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El liderazgo es una enorme responsabilidad. Pararse delante de los
demás como líder implica dos grandes responsabilidades. En primer
lugar, Ezequiel dijo que un líder es un vigía (Ezequiel 33:2). El
trabajo del vigía es estar de pie sobre el muro y nunca relajarse en
busca del enemigo. El vigía no hace acepción de personas, sino que
emite la advertencia para que todos lo oigan. Si el vigilante se
queda dormido, con miedo o sin preocuparse por dar el aviso, el
Señor va a hacerlo responsable por la sangre de su pueblo.
La segunda responsabilidad del líder es como pastor (Ezequiel 34:2).
El líder no está sólo para dirigir, sino también para alimentar el
rebaño de Dios. El líder que ocupa todo su tiempo y atención en
alimentarse a sí mismo descuida su rebaño. Ezequiel reprendió a esos
líderes, diciendo: "No han cuidado de las débiles; no se han ocupado
de las enfermas ni han vendado las heridas; no salieron a buscar a
las descarriadas y perdidas. En cambio, las gobernaron con mano dura
y con crueldad."(v. 4). Los pastores nunca deberían ser duros,
brutales, o indiferentes, sino que deben servir de ejemplo de bondad
y preocupación por sus rebaños.
Los líderes que cumplen la doble función de vigilante y pastor deben
ser muy respetados. "Obedezcan a sus líderes espirituales y hagan lo
que ellos dicen. Su tarea es cuidar el alma de ustedes y tienen que
rendir cuentas a Dios. Denles motivos para que lo hagan con alegría
y no con dolor. Esto último ciertamente no los beneficiará a
ustedes." (Hebreos 13:17).
Obedecé y oré por tu vigía y pastor, su vida espiritual está en tus
manos.
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