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Génesis
41:17-57
17 Entonces el faraón le contó su sueño a José.
—En mi sueño —le dijo—, yo estaba de pie a la orilla del río Nilo 18 y
vi siete vacas gordas y sanas que salían del río y comenzaban a pastar entre los
juncos. 19 Luego
vi siete vacas flacas y raquíticas con aspecto enfermizo que salían después de
las primeras. Jamás había visto unos animales tan lamentables en toda la tierra
de Egipto. 20 Entonces
esas vacas flacas y raquíticas se comieron a las siete vacas gordas, 21 pero
nadie lo hubiera creído, ¡porque después seguían siendo tan flacas y raquíticas
como antes! Luego me desperté.
22 »En mi sueño también vi siete espigas llenas de grano, robustas y
hermosas, que crecían de un solo tallo. 23 Después
aparecieron otras siete espigas de grano, pero estaban infestadas, resecas y
marchitadas por el viento oriental. 24 Entonces
las espigas secas se tragaron a las siete robustas. Les conté esos sueños a los
magos, pero ninguno pudo decirme lo que significan.
25 José respondió:
—Ambos sueños del faraón significan lo mismo. Dios le da a conocer de antemano
al faraón lo que está por hacer. 26 Las
siete vacas sanas y las siete espigas robustas representan siete años de
prosperidad. 27 Las
siete vacas flacas y raquíticas que salieron después, y las siete espigas
resecas y marchitadas por el viento oriental representan siete años de hambre.
28 »Esto sucederá tal como lo he descrito, pues Dios ha revelado de
antemano al faraón lo que está por hacer. 29 Los
próximos siete años serán un período de gran prosperidad en toda la tierra de
Egipto, 30 pero
después llegarán siete años de un hambre tan intensa que hará olvidar toda esa
prosperidad de Egipto. El hambre destruirá la tierra. 31 La
hambruna será tan grave que borrará hasta el recuerdo de los años buenos. 32 El
haber tenido dos sueños similares significa que esos acontecimientos fueron
decretados por Dios, y él hará que ocurran pronto.
33 »Por lo tanto, el faraón debería encontrar a un hombre inteligente y
sabio, y ponerlo a cargo de toda la tierra de Egipto. 34 Después
el faraón debería nombrar supervisores de la tierra, a fin de que almacenen una
quinta parte de las cosechas durante los siete años buenos. 35 Haga
que ellos reúnan toda la producción de alimentos en los años buenos que vienen y
la lleven a los graneros del faraón. Almacene bien el grano y vigílelo para que
haya alimento en las ciudades. 36 De
esa manera, habrá suficiente para comer cuando lleguen los siete años de hambre
sobre la tierra de Egipto. De lo contrario, el hambre destruirá la tierra.
José es nombrado gobernador de Egipto
37 Las sugerencias de José fueron bien recibidas por el faraón y sus
funcionarios. 38 Entonces
el faraón preguntó a sus funcionarios: «¿Acaso encontraremos a alguien como este
hombre, tan claramente lleno del espíritu de Dios?». 39 Así
que el faraón dijo a José: «Como Dios te ha revelado el significado de los
sueños a ti, es obvio que no hay nadie más sabio e inteligente que tú. 40 Quedarás
a cargo de mi palacio, y toda mi gente recibirá órdenes de ti. Solo yo, sentado
en mi trono, tendré un rango superior al tuyo».
41 El faraón dijo a José: «Yo, aquí en persona, te pongo a cargo de toda
la tierra de Egipto». 42 Luego
el faraón se quitó de la mano el anillo con su sello oficial y lo puso en el
dedo de José; lo vistió con ropas de lino de la mejor calidad y le puso un
collar de oro. 43 Después
hizo que José subiera al carro de guerra reservado para su segundo en autoridad,
y dondequiera que iba José, se gritaba la orden: «¡Arrodíllense!». Así que el
faraón puso a José a cargo de todo Egipto, 44 y
le dijo: «Yo soy el faraón, pero nadie levantará una mano ni un pie en toda la
tierra de Egipto sin tu aprobación».
45 Luego el faraón le puso un nuevo nombre a José, un nombre egipcio:
Zafnat-panea. También
le dio una esposa, quien se llamaba Asenat y era hija de Potifera, el sacerdote
de On. Entonces
José se hizo cargo de toda la tierra de Egipto. 46 Tenía
treinta años cuando comenzó a servir en el palacio del faraón, rey de Egipto.
Después, cuando José salió de la presencia del faraón, inspeccionó toda la
tierra de Egipto.
47 Tal como se había predicho, la tierra produjo cosechas abundantes
durante siete años. 48 Todos
esos años, José recogió todas las cosechas que crecieron en Egipto y guardó en
las ciudades el grano de los campos aledaños.49 Acumuló
grandes cantidades de grano, tanto como si fuera arena a la orilla del mar. Al
final, dejó de registrar las cantidades porque había tanto que resultaba
imposible medirlo.
