calle y los matan, no será nuestra culpa; pero si alguien les pone la mano encima a los que estén dentro de esta casa, nos haremos responsables de su muerte. 20Sin embargo, si nos delatas, quedaremos totalmente libres de lo que nos ata a este juramento.
21—Acepto las condiciones —respondió ella.
Entonces Rahab los despidió y dejó la cuerda escarlata colgando de la ventana.
22Los espías subieron a la zona montañosa y se quedaron allí tres días. Los hombres que los perseguían los buscaron por todas partes a lo largo del camino pero, al final, regresaron sin éxito.
23Luego, los dos espías descendieron de la zona montañosa, cruzaron el río Jordán y le informaron a Josué todo lo que les había sucedido: 24«El Señor nos ha dado el territorio —dijeron—, pues toda la gente de esa tierra nos tiene pavor».

 

 

Lucas 13:22-14:6

La puerta angosta

22Jesús iba enseñando por ciudades y aldeas mientras seguía adelante, camino a Jerusalén. 23Alguien le preguntó:
—Señor, ¿solo unos pocos se salvarán?
Él contestó:
24—Esfuércense por entrar por la puerta angosta del reino de Dios, porque muchos tratarán de entrar pero fracasarán. 25Cuando el señor de la casa haya cerrado la puerta, será demasiado tarde. Ustedes quedarán afuera llamando y rogando: “¡Señor, ábrenos la puerta!”, pero él contestará: “No los conozco ni sé de dónde vienen”.26Entonces ustedes dirán: “Pero comimos y bebimos contigo, y enseñaste en nuestras calles”. 27Entonces él responderá: “Les digo que no sé quiénes son ni de dónde vienen. Aléjense de mí, todos ustedes que hacen maldad”.
28»Habrá llanto y rechinar de dientes, porque verán a Abraham y a Isaac y a Jacob junto con todos los profetas en el reino de Dios, pero ustedes serán echados fuera.29Y vendrán personas de todas partes del mundo —del oriente y del occidente, del norte y del sur— para ocupar sus lugares en el reino de Dios. 30Y tomen en cuenta lo siguiente: algunos que ahora parecen menos importantes en ese día serán los más importantes, y algunos que ahora son los más importantes en ese día serán los menos importantes.

Lamento de Jesús por Jerusalén

31En ese tiempo, algunos fariseos le dijeron:
—¡Sal de aquí si quieres vivir! ¡Herodes Antipas quiere matarte!
32Jesús respondió:
—Vayan y díganle a ese zorro que seguiré expulsando demonios y sanando a la gente hoy y mañana; y al tercer día cumpliré mi propósito. 33Sí, hoy, mañana y pasado mañana debo seguir mi camino. Pues, después de todo, ¡no se debe matar a un profeta de Dios en un lugar que no sea Jerusalén!
34»¡Oh, Jerusalén, Jerusalén, la ciudad que mata a los profetas y apedrea a los mensajeros de Dios! Cuántas veces quise juntar a tus hijos como la gallina protege a sus pollitos debajo de sus alas, pero no me dejaste. 35Y ahora, mira, tu casa está abandonada. Y no volverás a verme hasta que digas: “Bendiciones al que viene en el nombre del Señor.
 

Jesús sana en el día de descanso

1Cierto día de descanso, Jesús fue a cenar en la casa de un líder de los fariseos, y la gente lo observaba de cerca.2Había allí un hombre que tenía hinchados los brazos y las piernas. 3Jesús preguntó a los fariseos y a los expertos de la ley religiosa: «¿Permite o no la ley sanar a la gente el día de descanso?». 4Como ellos se negaron a contestar, Jesús tocó al hombre enfermo, lo sanó y lo despidió.5Después se dirigió a ellos y dijo: «¿Quién de ustedes no trabaja el día de descanso? Si tu hijo o tu buey cae en un pozo, ¿acaso no corres para sacarlo?». 6Una vez más, ellos no pudieron responder.

 

Salmos 79:1-13

Salmo de Asaf.

1Oh Dios, naciones paganas conquistaron tu tierra,

tu posesión más preciada.

Profanaron tu santo templo

y convirtieron a Jerusalén en un montón de ruinas.

2Dejaron los cadáveres de tus siervos

como alimento para las aves del cielo.

La carne de tus justos

se ha convertido en comida para los animales salvajes.

3La sangre fluyó como agua por toda Jerusalén;

no queda nadie para enterrar a los muertos.

4Nuestros vecinos se mofan de nosotros;

somos objeto de desprecio y desdén de quienes nos rodean.

5Oh Señor, ¿hasta cuándo seguirás enojado con nosotros? ¿Será para siempre?

¿Hasta cuándo arderá tu celo como el fuego?

6Derrama tu ira sobre las naciones que se niegan a reconocerte,

sobre los reinos que no invocan tu nombre.

7Pues devoraron a tu pueblo, Israel,

y convirtieron la tierra en un desierto desolado.

8¡No nos hagas responsables por los pecados de nuestros antepasados!

Que tu compasión satisfaga pronto nuestras necesidades,

porque estamos al borde de la desesperación.

9¡Ayúdanos, oh Dios de nuestra salvación!

Ayúdanos por la gloria de tu nombre;

sálvanos y perdona nuestros pecados

por la honra de tu nombre.

10¿Por qué se les permite a las naciones paganas burlarse

y preguntar: «Dónde está su Dios»?

Muéstranos tu venganza contra las naciones,

porque han derramado la sangre de tus siervos.

11Escucha el lamento de los prisioneros.

Demuestra tu gran poder al salvar a los condenados a muerte.

12Oh Señor, multiplica siete veces tu venganza contra nuestros vecinos

por la burla que han lanzado contra ti.

13Entonces nosotros, tu pueblo, las ovejas de tu prado,

te agradeceremos por siempre y para siempre,

y alabaremos tu grandeza de generación en generación.

 

 

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