50 Durante ese tiempo, antes del primer año de hambre, les nacieron dos
hijos a José y su esposa Asenat, hija de Potifera, el sacerdote de On. 51 José
llamó a su hijo mayor Manasés, porque
dijo: «Dios me hizo olvidar todas mis angustias y a todos los de la familia de
mi padre». 52 José
llamó a su segundo hijo Efraín, porque
dijo: «Dios me hizo fructífero en esta tierra de mi aflicción».
53 Finalmente acabaron los siete años de cosechas abundantes en toda la
tierra de Egipto. 54 Después
comenzaron los siete años de hambre, tal como José había predicho. El hambre
también azotó a todas las regiones vecinas, pero en todo Egipto había alimento
de sobra. 55 Con
el tiempo, sin embargo, el hambre se extendió por toda la tierra de Egipto
también. Cuando la gente reclamó alimento al faraón, él les dijo: «Vayan a ver a
José y hagan todo lo que les diga». 56 Entonces,
dada la gravedad del hambre en todas partes, José abrió los graneros y
distribuyó grano a los egipcios, porque el hambre era intensa en toda la tierra
de Egipto. 57 Y
llegaba a Egipto gente de todas partes para comprarle grano a José, porque el
hambre era intensa en todo el mundo.

Génesis 42:1-17
Los hermanos de José van a Egipto
Cuando Jacob oyó que había grano en Egipto, les dijo a sus hijos:
«¿Por qué están ahí sin hacer nada, mirándose uno a otro? 2 He
oído que hay grano en Egipto. Desciendan a Egipto y compren
suficiente grano para que sigamos con vida. De no ser así,
moriremos».
3 Entonces los diez hermanos mayores de José descendieron a
Egipto a comprar grano; 4 pero
Jacob no dejó que el hermano menor de José, Benjamín, fuera con
ellos, por temor a que pudiera sufrir algún daño. 5 Así
que los hijos de Jacob llegaron
a Egipto junto con otras personas para comprar alimento, porque el
hambre también había llegado a Canaán.
6 Como José era gobernador de Egipto y estaba encargado de
vender el grano a todas las personas, sus hermanos tuvieron que
acudir a él. Cuando llegaron, se inclinaron delante de él, con el
rostro en tierra. 7 José
reconoció a sus hermanos enseguida, pero fingió no conocerlos y les
habló con dureza.
—Ustedes, ¿de dónde vienen? —les preguntó.
—De la tierra de Canaán —contestaron—. Venimos a comprar alimento.
8 Aunque José reconoció a sus hermanos, ellos no lo
reconocieron a él.9 Entonces
recordó los sueños que había tenido acerca de ellos hacía muchos
años atrás, y les dijo:
—¡Ustedes son espías! Han venido para ver lo vulnerable que se ha
hecho nuestra tierra.
10 —¡No, mi señor! —exclamaron—. Sus siervos han venido
simplemente a comprar alimento. 11 Todos
nosotros somos hermanos, miembros de la misma familia. ¡Somos
hombres honrados, señor! ¡No somos espías!
12 —¡Sí, lo son! —insistió José—. Han venido para ver lo
vulnerable que se ha hecho nuestra tierra.
13 —Señor —dijeron ellos—, en realidad somos doce en total.
Nosotros, sus siervos, somos todos hermanos, hijos de un hombre que
vive en la tierra de Canaán. Nuestro hermano menor quedó con nuestro
padre, y uno de nuestros hermanos ya no está con nosotros.
14 Pero José insistió:
—Como dije, ¡ustedes son espías! 15 Voy
a comprobar su historia de la siguiente manera: ¡Juro por la vida
del faraón que ustedes nunca se irán de Egipto a menos que su
hermano menor venga hasta aquí! 16 Uno
de ustedes irá a traer a su hermano. Los demás se quedarán aquí, en
la cárcel. Así sabremos si su historia es cierta o no. Por la vida
del faraón, si resulta que ustedes no tienen un hermano menor,
entonces confirmaré que son espías.
17 Entonces José los metió en la cárcel por tres días.

Mateo 13:24-46
Parábola del trigo y la maleza
24 La siguiente es otra historia que contó Jesús: «El
reino del cielo es como un agricultor que sembró buena semilla en su
campo. 25 Pero
aquella noche, mientras los trabajadores dormían, vino su enemigo,
sembró hierbas malas entre el trigo y se escabulló. 26 Cuando
el cultivo comenzó a crecer y a producir granos, la maleza también
creció.
27 »Los
empleados del agricultor fueron a hablar con él y le dijeron:
“Señor, el campo donde usted sembró la buena semilla está lleno de
maleza. ¿De dónde salió?”.
28 »“¡Eso
es obra de un enemigo!”, exclamó el agricultor.
»“¿Arrancamos la maleza?”, le preguntaron.
29 »“No
—contestó el amo—, si lo hacen, también arrancarán el trigo. 30 Dejen
que ambas crezcan juntas hasta la cosecha. Entonces les diré a los
cosechadores que separen la maleza, la aten en manojos y la quemen,
y que pongan el trigo en el granero”».
Parábola de la semilla de mostaza
31 La siguiente es otra ilustración que usó Jesús: «El
reino del cielo es como una semilla de mostaza sembrada en un campo. 32 Es
la más pequeña de todas las semillas, pero se convierte en la planta
más grande del huerto; crece hasta llegar a ser un árbol y vienen
los pájaros y hacen nidos en las ramas».
Parábola de la levadura
33 Jesús también usó la siguiente ilustración: «El
reino del cielo es como la levadura que utilizó una mujer para hacer
pan. Aunque puso solo una pequeña porción de levadura en tres
medidas de harina, la levadura impregnó toda la masa».
34 Jesús siempre usaba historias e ilustraciones como esas
cuando hablaba con las multitudes. De hecho, nunca les habló sin
usar parábolas. 35 Así
se cumplió lo que había dicho Dios por medio del profeta:
«Les hablaré en parábolas.
Les
explicaré cosas escondidas desde la creación del mundo».
Explicación de la parábola del trigo y la maleza
36 Luego, Jesús dejó a las multitudes afuera y entró en la
casa. Sus discípulos le dijeron:
—Por favor, explícanos la historia de la maleza en el campo.
37 Jesús respondió:
—El Hijo del Hombre es
el agricultor que siembra la buena semilla. 38 El
campo es el mundo, y la buena semilla representa a la gente del
reino. La maleza representa a las personas que pertenecen al
maligno. 39 El
enemigo que sembró la maleza entre el trigo es el diablo. La cosecha
es el fin del mundo, y
los cosechadores son los ángeles.
40 »Tal
como se separa la maleza y se quema en el fuego, así será en el fin
del mundo. 41 El
Hijo del Hombre enviará a sus ángeles, y ellos quitarán del reino
todo lo que produzca pecado y a todos aquellos que hagan lo malo. 42 Y
los ángeles los arrojarán al horno ardiente, donde habrá llanto y
rechinar de dientes. 43 Entonces
los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. ¡El que
tenga oídos para oír, que escuche y entienda!
Parábolas del tesoro escondido y de la perla
44 »El
reino del cielo es como un tesoro escondido que un hombre descubrió
en un campo. En medio de su entusiasmo, lo escondió nuevamente y
vendió todas sus posesiones a fin de juntar el dinero suficiente
para comprar el campo.
45 »Además
el reino del cielo es como un comerciante en busca de perlas de
primera calidad. 46 Cuando
descubrió una perla de gran valor, vendió todas sus posesiones y la
compró.

Salmos
18:1-15
Para el director del coro:
salmo de David, siervo del Señor.
Entonó este cántico al Señor
el día que el Señor lo
rescató de todos sus enemigos y de Saúl.
Cantó así:
1 Te amo, Señor;
tú
eres mi fuerza.
2 El Señor es
mi roca, mi fortaleza y mi salvador;
mi
Dios es mi roca, en quien encuentro protección.
Él es mi escudo, el poder que me salva
y
mi lugar seguro.
3 Clamé al Señor,
quien es digno de alabanza,
y
me salvó de mis enemigos.
4 Me enredaron las cuerdas de la muerte;
me
arrasó una inundación devastadora.
5 La tumba me
envolvió con sus cuerdas;
la
muerte me tendió una trampa en el camino.
6 Pero en mi angustia, clamé al Señor;
sí,
oré a mi Dios para pedirle ayuda.
Él me oyó desde su santuario;
mi
clamor llegó a sus oídos.
7 Entonces la tierra se estremeció y tembló;
se
sacudieron los cimientos de las montañas;
temblaron
a causa de su enojo.
8 De su nariz salía humo a raudales,
de
su boca saltaban violentas llamas de fuego;
carbones
encendidos se disparaban de él.
9 Abrió los cielos y descendió;
había
oscuras nubes de tormenta debajo de sus pies.
10 Voló montado sobre un poderoso ser angelical,
remontándose
sobre las alas del viento.
11 Se envolvió con un manto de oscuridad
y
ocultó su llegada con oscuras nubes de lluvia.
12 Nubes densas taparon el brillo a su alrededor,
e
hicieron llover granizo y carbones encendidos.
13 El Señor retumbó
desde el cielo;
la
voz del Altísimo resonó
en
medio del granizo y de los carbones encendidos.
14 Disparó sus flechas y dispersó a sus enemigos;
destellaron
grandes relámpagos, y quedaron confundidos.
15 Luego, a tu orden, oh Señor,
a
la ráfaga de tu aliento,
pudo verse el fondo del mar,
y
los cimientos de la tierra quedaron al descubierto.
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